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Destructores de la vida

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Por: Francisco de Roux, S.J.Diciembre 3, 2015 Ambos están llevados por la codicia: los que revientan insaciablemente de manera violenta la Tierra, para tener utilidades; y los secuestradores, que explotan comercialmente el sufrimiento que infligen a sus víctimas. Entre estas dinámicas perversas, me detengo en el secuestro para exigir dinero, que ha disminuido en Colombia en más del 90 por ciento en los últimos años, pero que aún continúa. Lo hago por Ramón José Cabrales, `Moncho´, secuestro conocido por TV desde hace semanas y del que se sabe hoy que es de autoría de un frente del Eln, la guerrilla “en lucha por la vida amenazada en el planeta”, según `Pablo Beltrán´ en su mensaje a la Asamblea Nacional por la Paz. Lo hago por todos los secuestrados, no importa su clase social o su género. Me importan, en este caso, los niños y el sufrimiento de la esposa a quien quitaron la alegría del hogar y a quien, más allá de todas sus posibilidades, obligan a someterse a una extorsión de miles de millones. Me interesa que se haga pública la verdad, aunque el torpe negociador guerrillero exigió desde el principio el secreto, cuando los colombianos hoy gritan la injusticia por todos los medios, y cuando la reconciliación exigirá de los victimarios que declaren todo el mal hecho a las víctimas. Me duele la puñalada de este frente guerrillero al proceso de paz. Me importa mostrar que esta acción arrasa con el reconocimiento que necesita el Eln para sentarse a negociar. Esta columna acompaña la marcha por la liberación que, al cumplirse hoy tres meses de cautiverio, hacen hoy en Ocaña los amigos y amigas de `Moncho´. Lo patético de esta historia es la forma como el secuestrador se destruye a sí mismo en la esclavitud espantosa que utiliza del precio sin límite del dolor humano para subir el costo de su presa. Lo cínico es que pretenda justificarse señalando barbaries contra las cuales los ciudadanos luchamos: los `falsos positivos´, las desapariciones, la exclusión; cuando sabe que se hace más despreciable al validar su barbarie con las brutalidades de otros. No sé cuántos secuestrados por dinero o política ha habido definitivamente en este país por todos los grupos armados, ni a cuántos mataron porque las familias no juntaron el dinero o porque se demoraron en pagar, o cuántos murieron por balas cruzadas de rescate militar o fueron asesinados por los secuestradores que salieron corriendo. Hace tiempos todo nuestro pueblo pide que paren la atrocidad. A pesar de hechos terribles como este, creo en la voluntad de paz del Eln expresada en el mensaje de `Pablo Beltrán´ cuando dice que vienen a la mesa de negociación, acompañados de sociedad, para resolver los problemas que destruyen la vida. Por eso, desde el dolor que lleva la familia Cabrales y que llevamos millones de colombianos y colombianas, escribo para que escuchen este clamor general y no lleguen a esa mesa sin haber puesto fin al crimen contra la humanidad que victimiza a los secuestrados, a las familias y a nuestro pueblo; y que destruye para Colombia y el mundo la dignidad de todos los miembros del Eln y la credibilidad de su causa.

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