Vivir para siempre
Cada uno de nosotros tiene metas para alcanzar en la vida, sueños que quiere hacer realidad, proyectos que se ha trazado y que significan un gran sentido porque son importantes o porque representan grandes logros. Todo lo anterior lo tenemos en común con prácticamente todas las personas. Pero alguno de nosotros se ha puesto a pensar en la posibilidad de vivir para siempre, de recuperar la inmortalidad que teníamos en el comienzo de la humanidad. Me pueden decir que estoy desvariando, que no es posible. Sin embargo, veamos lo que nos dicen las lecturas de este domingo. En la primera lectura, tomada del libro de los Proverbios, leemos “dejen su ignorancia y vivirán; avancen por el camino de la prudencia”. Es una de las claves, la prudencia es cualidad de las personas que han alcanzado un cierto grado de madurez. Supone salir de la ignorancia para vivir. En la segunda lectura encontramos que “tengan cuidado de no portarse como insensatos, sino como prudentes, aprovechando el momento presente, porque los tiempos son malos”. Nuevamente se contrapone la prudencia a la insensatez, ignorancia en la primera lectura, para mostrarnos lo que es el camino de la madurez, de quién quiere encontrar el sentido de la vida. En el Evangelio se nos dice por parte de Jesús que “el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”. Nos preguntamos de qué está hablando el Señor, qué es eso de vida eterna, por qué ese anuncio dentro de este discurso. La respuesta es sencilla: la promesa de vida eterna, de vivir para siempre, es para aquellos que toman la decisión de seguir a Jesús, de confiar en su palabra, de asumir el estilo de vida que nos propone. Ahí está la clave para entender todo lo que puede parecer contradictorio desde un punto de vista puramente humano. La invitación es a ver la realidad de otra manera, con los ojos de Jesús, descubriendo que lo que se nos propone vale la pena. Él mismo lo dice “como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por Él, así también el que me come vivirá por mí”. Es una invitación a la unión, a hacer y construir esa unidad que nace de “comer su cuerpo y beber su sangre” para tener vida en Él. Como vemos, vivir para siempre no es una ilusión, no es un sueño, es una alternativa posible y real que toda persona que cree puede alcanzar. De nosotros depende si aceptamos la invitación o si la rechazamos. Está en nosotros el volver a hacer realidad lo que perdimos por causa del desorden causado por el pecado. Volvemos a encontrar el camino de la prudencia, de la sensatez para hacer frente a las circunstancias y situaciones de la vida, como dice el texto “porque los tiempos son malos”. Todo depende de nuestra libre decisión para hacer vida aquello de que “el que come de este pan vivirá para siempre”, mostrando así el camino para lograr la meta que se nos propone en las lecturas de hoy.
Homilía de Monseñor Alejandro Díaz García, en la Fiesta de San Ignacio de Loyola
El pasado 31 de julio, conmemoramos la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, un momento que nos permitió recordar nuestra historia y agradecer por todo el itinerario apostólico de los jesuitas en el país. Durante el evento se celebró una eucaristía solemne presidida por Monseñor Alejandro Díaz García, obispo auxiliar de Bogotá, la inauguración del XXIV Simposio de EE “Conversión Ecológica“ y el acto cultural conmemorativo por el Centenario: Peregrinos 1604-2024. A continuación, compartimos la homilía de Monseñor, durante este evento especial: __________________________________________________________________________________________________________________ En la celebración de los cien años de la Provincia Jesuita de Colombia, esta eucaristía quiere ser un agradecimiento especial por el tesoro de gracia que Dios ha sabido acumular a partir de la vivencia y transmisión de la espiritualidad ignaciana a lo largo del tiempo. La Palabra de Dios que ha sido proclamada, de alguna manera nos recuerda e invita a perseverar en algunas prácticas espirituales, que hacen parte de la esencia del evangelio, que brotaron con particular enardecimiento de las entrañas de fuego de aquel peregrino del siglo XVI, nacido en Loyola, y que hoy siguen siendo replicadas con especial dedicación por quienes han consagrado su vida al Padre del Cielo y a la Iglesia, a través del carisma ignaciano. Espero, entonces, que estas perseverancias nos ayuden a examinar el propio corazón y sigan siendo el objeto de nuestra misión. La primera de ellas, que es también la fundamental, es perseverar en la práctica de la imitación y del seguimiento de Jesús. Sabemos cuánto conocimiento interior alcanzó Ignacio sobre los misterios de la vida de Nuestro Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y no existe otro fin en la vida del hombre que llegar a ser hijos en el Hijo. Esto explica la radicalidad y altísima exigencia en las condiciones que el mismo Jesús, según el evangelio de Lucas, propone a quienes lo siguen: posponer los amores más queridos, que son los radicados en los vínculos familiares, renunciar a todos los bienes y aprender a cargar la cruz. A esta ab-negación, libre y amorosa, el Apóstol Pablo, quien gusta hablar más de la imitatio que de la sequela de Cristo, añade que el imitador de Jesús, en un mundo plural, donde hay judíos y griegos, debe buscar siempre agradar a todos, renunciando a la ventaja personal para buscar mejor el bien común, el bien de todos. Esta actitud de despojo personal y a la vez de preocupación por la salvación de otros, propia del discípulo, puede ir en reversa no sólo a muchos sentires del tiempo presente, sino también a nuestra propia conciencia, adonde puede llegar la tentación de Jeremías: la tentación de “olvidarme del asunto”, de Dios, de la vocación a la que me llama, de la misión. Santos como Ignacio nos recuerdan la posibilidad real del seguimiento de Jesús y de vivir plenamente entregados al proyecto del Reino de Dios. Sigamos, pues a Jesús, imitemos a Nuestro Señor. La segunda perseverancia es en la práctica del discernimiento, en la que nuestro santo es maestro excelso. Desde el evangelio de hoy, el discernimiento es el antídoto que impide a una vida quedar a medias, es decir, sumida en la mediocridad, convertida en un elefante blanco, como la torre a medio construir, o todavía más, el antídoto que impide a una vida perder la batalla, sucumbir ante el enemigo, porque discernir significa tratar de descubrir la voluntad de Dios, en donde se esconde la verdadera plenitud y felicidad humana. Para ser eficaz, esta práctica debería copar toda nuestra vida, desde las elecciones relativas a las necesidades más básicas, como el “comer o el beber”, señalado por san Pablo, hasta los grandes proyectos, como el de edificar o conquistar, de los que habla el evangelio. Cualquiera sea el asunto, es necesario “sentarse” y ponerse a calcular o deliberar, para elegir lo que más conviene. Ignacio logró afinar este “ejercicio de inteligencia, de habilidad, de voluntad y de afectos” —como lo describe el papa Francisco— de manera que todos los hijos de Dios se pudieran beneficiar de él y aprendieran a encontrar los momentos favorables, lo que pertenece al buen espíritu, lo que en verdad nos perfecciona y acerca a Dios. Hoy damos gracias a Dios por todas la iniciativas que ha emprendido la familia jesuita en este ámbito espiritual por tantos años y le pedimos a todos sus miembros, en medio de este presente, donde los vientos de la confusión y la incertidumbre suelen arreciar, que no dejen de instruir a todo hombre de bien en los modos para reconocer y cumplir las voluntades de Dios. La tercera está inspirada en el salmo 33 y consiste en perseverar en la práctica del acompañamiento, que también la podríamos llamar la práctica del “acampamento”, porque la intención de Dios, según el salmista, es hacer camping, poner su carpa muy cerquita del entorno vital de las personas, pero sin anular su libertad, y estar ahí, disponible, de modo que ellas, si quieren, puedan encontrar un protector, alguien que las libere de sus ansias, que las salve de sus angustias, pero también un buen consejero que las escuche; alguien con quien puedan tener la certeza de que nada nos hará falta. Considero que ustedes, queridos hermanos jesuitas, han acumulado una gran experiencia en el arte de acompañar, y no lo digo sólo por el servicio específico de los Ejercicios Espirituales, sino por todas las experiencias de Dios que ustedes han propiciado en el corazón de los fieles, en medio de muchas comunidades, urbanas y rurales, gracias al modo de estar presentes en cada una de sus obras: siempre con cercanía y a la vez con discreción, con orden e inteligencia, con profundo respeto y paciencia, con caridad y humildad. Que toda persona en cuyo entorno Dios les permita acampar pueda sentir la compañía de Jesús y exclamar: “¡Qué bueno es el Señor!”. Querido cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús: que el mejor regalo de Dios para ustedes en
El alimento para el camino de la vida
Hay momentos y circunstancias de la vida donde nos encontramos exhaustos, a punto de perecer. El alimento se nos ha agotado y tememos por nuestra vida, pensamos que la muerte puede llegar en cualquier momento. Son situaciones que podemos llamar límite. Vienen a mi mente, los rostros de personas secuestradas, de hombres y mujeres que no encuentran techo ni comida, de niños y jóvenes que andan desorientados por las calles de pueblos y ciudades. No es solo el hambre física sino también todo lo que produce hambre interior. Sin embargo, la pregunta es clara. ¿Cómo hacer para no ir hacia la destrucción, el caos y la muerte? ¿Cómo solucionar de manera radical los problemas que nos afectan como personas, como miembros de la sociedad, como gestores de un nuevo país? Son interrogantes que nos hacen dudar, particularmente, cuando debemos vivir situaciones de conflicto. Vienen a mi mente los nombres de personas que están trabajando por la paz desde diversas responsabilidades. Hombres y mujeres que arriesgan su vida a diario, porque creen que es algo que vale la pena. Es descubrir en la vida esa fuerza interior que nace de la acción del Espíritu en nosotros. Es encontrar que hoy como ayer, se nos dice como al profeta Elías en la primera lectura “levántate y come”. Al mismo tiempo, es la persona misma de Jesús, quien nos dice “yo soy el pan de vida, quien coma de este pan, vivirá para siempre, el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo”. Es el Dios que se compromete a caminar con nosotros, a ser nuestro alimento, a darnos fortaleza para el camino de la vida. Son palabras que escandalizan, para quienes no quieren oírlas con corazón de creyente. Y ¿qué significa esto? Sencillamente, que las cosas en la vida se pueden ver de dos maneras: una de ellas, es la simplemente humana, la de quienes se creen dioses de su propia historia, pagados de sí mismos, alejados de Dios porque, según ellos, no lo necesitan. La otra, la de aquellos que se consideran discípulos del Señor, necesitados de una luz en el camino, quienes reconocen su propia fragilidad y aceptan el pan de la palabra y el pan de la vida, alimento que se nos da en la Eucaristía, para recorrer el camino de la vida diaria, sabiendo que van a encontrar obstáculos y dificultades que pueden ser superados por la acción y la fuerza del Espíritu. En la medida en que nos relacionemos con el autor de la vida, tendremos la posibilidad de hacer que la vida surja en nuestro interior, que el camino de la vida se haga más llevadero y que tengamos nuestra esperanza puesta en quien es nuestra fortaleza. Él lo dijo “Yo soy el pan de la vida”. Acerquémonos a Él.
Actuar correctamente
Con frecuencia nos encontramos ante situaciones que nos cuestionan porque realmente no sabemos cómo debemos proceder, qué hacer o qué responder. Es la pregunta que los oyentes de Jesús le hacen en el pasaje evangélico de este domingo: “¿qué debemos hacer para actuar como Dios quiere?”. La respuesta no se deja esperar: “que crean en aquél que Él envió”. Se enfrascan en una discusión y, nuevamente le hacen una petición a Jesús: “Señor, danos siempre de ese pan”; una vez más la respuesta es clara: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed”. El que cada uno de nosotros se pregunte sobre lo que debe hacer para actuar como Dios quiere, es tratar de encontrar cuál debe ser el rumbo, la orientación, el sentido que debemos darle a la vida. Es el momento para preguntarse seriamente sobre lo que significa en la vida diaria, en lo cotidiano, el actuar como Dios quiere. Además, este compromiso tiene implicaciones en las actitudes de cada uno. No podemos pretender decir una cosa, pensar otra y actuar conforme a otra cosa. Esa división interior no es algo que podamos llevar fácilmente, que podamos soportar por mucho tiempo. Tarde o temprano tendremos que preguntarnos por el sentido de la vida y por la coherencia en nuestro actuar. Más aún, la invitación a creer en aquel que Dios envió es también un desafío. Nos lleva a pensar sobre el sentido de la fe, la relación entre esa fe y la manera como actuamos. Encontramos a muchas personas que viven de una manera diferente a la fe que dicen profesar, y pretenden hacer de su vida algo distinto a lo que debe ser. Vale la pena que revisemos nuestra manera de creer y la forma como la vivimos. La petición va orientada para que Jesús les dé siempre de ese pan del que les ha hablado. Porque lo consideran diferente, porque acaba de hacer el signo de la multiplicación de los panes, porque tienen otros intereses, otras inquietudes, otras prioridades en la vida. No siempre podemos pensar que las cosas se dicen de una manera transparente. Hay muchas cosas que las enturbian y contaminan. Sin embargo, cuando una petición sale del corazón, con profunda honestidad, podemos estar seguros de ir en el camino adecuado, de dar la orientación necesaria a la vida. Por eso, la respuesta de Jesús es clara “yo soy el pan de vida, quien viene a mí no tendrá hambre, quien cree en mí no tendrá sed”. El mundo en el cual vivimos nos ha convertido en seres profundamente aferrados a lo seguro, a lo que la ciencia puede comprobar, a lo que puede ser demostrable. Dar el paso al terreno de lo intangible nos crea muchas inseguridades y desconfianzas. Por eso, la aventura de lo trascendente es para quienes deciden acoger el mensaje de Jesús con total apertura. Esa es la clave.
Estampilla conmemorativa por el Centenario de la Compañía de Jesús en Colombia
Con motivo de la celebración de los 100 años de la Compañía en el país, el Ministerio TIC, a través de la Resolución No. 1369 del 24 de abril de 2024, autorizó una emisión filatélica, como «reconocimiento a la labor y aportes a la cultura, la educación y servicio comunitario realizados por la orden religiosa en el país». El diseño se compone de varios elementos representativos de la historia de la Compañía en el país: la Capilla San José, como memoria y recuerdo de la presencia y labor de los Jesuitas en Bucaramanga, ciudad donde se realizó el lanzamiento de la estampilla; la planta de café , símbolo de la contribución agrícola de los jesuitas y la imagen de san Ignacio de Loyola, que hace parte de los vitrales del Templo del Sagrado Corazón, diseñada por el P. Joaquin Emilio Sanchez, SJ. El diseño, producción y puesta en circulación de las estampillas estuvo a cargo del Operador Postal Nacional 4-72. Se imprimieron 40.000 unidades, cada una con un costo de 500 pesos. Fuente: Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia y Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga
El descanso es necesario
El ritmo de la vida moderna es acelerado. Casi no hay tiempo para nada. La obsesión de la productividad, la eficiencia y el rendimiento es algo que amenaza seriamente la salud de las personas, la estabilidad emocional y familiar. Todo porque vamos de prisa, muchas veces sin saber hacia dónde, pero debemos llegar lo más pronto posible. Nos negamos el descanso, lo que los antiguos llamaban el ocio, contrapuesto a lo que es el negocio –negar el ocio- pues es lo que cuenta y por lo que ordinariamente somos medidos y evaluados. Qué distinta es la actitud de Jesús ante la urgencia apostólica de sus discípulos, que por estar en las tareas del anuncio del evangelio no les queda tiempo para el descanso. Por eso los invita a que “vayan con él a un lugar solitario para que tengan un poco de descanso”. Sin embargo, la gente se da cuenta, llegan primero al lugar donde iban a descansar y nos dice el texto que “Jesús sintió compasión de ellos porque los vio como ovejas sin pastor”. Hay una dinámica interna en este texto que nos permite descubrir por un lado, la actitud profundamente humana y comprensiva de Jesús que ve que sus discípulos están cansados por el trabajo apostólico y por otro lado, la exigencia de la gente, el querer escuchar la palabra de Jesús, los signos que hacía. Esto me lleva a pensar en lo que es nuestro trabajo hoy en día. Son horarios extenuantes, jornadas de nunca acabar, no hay tiempo para lo personal, lo social, lo familiar. Se resienten los miembros de la familia porque no encuentran espacios y tiempos para compartir con quienes trabajan. El trabajo y las responsabilidades afines se han convertido en la primera, principal y casi única prioridad en la vida de muchos esposos, padres, madres, jefes de hogar, profesionales. Solo tenemos tiempo para el trabajo, lo demás pasa a segundo, tercer o cuarto plano, si queda algo de tiempo. Qué importante es el tiempo de descanso, de recreación, de ocio, de vacaciones. Son períodos necesarios en la vida de toda persona, porque permiten recuperar las fuerzas perdidas, las energías consumidas, los afectos y lazos familiares descuidados u olvidados. No es solo cuestión de legislación laboral, es asunto de necesidad de la persona por salud mental, por tantos motivos que nos permiten reconocer dicha necesidad. Bien sabia es la legislación cuando solo en situaciones especiales permite que al empleado se le compense el tiempo de vacaciones en dinero. Todos, absolutamente todos, necesitamos el ocio, el recrearnos, el descansar. No es algo que signifique pérdida de tiempo como algunos pueden pensar. Si no, analicemos cómo llegamos renovados a asumir nuestras responsabilidades después de un tiempo de descanso. Hay oxigenación. El descanso es necesario para todos. No lo desaprovechemos y que sea renovador.
¿Qué es ser profeta?
La vocación es ante todo un don de Dios. No es algo que dependa completamente de nuestra libre decisión. Se mezclan la acción de la gracia y la respuesta de la persona. Sin embargo, la misión es la que el Señor quiere confiarle a quien es escogido. La tarea es aquella que el Señor le tiene preparada. De cada persona depende la respuesta y la manera de realizarla. Es el caso de Amós, en la primera lectura de este domingo, lo es también en el pasaje del Evangelio que se nos ofrece para nuestra consideración. El llamado del Señor se va repitiendo a lo largo de la historia, pues Él necesita de personas concretas, con características propias, con una historia particular vivida en un contexto específico. Cada uno de nosotros tiene un llamado especial para una tarea particular. Son la vocación y la misión. La una va unida a la otra. Se interrelacionan y se integran. Vocación sin misión es tan solo algo abstracto. Misión sin vocación es algo incomprensible, por decir lo menos. La vocación es para una misión. Es el caso del profeta Amós. Llega a responder “no soy profeta ni hijo de profeta. Soy pastor y cultivador de higos”. El Señor le dice “ve y profetiza a mi pueblo de Israel”. Llamado y enviado. En el Evangelio sucede algo semejante. El Señor llama a los doce y los envía de dos en dos. Son los mismos verbos “llamar y enviar en misión”. Hay unos signos que acompañan el envío y unas actitudes que garantizan el cumplimiento de la misión. Todo esto se expresa en señales que la gente percibe y por lo tanto confirma la misión de quienes han sido enviados. Hoy, cuando el mundo se ha tecnificado, cuando las distancias se han acortado, cuando el progreso es una de las características de nuestro tiempo, podemos preguntarnos si esos dos elementos, vocación y misión se dan también. La respuesta es clara: sí. Lo que sucede es que las cosas se dan de manera diferente. El llamado y el envío se dan dentro del contexto del momento actual para responder a necesidades concretas conforme a la situación que se vive. Podemos decir que ser profeta o apóstol, en pleno siglo XXI, es diferente a lo que podía ser en los tiempos de Amós el profeta o en la época de Jesús. Sin embargo, el mundo sigue teniendo necesidad de hombres y mujeres que asuman la tarea de ser profetas, de ser voz de los que no tienen voz; que asuman el desafío de ser apóstoles, enviados, en un mundo que no tiene oídos bien dispuestos para escuchar su mensaje. A pesar de todo, el mensaje debe ser anunciado, el pecado debe ser denunciado y la esperanza deber ser proclamada. Son hombres y mujeres que se la juegan toda, incluso la vida, para cumplir la misión que se les ha confiado al ser llamados y enviados. Me pregunto si somos conscientes, todos y cada uno de los bautizados de lo que significa la vocación a la que hemos sido llamados. Si estamos dispuestos a asumir la tarea, a realizar la misión, que se nos ha confiado. Es cierto que debemos tener en cuenta los cambios históricos, los contextos diferentes, en los cuales se deben realizar y vivir nuestros compromisos. De todas maneras, no podemos olvidar que ser cristiano no es solo ir a misa, orar personalmente o en familia, leer la palabra de Dios. Es algo más, es dar lo mejor de nosotros mismos para cumplir la misión que tenemos.
Dos importantes celebraciones en el Noviciado San Estanislao de Kostka
La semana pasada, en Medellín, la comunidad del Noviciado San Estanislao de Kostka celebró dos acontecimientos que son motivo de alegría para todo el Cuerpo Apostólico. El martes 2 de julio, el novicio de segundo año Dayán Ospino Larrotta emitió sus votos del bienio en una eucaristía presidida por el P. Provincial, y con la compañía de jesuitas, familia y amigos. Dayán continuará su formación en la ciudad de Bucaramanga, donde finalizará sus estudios de Historia. Al día siguiente, el miércoles 3 de julio, la comunidad recibió a seis jóvenes que previamente habían sido admitidos al noviciado por el P. Provincial. Llegados de Bogotá, Barranquilla, Floridablanca, Cali y Medellín, los pre-novicios de la Compañía de Jesús estarán viviendo, hasta el próximo 19 de julio, la experiencia de Primera Probación. La comunidad del Noviciado agradece las expresiones de felicitación y cercanía que ha recibo a razón de estas celebraciones, y continúa invitando a unirse con sus oraciones por las vocaciones y la formación de los nuestros. A continuación un sencillo testimonio de Dayán Ospino, SJ respecto a lo que ha significado esta ocasión de la emisión de los votos del bienio: De la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño. “En este tiempo le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole” [Autobiografía de San Ignacio de Loyola #27]. «Esta experiencia (la emisión de los votos del bienio) fue para mí un momento muy consolador y lleno de la presencia de Dios, ya que, en esta ceremonia tan especial para nosotros, los jesuitas, vinieron a mi mente rostros concretos llenos de sonrisas, que son la misma sonrisa de Dios. Recordé a las valientes mujeres indígenas que me acompañaron en mi mes de misión en Dabeiba, a las enfermeras de Barranquilla que me enseñaron a tratar con cariño a los enfermos del Hogar San José, y a los jóvenes de las comunas populares del Valle de Aburrá que, con su energía, me llevaron a soñar, junto con otros, lo imposible. Hoy, días después de haber hecho esta promesa a Dios, me siento animado por Él y por mis compañeros de comunidad. Con su mano y su cercano acompañamiento, me llevan de la misma manera que un maestro de escuela lleva a un niño, enseñándole y ayudándole a descubrir la nueva etapa de la vida que enfrenta. En mi caso, es la etapa de escolar jesuita que día a día voy descubriendo, en circunstancias atípicas, pero con la plena seguridad de sentir a toda la Compañía caminando a mi lado y ayudándome a dejarme moldear por el Señor, así como lo hizo en estos dos maravillosos años de noviciado. Quiero agradecer de manera especial a mis hermanos jesuitas y compañeros (as) en la misión que, a pesar de la distancia, me acompañaron y continúan haciéndolo con sus oraciones y buenos deseos. Les pido que sigan orando por mí para que, con la gracia de Dios, pueda seguir respondiendo con generosidad a este llamado del Señor a ser un hombre para los demás en esta etapa de mi formación como escolar. A todos y todas, un abrazo cariñoso en el Señor Jesús».
100 años de Misión Ignaciana. Episodio 12: jesuitas y laicos en la misión
📻#Estreno ¡Los invitamos a escuchar el episodio doce de 100 años de Misión Ignaciana! En la celebración del Centenario de la Provincia, agradecemos por la colaboración entre jesuitas y laicos en la misión confiada por el Señor a la Compañía. Laura Perdigón Clavijo, secretaria ejecutiva de planeación y el P. Luis Felipe Navarrete, SJ, asistente para la formación nos comparten una reflexión sobre el cuerpo apostólico y nos invitan a orar agradeciendo por la historia compartida que ha permitido a la Provincia «Soñar Juntos lo Imposible». Anfitriones P. Luis Felipe Navarrete, SJ Asistente para la formación del cuerpo apostólico de la Provincia Laura Perdigón Clavijo Secretaria Ejecutiva de Planeación Idea Original Antonio José Sarmiento Nova, SJ Realización Centro Ático Pontificia Universidad Javeriana Voz en off de introducción y despedida María Alejandra Rojas Matabajoy Diseño gráfico Laura Valentina Souza García Daniela Alzate Férez Comisión liturgíca Conmemoración 100 años Antonio José Sarmiento Nova, SJ Enrique Alfonso Gutiérrez Tovar, SJ José Rafael Garrido Rodríguez, SJ Miguel Navarrete Tovar ©2023
100 años de Misión Ignaciana. Episodio 11: Jesuitas en la investigación, docencia y publicación en Teología
Alberto Múnera, SJ, profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, nos comparte un recorrido histórico de la actividad investigativa y docente en estos 100 años de la Provincia y eleva una oración de agradecimiento por todos los docentes que marcaron el pensamiento teológico en el país. Anfitrión P. Alberto Múnera, SJ Profesor de la Facultad de Teología de la PUJ Idea Original Antonio José Sarmiento Nova, SJ Realización Centro Ático Pontificia Universidad Javeriana Voz en off de introducción y despedida María Alejandra Rojas Matabajoy Diseño gráfico Laura Valentina Souza García Daniela Alzate Férez Comisión litúrgica Conmemoración 100 años Antonio José Sarmiento Nova, SJ Enrique Alfonso Gutiérrez Tovar, SJ José Rafael Garrido Rodríguez, SJ Miguel Navarrete Tovar ©2023