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“Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios – allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra – y no hay otro”

Comunitas Matutina

Solemnidad de la Santísima Trinidad Ciclo B

Lecturas:

  1. Deuteronomio 4: 32-40
  2. Salmo 32
  3. Romanos 8: 14-17
  4. Mateo 28: 16-20

Gran desafío es hablar de Dios de modo cercano y comprensible para todos los que escuchan su propuesta a través de las mediaciones religiosas. Es frecuente la crítica que se hace a algunos lenguajes religiosos por inaccesibles y desentendidos de la vida real de los seres humanos. Tenemos que ser humildes y aceptar esta confrontación, lo que está en juego es la relevancia salvífica de Dios, no sólo en el aspecto lingüístico sino en el existencial, que es el verdaderamente definitivo.[1] Vale la pena poner esta cuestión central sobre el tapete en el día en el que en la Iglesia celebramos a Dios como Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Qué implicaciones tiene esto para la humanidad? ¿Qué tiene que ver el Dios trinitario con nosotros, con nuestros sentidos de vida? Sabemos que tiene TODO que ver, pero debemos abordar una pedagogía comunicativa inteligente y encarnada para explicitar este vínculo decisivo para nuestra condición humana.

El proyecto de Dios es tan potente que no lo podemos minimizar en esas presentaciones que lo ponen como una especie de enemigo supremo nuestro, con sus imágenes deformadas de juez, castigador, vigilante, policía, encargado de asignar culpas y castigos, de moralizar y de prohibir el gozo de la vida.[2] Tampoco, por supuesto, con la idea de un abuelo bonachón y permisivo, o con Alguien con quien se pueden hacer transacciones, “comercios” de tipo religioso y salvífico. Una de las causas del ateísmo y del alejamiento de la práctica religiosa reside en los lenguajes irrelevantes sobre Dios y sobre el ser humano, en los modos moralistas y condenatorios con los que algunos mensajeros de la fe transmiten su pensar sobre Dios.

En el libro del Génesis se nos dice: “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”,[3] esta afirmación está en la base misma de la revelación judeocristiana, es la constatación creyente de que Dios se implica gratuitamente en el ser humano y lo hace partícipe de su misma naturaleza. Es una afirmación colosal, en nosotros está la impronta de la divinidad, fundamento de la concepción cristiana del ser humano. No podemos entender a Dios si no entendemos al varón-mujer y lo asumimos en su dignidad. Todo lo de Dios es para la humanidad, incondicionalmente. El asunto que ocupa prioritariamente a Dios es la plenitud, la salvación, la liberación del ser humano. Expresar esto es fundamental a la hora de proponer la enseñanza-testimonio sobre Dios. Las imágenes que distorsionan a Dios tienen su correlativo en falsas imágenes de lo humano. Dios justiciero, Dios intransigente, Dios que prohíbe, Dios vengativo, Dios vigilante, Dios que castiga, Dios terrorífico; son proyecciones neuróticas, manipulaciones de Dios, utilizaciones apocadas que van en detrimento nuestro, dando a entender una imagen antipática de las mediaciones religiosas y una correlativa de seres humanos incompletos, insuficientes.

La fe cristiana, en sus más de veinte siglos de historia, se ha inculturado en diversos medios sociales, en maneras de interpretación, en instrumentos conceptuales, que intentan explicar a los creyentes, también a los que no creen, esa realidad de Dios que se ha manifestado en Jesucristo, comprensión que se hace viable gracias a la acción del Espíritu. Para esto se acude a las categorías de pensamiento propias de tal o cual momento del desarrollo histórico de la cultura y de la pluralidad de ámbitos sociales. Son esfuerzos loables que corresponden a un determinado contexto y que resultan relevantes para el mismo, pero cuando la misma evolución cultural los supera, resultan inadecuados y, a menudo, incomprensibles.[4]

Cada día se nos hace más compleja la comprensión del misterio, justamente por su comunicación en mediaciones tan lejanas de nuestra cultura. La Palabra de este domingo, dedicado a celebrar la realidad trinitaria de Dios, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, nos invita a trascender las palabras mismas, las herramientas de interpretación, para dejarnos poseer por Él, para llenarnos de su vitalidad, para constituirse en el principio y fundamento de lo que somos y hacemos, para orientarnos en la línea del sentido definitivo.[5] Dejemos que las palabras de Pablo nos introduzcan en la osadía de creer, en la profundidad liberadora del misterio del Dios que es Trinidad: “Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios Abba, es decir : ¡Padre!”.[6]

El libro del Deuteronomio fue, en la antigüedad bíblica, un esfuerzo por conectar la fe en Dios con las necesidades y realidades de las personas de ese tiempo y de ese contexto. La primera lectura de hoy viene de ahí y dice así: “Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? ¿O que Dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?” .[7]

La experiencia histórica, muy real, de los israelitas, según consta en este testimonio, es que Dios se hizo todo para ellos liberándolos de la opresión egipcia, rescatándolos de la ignominia de la esclavitud, resignificando su dignidad como pueblo, inspirando a Moisés y a sus líderes para llevarlos por el camino de una definitiva libertad. Tal acontecimiento es para Israel fundante de sus convicciones de fe y materia de permanente gratitud y celebración, lo mismo que esencia de una nueva manera de vida liberada. Dios es el Señor salvador y liberador, y esta conciencia empieza a partir de una concreción existencial, perceptible históricamente.[8] La liberación de los israelitas en el paso del Mar Rojo es un prototipo anticipado de la plena salvación que Dios realiza para la humanidad en la persona del Señor Jesucristo.

Este Dios, así manifestado, llena de sentido la vida de quienes se sienten perdidos, no es un Dios en plan de juicio y condenación, sino de misericordia, de solidaridad, de cercanía redentora, transformadora del desencanto en esperanza y novedosa vitalidad. El mensaje de Jesús escandalizó porque hablaba de un Dios que se da todo a todos sin necesidad de merecimientos y de superioridades religiosas, en él se nos hace explícito un Dios desmedido de amor y de generosidad liberadora.[9]

La forma en que Jesús nos habla de Dios, como amor-salvación para todos, se inspira directamente en su experiencia personal. La experiencia básica de Jesús fue la experiencia de Dios en su propio ser. Dios lo era todo para él, y decidió corresponder a este amor siendo todo para los demás. Asumió la seductora fidelidad de Dios y respondió siendo fiel a sí mismo, y siendo fiel a todos los seres humanos, prioritariamente a los desalentados, a los castigados, a los humillados y ofendidos. Al llamar a Dios Abba-Padrecito abre un horizonte totalmente nuevo para nuestras relaciones con el Absoluto: “Y decía: Abba Padre, todo te es posible. Aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” .[10]

En la lengua de Jesús , el arameo, el tratamiento de Abba[11] al papá es la expresión de mayor cariño a quien le dio la vida, manifiesta total intimidad y comunión de amor. Nos lleva a descubrir que la base de una experiencia religiosa liberadora es nuestra condición de creaturas. Así, nos descubrimos sustentados por la permanente acción creadora de Dios. Y es el Espíritu Santo el que nos dota de esta conciencia y experiencia trinitarias. Descubrir a Dios como fundamento es fuente de insospechada humanidad, y esta se vive, gracias al dinamismo de la Trinidad, en términos de filiación y de fraternidad, como Jesús: “El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él, para ser glorificados con él” .[12]

Dios es ágape – amor de fraternidad, amor de comunión desinteresada – y por eso se da totalmente. La fidelidad de Dios es lo primero – pura iniciativa gratuita – y verdadero fundamento de una actitud humana. Dios es la realidad que posibilita el encuentro con un “tú” para convertirse en “nosotros”, Él es ese “tú” ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano de amor y de comunión. A través del ser humano descubrimos a Dios, esto es lo que se hace evidente en Jesús, en él adquiere un nuevo significado – siempre liberador – nuestra relación con Dios y con todos los seres humanos: esta es la decisiva incidencia trinitaria en la configuración salvada y liberada de nuestra condición humana! Gracias al dinamismo transformador del Espíritu Santo. Ante tan nítido descubrimiento de salvación podemos entender las palabras de Jesús, consciente de que este don no puede permanecer oculto, debe ser comunicado a todos como Buena Noticia raíz de una nueva humanidad: ”Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que les ha mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo” .[13]

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Bibliografía:

[1] VIDE, Vicente. Hablar de Dios en tiempos de increencia. Universidad de Deusto. Bilbao, 2000. CORDOVILLA, Ángel. Crisis de Dios y crisis de fe, volver a lo esencial. Sal Terrae. Santander, 2012. MARTIN VELASCO, Juan. Ser cristiano en una cultura posmoderna. PPC. Madrid, 2009. SIMIAN-YOFRE, Horacio. El desafío de hablar de Dios en la América Latina del siglo XXI. En Actas de la XXVI Semana Nacional de Teología. Sociedad Argentina de Teología. Editorial San Benito. Buenos Aires, 2008; páginas 33-51. LENAERS, Roger. Otro cristianismo es posible: fe en lenguaje de modernidad. Abya-Yala. Quito, 2008. GOMEZ CAFFARENA, José. El lenguaje sobre Dios. En Teología y Catequesis números 23-34; páginas 407-416. Universidad Eclesiástica San Dámaso. Madrid, 1987. RINCÖN GONZALEZ, Alfonso. Lenguaje religioso y ciencias del lenguaje. En https://www.repositorio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/33034/19851-66095-1-PB.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[2] Diócesis de Canarias, España insular. Busco tu rostro: las falsas imágenes de Dios. En https://www.diocesisdecanarias.net/wp-content/uploads/2018/07/diosfalsasimagenes.pdf ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1987. VIDE, Vicente. Los lenguajes de Dios: pragmática, lingüística y teología. Universidad de Deusto. Bilbao, 1999. ARENAS MOLINA, Enrique. Significado del lenguaje de la fe. Uniagustiniana. Bogotá, 2020. CÍA LAMANA, Domingo. El poder narrativo de la religión. PPC. Madrid, 2011. HICK, John. La metáfora del Dios encarnado. Cristología para una época pluralista. Abya-Yala. Quito, 2004. TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la revelación. La revelación divina en la realización del hombre. Trotta. Madrid, 2008. GUTIERREZ MERINO, Gustavo. Lenguaje teológico: plenitud del silencio. En Revista Latinoamericana de Teología número 38; páginas 141-162. Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. San Salvador, 1996.

[3] Génesis 1: 27 .

[4] SCHYLLEEBECKX, Edward. Fe e interpretaciones de la fe. Sígueme. Salamanca, 1986. RATZINGER, Joseph. Transmisión de la fe y fuentes de la fe. En Scripta Theologica número 15; páginas 9-30. Universidad de Navarra. Pamplona, 1983. ILLANES, José Luis. Fe y razón: filosofía y teología. En Scripta Theologica número 31; páginas 783-820. Universidad de Navarra. Pamplona, 1999. FERNANDEZ, Víctor Manuel. Una interpretación de la religiosidad popular. En https://www.core.ac.uk/reader/32624910 PAPA JUAN PABLO II. Carta Encíclica Fides et Ratio Fe y Razón. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1998. ESTRADA, Juan Antonio. Qué decimos cuando hablamos de Dios? La fe en una cultura escéptica. Trotta. Madrid, 2015; El cristianismo en una sociedad laica. Desclée de Brower. Bilbao, 2006.

[5] CAAMAÑO, Juan Carlos. Consideraciones sobre Dios para nuestro tiempo. En Cuestiones Teológicas volumen 48 número 109 enero-junio 2021, páginas 1-16. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín. FERRARA, Ricardo. El misterio de Dios: correspondencias y paradojas. Sígueme. Salamanca, 2005. LENK, Martin. Buscando a Dios. Piezas para una teología filosófica. Paulinas & Ediciones MSC. Santo Domingo, 2015. McFAGUE, Sallie. Modelos de Dios. Teología para una era ecológica y nuclear. Sal Terrae. Santander, 1987. JOHNSON, Elizabeth A. A la búsqueda del Dios vivo. Trazar las fronteras de la teología de Dios. Sal Terrae. Santander, 2007.

[6] Romanos 8: 14-15

[7] Deuteronomio 4:30-34. BARRIOCANAL, José Luis. El libro del Deuteronomio. Colección Reseña Bíblica número 96. Verbo Divino. Estella, 2017. GARCÍA LÓPEZ, Félix. El Deuteronomio: una ley predicada. Verbo Divino. Estella, 1989. LOHFINK, Norbert. Escucha Israel. Comentarios sobre el Deuteronomio. Verbo Divino. Estella, 2008. JUNKAL GUEVARA, Miren. El libro del Deuteronomio: el cierre del Pentateuco y el surgimiento de la identidad de Israel. En Estudios Eclesiásticos volumen 94 número 369; páginas 227-264. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 2019.

[8] ELLACURÍA Ignacio. Historicidad de la salvación cristiana. En Mysterium Liberationis: conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación. Volumen 1 páginas 323-372. UCA Editores. San Salvador, 1990. GONZALEZ, Antonio. La historia como revelación de Dios en Pannenberg. En Revista Latinoamericana de Teología número 25; páginas 59-81. Universidad Centroamericana José Siméon Cañas UCA. San Salvador, 1992. Cardenal JEAN MARIE LUSTIGER. El carácter histórico de la revelación bíblica. En https://www.jcrelations.net.es/article/el-caracter-historico-de-la-revelacion-biblica.pdf

[9] KASPER, Walter. El Dios de Jesucristo. Sígueme. Salamanca, 2011. RATZINGER, Joseph. El Dios de Jesucristo: meditaciones sobre Dios uno y trino. Sígueme. Salamanca, 1979. PAPA FRANCISCO. El Rostro de la Misericordia Misericordiae Vultus. Bula de convocación del jubileo extraordinario de la misericordia. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2015. PEREZ COTAPOS, Eduardo. La misericordia en la Biblia: un horizonte iluminador de la práctica cristiana. En Cuadernos de Teología volumen IX número 1; páginas 76-100. Universidad Católica del Norte. Antofagasta, junio 2017. GRESHAKE, Gisbert. Creer en el Dios uno y trino. Una clave para entenderlo. Sal Terrae. Santander, 2002.

[10] Marcos 14: 36

[11] JEREMIAS, Joachim. Abba, el mensaje central del Nuevo Testamento. Sígueme. Salamanca, 1983. LAZCANO, Rafael. Dios, nuestro Padre. Centro Teológico San Agustín. Madrid, 1999.ROVIRA BELLOSO, Josep María. La teología del Padre. En Scripta Theologica número 20; páginas 421-522. Universidad de Navarra. Pamplona, 1988. CARDONA RAMÍREZ, Hernán Darío. El Hijo único del Padre nos ha hecho la exégesis (Juan 1: 18). En Cuestiones Teológicas volumen 39 número 92; páginas 321-344. Universidad Pontificia Bolivariana. Medellín, julio-diciembre 2012.

[12] Romanos 8:16-17

[13] Mateo 28: 19-20

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