Por: Francisco de Roux, S.J.Agosto 3, 2017 Al entregarles el diploma, luego de un minuto de silencio por las víctimas, les recordó la responsabilidad que asumían en la construcción de una Colombia en paz. Era el resultado de 180 horas de cursos en las que el mismo rector, en la montaña, fue profesor, al lado de académicos y alumnos de la universidad y bajo la conducción del Instituto de Estudios Interculturales, que dirige Manuel Ramiro Muñoz. Para entender el significado de este hecho hay que recordar a Ignacio de Loyola, cuya fiesta se celebró el lunes, fundador de los jesuitas presentes en todo el mundo, con la misión de “reconciliar a los desavenidos”. Hoy, con cerca de 150 universidades propias, miles de colegios y escuelas, centros de investigación, parroquias y organizaciones de refugiados y excluidos. La última Congregación General, asamblea mundial de esta orden religiosa en el corazón de la Iglesia católica, impulsó el compromiso con la reconciliación en mensaje dirigido a los que están en conflictos violentos en Siria y Sudán del Sur, Colombia y la región del los Grandes Lagos, la República Centroafricana, Afganistán, Ucrania, Irak y otros lugares. “Sabemos –les escribió– que ustedes arriesgan sus vidas a diario para conquistar, con humildad y sin desmayo, la paz y la reconciliación, tan anheladas por Jesucristo y que hoy parecen imposibles”. Dentro de esta misión tuvo lugar el evento de la Javeriana, al que asistieron empresarios, ONG, instituciones de la cultura y la academia; el alcalde Cali, Maurice Armitage; Miriam Méndez Monsalve, procuradora para las regiones; la oficina del Alto Comisionado de Paz, autoridades indígenas y afros, y miembros de familias significativas de la región que se sentaron al lado de las familias de los excombatientes. Estos actos de audacia, propios de la espiritualidad de Ignacio de Loyola, buscan conscientemente elevar la probabilidad de la reconciliación entre los ciudadanos, a sabiendas de que el cambio de las personas que vienen de la guerra y la acogida que puedan recibir en sociedades divididas y llena de preguntas dependen de la impredecible libertad humana. Por este mismo espíritu, José Virtuoso, jesuita, rector de la Universidad Andrés Bello de Caracas, con los datos tomados en las calles y pueblos de Venezuela sobre las elecciones del domingo, calificó el resultado como fraude e imposición brutal de un grupo minoritario. “Amanecimos en dictadura y en caos, dijo, porque la Asamblea Nacional seguirá, pero la constituyente que se instala hará nueva Constitución y gobernará sobre las instituciones, aunque sus actos no serán acatados”. Así las cosas, mientras en la noche del sábado pasado 35 exguerrilleros diplomados cenaban en la Casa de Ejercicios Espirituales de los Farallones de Cali, al son del acordeón del director, padre jesuita Julio Jiménez, y pernoctaban en este hogar de reconciliación, en la larga frontera con Venezuela, mujeres y hombres del Servicio de Jesuitas para Refugiados y Migrantes recibían, al lado de instituciones y voluntarios colombianos, a miles de personas que entraban a Colombia en búsqueda de albergue, comida, y una mano amiga que los acogiera con confianza. Así es la amistad desinteresada a la que invita el Evangelio. Cuando hay que poner al ser humano por encima de la política y las ideologías. En circunstancias en las que el sufrimiento y el riesgo forman parte de la vocación cristiana, como recuerda a los jesuitas la reciente Congregación General.