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“Tomás exclamó: Tú eres mi Señor y mi Dios! Jesús le dijo: tú crees porque has visto. Felices los que creen sin haber visto!”

Comunitas Matutina

Domingo II de pascua ciclo B (Juan 20: 28-29)

Lecturas:

1. Hechos 4: 32-35
2. Salmo 117
3. 1 Juan 5: 1-6
4. Juan 20: 19-31

Tras la muerte de Jesús los discípulos experimentan un gran sentimiento de fracaso, el miedo se apodera de ellos, imaginan que, debido a su estrecho vínculo con él, las autoridades judías puedan tomar represalias, hacerlos correr la misma suerte de su maestro: “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, los discípulos tenían cerradas las puertas del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos” . [1]

Un temor así es normal, como el que podemos sentir cuando nos vemos en riesgo, o cuando prevemos consecuencias problemáticas derivadas de actuaciones o palabras nuestras. Junto a esto, no podemos olvidar que este primer grupo de seguidores de Jesús estaba integrado por personas especialmente frágiles. [2] De ello nos hablan su cortedad para captar el proyecto de Jesús en todo su alcance y la cobardía evidenciada en las negaciones de Pedro y en el adormecimiento de algunos de ellos cuando el maestro se encontraba en el momento más dramático de su pasión. Esa fragilidad de los discípulos también permite que veamos la nuestra propia, nuestros propios miedos y vacilaciones, las situaciones que nos afligen, las angustias, todo aquello en lo que “el piso se mueve” y nos deja en condición de tristeza y pesadumbre, lo que nos lleva al desencanto existencial. [3] En la cotidianidad sobreabundan los miedos, unos provenientes de decisiones de los poderes y de los poderosos, principalmente de tipo económico; otras se originan en los interminables núcleos de violencia, como los de nuestro país; y, por supuesto, las más personales que surgen en las inevitables crisis del ser humano. Y, en todo este universo de circunstancias, la necesaria y urgente expectativa de sentido, de felicidad, de reencantamiento de la vida. Un claro ejemplo de esa debilidad lo tenemos en el incrédulo Tomás, a quien se refiere el evangelio de este domingo, una muestra de las vacilaciones de la comunidad cristiana primitiva que no acertaba aún a identificar al Crucificado con el Resucitado.

Es humanamente comprensible después del desencanto causado por la crucifixión y muerte del Maestro, con la triste convicción del “triunfo” de los malos! [4] ¿Qué sucedió, entonces, con estas personas ahora transformadas por la experiencia de la fe pascual? Cómo calificar esta vivencia y cómo apropiarla para nosotros, los creyentes de todos los tiempos de la historia? Cómo pasar de la derrota a la firme convicción de su presencia vital en medio de cada comunidad de discípulos? Cómo dar cuenta de la Pascua? [5] Porque todo cambia desde el momento en que Jesús se hace presente en medio de ellos, él como punto de convergencia de la comunidad, como referente de Dios, fuente de vida y factor decisivo de unidad y de misión. Su saludo les recupera la paz perdida: “Entonces se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: la paz con ustedes. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: la paz con ustedes [6] Sus manos y su costado, pruebas de su pasión y muerte, son ahora las señales de su amor y de su victoria: el Viviente que está en medio de ellos es el mismo Crucificado [7]

La fe en el Resucitado no parte de la visión objetiva de un cadáver reanimado, es una experiencia densa, real con otro nivel de realidad, su consecuencia es la transformación radical de aquellos asustados testigos, en ellos empieza a acontecer la nueva humanidad de Jesús, tienen la certeza de que Dios ha legitimado la misión histórica de su Señor dándole el crédito de la vida definitiva, su proyecto del Reino es plenamente válido para transformar la humanidad, su escala de valores ahora entra en vigencia, ellos son los garantes de que esa intención adquiera eficaz continuidad en la historia. Así entra en juego otro elemento esencial: la comunidad, sólo en ella – comunidad de seguidores de Jesús, Iglesia – se descubre la presencia del Jesús vivo. [8] La comunidad garantiza la fidelidad a él y al Espíritu, ella misma recibe el mandato misional: “Como el Padre me envió, también yo los envío. Dicho esto sopló y les dijo: Reciban el Espíritu Santo, a quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos”  [9] Es el tiempo decisivo del Reino de Dios y su justicia.

El lenguaje más tradicional sobre estas realidades originales y originantes de nuestra fe no ayuda mucho para captar la radical novedad de vida sucedida para bien de toda la humanidad. Nos quedamos hablando de algo pasado, perdido en la noche de los tiempos, nuestro estilo de vida dista de ser resucitado, seguimos inmersos en las rutinas empobrecedoras, en los miedos no confrontados, en las desconfianzas que por su reiteración se tornan sistemáticas, en los inmediatismos producto de tantos afanes y activismos sin el salto cualitativo del ser, en el ritualismo religioso no respaldado por una espiritualidad liberadora, en el no interrumpir con firmeza la loca carrera de la productividad. Si las cosas son así, estamos muy lejos de dejarnos saturar por el sentido definitivo de la existencia que se comunica en la Pascua: por eso se impone hacer un “control de calidad” a nuestra vivencia pascual [10] El mismo que Jesús y los discípulos le aplicaron a Tomás!

Jesús aparece en el centro como vínculo de unidad, la filiación divina y la projimidad están integradas y se implican mutuamente. Una comunidad eclesial no puede reducirse a ser una entidad prestadora de servicios religiosos o de administración eclesiástica, tampoco es depósito de dogmas y de normas disciplinares, ella es una asamblea de discípulos inspirados por el mismo Resucitado, dispuestos a seguir su mismo proyecto de vida, que tiene su raíz en Dios mismo, él es el centro vinculante de esa comunidad que, además, es enviada en misión a comunicar esta Buena Noticia: que Dios está totalmente de parte de la humanidad, que su interés determinante es la plenitud histórica y trascendente de todos los humanos, y que El – Jesús el Cristo – es el referente mediador para lograrla. [11] En los diversos relatos de las apariciones pascuales la misión es algo fundante, que no es otra cosa que asumir sus mismas opciones, llevar un modo de vida como el de él, dedicarse enteramente al servicio del prójimo reivindicando su dignidad, reflejo del amor de Dios, luchar infatigablemente para que esta dignidad sea afirmada sin ambigüedades, garantizar a todos que la existencia no es irremediablemente trágica, siguiendo al pie de la letra aquello de Pedro: “Al contrario, den culto al Señor, Cristo, en su interior, siempre dispuestos a dar respuesta a quien les pida razón de su esperanza”  [12]

El Espíritu nos da el criterio para discernir las actitudes que se derivan de esa vida: la comunidad vivida en serio, la radical projimidad de unos y otros, el trabajo denodado por la justicia y la dignidad, la negativa rotunda a los poderes del mundo, el rechazo total de los ídolos que esclavizan, la pasión amorosa por el ser humano, la capacidad de ir a lo esencial de la vida dejando de lado las ataduras que impiden la libertad, la total configuración con Jesús. Hechos de los Apóstoles – primera lectura – y 1 Juan – segunda – nos dan claras señales de la Pascua: “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y un solo espíritu. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común[13] y “Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a aquel que da el ser amará también al que ha nacido de él. En esto podemos conocer que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos[14]

La incredulidad no es cuestión empírica, se trata de la visión interiorizada que cada uno tiene, la de Tomás demanda una prueba experimental, no dio el salto cualitativo de la Pascua, no creyó a los suyos, no dio crédito a su comunidad. Sin una experiencia personal, vivida en el seno de la Iglesia, es imposible acceder a esa novedad de vida que nos comunica el Señor. Si no vivimos en la Buena Noticia , aunque Jesús esté vivo, no hemos resucitado. Aunque, es justo decirlo, tenemos que dar crédito a cierto tipo de dudas de fe, las que resultan del mal ejemplo que damos los cristianos; las que se rebelan contra presentaciones simplistas del Evangelio; las que protestan contra no tomar en serio a Dios y al ser humano, como sí lo hizo permanentemente el Señor Jesús. [15] Una saludable reflexión teológico-pastoral sobre estos hechos que se tipifican en tantos “Tomasesnos llevará con seguridad a ser más consistentes en el anuncio del mensaje del Resucitado.

También son incredulidades la primacía de intereses egoístas en contra de los comunitarios, el estilo de vida basado en el consumismo, la seducción por el vano honor del mundo, soberbia religioso-moral, incapacidad para sintonizar con la realidad histórica, el tipo de cristianismo que se limita a los deberes rituales y a las creencias teóricas, sin dejar que el Espíritu del Resucitado pase definiendo una vida nueva en Jesús: “Luego, el segundo anuncio de Pascua: la fe no es un repertorio del pasado. Jesús no es un personaje obsoleto. El está vivo ahora. Camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Abre nuevos caminos donde sientes que no los hay, te impulsa a ir contracorriente con respecto al remordimiento y a lo ya visto. Aunque todo te parezca perdido, por favor déjate alcanzar por su novedad: te sorprenderá”. [16]

___________

[1] Juan 20: 19

[2] CABESTRERO, Teófilo. El miedo en los primeros discípulos de Jesús. En IDEM. Por qué tanto miedo? Los miedos en la vida humana, el miedo de Jesús, nuestros miedos en la Iglesia actual. Desclée de Brower. Bilbao, 2011; páginas 161-187. GONZALEZ CRUCHAGA, Carlos (Obispo de Talca, Chile 1967-1996). Del miedo a la esperanza. Diócesis de Talca, 1988. BRAVO ALVAREZ, Gonzalo. El discipulado post-pascual. En VERITAS volumen 4 número 20; páginas 9-28. Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, marzo 2009. PAPA JUAN PABLO II. Homilía del 13 de abril de 1980 en la catedral de Turín. “La tarde del primer día de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se hallaban los discípulos, por temor a los judíos” (Juan 20:19-20). CHENU, Bruno. Los discípulos de Emaús. Narcea. Madrid, 2006. LLORENTE, Angel. No tengáis miedo. Sindéresis. Madrid, 2020.

[3] FERNANDEZ PONCELA, Ana María. Epidemia de rumores: expresión de miedos, riesgos y desconfianza. En Convergencia Revista de Ciencias Sociales, volumen 21, número 65; páginas 193-217. Universidad Autónoma del Estado de México. Toluca, mayo-agosto 2014. BAUMAN, Zygmunt. Miedo líquido, la sociedad contemporánea y sus temores. Paidós. Barcelona, 2007. LIPOVETSKY, Gilles & SERROY, Jean. La cultura mundo. Respuesta a una sociedad desorientada. Anagrama. Barcelona, 2010.

[4] MATEO SECO, Lucas F. Muerte de Cristo y teología de la cruz. En https://www.dadun.unav.edu/bitstream/10171/6402/1/LUCAS%20F.%20MATEO-SECO.pdf VARGAS MACHUCA, Antonio. Por qué condenaron a muerte a Jesús de Nazaret? En Estudios Eclesiásticos número 54; páginas 441-470. Universidad Pontificia de Comillas. Madrid, 1979. VERNOLA, Pablo. Marcos 8_27-33: una propuesta de identidad para discípulos en tiempo de crisis. En Revista Bíblica número 82; páginas 75-114. Asociación Bíblica Argentina. Buenos Aires, 2020.

[5] SICRE, Emmanuel. Contar la experiencia del misterio pascual. Trabajo de grado para optar al titulo de teólogo. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Teología. Bogotá, 2016. ALEGRE , Xavier. La resurrección de Jesús esperanza para los pueblos crucificados. https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1445/1/RLT-2008-075-B.pdf PAGOLA, José Antonio. Creer en el resucitado: esperar en nuestra resurrección. Sal Terrae. Santander, 1991. LEHMANN, Karl. Jesucristo resucitado, nuestra esperanza. Sal Terrae. Santander, 1982.

[6] Juan 20: 19-21

[7] SCHYLLEBECKX, Edward. Jesús, historia de un viviente. Trotta. Madrid, 2010. BRAMBILLA, Franco Giulio. El Crucificado Resucitado. Resurrección de Jesús y fe de los discípulos. Sígueme. Salamanca, 2003. SOBRINO, Jon. El Crucificado es el Resucitado. Lectura de la resurrección de Jesús desde los crucificados del mundo. En https://www.es.scribd.com/document/205385061/sobrino-jon-el-crucificado-es-el-resucitado-rtf BÉJAR BACAS, Serafín. Cristo resucitado, nuestra resurrección en la carne. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 26 de febrero de 2013. GONZALEZ CANDIA, Jorge Atilano. El Crucificado Resucitado: el corazón de la reconstrucción del tejido social. CIAS por la Paz. Ciudad de México, 2019.

[8] ALEGRE , Xavier. La Iglesia que nace de la Pascua. En https://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1547/RLT-2010-080-B.pdf LOHFINK, Gerhard. La Iglesia que Jesús quería. Desclée de Brower. Bilbao, 1986. PIÉ NINOT, Salvador. La fundamentación de la Iglesia en IDEM. Eclesiología: la sacramentalidad de la comunidad cristiana. Sígueme. Salamanca, 2006; páginas 101-175. EQUIPO BÍBLICO VERBO. La comunidad del Resucitado. Encuentros bíblicos desde la Lectio Divina con los Hechos de los Apóstoles. Verbo Divino. Estella, 2017. TAMEZ, Elsa. El desafío de vivir como resucitados. En https://www.seleccionesdeteologia.net/assets/pdf/166_05.pdf TAGLE, Luis Antonio. Comunidad pascual. Herder. Barcelona, 2020.

[9] Juan 20: 21-23

[10] TORRES QUEIRUGA, Andrés. Repensar la resurrección: la diferencia cristiana en la continuidad de las religiones y la cultura. Trotta. Madrid, 2009. GONZALEZ FAUS, José Ignacio. Significado de la resurrección de Jesús para el hombre de hoy. Aula de Teología de la Universidad de Cantabria. Santander, 23 de marzo de 2010. JUNCO GARZA, Carlos. Para vivir la Pascua. Espiritualidad bíblico litúrgica para el triduo pascual. PPC. Madrid, 2019.

[11] ESTRADA, Juan Antonio. Para comprender cómo surgió la Iglesia. Verbo Divino. Estella, 2001. Es recomendable repasar el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Aparecida Brasil mayo 2007. Todo el documento destaca el aspecto esencial del discipulado, del modo de vida de los seguidores de Jesús.

[12] 1 Pedro 3: 15

[13] Hechos 5: 32

[14] 1 Juan 5: 1-2

[15] ARIAS, Juan. El Dios en quien no creo. Sígueme. Salamanca, 1979. MACHOVEC, Milan. Jesús para ateos. Sígueme. Salamanca, 1976. GUERRERO, José Ramón. El otro Jesús. Sígueme. Salamanca, 1980. MARTÍN VELASCO, Juan de Dios. El malestar religioso en nuestra cultura. San Pablo. Madrid, 1993. GONZALEZ CARVAJAL, Luis. Ideas y creencias del hombre actual. Sal Terrae. Santander, 2000. PAPA PABLO VI. Exhortación Apostólica Postsinodal Evangelii Nuntiandi El Anuncio del Evangelio Hoy. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 1975. PAPA FRANCISCO. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium La Alegría del Evangelio. Librería Editrice Vaticana. Ciudad del Vaticano, 2013.

[16] Papa FRANCISCO. Homilía en la Vigilia Pascual, sábado 3 de abril de 2021.

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