Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Febrero 3, 2017 Hoy, el Papa Francisco, no en secreto sino en el público mensaje de felicitación al nuevo presidente de los Estados Unidos, le repite la misma recomendación de gobernar en favor de los más abandonados. Donald Trump, en su discurso inaugural, se propuso como meta básica devolverle su grandeza a los Estados Unidos. ¿De qué grandeza habla? ¿Militar y económica? Francisco se atreve a señalar un alternativo y extraño tipo de grandeza: “Que bajo su liderazgo la grandeza de los Estados Unidos pueda medirse sobre todo por su preocupación por los pobres, los marginados y los necesitados que, como Lázaro, están ante nuestra puerta”. Donald Trump se reconoce como un creyente, cristiano de denominación presbiteriana, que cree en el poder de la oración. De ahí que el Papa le prometa sus oraciones: “Le ofrezco la seguridad de mis oraciones de que Dios Todopoderosos le conceda sabiduría y fortaleza en el ejercicio de su alto cargo (…), que sus decisiones sean guiadas por los ricos valores espirituales y éticos que han formado la historia del pueblo estadounidense”. Es claro que el pontífice de Roma no tiene autoridad sobre el presidente, ni aun en el caso de que éste perteneciera a la Iglesia Católica. La recomendación del Papa, dentro de un lenguaje diplomático, tiene el valor de un deseo y una insinuación cariñosa y fraternal. ¿Buscará Trump el servicio a los más empobrecidos y relegados de la sociedad americana y mundial? El tiempo lo dirá. Las primeras decisiones sobre el sistema de salud social de los Estados Unidos no parecen ir en esa dirección. ¿Se insistirá en la construcción del muro de la ignominia en la frontera mejicana? ¿Qué suerte espera a los millones de inmigrantes ilegales? ¿Tiene el papa Francisco autoridad moral para recomendar a otros la preocupación por los pobres? A él palabras no le han faltado. Se podrían citar miles de frases suyas de este estilo: “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre para los pobres!” “Pido perdón por los cristianos que frente a una persona pobre o una situación pobre, miran para otro lado”. “El amor a los pobres no es comunismo, sino que viene del evangelio”. Tomó su nombre pontificio del santo Francisco de Asís, por haber sido éste “el hombre de la pobreza, de la paz y el hombre que ama y cuida la creación”. ¿Y las obras? ¿Ha cumplido el Papa Francisco personalmente su proyecto de ponerse al servicio de los más abandonados? El mundo lo dirá. APOSTILLA. En la campaña de Trump hubo simpáticos rifirrafes entre los dos líderes: – Comentó el Papa sobre el prometido muro fronterizo con México: “Una persona que piensa sólo en hacer muros, sea donde sea, y no hace puentes, no es cristiano”. – Replicó Trump: “Es vergonzoso que un líder religioso cuestione la fe de una persona”. Trump había dicho en alguna ocasión: “Me siento orgulloso de ser cristiano”. – Tiene su pinta de picardía la observación de Trump: “El Papa desearía y rogaría porque yo fuera presidente si el Vaticano fuera atacado por el Estado Islámico”.
