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“Porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”

Comunitas Matutina

Domingo IV de Cuaresma Ciclo B.
  1. 2 Crónicas 36: 14-23
  2. Salmo 136
  3. Efesios 2: 4-10
  4. Juan 3: 1-21

En nuestra manera corriente de hablar sobre Dios solemos referirnos a su amor, a su misericordia, a su compasión; un contenido así hace parte integral de la tradición con la que nos ha sido inculcado el sentido de la trascendencia divina.[1] Sin embargo, al detenernos en su significado, contrastándola con muchas realidades personales y sociales , también religiosas, nos encontramos con preocupantes incoherencias y fracturas de nuestra parte. Predicamos comprensión y condenamos con violencia a quienes – según cierta soberbia moral y religiosa – no cumplen con los cánones de la buena conducta .[2] Ejemplo de esto son las interminables homofobias surgidas en el mundo cristiano, la anatematización de los no creyentes, el estilo “anti” de muchos predicadores y de cristianos que ven en lo diferente un enemigo de la fe. Son comportamientos claramente alejados del amor de Dios, negaciones rotundas del estilo original del Señor Jesús. Muchas personas que se alejan del camino cristiano lo hacen porque ven en no pocos creyentes este estilo de excomunión y condena. Que sea la “lógica cuaresmal” una excelente coyuntura para ahondar en la experiencia del amor de Dios, en nuestra vivencia de este elemento esencial en el ser humano, y en las inconsistencias que tenemos en la práctica del mismo. [3]

El asunto que planteamos demanda una revisión profunda, autocrítica personal, social y eclesial, cuestión clave en tiempo de cuaresma, en el que se nos invita a un giro radical en nuestras prioridades existenciales. El diálogo de Jesús con Nicodemo, como se propone en el evangelio de este domingo, es una excelente coyuntura para tan exigente confrontación.[4] Nicodemo es un personaje destacado en su tiempo y en su contexto religioso; el evangelio de Juan lo refiere en varias oportunidades, [5] es fariseo observante de la ley, muy cuidadoso en su cumplimiento, ostenta la condición de ser un jefe y de hacer parte del sanedrín[6], altamente representativo de la religiosidad de ese momento: “Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue este donde Jesús de noche y le dijo: Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él”. [7]

La propuesta pedagógica para nuestros lectores consiste en que cada uno haga “composición de lugar”[8], y se ponga como testigo de la conversación entre Jesús y Nicodemo, dejándose interpelar por su contenido. Es notable que un fariseo busque a Jesús y le llame “Rabbí”, con este término ellos designan a los maestros de la ley, Nicodemo está reconociendo en Jesús una autoridad particular, imagina que el maestro así reconocido viene a promover un movimiento de apropiación rigurosa de la Ley de Moisés y a llevar al pueblo a comprometerse con ella. En Nicodemo hay una búsqueda sincera, Jesús reconoce esta condición en él y por eso se anima a la conversación que refiere el evangelio de Juan . Tratemos de tener “conocimiento interno” de este apasionante coloquio, entremos allí, metámonos en el cuerpo y la mente de Nicodemo y dejemos que Jesús nos interrogue.

Sabemos bien que para este mundo de la observancia judía la Ley era el centro de sus deberes religiosos. Al comienzo del encuentro, Nicodemo está lejos de comprender el cambio radical que propone Jesús: “En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo le preguntó: cómo puede uno nacer siendo ya viejo? Puede acaso entrar otra vez en el seno de la madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo, que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne es carne, lo nacido del Espíritu es espíritu”. [9]

Para los fariseos, en la Ley está el porvenir de Israel; para Jesús , el nacimiento en el Espíritu abre el reino de Dios al porvenir humano. El ser humano no puede obtener plenitud y vida por la observancia de una ley, sino por la capacidad de amar que completa y perfecciona su ser. [10] Sólo con seres humanos dispuestos a la generosidad y al servicio se puede construir un mundo más humano y equitativo, la ley por sí misma no elimina las raíces de la injusticia, ella tiene sentido si se toma como una mediación inscrita en el camino fundante del amor. Esta es la vida en el Espíritu![11], lo que plantea este diálogo es un cambio radical de paradigma religioso-espiritual, de la absolutización de la Ley – la Torah, la judía – como camino exclusivo de salvación a la novedad que Jesús propone de libertad en el amor.

En el ámbito religioso cristiano muchas personas y comunidades viven en rigurosos cumplimientos de normativas, no fallan en sus rituales y en sus códigos, lo hacen con extrema severidad y transmiten a otros esta “convicción” de que para llegar a Dios hay que vivir imprescindiblemente en esta cultura de la obligatoriedad, con eso se sienten satisfechos y justificados por Dios. Pero en estos mismos grupos ocurren con frecuencia abusos de conciencia, maltratos a la dignidad de las personas, manipulaciones, producto de la imagen de un Dios justiciero. Este no es el camino de Jesús, así lo descubre Nicodemo en el riquísimo coloquio que nos describe el evangelio de Juan. La ley tiene sentido en la medida en que, debidamente interiorizada, contribuye al ordenamiento justo de la vida social y comunitaria.

En el camino cuaresmal estamos llamados a encontrar la experiencia del amor liberador de Dios, que se nos comunica por vía de gratuidad, que redimensiona todas las leyes religiosas y civiles, situándolas en la saludable relatividad de la mediación, y se nos invita a reflejar en el testimonio de la propia vida la más fina coherencia con el proyecto de Dios y con el respeto y justicia que debemos a cada ser humano. [12] El evangelio enfoca el amor y el perdón de Dios de forma universal, amor de altísima exigencia porque le cuesta la condenación y la muerte de su propio Hijo: “Porque Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo sino para que el mundo se salve por él” .[13] Qué consecuencias podemos deducir de esta intención salvadora de Dios? Asumir humildemente que somos responsables de egoísmos, de discriminaciones, de injusticias, de complicidad con la deshumanización del mundo. A esto hay que ponerle nombre claro: se llama pecado, ruptura con el amor de Dios y con el que debemos al prójimo. Que no somos nosotros los salvadores de nosotros mismos, que no nos damos el sentido de la vida por nuestros propios medios, que hay un Misterio desbordante de amor en el cual se consuma plenamente el significado del ser humano y de su historia. Que es en otro, distinto de nosotros, llamado Jesús el Cristo, en quien se nos comunica la salvación y la plenitud, él, su vida, su humanidad, su encarnación en las realidades del mundo, la humillación y condena a la que fue sometido por el egoísmo de los hombres religiosos y morales de su país, es la realidad decisiva que nos salva, libera y redime de toda ambigüedad pecaminosa.[14]

Usando la metáfora del evangelio, es como si un potente foco de luz cayese sobre nosotros poniendo al descubierto nuestra debilidad: “Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios” . [15]

Esta iniciativa de salvación universal es concretada por Pablo en su carta a los Efesios, comunidad de nuevos cristianos de la ciudad de Efeso ( en la actual Turquía), a estos hombres y mujeres, llamados paganos por los judíos, que no hacen parte de este “pueblo elegido”, también les llega el favor ilimitado de Dios, porque también son hijos suyos: “Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe” . [16] El amor de Dios no se anda con medidas restrictivas, con escatimar sus dones, Él no sabe de poquedades, lo suyo es el amor desbordante, siempre deseoso de la plenitud y salvación de todos los humanos, sin excepción de ninguna clase.

Preguntas para reflexión y discernimiento: Hemos apropiado esta convicción y ella es patente en nuestro estilo de vida? Estamos dispuestos a hacer de nuestra Iglesia y de nuestra sociedad ámbitos de convivencia amorosa, de respeto y de inclusión, de apertura a la diversidad, de sano pluralismo humano y evangélico? Tenemos el coraje de vivir sin reservas el acontecimiento liberador del amor de Dios en todo lo que somos y hacemos, al estilo de Jesús? Damos el salto del cristianismo incompleto de leyes, rituales, observancias minuciosas, a la experiencia de “nacer de nuevo” en el amor de Dios, como Nicodemo? Tenemos claro que la práctica de la religión es auténtica cuando nos damos por completo al prójimo, a cualquier clase de prójimo?

___________

[1] LIMBURG, Klaus. Dios es amor. En https://www.core.ac.uk/download/pdf/83558051.pdf PAPA BENEDICTO XVI. Carta Encíclica Deus caritas est Dios es amor. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2006. ZARAZAGA, Gonzalo. Dios es comunión. El nuevo paradigma trinitario. Secretariado Trinitario. Salamanca, 2004. CODA, Piero. Dios que dice amor. Ciudad Nueva. Madrid, 2015. GELABERT BALLESTER, Martín. Creados desde y para el amor. En Veritas volumen II número 16; páginas 9-24. Pontificio Seminario Mayor San Rafael. Valparaíso, 2007. BUENO DE LA FUENTE, Eloy. Eberhard Jüngel: Dios es amor. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 22 de febrero de 2011. SARMIENTO, Augusto. El amor de Dios a la vida. Para una fundamentación cristiana del amor a la vida. En https://www.dadun.unav.edu/bitstream/10171/35277/1/5amor.pdf

[2] Papa FRANCISCO. El escándalo de la incoherencia. Homilía del 27 de febrero de 2014 en la casa Santa Marta. Ciudad del Vaticano. GUERRA, Augusto. Pecado y existencia cristiana, hoy. En https://www.revistadeespiritualidad.com/upload/pdf/626articulo.pdf RATZINGER, Joseph. Creación y pecado. Ediciones Universidad de Navarra EUNSA. Pamplona, 1992. GRELOT, Pierre. Teología bíblica del pecado. En https://www.seleccionesdeteologia.net/assets/pdf/021_06.pdf LADARIA, Luis F. Teología del pecado original y de la gracia. Biblioteca de Autores Cristianos BAC. Madrid, 2019.

[3] PAPA JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Postsinodal Reconciliatio et Poenitentia. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1984. VIDAL, Marciano. Cómo hablar del pecado hoy. Hacia una moral crítica del pecado. PPC. Madrid, 1980. SELLÉS, Juan Fernando. El pecado como negación del ser personal humano en Leonardo Polo. En Actas Teológicas volumen 22; páginas 59-85. Universidad Católica de Temuco, diciembre 2017.

[4] GELABERT BALLESTER, Martín. Nacer de nuevo para ir a la luz: el diálogo de Jesús con Nicodemo según Unamuno. En Cuadernos Cátedra Miguel de Unamuno volumen 42 número 2; páginas 75-91. Universidad de Salamanca, 2006. MONTOYA SALAZAR, Juliana. El Espíritu de Dios tiene ritmo. Lectura teológica del diálogo de Jesús y Nicodemo (Juan 2: 23 a 3:21) a partir de las prolepsis narrativas en el Evangelio de Juan. Trabajo de grado para obtener el título de Magister en Teología. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, 2020. CARRILLO ALDAY, Salvador. El Evangelio según San Juan. Verbo Divino. Estella, 2010. GALUS, Gabriel. Nicodemo en clave de fe y discipulado. Trabajo de grado para obtener el título de Licenciado en Teología. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, junio de 2021.

[5] Juan 3: 1-21; 7: 50-52; 19:39.

[6] Consejo supremo del judaísmo en tiempo de Jesús.

[7] Juan 3: 1-2

[8] Expresión frecuente de San Ignacio de Loyola en el texto de sus Ejercicios Espirituales para referirse a un ejercicio imaginativo de contemplación-oración con el fin de visualizar personajes, diálogos, espacios físicos, de tal manera que sitúe al orante en un escenario bastante real y asequible a su sensibilidad espiritual.

[9] Juan 3: 3-6

[10] VILA PORRAS, Carolina. Concepción de la ley israelita en el Nuevo Testamento y la concepción que de ella tiene Jesús. En Cuestiones Teológicas volumen 42 número 98; páginas 483-510. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2015. SANDERS, E.P. Jesús y el judaísmo. Trotta. Madrid, 2004. PAUL, André. El mundo judío en tiempos de Jesús. Cristiandad. Madrid, 1981. NEUSNER, Jacob. Un rabino habla con Jesús. Encuentro. Madrid, 2008. VOUGA, Francois. Jesús y el Antiguo Testamento. En https://www.seleccionesdeteologia.net/assets/pdf/078_03.pdf ANDERSON, Robert. Respuestas a Jesús: el “no” judío y el “sí” cristiano. En https://www.jcrelations.net/es/article/respuestas-a-jesus-el-no-judio-y-el-si-cristiano.pdf

[11] GUERRA, Augusto. La experiencia mística: vida en el Espíritu. En Revista de Espiritualidad número 66; páginas 391-418. Orden de Carmelitas Descalzos. Madrid, 2007. PIKAZA, Xabier. Espíritu de Dios y hondura humana. Ediciones SM. Madrid, 1994. SOBRINO, Jon. Liberación con Espíritu. Apuntes para una nueva espiritualidad . Sal Terrae. Santander, 1995. SUDBRACK, Joseph. El Espíritu es concreto. Espiritualidad desde una perspectiva cristiana. Mensajero. Bilbao, 2004. BOFF, Leonardo. La economía del Espíritu Santo. La transformación y la nueva creación. En IDEM. La Trinidad, la sociedad y la liberación. Paulinas. Madrid, 1987( páginas 253-256). PAPA JUAN PABLO II. Carta Encíclica Dominum et Vivificantem sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1986.

[12] RAMÍREZ FUEYO, Francisco. El Sermón del Monte y la Ley en Mateo. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 30 de octubre de 2007. VALL, Héctor. Ley y Evangelio en las Iglesias de la Reforma. En Estudios Eclesiásticos número 53; páginas 21-45. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1978. FORCAT, Fabricio. La ley nueva, corazón de la moral tomasiana. En Studium Filosofía y Teología volumen XXIII número 45; páginas 13-43. Centro de Estudios de la Orden de Predicadores. Buenos Aires, 2020. LYONNET, Stanislas. El amor, plenitud de la ley. Sígueme. Salamanca, 2010. VIDAL, Marciano. Nueva moral fundamental. El hogar teológico de la ética. Desclée de Brower. Bilbao, 2000. HARING, Bernard. Libertad y fidelidad en Cristo (3 volúmenes). Herder. Barcelona, 1990.

[13] Juan 3: 16-17

[14] AUTORES VARIOS. Liberación humana y salvación en Jesucristo. Verbo Divino. Estella, 1977. ESPEJA PARDO, Jesús. Jesucristo, ampliación del horizonte humano. San Esteban. Salamanca, 2002. GUARDINI, Romano. Quien sabe de Dios conoce al hombre. PPC. Madrid, 1995; Mundo y persona. Ensayos para una teoría cristiana del hombre. Encuentro. Madrid, 2000. GONZALEZ FAUS, José Ignacio. Proyecto de hermano: visión creyente del hombre. Sal Terrae. Santander, 1989. BOFF, Leonardo. Gracia y experiencia humana. Trotta. Madrid, 2001. MARTINEZ DIEZ, Felicísimo. Ser cristiano hoy? Jesús y el sentido de la vida. Verbo Divino. Estella, 2017. URIBARRI BILBAO, Gabino. Contemporaneidad de Cristo en la carne, condición del encuentro y de nuestra divinización. En Teología y Catequesis número 141; páginas 13-35. Universidad Eclesiástica San Dámaso. Madrid, 2018.

[15] Juan 3: 20-21

[16] Efesios 2: 7-9

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