Julio 4, 2017 Un día, después de haberle estado enseñando Jesús a una gran multitud y a sus seguidores cercanos, sus discípulos, al percatarse de que ya era tarde y que estaban en un lugar desierto, le pidieron a Jesús que despachara a la gente para que se fuera a algún poblado a conseguir de comer. La respuesta de Jesús los debió de haber dejado muy desconcertados: “denles ustedes de comer”. Era mucha gente y tendrían que haber comprado muchísimo pan. Jesús pregunta de nuevo: “Cuántos panes tienen. Vayan y vean”. Regresaron con un inventario bastante exiguo para tantas personas. Cinco panes y dos peces. Luego de dar gracias por eso que tenían y bendiciendo, los pasó a sus discípulos para que los repartieran. Y alcanzó para todos. Incluso sobró (Cfr. Marcos 6, 34-43). Nosotros somos hoy esos discípulos a quienes Jesús dice: “denles ustedes de comer”. Pero esta tarea no es un asunto que se soluciona simplemente con grandes cantidades de comida o de dinero. Ante todo hay que contar con lo que tenemos, con los ‘panes’ que realmente tenemos. Y si hacemos cuentas, en Colombia contamos con muchos ‘panes’. Somos un país rico no solo en biodiversidad, sino en creatividad, en resistencia, en coraje. Pero no basta eso. Se necesita dinero… Ahí está el problema. Pero, ¿es que no hay dinero en Colombia? Claro que sí, y muchísimo. Basta solo pensar que el 10% más rico del país gana 26 veces más que el 10% más pobre. Dinero sí hay, pero está mal repartido. Somos de los países más desiguales de América Latina, donde todos, excepto nosotros, han bajado sus índices de desigualdad. En otras palabras, los panes ya están multiplicados, lo que falta es repartirlos y compartirlos para que alcance para todos, de manera que todos podamos tener una vida digna, justa, con las necesidades fundamentales resueltas, con igualdad de oportunidades y en paz. Hace unos días vi un corto video en el cual el actual alcalde de Cali decía, en forma muy elocuente, que la única manera de que haya verdadera paz en el país es que se distribuya el ingreso, que no haya personas que ganen tanto y otros vivan en la pobreza extrema o con un salario mínimo que para poco alcanza. Y él lo hacía aún más gráfico diciendo que él no es ningún comunista ni socialista, sino un capitalista con varias empresas. Pero que definitivamente, si no se distribuye el ingreso, seguiremos en las mismas. Por ello la propuesta de un modelo económico como el del Bien Común, sobre el cual nos habló Christian Felber, autor de esta propuesta, nos aporta tanto en este momento de construcción de la paz. Tratar de construir una economía cuyo éxito no se mida por los altos resultados económicos sino por los logros del bien común, es decir, del beneficio para la entera sociedad en todas sus dimensiones, es hoy un imperativo ético. El éxito económico no es un fin sino un medio para lograr una mejor sociedad donde todos quepamos, donde se reconozca realmente y no solo jurídicamente, la dignidad de todos. El balance del bien común, con sus 17 indicadores, conduce precisamente a ese crecimiento humano en sociedad teniendo siempre presente, en cada acción, el objetivo que se busca y el entorno en que vivimos, de manera que cuidemos esta casa que nos es común. No hay que multiplicar los panes. Lo que hay es que compartirlos entre todos. El verdadero milagro es empeñarnos en buscar el bien común.
