Por: Francisco de Roux, S.J.Febrero 18, 2016 La tarea es defender los acuerdos’, decía el titular de El Espectador, que simplifica y confunde precisamente la tarea. Porque no se trata de defender nada contra otros. Se trata de una conversión espiritual, para poder encontrarnos como seres humanos en la búsqueda exigente de la paz.» «La Cuaresma que convoca al silencio y la solidaridad es el tiempo propicio para la conversión. Se trata de correr el riesgo de dejarnos llevar por el Espíritu que nos moviliza a construir juntos desde nuestras diferencias. Se trata de deponer temores personales, ambiciones, egoísmos, ideologías, venganzas, para abandonarnos juntos, desde nuestro abismo humano, a la conducción del Espíritu que no sabemos hasta dónde ha de llevarnos, ni cómo nos va a conducir. Confiados en los frutos del Espíritu que son la verdad, la justicia, el amor eficaz, la reconciliación, la construcción de comunidad. Providencialmente, el Foro Nacional sobre el fin del conflicto, que concluyó el miércoles de ceniza, nos puso en un ambiente de sinceridad y libertad propicio a que nos abramos al Espíritu, aunque los obstáculos en todos nosotros son todavía grandes. Puntos de fondo que se plantearon en la Asamblea y mostraron esta disponibilidad fueron: la necesidad de trabajar por un acuerdo político y estatal al más alto nivel, y se trajo el ejemplo del saludo de Álvaro Uribe y Piedad Córdoba. La convocación en los próximos años de una Asamblea Nacional Constituyente para hacer los ajustes a la Carta que el proceso participativo postule; la importancia de la refrendación, dada la urgencia de parar el conflicto armando y la victimización, pero de tal suerte que el mismo mecanismo empleado sea institucionalmente seguro y comprometa a quienes quieran apoyarlo en una apropiación ciudadana responsable de la implementación incluyente de tareas múltiples que realmente garanticen los derechos de las víctimas, la eliminación de la impunidad para todos los lados, la dejación de las armas, la seguridad general, la seriedad para acabar con el narcotráfico y el paramilitarismo, la transformación de la política, el freno a la corrupción, el desarrollo equitativo del campo y la paz en las regiones. Todo esto acompañado con la llamada del Foro al Eln y al Gobierno para que no termine esta semana del aniversario de Camilo Torres sin que inicie la mesa pública de negociaciones. Los ochocientos asistentes, la mitad mujeres, muchos víctimas de la guerra, que esperaban descansar con el fin del conflicto, aprendimos que el cese del fuego bilateral y definitivo, en lugar de descanso, nos pone en nuevas y mayores tareas y riesgos, que piden más entrega, más creatividad, más decisión de apropiarnos de esta causa mayor que nosotros mismos. Y sobre todo nos pide conversión al Espíritu para que depongamos todo lo que nos lleva a rechazar a los demás por emociones, dolores y prejuicios, y por los hechos violentos en que nos rompimos el alma. El papa Francisco, en México, ha reiterado que nos dejemos conducir por el Espíritu abriéndonos al amor misericordioso de Dios, el amor que nos acepta como somos, y practicando la misericordia con los demás. Los cristianos hemos entrado en Cuaresma para liberarnos de los obstáculos que ponemos al accionar del Espíritu. No tengamos miedo. El mismo Espíritu está abriéndose paso en víctimas, militares y guerrilleros, mujeres, jóvenes, políticos de todos los lados, académicos, periodistas, líderes espirituales, empresarios, populares, campesinos, indígenas. Es el Espíritu que nos llama a trabajar juntos desde la verdad de nuestras diferencias, y nuestros errores, para que la grandeza de la dignidad humana pueda acontecer entre nosotros.
