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Esperar con paciencia el triunfo del bien

El mensaje del domingo

XVI Domingo Ordinario. Ciclo A – Julio 23 de 2023

Por: Gabriel Jaime Pérez, SJ.

Jesús le propuso a la gente que lo escuchaba a orillas del lago estas otras parábolas: (1) «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga, apareció también la cizaña. Entonces fueron los empleados a decirle al dueño: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?» Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho.» Los empleados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?” Pero él les respondió: «No, porque al arrancar la cizaña podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta el momento de recoger la cosecha y, cuando llegue este momento diré a los que la recogen: ‘Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo guárdenlo en mi granero. (2) «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.» (3) «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»

Jesús le expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.» Luego dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga» (Mateo 13, 24-43).

Jesús había iniciado su predicación proclamando que el “reino de los cielos”, es decir, el reino de Dios, está cerca. El Evangelio de Mateo emplea la expresión “reino de los cielos” porque sus destinatarios iniciales eran judíos que evitaban por respeto pronunciar el nombre de Dios. Y para explicar en qué consiste ese “reino de los cielos” -que es el poder del Amor porque Dios es Amor-, emplea parábolas o comparaciones narrativas. Mateo dice que así se cumple “el oráculo del profeta”, citando el versículo 2 del Salmo 78: «Abriré mi boca diciendo parábolas…». Los Salmos también poseen un contenido profético.

En las tres parábolas que acabamos de leer, Jesús enseña cómo obra Dios en el mundo y qué nos corresponde a nosotros hacer al respecto. Veamos lo que pueden significar estas parábolas en nuestra situación actual, teniendo también en cuenta las otras lecturas bíblicas de este domingo [Sabiduría 12,13.16.-19; Salmo 86 (85); Romanos 8,26-27].

 

1.- El trigo y la cizaña, símbolos respectivos del reino de Dios y del misterio del mal en el mundo

Dios permite el mal moral porque le ha dado al ser humano la libertad, y la primera reacción de muchos ante quienes obran el mal suele ser el deseo de eliminar toda esa “mala yerba”. Pero, contraria a nuestra impaciencia se nos presenta la actitud de Dios que, como dice la primera lectura, en el pecado da lugar al arrepentimiento, y de quien dice el Salmo que es clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad. Esta actitud nos la muestra el propio Jesús, que, en lugar de acabar con quienes hacen el mal, les ofrece la oportunidad de cambiar, encarnando así al mismo Dios de quien los profetas habían dicho que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ezequiel, 33.11).

Esta actitud es la que Él espera de sus discípulos, en contra de cierta mentalidad proclive a la llamada “limpieza social” y que debemos rechazar si queremos ser auténticos seguidores de Cristo. Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda suelen buscar la eliminación del adversario. Al contrario, el Dios que Jesús revela no es un dictador que elimina a sus opositores, como suele suceder en las purgas totalitarias, sino un Padre siempre abierto a la reconciliación. Pero, eso sí, al final anuncia que vendrá un momento en el que cada quien recibirá el pago merecido. Pues en definitiva el bien triunfará sobre el mal.

 

2.- El grano de mostaza y la levadura: la acción del Reino de Dios comienza por lo sencillo

Las otras dos parábolas tienen en común con la anterior la invitación a la paciencia, y por eso mismo a la confianza en Dios, que sabe esperar a que lo comenzado en una semilla diminuta -como el granito de mostaza- termine en el árbol frondoso, o a que lo iniciado con una muy pequeña porción de harina y levadura, se convierta en el pan compartido por muchos.

La obra del Reino de Dios -es decir, del poder del Amor que es Dios mismo-, comienza por lo pequeño, por lo humilde, por lo sencillo, y sus efectos van produciéndose gracias a la acción continua y pacientemente transformadora del Espíritu Santo. En este sentido, las parábolas del grano de mostaza y de la levadura nos invitan a no desanimarnos a pesar de la lentitud con que obra Dios pacientemente, en medio de este mundo que le rinde culto a la eficiencia instantánea y mágica del éxito fácil e inmediato.

 

3.- “El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad”

Esto dice el apóstol Pablo en la segunda lectura, y agrega: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu intercede por nosotros. Por eso debemos confiar en Dios no desanimándonos en medio de las dificultades y a pesar de las fuerzas del mal que nos rodean. Él sabe mucho mejor que nosotros lo que nos conviene y es capaz de hacer que triunfe en definitiva el bien sobre el mal en nuestra vida.

Jesús nos enseñó a orar diciendo venga a nosotros tu Reino, expresando así una actitud de apertura al poder salvador de Dios, que no viene mágicamente, sino que supone un proceso en el cual nosotros debemos poner cuanto esté de nuestra parte, soportar con paciencia las adversidades y flaquezas humanas-que es una de las “obras de misericordia”-, y dejar también pacientemente que el Espíritu Santo actúe.

Pidámosle pues al Señor: Danos la paciencia que necesitamos para vivir con esperanza nuestra fe, sin desanimarnos por la existencia del mal en el mundo. Invocamos para ello la intercesión de María, tu santísima madre y también madre nuestra, que siempre confió en Ti y, como nos lo cuentan los Evangelios, “guardaba en su corazón” las cosas que no entendía. Amén

 

Preguntas para la reflexión
  1. ¿Qué mociones o sentimientos espirituales suscitan en mí las tres parábolas del Evangelio de hoy?
  2. ¿A qué siento que me invita Jesús con la parábola del trigo y la cizaña en mis circunstancias sociales?
  3. ¿A qué considero que me invita también Jesús con las parábolas del grano de mostaza y la levadura?
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