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“Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: Eloí, Eloí, lemá sabactaní? , que quiere decir, ¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”

Comunitas Matutina

DOMINGO DE RAMOS Ciclo B (Marcos 15: 34)

Lecturas:
1. Isaías 50: 4-7
2. Salmo 21: 8-24
3. Filipenses 2: 6-11
4. Marcos 14:1 a 15:47

Todos los seres humanos, sin excepción, experimentamos temor y repugnancia ante el dolor, los males, la enfermedad, la muerte. Hacemos lo máximo posible para evitarlo pero, cuando la fragilidad adquiere tonalidades mayores y decisivas en nosotros mismos, no nos queda otra alternativa distinta que la de afrontar esta realidad inevitable. Hay diversidad de modos con los que la humanidad “atiende” esta confrontación: muchos evaden y crean paraísos artificiales para ignorar el radical dramatismo de la existencia, otros se resignan y se dejan arrollar por lo ineludible, pero también los hay que, a sabiendas, del dolor supremo, le hacen frente con entereza, revelando así su grandeza humana y espiritual. [1] La Pasión del Señor Jesús, cuya realidad salvadora y liberadora conmemora el mundo cristiano en esta semana, nos propone las actitudes fundamentales de afrontar, asumir, redimir y de esperar contra toda esperanza. Realismo puro en la clave del sentido absoluto de la vida que se nos manifiesta en él.

En los numerales 101 a 109 del texto de los Ejercicios Espirituales, [2] San Ignacio de Loyola propone al ejercitante considerar en su oración el misterio de la encarnación, y lo hace así: “El primer preámbulo es traer la historia de la cosa que tengo de contemplar; que es aquí cómo las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez de todo el mundo llena de hombres, y cómo, viendo que todos descendían al infierno, se determina en la su eternidad que la segunda persona se haga hombre, para salvar el género humano; y así, venida la plenitud de los tiempos, enviando el ángel san Gabriel a nuestra Señora”. [3] Y más adelante: “El primer punto es ver las personas, las unas y las otras; y primero, las de la haz de la tierra, en tanta diversidad, así en trajes como en gestos; unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo, etc.[4]

Con esto quiere decir San Ignacio que Dios-Trinidad se implica de modo comprometido en la realidad existencial de los seres humanos, compromiso salvífico-liberador, inserto en todo lo que nos concierne, lo que nos da felicidad y sentido, los que nos hace sufrir y carecer de sentido de la vida, es Dios uno y trino que “ve” la vida como es, y decide estar en ella , asume la pluralidad de culturas, de creencias, de etnias, de problemáticas. El Dios trinitario es un Dios que escucha la realidad y se compromete con ella. Esto es normativo en la revelación cristiana: nuestro Dios, el que se nos comunica en Jesús, es un Dios entre nosotros, dentro de nosotros, con nosotros, para nosotros. Con este proceder se marca una pauta fundamental para el cristianismo, esta consiste en que el que decida “ejercitarse” en el camino de Jesús también está llamado a implicarse, como él, en la realidad propia y en la de los otros. Vale decir que nuestra fe es una religión con polo a tierra, [5] que en esto del sufrir y del morir se nos manifiesta en su perspectiva liberadora.

Con estas consideraciones, nos situamos en el contexto de esta semana santa, el tiempo de mayor intensidad religiosa en el mundo cristiano, las iglesias se dedican con fervor a celebrar y hacer memoria de los acontecimientos decisivos de la vida del
Señor Jesucristo, su pasión, su cruz, su extrema humillación, su juicio injusto, su muerte crucificada, su pascua, la legitimación de su historia por el Padre Dios, el desconcierto de los discípulos, el ensañamiento de las autoridades romanas y judías, la vida nueva en el Espíritu, las comunidades del cristianismo primitivo, el ímpetu apostólico, la ruptura con el judaísmo, la expansión misionera, la fascinación cristo céntrica de los primeros siglos del cristianismo. Estos hechos, de indiscutible veracidad histórica, son la concreción de la mirada salvífica de Dios. [6]

Que no sea esta semana santa de 2024 una repetición de lugares comunes, un punto más en la lista de chequeo de las cosas por hacer. Que seamos capaces, individuos y comunidades, con nuestros pastores a la cabeza, de atinar con la Buena Noticia de vida plena y de libertad de la que es portador el Señor, implicado en lo más dramático de la condición humana, encarnado en el reverso de la historia, asumiendo todo el dolor, pecado e injusticia para resituarlo en la perspectiva de la VIDA de la que él es portador: “Considerar cómo la divinidad se esconde, es a saber, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo hace, y cómo deja padecer la sacratísima humanidad tan crudelísimamente[7] Que resuenen en estas liturgias los ecos de la realidad, el clamor de los pobres del mundo, las tragedias monumentales que afectan a muchos en el mundo como las de Ucrania, Palestina, Venezuela, los interminables desequilibrios del África subsahariana, Haití, nuestras comunidades rurales condenadas a la demencia de los violentos, el silencio vergonzante de los condenados morales, el sufrimiento de millones de solitarios, el vacío existencial de los fanáticos de la sociedad de consumo, la superficialidad de los exitosos y competitivos, la pobreza moral de tantos gobernantes, la perversidad de quienes se ensañan de modo violento contra sus semejantes, la pasión inagotable de los buscadores de sentido. Aceptemos que la cruz de Jesucristo es juicio a los poderes del mundo y profecía de Dios que anuncia el surgimiento de la nueva humanidad, [8] que se empeña en que nosotros – yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos – seamos instrumentos de esta causa de salvación y de libertad. [9]

Jesús es el lenguaje más contundente con el que Dios garantiza la seriedad con la que El que toma al ser humano, no lo hace de modo triunfalista . Su narrativa es el más conmovedor anonadamiento, vaciamiento de sí mismo, siguiendo aquella prefiguración con la que Isaías diseña el perfil del Mesías: “El Señor Yahvé me ha abierto el oído, y no me resistí ni me hice atrás. Ofrecí mi espalda a los golpes, mi cara a los que mesaban mi barba, y no hurté mi rostro a insultos y salivazos” . [10] Este anticipo que propone el Antiguo Testamento también está asumido por Pablo, quien dice que: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo: el cual, siendo de condición divina, no reivindicó su derecho a ser tratado igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo” . [11] La palabra griega kenosis, utilizada en el original griego de este texto, significa despojo total de sí mismo, renuncia a toda pretensión de poder y de prestigio, rechazo del vano honor del mundo, identificación amorosa y salvífica con los condenados de la tierra, cruz, soledad. [12] Un Dios así quiebra todas las vanaglorias a las que somos tan dados los humanos, y nos pregunta con severidad sobre el carácter deleznable de las grandezas que solemos entronizar.

Con esta última constatación hay que tomar postura crítica ante una interpretación que exalta el sufrimiento por sí mismo, que entiende la realidad como valle de lágrimas, que se traduce en un ser humano debilitado por un Dios tirano, sumiéndolo en el morbo de la culpa y en la angustia como modo habitual de estar en la historia. Se impone recordar que esto no tiene nada que ver con el querer de Dios y con la originalidad liberadora del proyecto de Jesús. El dolor inmenso y abrumador del Señor Crucificado es una evidencia elocuentísima de la encarnación de Dios en lo humano. El no llegó ahí por insensatez ni por una programación fatalista. El asunto se entiende y se vive cuando lo integramos desde la perspectiva total de la vida que se ofrece a Dios y a la humanidad, para que esa misma vida se vuelva abundancia de dignidad, de amor, de justicia, de apertura trascendente al Padre y al prójimo. [13] ¿Esto nos conmueve? Nos provoca? ¿Nos remueve de nuestras falsas seguridades? ¿Nos saca de los prejuicios y de los rollos ideológicos para replantear de raíz nuestra condición humana en términos de autenticidad y coherencia?

A Jesús lo mataron porque denunció con fuerza a las autoridades religiosas que, con su manera de entender la religión, oprimían al pueblo con cargas insoportables y humillantes. El no era un insensato y masoquista que se expuso irresponsablemente a la muerte violenta, tenía claro que sus opciones y sus actuaciones lo hacían potencial víctima del odio político-religioso de los dirigentes y de la animosidad de la turba que se dejaba manipular por sus “guías”. La expresión dramática que refiere Marcos es elocuente : “Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir angustia. Les dijo entonces: mi alma está triste hasta el punto de morir; quédense aquí y vigilen. El se adelantó un poco, cayó en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora. Decía: Abbá, Padre! Todo es posible para ti; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieres tú “. [14] Lo que importa es descubrir las poderosas razones que Jesús tenía para seguir diciendo lo que tenía que decir y haciendo lo que tenía que hacer, a pesar de que estaba seguro de que eso le costaría la vida , decisión del infamante juicio del sanedrín, con el natural temor propio de su humanidad.

Cuando Jesús comparece ante el tribunal que lo va a juzgar y a condenar, manifiesta con entereza cuál es el fundamento de su conducta: “Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y, poniéndose en medio, preguntó a Jesús: No respondes nada? No oyes lo que estos atestiguan contra ti? Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús respondió: Sí, yo soy, y verán al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y venir entre las nubes del cielo. El Sumo Sacerdote se rasgó las túnicas y dijo: ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece? Todos juzgaron que era reo de muerte[15]

Poner a Dios como aval de todo su actuar, equipararse a El, [16] es gravísimo delito para la religión judía, tal pretensión es tenida como blasfemia. En Jesús esto es postura existencial, pone en tela de juicio la lógica religiosa y moral del judaísmo de ese tiempo, relativiza esa capacidad de mediación y abre a una nueva perspectiva que está en el mismo Jesús, con lo que se rompe definitivamente la sacralidad de ese establecimiento. Con la pasión de Jesús , Dios asume la tragedia de la condición humana, sus múltiples crucifixiones, sus padecimientos del mal decidido por otros, su pregunta permanente por el sentido último de la vida, la incertidumbre que producen los muchos sufrimientos, pero también la suprema credibilidad del amor de Dios y su irrevocable decisión de dar plenitud de sentido a nuestra condición precaria, necesitada de salvación: “Por eso, Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre”. [17]

Antonio José Sarmiento Nova, SJ

 

1. ARIÉS, Philipe. El hombre ante la muerte. Taurus. Madrid, 1977. GORER, Geoffrey. La pornografía de la muerte. En FULTON, E.M.R. La muerte y el morir: desafío y cambio; páginas 23-34. Fondo Educativo Interamericano. San Juan de Puerto Rico, 1955. LEON, J.L. La muerte y su imaginario en la historia de las religiones. Universidad de Deusto. Bilbao, 2009. ORELLANA, L. Pedagogía del dolor. Palabras. Madrid, 1999. SAVATER, Fernando. Las preguntas de la vida. Ariel. Barcelona, 1999. THOMAS,L. Antropología de la muerte. Fondo de Cultura Económica FCE. Ciudad de México, 1992. KÜBLER-ROSS, Elizabeth. Sobre la muerte y los moribundos. Grijalbo. Barcelona, 1974. FRANKL, Viktor. La presencia ignorada de Dios: psicoterapia y religión. Herder. Barcelona, 1988. GARCÍA BARÓ, Miguel. Del dolor, la verdad y el bien. Sígueme. Salamanca, 2006. GRESHAKE, Gisbert. Por qué el Dios del amor pemite que suframos? Breve ensayo sobre el dolor. Sígueme. Salamanca, 2004.
2. SAN IGNACIO DE LOYOLA. Ejercicios Espirituales . Introducción y notas al texto elaboradas por Ignacio Iglesias SJ. San Pablo. Madrid, 1996. Es tal el alcance de la espiritualidad ignaciana que esa misma raíz encarnatoria la habilita para trascender los diversos tiempos de la historia y mantenerse siempre vigente, siempre realista. MARTIN, James. Más en las obras que en las palabras. Una guía ignaciana para (casi)todo. Mensajero & Sal Terrae. Santander, Bilbao, 2011. ZARZOSA PARCERO, Aurora. Espiritualidad ignaciana y proceso de humanización. En https://www.ibero.mx/sites/all/themes/ibero/descargables/coordinacion-identidad-mision/formacion-ignaciana-min-pdf
3. Ibidem, número 102.
4. Ibidem, número 106.
5. VIVES PÉREZ, Pedro Luis. La encarnación como acontecimiento trinitario. En Scripta Fulgentina año XXXII números 63-64; páginas 67-106. Instituto Teológico San Fulgencio. Murcia, 2022. CORDOVILLA, Angel. El misterio del Dios trinitario. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2014. RAHNER, Karl. Dios, amor que desciende. Sal Terrae. Santander, 2008. GARCÍA MATEO, Rogelio. “Hagamos redención del género humano” (Ejercicios 107). Universalismo ignaciano. En
Manresa 72; páginas 211-220. Compañía de Jesús España. Madrid, 2000. LADARIA, Luis F. La teología trinitaria, fundamento de la espiritualidad ignaciana. En Manresa 72; páginas 321-332. Compañía de Jesús España. Madrid, 2000. LA CASA DE LA BIBLIA. Dios actúa en la historia: guía para una lectura comunitaria de la historia de la salvación (3 volúmenes Antiguo y Nuevo Testamento e Iglesia). Verbo Divino. Estella, 2021. BRACKLEY, Dean. Espiritualidad para la solidaridad. Nuevas perspectivas ignacianas. UCA Editores. San Salvador, 2010.
6. Ver la película Jesús de Montreal, del director canadiense Denys Arcand. La encuentran en YouTube, está completa, duración de 2 horas.
7. Ejercicios Espirituales de San Ignacio, número 196.
8. PAGOLA, José Antonio. Mártir del Reino de Dios. En IDEM. Jesús: aproximación histórica; páginas 371-410. PPC. Madrid, 2007; BROWN, Raymond. La muerte del Mesías: desde Getsemaní hasta el sepulcro. 2 volúmenes. Verbo Divino. Estella, 2006. BOVON, Francois. Los últimos días de Jesús: textos y acontecimientos. Sal Terrae. Santander, 2007. SCHÜRMAN, Heinz. Cómo entendió y vivió Jesús su muerte? Sígueme. Salamanca, 1998.
9. SANCHEZ SAUS, Rafael. Dios, la historia y el hombre. Encuentro. Madrid, 2018. GONZALEZ CARVAJAL, Luis. El Reino de Dios y nuestra historia. Sal Terrae. Santander, 1986. ARRUPE, Pedro. Hombres y mujeres para los demás. Cristianismo y Justicia. Barcelona, 2015. TRIGO, Pedro. Espiritualidad encarnada. Sal Terrae. Santander, 2022. MARTÍNEZ DÍEZ, Felicisimo. Creer en el ser humano, vivir humanamente. Antropología en los Evangelios. Verbo Divino. Estella, 2012. MOLTMANN, Jürgen. Un nuevo estilo de vida. Sobre la libertad, la alegría y el juego. Sígueme. Salamanca, 1981. SOBRINO, Jon. La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. Trotta. Madrid, 1999.
10. Isaías 50: 5-6
11. Filipenses 2: 5-7
12. MOLTMANN, Jürgen. El Dios crucificado: la cruz de Cristo como base y critica de la teología cristiana. Sígueme. Salamanca, 1985. BOFF, Leonardo. Pasión de Cristo Pasión del mundo. Sal Terrae. Santander, 1980. SARDIÑAS IGLESIAS, Loida. Una hermenéutica de la cruz de Jesús desde el realismo político. En Albertus Magnus volumen 6, número 2; páginas 297-324. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2015. METZ, Johann Baptist. Memoria Passionis: Una evocación provocadora en una sociedad pluralista. Sal Terrae. Santander, 2007. MEJÍA GOEZ, Alvaro & SARDIÑAS IGLESIAS, Loida. La cruz bajo secuestro. Una mirada a la teología de la cruz desde la teología de la liberación. En Albertus Magnus volumen 4 número 1; páginas 57-78. Universidad de Santo Tomás. Bogotá, 2013.
13. SOBRINO; Jon. Jesucristo Liberador: lectura histórico-teológica de Jesús de Nazareth. Trotta. Madrid, 1993. ARREGUI, José. La cruz de Jesús y la salvación. En Cuadernos de Teología número 25; páginas 33-39. Universidad de Deusto, Bilbao, 2002. ELLACURIA, Ignacio. El pueblo crucificado: ensayo de soteriología histórica. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/47263557.pdf LLACH, María Josefina. Por qué el sufrimiento de Jesús? Por qué el nuestro? Y su resurrección, nos salva? En Teología volumen XLVI número 109; páginas 611-616. Pontificia Universidad
Católica Argentina. Buenos Aires, diciembre 2009. DEL CURA ELENA, Santiago. El sufrimiento de Dios en el trasfondo de la pregunta por el mal. En Revista Española de Teología número 51; páginas 331-373. Universidad Eclesiástica San Dámaso. Madrid, 1990. VARONE, Francois. El Dios sádico: ama Dios el sufrimiento? Sal Terrae. Santander, 1999.
14. Marcos 14: 33-37
15. Marcos 14: 60-64
16. KASPER, Walter. El Dios de Jesucristo. Sigueme. Salamanca, 1982. URÍBARRI, Gabino. Un resumen condensado de la pretensión de Jesús: la respuesta a los discípulos del Bautista (Mateo 11: 2-6 y Lucas 7: 18-23. En Proyección Teología y Mundo Actual Año 53 número 221 , páginas 45-70. Universidad Loyola de Andalucía. Granada, 2006. VARGAS MACHUCA, Antonio. Por qué condenaron a muerte a Jesús de Nazaret? En Estudios Eclesiásticos número 54; páginas 441-470. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1979. LEGASSE, Simon. El proceso de Jesús.(2 volúmenes) Desclée de Brower. Bilbao, 1995. COUSIN, H. Los textos evangélicos de la Pasión. Verbo Divino. Estella, 1981. ALVAREZ VALDÉS. Ariel. Por qué mataron a Jesús? En Cuestiones Teológicas volumen 34 número 82; páginas 495-502. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2007. BOVON, Francois. Los últimos días de Jesús, textos y acontecimientos. Sal Terrae. Santander, 2007. GIL ARBIOL, Carlos. Conformados con la muerte y la resurrección de Cristo. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 30 de octubre 2012.
17. Filipenses 2: 10-11.

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