Por: José Roberto Arango, S.J.Agosto 2, 2017 El capítulo 7 de Mateo hace parte de la colección de enseñanzas de Jesús escenificadas en un monte, junto al lago de Galilea. Es el conocido sermón del monte que comienza con las también muy conocidas bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres… los que lloran… los misericordiosos… los que construyen la paz…” Dentro de ese conjunto de enseñanzas, en este capítulo 7 se nos exhorta a no juzgar, y si lo hacemos, saber que también seremos juzgados y con la misma medida. Y es que cuando lo hacemos, vemos más lo negativo del otro que lo positivo, y nos ponemos por encima de los demás, sin percatarnos de nuestros propios defectos. Eso se llama soberbia. Por eso en este mismo capítulo se nos da la llamada regla de oro: “Traten a los demás como quieren que los demás los traten”. Más adelante está el texto que encabeza esta reflexión. Los frutos, el producto de nuestro ser y hacer, nos identifican. Por ellos somos conocidos. Es el componente externo de nuestra identidad, que dice, en concreto, quiénes somos. El 16 y 17 de agosto tendremos otro evento de celebración de los 80 años de la Congregación: la exposición de nuestras obras –frutos- a toda la comunidad a la que estamos sirviendo. Por esas obras nos conocen y nos identifican como una institución sólida, de servicio cálido y de calidad, que quiere prestar atención a los más pobres, sin exclusión de nadie. Para todos es bien conocido el aprecio del que gozamos en el Valle de Aburrá. Expo-VID será la oportunidad de celebrar nuestro aniversario con la comunidad prestando algunos servicios relacionados con la salud. Ahora bien, los frutos no son sólo esos que podemos considerar externos. Hay algunos que, aunque también son externos, se ven y perciben más al interior de nuestras obras. Se trata de la forma como trabajamos unos con otros, como nos relacionamos, como nos llamamos la atención cuando corresponde a alguien hacerlo o como nos hacemos observaciones siempre con el objetivo de mejorar el servicio que prestamos. Estos frutos tienen que ver más con nuestro buen ser al interior de cada una de las obras. Pero nunca sobre que cada uno examine las relaciones que tiene con otros en cumplimiento de sus funciones. Ese examen puede tener como paradigma para autoevaluarse aquella regla de oro a la que hacía alusión al principio: “Traten a los demás como quieren que los demás los traten”. O también preguntarnos cuántas veces juzgamos a los otros sobre la base de suposiciones o de cosas que “se dicen” y no vamos directamente a la persona para hablar y conocer de ella su opinión o sus razones para hacer o decir algo. Nuestra identidad se conoce por todos estos frutos. La coherencia, que no es simplemente un estado, sino un horizonte hacia el que vamos caminando y que queremos ir desarrollando, la construimos de adentro hacia afuera, tendiendo hacia ella en la cotidianidad de nuestro trabajo para los demás, pero también con otros, que son nuestros compañeros con quienes nos une un mismo objetivo como obras de la Congregación Mariana. Expo-VID comienza por cada uno. Tú, él, ella, yo, somos los estand de la exposición cotidiana de nuestras obras. La fraterna relación entre nosotros construirá diariamente la auténtica coherencia, siempre en camino y nunca totalmente terminada.
