Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Febrero 15, 2017 Hoy se está hablando de apariciones entre nosotros. La semana pasada nos llegó una noticia de El Tambo: el párroco, el alcalde y muchos fieles más creen haber visto el rostro de Jesús Nazareno, aparecido en el velo que cubre el sagrario. En una piedra elevada, al borde de la carretera entre Genoy y Florida, afirman muchas personas que se ve una imagen de la Virgen, que no ha sido pintada por mano humana. ¿Cuál es la actitud de la Iglesia frente a fenómenos como éstos? De entrada, ni los confirma ni los niega. Pero sí busca establecer la verdad. Antes de pronunciarse oficialmente procede con pies de plomo… La historia está llena de equivocaciones. Si el caso lo amerita, la autoridad eclesiástica nombra una comisión investigadora. La investigación puede desembocar en una de estas tres conclusiones La primera, confirmar la autenticidad de la aparición: consta que se trata de un fenómeno sobrenatural. Este resultado, dada la complejidad del asunto, se da muy rara vez. La segunda: declarar que todo ha sido un fraude o una ilusión, fruto tal vez de la fantasía, de una sugestión colectiva… La tercera, cuando de acuerdo a los datos disponibles es imposible concluir con seguridad moral la verdad o falsedad de la aparición, la respuesta es muy simple y honesta: no consta del elemento sobrenatural. El caso queda congelado para un estudio ulterior más profundo, si éste es posible, ¿Un fiel católico está obligado a creer en estas apariciones y mensajes de Jesús y de María? No, aunque estén reconocidas por la iglesia. Mucho menos si no están reconocidas. “La Iglesia considera terminada la revelación pública con la muerte del último de los apóstoles. Por consiguiente, todas las apariciones y mensajes sucesivos, aun transmitidos a través de personas santas, se consideran como revelaciones “privadas”, en las que no tenemos obligación de creer; puesto que no agregan nada al mensaje evangélico fundamental ni al magisterio de la Iglesia”. ¿Es real la aparición de Jesús Nazareno en El Tambo y de la Virgen en el corte de la carretera de Genoy? Por simple honradez no me atrevo a dar, como respuesta definitiva, ni un sí ni un no. Una prudencia elemental aconseja cerciorarnos, entre otros, de estos tres elementos: (1) constatar la verdad de los hechos que se cuentan, (2) excluir que existan explicaciones naturales del fenómeno (posibilidad de sugestión, de ilusión óptica, de simples efectos del polvo y de reacciones químicas sobre una tela o una roca), y (3) examinar los frutos espirituales que se han derivado del acontecimiento: los frutos malos son señal de que el árbol no era bueno. En los dos mil años de historia del cristianismo son innumerables los casos de supuestas apariciones del Señor o de la Virgen, que incluso han conmocionado profundamente la piedad popular, han dado lugar a establecer centros concurridos de culto y de peregrinación; y luego la historia ha demostrado que todo aquello era una simple casa construida en el aire. ¡Todo paró en nada! La historia es maestra de la vida. De ahí la actitud tan prudente de las autoridades de la Iglesia, en nuestros días, frente a tantos fenómenos de apariciones y revelaciones, a primera vista milagrosas. La Iglesia, por responsabilidad y honradez con los fieles, no puede apresurarse a confirmar con su autoridad hechos de apariencia sobrenatural, sin someterlos a un examen riguroso, que inevitablemente llevará un tiempo prolongado.