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Dios se revela a la gente sencilla en Jesús, manso y humilde

El mensaje del domingo

XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A – Julio 9 de 2023 

Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ.

En aquel tiempo exclamó Jesús: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te pareció mejor.» Y luego dijo a sus discípulos: Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.» (Mateo 11, 25-30).

En este pasaje del Evangelio encontramos tres elementos para nuestra reflexión: 1º- Jesús alaba al Padre porque revela sus misterios a la gente sencilla. 2º- Jesús dice que sólo a través de Él podemos conocer a Dios Padre. 3º- Jesús se presenta como el Maestro paciente y humildes cuya enseñanza contrasta con la de los doctores de la ley que lo criticaban. Tratemos de aplicar a nuestra vida estos tres temas, teniendo en cuenta también las otras lecturas de hoy [Zacarías 9, 9-10; Salmo 145 (144); Romanos 8, 9.11-13].

 

1.- Dios revela su acción salvadora a la gente sencilla

Te alabo, Padre, (…) porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Esto mismo dice Jesús en el Evangelio de Lucas (10, 21-22) cuando los setenta y dos discípulos que Él había enviado a predicar le cuentan el éxito que han tenido. En el de Mateo, que es el de este domingo, el contexto corresponde a la respuesta que Jesús les dio a los discípulos de Juan Bautista cuando le preguntaron si era el Mesías, y Él les contestó: Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida, y a los pobres se les anuncia la buena noticia (Mt 11, 4-5).

El mensaje de ambos relatos, el de Mateo y el de Lucas, es que Dios se les muestra como un Padre misericordioso a quienes con sencillez y humildad reconocen su necesidad de salvación, una disposición diametralmente opuesta a la arrogancia de quienes se creen “sabios y entendidos”, que los hace incapaces de reconocerlo. Esos “sabios y entendidos” a los que Jesús se refiere son los doctores de la Ley que oprimían al pueblo con prescripciones muy distantes del reconocimiento del Dios clemente y compasivo, lento a la cólera y rico en piedad, bueno y cariñoso con todas sus criaturas, al que se invoca en el salmo responsorial [Salmo 145 (144)].

 

2.- “Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”

Cinco veces aparece la palabra “Padre” en este pasaje del Evangelio. La novedad y la esencia de la buena noticia proclamada por Jesús de palabra y con sus propios hechos liberadores, es precisamente que nuestro Creador es un Padre compasivo y misericordioso. A este Dios verdadero no podemos conocerlo tal como es -como el Dios que es Amor- sólo por nuestra propia razón, es decir, no podemos tener una experiencia vital de Él únicamente en virtud de nuestro esfuerzo, sino que es Él mismo quien se nos da a conocer en la persona de Jesucristo y por la acción de su Espíritu Santo. Pero, para que esto suceda, nosotros debemos reconocer humildemente nuestra necesidad de salvación.

Ese mismo Espíritu habita y actúa en nosotros, como dice san Pablo en la segunda lectura, cuando lo que rige nuestra existencia no es lo material y exterior (“la carne”), sino que abrimos humildemente nuestras mentes y corazones a una vivencia interior de Dios: “Ustedes no están sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes”.

 

3.- “Vengan… y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”

La mansedumbre y humildad que caracterizan a Jesús y contrastan con la prepotencia y arrogancia de quienes se creen superiores a los demás, había sido anunciada unos 550 años antes por el profeta Zacarías, quien se refirió al Mesías prometido con la imagen que nos presenta la primera lectura (9, 9-10) y que evoca el Evangelio de san Mateo al relatar la entrada de Jesús a Jerusalén antes de su pasión (Mt 21, 4-5): Alégrate, hija de Sión; … mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, humilde y cabalgando en un asno.

Los doctores de la Ley imponían cargas pesadas sobre la gente, que se sentía agobiada por tantas normas, legalismos y ritualismos. Habían convertido la religión en un conjunto de prácticas cultuales desligadas de lo esencial, vacías de espíritu, vacías de amor, vacías de Dios. En contraste con ellos, Jesús se presenta como el Maestro paciente y humilde que, sin imposiciones autoritarias, sin humillar a los demás como lo hacen los que se creen “sabios y entendidos”, nos invita a reconocer a Dios como un Padre compasivo y a vivir la ley interior del amor, para lo cual Él mismo nos ofrece la comunicación de su Espíritu.

Abrámonos por tanto a la acción del Espíritu Santo para que nos disponga a dejarnos enseñar, con humildad y sencillez, por el único Maestro que puede guiarnos hacia el verdadero conocimiento de Dios, es decir, hacia una experiencia vital de lo que Él es, o sea del Amor infinito: nuestro Señor Jesucristo. Y que María santísima, la humilde servidora del Señor, la sencilla campesina de Nazaret que suele manifestarnse a la gente humilde y sencilla, cuya fiesta celebramos hoy en Colombia con la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, patrona de nuestra nación, y a quien le encomendamos el presente y futuro de este país, interceda por nosotros para que seamos cada día más semejantes a ella y a su Hijo Jesús, manso y humilde de corazón. Así sea.

Preguntas para la reflexión
  1. ¿Qué sentimientos espirituales suscita en mí el Evangelio de hoy en relación con lo que dice Jesús?
  2. ¿Cómo percibo que se da hoy una religiosidad opuesta a lo que Jesús les enseñó a sus discípulos?
  3. ¿Qué sentido tiene para mi la invitación “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”?
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