Creo que a todos nos ha pasado que al comenzar el tiempo de cuarentena nos invadió una sensación de “desplome: proyectos, planes, viajes, encuentros que nos llenaban de esperanza se cancelaron o se aplazaron para una fecha incierta. Creo que en el comienzo nos sentimos paralizados, pensamos tal vez que todo se caería. Pero al mismo tiempo que nuestros imaginarios normales y corrientes, nuestras lógicas cotidianas, nuestras costumbres se deshacían en una especie de vacío, comenzó otro imaginario, otras lógicas; cobró vida otra manera de comunicarnos, de experimentar y arriesgarnos. Más pronto de lo que pensamos la postración se fue convirtiendo en silencio fecundo, en deseos de comprometernos e inventar, de adentrarnos por rutas que no sospechábamos. Pensamos cómo informar que aplazábamos el Encuentro Nacional de Regionalización, pero nos íbamos dando cuenta de que muchos encuentros se mantenían a través de los canales de comunicación, de las plataformas, de todo un mundo de comunicaciones.
Comenzaron las convocatorias y se demostró algo maravilloso que todos sabíamos, pero que se reveló con una fuerza de vitalidad y compromiso. Es posible que rondaran algunos nubarrones de dudas y escepticismos, pero la vida siempre se impone. El Cuerpo Apostólico comenzó a palpitar con una fuerza renovada y mostró su vocación de amor y entrega fundado en Jesús Resucitado. El Encuentro se dio con una participación de ochenta y cuatro personas, que nos dio cuenta de la convicción de cada compañero apostólico, de su trabajo por el Reino allí donde está. Fue un Encuentro emocionante, sincero, bien preparado, las regiones desplegaron su fuerza y disposición para crear materiales muy buenos. El núcleo fue la Formación para la Colaboración. Las charlas sobre el Sujeto Apostólico y sobre la Colaboración en la Misión nos dieron mucha luz sobre la ruta que tenemos que seguir. No nos queremos formar por ningún motivo distinto de servir desde nuestras obras apostólicas para anunciar la Buena Noticia de Jesús en las circunstancias de esta humanidad adolorida y necesitada de motivos para creer.
Es cierto que la misma realidad apareció en su desnudez desgarradora, cosas que sabíamos, pero que no queríamos saber, las miserias ante las que nos escondíamos, la noche fría, el hambre, la incertidumbre cierta de quien sale cada día a buscar un pedazo de pan o unos pesos para tener dónde pasar esta noche. Ojalá que todo esto nos ayude a trabajar intensamente por cambiar muchas cosas que van muy mal, ojalá que aprendamos la lección que nos está dando la vida.