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Estamos ante el acontecimiento de la salvación, en el cual renovamos nuestra fe en el misterio divino. Es un misterio que pasa por el conflicto, el dolor, el sufrimiento y la muerte, pero es en esta situación de postración y humillación en la cual Dios nos libera del pecado. Ahí no culmina todo, porque sabemos que Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos y está vivo. Si somos creyentes no existe problema alguno, porque lo confesamos de corazón, pero… hay un ambiente distinto en el cual vivimos nuestra fe, un ambiente que va disminuyendo el rumor y sabor cristiano, en el cual tenemos que vivir y ayudar a transformar. Porque tenemos que estar en el mundo sin ser del mundo (Jn 17,14-18).
Lo primero que tenemos que hacer es preguntarnos a ver si nos identificamos con Jesucristo, él ha de ser la medida de nuestra vida y entrega en la realidad que tenemos que vivir. Dios no está al margen de la historia, ni tampoco escondido de lo que pasa. El problema está en la poca identificación con Jesucristo y apertura a su Palabra, parece que al no ser popular ser cristiano y con la carga de desprestigio que tiene ¿no será porque nos ven desfasados y desmotivados ante la realidad? ¿sentimos que nuestra experiencia de fe, al compartirla con los demás les ayuda en la vida? ¿Cuándo nos preguntan por Dios, nos llenamos de miedo y no sabemos que contestar o nuestra cara se llena de alegría porque hablamos de lo que vivimos y da sentido a nuestra vida?
Quizá lo que aparece ante la realidad del misterio que conmemoramos en Semana Santa, sean preguntas nuestras o de la sociedad, pero el espacio para las respuestas habrá que escucharlas en la contemplación del amigo de la humanidad, en el silencio orante con el Hijo del hombre y en el sufrimiento del Hijo de Dios… una buena compañía para seguir adelante en medio de las luces y sombras que hay en nuestra vida.
Otras preguntas, para seguir abriendo ventanas, ante el susurro del Espíritu de Dios que está en medio de nosotros ¿Nos sentimos llamados a dar un testimonio alegre y optimista de lo que creemos? ¿sentimos el reto y el aliciente de confesar con nuestra manera de vivir lo que creemos? ¿estamos como seguidores de Jesús, dispuestos a correr riesgos por ser sus testigos?
No podemos ignorar que existe un creciente desconocimiento y olvido de Dios, así como el malestar expresada en la increencia de un dios que deja a la humanidad sufriendo y no parece interesarle nada. Así mismo, muchos cristianos sienten tambalear su fe porque Dios parece que no escucha o no se da cuenta de lo que sucede. Son situaciones que interrogan y siguen abiertas. Una pista de búsqueda, es que la pregunta por Dios es una pregunta a nosotros los cristianos por nuestra manera de vivir y proceder en la vida, es un interrogante a nuestra fe y comunicación de lo que decimos creer. Se convierte el que pregunten por Dios en un examen a nuestro estilo de vida y el testimonio de vida que damos. No es un juego, ni una apuesta a ver que pasa, sino que es un riesgo continuo el ser cristiano.
Semana santa es mirar de frente la acción salvadora de Dios en el drama de la historia, porque a Dios le duele lo que le sucede a la humanidad, por eso asume el riesgo de estar con la humanidad y de ir a su ritmo en el silencio del sufrimiento, en la solidaridad del sinsentido, en la ausencia del consuelo, en la aflicción del dolor, para hundirse hasta el fondo, todo ello impensable para nosotros, pero desde las honduras y las profundidades de la muerte, rompe las cadenas opresoras de la humanidad y desde allí se levanta victorioso, llevando consigo a la victoria a todos los seres humanos.
Conoce aquí el itinerario completo de oración para Semana Santa, en el blog «Dios con Sentido», del Centro Ignaciano de Reflexión y Ejercicios.