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Ámense unos a otros como yo los he amado

El mensaje del domingo

VI Domingo de Pascua

En la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí; permanezcan, pues, en el amor que les tengo. Si obedecen mis mandamientos permanecerán en mi amor, así como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo. Los llamo mis amigos, porque les he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Esto, pues, es lo que les mando: que se amen unos a otros.

El mandamiento del amor constituye el núcleo de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo. Aparece tres veces en el relato de la última cena del Evangelio según san Juan: la primera con el calificativo de “nuevo” y la explicación de que por su cumplimiento serían reconocidos como tales los discípulos de Jesús (13, 34-35), y las otras dos en el pasaje que acabamos de escuchar (15, 12; 15, 17).

1. “Yo los amo a ustedes como el Padre me ama a mí”

Jesús en su vida terrena nos reveló a Dios como un Padre que a través de su Hijo nos comunica lo que es para sus creaturas. Dios es amor, dice la segunda lectura de este domingo (1a Juan 4,7-10), no dando una definición -pues el Infinito es indefinible-, sino expresando cómo es su relación con nosotros.

El profeta Isaías (7,14) había anunciado siete siglos antes al futuro Salvador de la humanidad como Dios con nosotros. Esta profecía se cumple en Jesús, que encarna a un Dios completamente distinto del amo que oprime a sus esclavos, como solía ser imaginado en la antigüedad. Y lo que Él dice al emplear la contraposición entre los siervos y los amigos, implica una elección que es iniciativa suya: Ustedes no me escogieron a mí, yo los escogí a ustedes. Es la misma idea expresada en la segunda lectura: En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó.

Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa, dice Jesús en el Evangelio, cuando la víspera de su pasión el ambiente entre sus discípulos era de tristeza y pesimismo. También nosotros estamos viviendo una situación similar, amenazados por tantas calamidades sociales, y, como a sus primeros discípulos, Él nos invita a no desanimarnos y reactivar nuestra esperanza, sabiendo y sintiendo que Dios nos ama a pesar de todo.

2. “No los llamo siervos, los llamo mis amigos”

Doce veces emplea Jesús en el Evangelio de hoy la idea del amor, tres de ellas refiriéndose explícitamente a la amistad, y concluye resaltando la comunicación que se da entre los verdaderos amigos. San Ignacio de Loyola escribió en sus Ejercicios Espirituales [231] que el amor consiste en la comunicación de las dos partes, es decir, en dar y comunicar el uno al otro todo lo que tiene. Por eso, cuando Jesús llama amigos a sus discípulos -y también a nosotros-, nos invita a corresponder a lo que Él nos ha entregado en la cruz y nos sigue entregando en la Eucaristía: ¡nada menos que su propia vida!

Además, en Jesús se manifiesta la cercanía de Dios que quiere ser amigo de todos, sin exclusiones, como lo muestra la primera lectura, tomada del libro Hechos de los Apóstoles (10, 25-26.34-35.44- 48), al narrar el bautismo de Cornelio, un pagano de una raza y nación distintas de la judía, que fue recibido por iniciativa de Cristo mismo en la primera comunidad cristiana.

3. “Como yo los he amado”

El papa Benedicto XVI, dijo en su Encíclica Dios es Amor (año 2005): “La fe cristiana, poniendo el amor en el centro, ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo tiempo una nueva profundidad y amplitud. El israelita creyente reza cada día: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas‟ (Dt 6,4-5). Jesús une este mandamiento del amor a Dios al del amor al prójimo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18; cf. Mc 12, 29-31), haciendo de ambos un único precepto. Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero (1 Jn 4,10), ahora el amor ya no es sólo un ‘mandamiento’, sino la respuesta al don del Amor, es decir, de Dios mismo que nos ha entregado su propia vida en la persona de Jesús”.

En esto consiste lo nuevo: amarnos unos a otros no sólo como cada cual se ama a sí mismo, sino como Jesús nos mostró que nos ama: con un amor misericordioso hasta el extremo (Juan 13,1). El Rostro de la Misericordia, fue el título de la exhortación con la que el papa Francisco anunció el Año de la Misericordia (2016), evocando la exhortación de Jesús Sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso (Lucas 6, 27-36), e indicando cómo Jesús mismo nos manifestó personalmente el amor compasivo de Dios hasta el punto de ser Él mismoel rostro de la misericordia del Padre”.

Miren cómo se aman, decían en el siglo II quienes veían el testimonio de los cristianos, según lo que escribió un apologista de aquella época llamado Tertuliano. No parece que esto pueda decirse hoy, cuando lo que impera es armarse los unos contra los otros. En medio de esta situación, Jesús con su mandamiento del amor nos invita a desarmar nuestros espíritus, buscando la justicia que es condición para la paz, pero también deponiendo los lenguajes y hechos de odio, tan frecuentes en el ámbito de la política, sobre todo en los contextos autocráticos y totalitarios, así como en las redes sociales.

Conclusión

Dios Padre misericordioso quiere reconciliarnos con Él y entre nosotros por medio de su Hijo, y nos ofrece su Espíritu de Amor para que vivamos de acuerdo con su voluntad. Pidámosle pues al Señor, invocando la intercesión de María santísima, a cuya veneración dedicamos especialmente el mes de mayo, que nos conceda su gracia para vivir cada día más de verdad su mandamiento nuevo del amor. Que así sea.

 

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cómo resumiría yo en una palabra o frase el mensaje que percibo en las lecturas bíblicas de hoy?
2. ¿Qué relación encuentro entre la situación que estaban viviendo aquellos discípulos y la actual?
3. ¿A qué formas de compromiso y testimonio concreto siento que me invita Jesús en el Evangelio?

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