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Santa madre de Dios, alcánzanos de Jesús el don de la paz

El mensaje del domingo

Enero 1 de 2024 – Santa María Madre de Dios Jornada Mundial de Oración por la Paz

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído, todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, tal como lo había llamado el ángel antes de su concepción. (Lucas 2, 16-21).

1.  Comenzamos el nuevo año proclamando a María Santísima “Madre de Dios”

Madre de Dios” es el título más importante que le ha dado la Iglesia a la Virgen María. En el año 431 d.C. el Concilio de Éfeso (ciudad situada en la actual Turquía), donde según la tradición vivió María después de haber sido encomendada por su Hijo desde la cruz al cuidado del apóstol san Juan, definió que ella es la Madre de Dios porque concibió y dio a luz a Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre. Este dogma contrarrestaba la herejía de Nestorio, un monje y sacerdote sirio de ese siglo que fue Patriarca de Constantinopla y cuya predicación negaba que María fuera madre de la persona de Jesús como el Verbo Encarnado, diciendo que sólo lo era de su humanidad y por lo tanto no debía ser llamada “Theótocos” (que en griego significa “Madre de Dios”), como solía hacerse en la oración dirigida a ella (el Avemaría).

La Carta del apóstol san Pablo a los primeros cristianos de Galacia -también en la actual Turquía- (Gálatas 4, 4-7), se refiere en la segunda lectura al Hijo de Dios nacido de una mujer para que también nosotros fuéramos hijos y pudiéramos llamarlo, movidos por el Espíritu Santo, como lo llamaba Jesús: “Abba” (Papá). En este sentido, el Concilio Vaticano II (1962-1965) proclamó a María “Madre de la Iglesia”, porque al ser madre del Hijo de Dios hecho hombre, lo es espiritualmente de quienes por el bautismo hemos sido incorporados(as) a esta comunidad de fe como hijos(as) de Dios. Por eso podemos decirle no sólo “Santa María, Madre de Dios”, sino también “y Madre nuestra”.

El Papa Francisco en el año 2018 estableció que la fiesta de María Madre de la Iglesia se celebrara anualmente el lunes que sigue al Domingo de Pentecostés, significando así su papel primordial en el nacimiento de la Iglesia por obra y gracia del Espíritu Santo. Y es que la “Madre de Dios” es por eso mismo indisolublemente la Madre del Cuerpo Místico de Cristo que formamos todos los bautizados (1 Corintios 12,12-27).

2.  Comenzamos el año invocando el nombre de Jesús como Dios Salvador

Los varones judíos reciben su nombre en el rito de la circuncisión a los ocho días de nacidos. Así sucedió con Jesús (Lucas 2,21), cuyo nombre, como se explica en los relatos de Anunciación a María y José, significa Dios salva. En hebreo, el nombre con el que Dios se había revelado doce siglos antes a Moisés

Yahvé, que significa Yo soy-, está contenido en el de Jesús (Yah-shua: Yo soy el que salva).

A ejemplo de María, que como nos dice el Evangelio, “conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón”, y con la actitud de las gentes sencillas que, como ella misma, san José y los pastores, saben acoger la presencia salvadora de Dios, al invocar a Jesús como Dios mismo que nos salva renovemos nuestra fe iniciando el nuevo año en su nombre, para que por la intercesión de su santísima Madre la acción sanadora y santificadora de su Espíritu se realice plenamente en todos y cada uno de nosotros.

3.  Comenzamos el año implorando la paz como don de Dios a la humanidad

Con la evocación del cántico de alabanza y de bendición asociado al misterio de la Navidad – “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor” (Lucas 2,13)-, que actualiza y da su pleno sentido a la fórmula bíblica de bendición del Antiguo Testamento contenida en la primera lectura (Números 6, 22-27), la Iglesia celebra el primer día del año la Jornada Mundial de Oración por la Paz.

Con motivo de esta Jornada, cada año el Papa comunica un mensaje de exhortación no sólo a orar por la paz en el mundo, sino también a promoverla y contribuir a construirla con la acción comprometida. (El texto completo del Mensaje podemos encontrarlo en Internet bajo el título “Papa Francisco, Mensaje Jornada Mundial de Oración por la Paz 2024”).

Al iniciar este nuevo año, pidámosle al Señor, por la intercesión de María, Madre de Dios y Madre nuestra, el don de la paz: paz en los corazones, desarmando nuestros espíritus; paz en los hogares, haciendo de cada familia un lugar de convivencia constructiva; paz en nuestro país y en todo el mundo, como fruto de la justicia, o sea del reconocimiento efectivo de la dignidad y de los derechos de todas las personas y de una sincera voluntad de reconciliación.

Y compartamos nuestros deseos de paz con la fórmula de bendición contenida en la primera lectura bíblica de la liturgia del 1º de enero, que es la fórmula de bendición más antigua que se conoce (Números 6, 22- 27) y que a su vez es evocada en el primer verso del salmo responsorial [Salmo 67 (66): “Que el Señor tenga compasión y nos bendiga, que nos mire con buenos ojos”]:

El Señor te bendiga y te guarde;

el Señor ilumine su rostro sobre ti y te sea propicio;

el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz.

Preguntas para la reflexión:
  1. ¿Qué mociones suscita en mí el reconocimiento de María santísima como la Madre de Dios?
  2. ¿Qué significa para mí que la Madre de Jesús es por ello “Madre de la Iglesia”?
  3. ¿Cómo siento que el Señor me llama en este año que comienza a ser instrumento de su paz?
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