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Parábola de los labradores homicidas

El mensaje del domingo

XXVII Domingo Ordinario Ciclo A – octubre 8 de 2023

Dijo Jesús a las autoridades religiosas de los judíos: «Escuchen esta otra parábola: El dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, envió unos servidores para cobrar de los labradores la parte que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los servidores: golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro. El dueño volvió a enviar más servidores que al principio; pero los labradores los trataron a todos de la misma manera. Por fin envió a su propio hijo, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el que ha de recibir la herencia; matémoslo y nos quedaremos con su propiedad.’ Así que lo agarraron, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué creen ustedes que hará con esos labradores?» Le contestaron: “Matará sin compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde”. Jesús entonces les dijo: “¿Nunca han leído ustedes las Escrituras? Ellas dicen: ‘La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal. Esto lo hizo el Señor, y estamos maravillados’. Por eso les digo que a ustedes se les quitará el Reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha”. (Mateo 21, 33-43).

Las parábolas de Jesús junto al Templo de Jerusalén poco antes de su pasión simbolizan el rechazo a la acción amorosa de Dios por parte de los falsos creyentes, representados en “los sumos sacerdotes y fariseos” (Mateo 21, 45), en contraste con la respuesta de quienes sí iban a producir los frutos esperados. Meditemos en el sentido que tiene la parábola de los viñadores, relacionándola con los otros textos bíblicos de este domingo [Isaías 5, 1-7; Salmo 80 79; Carta de Pablo a los Filipenses 4, 6-9].

1.- “El dueño de una finca plantó un viñedo”

En este Evangelio hay una referencia a la canción de la viña que nos trae la primera lectura. Es una imagen poética del amor de Dios al pueblo de Israel, al que en el siglo 12 a.C., por medio de Moisés, había liberado de la esclavitud con que lo oprimía el faraón en Egipto, para plantarlo en otra tierra en la cual le brindaría todos los cuidados, como dice asimismo el Salmo 80 (79), 9-12: Sacaste Señor una vid de Egipto y la trasplantaste. Extendió sus sarmientos hasta el mar -el Mediterráneo, al occidente de Jerusalén- y sus brotes hasta el gran río – el Jordán, al oriente-. La canción de la viña del profeta Isaías termina diciendo: La viña del Señor todopoderoso, su sembrado preferido, es el país de Israel, el pueblo de Judá. El Señor esperaba de ellos respeto a su ley, y sólo encuentra asesinatos; esperaba justicia, y sólo escucha gritos de dolor.

También a cada uno de nosotros el Señor nos ha querido liberar de la esclavitud del pecado, para plantarnos en una tierra nueva que es su Reino, un reino de amor, de justicia y de paz, la paz verdadera a la que se refiere el apóstol san Pablo en la segunda lectura, cuya realización para cada uno de nosotros depende de nuestra disposición a responder al amor de Dios mediante la puesta en práctica de “todo lo que es verdadero -sincero-, noble, justo, puro, amable.”

2.- “Por fin envió a su propio Hijo… Lo sacaron del viñedo y lo mataron”

A través de sus enviados anteriores, los profetas del Antiguo Testamento, el Señor había invitado una y otra vez a su pueblo a la conversión, es decir, a que abandonara la idolatría y reconociera el amor del verdadero Dios, manifestando este reconocimiento en la práctica de la justicia. Pero una y otra vez los profetas y sus mensajes fueron rechazados por quienes prefirieron sus intereses egoístas a la invitación divina. Y el colmo de este rechazo fue precisamente la forma en que las autoridades políticas y religiosas trataron a Jesús, el Hijo de Dios, Dios hecho hombre, haciéndolo morir en una cruz.

Cada uno de nosotros es invitado también a responder al amor de Dios mediante el comportamiento constructivo con los demás, reconociendo en cada uno de ellos a nuestro hermano o hermana, porque todos somos hijos e hijas de un mismo Creador. ¿Cómo estoy respondiendo a esta invitación que el Señor me hace una y otra vez? Si Jesús se presentara nuevamente hoy en la tierra como lo hizo hace poco más de veinte siglos, sin duda sería igualmente asesinado por quienes se sienten incómodos con las exigencias del amor al prójimo. ¿Sería yo uno de ellos? ¿Qué debo hacer para no serlo?

3.- “A ustedes se les quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha”

Esta frase con la que Jesús concluye la parábola es una clara alusión a lo que iba a ocurrir desde los inicios del cristianismo. Quienes se creían santos y superiores a los demás y se opusieron a Jesús hasta provocar su muerte en una cruz por el hecho de haberse puesto al lado de los explotados y excluidos, iban a resultar fuera del reino de Dios. En cambio, quienes fueron rechazados por aquellos como pecadores que eran, pero se convirtieron reconociendo su necesidad de salvación, iban a constituir el nuevo pueblo de Dios, en el que ese reino, que es el de la justicia, el amor y la paz, se iría haciendo una realidad cada vez más plena, en la medida en que acogieran las enseñanzas de Jesús y las llevaron a la práctica.

Surge entonces una pregunta ¿estoy produciendo los frutos que el Señor espera de mí? No vale sólo pertenecer institucionalmente a la Iglesia, llamada el “nuevo pueblo de Dios”. Si no reconocemos efectivamente a los demás, con preferencia a los más pobres y necesitados, como nuestros hermanos y hermanas, hijos e hijas del mismo Creador. Si no cumplimos las enseñanzas de Jesús cuya esencia es el amor mostrado en la práctica de la justicia integral y de la misericordia, de nada nos servirá haber sido bautizados, haber pertenecido a la Iglesia y haber realizado unos ritos vacíos de contenido; al contrario, nos haríamos merecedores de las mismas palabras de Jesús con las que concluye el Evangelio de hoy: “a ustedes se les quitará el Reino, y se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha”.

Revisemos pues nuestras actitudes y comportamientos, y dispongámonos a realizar con hechos lo que expresamos al proclamar nuestra fe, al decirle a Dios Padre “venga a nosotros tu Reino. Y pidámosle a María santísima que, intercediendo por nosotros ante su Hijo, nos alcance de Él la gracia de no ser sordos a su invitación a colaborar con Él en la tarea de hacer de este mundo un campo fértil que produzca frutos de justicia, de amor y de paz, que son precisamente los frutos del Reino de Dios.

Preguntas para la reflexión
  1. ¿Qué sentimientos o mociones espirituales suscita en mí la parábola de los labradores homicidas?
  2. ¿A qué siento que me invita el Señor con la última frase de este pasaje del Evangelio?
  3. ¿Cómo siento que puedo aplicar la canción de la viña de Isaías a la realidad social que me rodea?
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