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50 años de la muerte del padre Camilo Torres

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Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Febrero 15, 2016 En su último discurso Camilo había dicho: “Debemos comprometernos de tiempo completo con nuestra vida, con nuestra sangre, con nuestros sacrificios y con nuestros trabajos en esta prolongada y difícil lucha por la definitiva liberación de nuestra patria”. Terminó con un llamamiento al compromiso total: “Es necesario abandonarlo todo para entregarnos de lleno a la lucha por la toma del poder hasta la muerte”. Así lo sentía y así lo vivió. Siempre he creído en la sinceridad de Camilo. Pensaba que con la lucha armada estaba sirviendo a Dios y a su pueblo, y que esa lucha estaba reclamando su presencia activa de líder en primera línea. Por ello Camilo se convirtió para muchos, en aquella época, en un héroe y una inspiración. Hoy, una mirada a medio siglo de distancia nos permite ver que Camilo eligió el camino equivocado. El triunfo de la revolución no estaba tan cerca como creían quienes se inspiraban en la epopeya cubana. Han pasado 50 años de lucha salvaje e inútil del ELN, matando sin compasión y llevando a la muerte a los mejores hombres y mujeres de sus filas. Y el prometido triunfo está hoy más lejos que nunca. El pueblo no quiere más derramamiento de sangre. Esto lo hubiera comprendido hoy Camilo: si viviera, firmaría la paz sin dudarlo un instante para regresar a la lucha con la palabra en las plazas públicas. Siete meses antes de morir, Camilo se entrevistó en Lima con su gran amigo, iniciador de la Teología de la Liberación, el padre Gustavo Gutiérrez. Le confió su secreta decisión de incorporarse a la guerrilla. El amigo le dijo que creía equivocada su decisión: “Admiro tu valentía, Camilo, pero no te veo como guerrillero. Es decir, no te puedo imaginar matando soldados. Tampoco te veo caminando por la selva durante años. Si decides meterte, lo mejor que te podría pasar, ¡perdóname la franqueza!, es que te mataran con la primera bala”. Era el consejo de alguien que lo quería. Para el ELN la muerte de Camilo constituyó un duro golpe. Así lo reconoció la guerrilla en el parte oficial. Lamentaba la pérdida de este hombre para la causa revolucionaria, pero al mismo tiempo proclamaba la utopía de una victoria final: “Todas las revoluciones han atravesado duras etapas, crisis, retrocesos, pero a la larga van conquistando victoria tras victoria, hasta lograr la meta final del poder para el pueblo”. Medio siglo ha demostrado lo falaz de ese camino: el camino de matar y dejarse matar sólo lleva al desastre. Al recordar hoy a Camilo siento respeto y dolor. Un hombre generoso, valiente, comprometido con la suerte del pobre. Siento una honda tristeza al reflexionar sobre el hecho de que el ELN haya sacrificado inútilmente a un hombre como Camilo y a tantos hombres y mujeres tan valiosos como él.

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