Por: Francisco de Roux, S.J.Junio 23, 2016 El cese del fuego bilateral y definitivo es la gran noticia de hoy. ¡Gracias a Dios! Es el fin de hostilidades, dentro del cual las Farc terminan la violencia armada y todo comportamiento ilegal para pasar a la política democrática. Se siguen acciones durante varios meses para la ubicación en zonas de concentración, dejación de las armas y protección de los excombatientes y comunidades, bajo supervisión de la Comisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Entre tanto, están en marcha las campañas por el no y por el sí sobre los acuerdos que hicieron posible este fin de la guerra. Animado con la buena noticia, y sin perder de vista la complejidad de las tareas que quedan por delante, quiero invitar a prepararnos a votar, en un sentido u otro, en conciencia y libertad. Daremos el voto para aprobar o rechazar un proceso que ha requerido muchos esfuerzos políticos, militares y económicos durante siete períodos presidenciales consecutivos; un proceso valioso e imperfecto, como todo proceso humano, que en sí mismo, y con sus resultados de hoy y sus pasos futuros, requiere ser sometido a la aprobación del pueblo. La definición sobre la legitimidad institucional de este plebiscito o consulta ciudadana está en manos de la Corte Constitucional, pues La Habana construye sobre la plenitud del Estado de derecho. Es de esperar que la Corte, de aceptar el procedimiento, llame a que los ciudadanos aprueben o rechacen la totalidad del proceso, en el que cada párrafo ha sido discutido por meses y todos forman una unidad articulada con el fin del conflicto armado; y que, de ganar el sí, debe enriquecerse y ajustarse en la ejecución mediante la participación ciudadana responsable. En estas semanas de campañas es muy importante proteger el respeto por los que piensan distinto y es pertinente acrecentar la confianza en que los otros son bien intencionados y en que, como lo pensamos nosotros, están buscando lo que consideran mejor para el país. La responsabilidad de formar la propia conciencia exige de cada uno la disposición de presentar ante los demás, de manera genuina, lo que ve más conveniente para Colombia en un asunto tan delicado, y de escuchar con atención las razones de los demás para llegar a un juicio personal. Se nos invita a dedicar tiempo para estudiar el contenido de los acuerdos, para ponderar los aspectos morales, sociales y públicos del proceso, para situarlo en la historia de nuestras décadas de conflicto y en las decisiones del fin de la guerra del día de hoy, y particularmente en la meditación sobre el dolor de las víctimas. Votar en libertad supone un trabajo interior para proteger la autonomía personal en la conversación democrática exigente y responsable, que, por una parte, debe tener en cuenta la buena intención de cada votante eventual y, por otra, exige juego limpio en los argumentos que las campañas de lado y lado cargan de tóxicos políticos, rumores y consejas de mala leche, como que si gana el sí, llega el chavismo, las Farc dan un golpe de Estado y consolidan el robo de propiedades que ya están haciendo con la restitución de tierras; y si gana el no, se recrudece la guerra, llega el terror y las Farc imponen la violencia en las ciudades. El próximo miércoles, un grupo de 42 colombianos, movidos por la urgencia de esta participación responsable y respetuosos del proceso de plebiscito o consulta, lanzará la iniciativa de La Paz Querida, para movilizar voluntades en la formación de masa crítica capaz de generar nuevas actitudes indispensables para acompañar el fin de la lucha armada y fratricida, de consecuencias nefastas para la dignidad humana, la democracia y el desarrollo sostenible, y para adentrarnos en el diálogo abierto en la construcción de la paz desde los territorios.