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«Yo soy el buen pastor»

El mensaje del domingo

IV Domingo de Pascua – ciclo B

Esto dijo Jesús: Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; pero el que trabaja sólo por la paga, cuando ve venir al lobo deja las ovejas y huye, porque no es el pastor y las ovejas no son suyas, y el lobo ataca a las ovejas y las dispersa en todas direcciones. Ese hombre huye porque lo único que le importa es la paga, no las ovejas. Yo soy el buen pastor. Así como mi Padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. Yo doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; y también a ellas debo traerlas. Ellas me obedecerán y formarán un solo rebaño con un solo pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me la quita, yo la doy por mi propia voluntad. Tengo el derecho de darla y de volver a recibirla. Esto es lo que me ordenó mi Padre (Juan 10, 11-18).

La Iglesia celebra anualmente el IV Domingo de Pascua la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones al Sacerdocio Ministerial para la misión de servir como pastores, en virtud del Sacramento del Orden recibido por los diáconos, los presbíteros y los obispos. Esta Jornada se relaciona por eso con la imagen del Buen Pastor, que Jesús se aplica a sí mismo. Meditemos sobre lo que Él nos dice, teniendo en cuenta también las otras lecturas bíblicas (Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; 1a Carta de Juan: 3, 1-2).

1. “El buen pastor da su vida por las ovejas”

La imagen del pastor es constante en la Biblia. El libro del Génesis describe los orígenes del pueblo hebreo a partir de Abraham, su hijo Isaac y su nieto Jacob -también llamado Israel-, pastores que en el siglo XVIII a.C. recorrieron con sus ganados el territorio que ocuparían luego sus descendientes. Seis siglos después, un hebreo llamado Moisés, evocado en el libro del Éxodo, aprende el oficio de pastor y es escogido por Dios como instrumento para liberar a su pueblo de la esclavitud que padecía en Egipto y conducirlo hacia la tierra prometida. Dos siglos más tarde -hacia el X a.C.-, es ungido (que es lo que significa en hebreo la palabra mesías), como rey de Israel, un joven pastor hebreo llamado David. A él se le atribuye la composición de los salmos que representan a Dios como el Pastor que guía y protege a su pueblo. Finalmente, los profetas Jeremías y Ezequiel -entre los siglos VII y VI a.C.-, critican a los malos pastores refiriéndose así a los jefes políticos y religiosos de la nación hebrea que se habían convertido en sus opresores, y anuncian como futuro buen pastor para el pueblo y para toda la humanidad a un nuevo Mesías.

En el Nuevo Testamento, la parábola de Jesús acerca del pastor que busca y encuentra a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros (Mateo 18,12-14; Lucas 15,3-7), dio origen a la primera imagen figurativa de Jesús, que se encuentra en las catacumbas de Roma, donde se escondieron los cristianos perseguidos por el imperio romano. Esta imagen expresa la misericordia divina manifestada en Él mismo, que busca a los pecadores para reincorporarlos a la comunidad. De esta forma se cumplen en Jesús las profecías que habían anunciado al nuevo “Mesías”, título que en griego corresponde al de “Cristo” (o sea “Ungido”).

El Evangelio según san Juan, que acabamos de escuchar, destaca una característica esencial del Buen Pastor: dar su vida por las ovejas, en lugar de huir como los asalariados que sólo buscan su propio beneficio y no les importa el bienestar de ellas. Esta donación de su propia vida, a la que Jesús hace referencia varias veces en el pasaje del Evangelio de hoy, es libre y voluntaria, y además conlleva el anuncio de su resurrección (doy mi vida para volverla a recibir), la cual sería proclamada por el apóstol san Pedro en su discurso evocado por la primera lectura.

2. “Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí”

El capítulo 10 del Evangelio de Juan, dedicado por completo a la alegoría del Buen Pastor, se sitúa en el marco de la fiesta de la Dedicación, que conmemoraba la restauración del Templo de Jerusalén en el año 164 a. C. En esta fiesta tiene lugar una discusión entre Jesús y los jefes religiosos judíos, a quienes Jesús critica como malos pastores, aplicándose a sí mismo la imagen del buen pastor al que sí le importan sus ovejas y por eso lo reconocen. Es en este sentido en el que el Papa Francisco ha dicho que los pastores de la Iglesia debemos “oler a oveja”.

Pero existe el peligro de malentender la imagen del pastor y el rebaño, cuando se concibe a la Iglesia como una organización autoritaria en la que los jefes imponen su poder a unos borregos pasivos sin libertad ni iniciativa propia. Por el contrario, lo que Jesús quiere es que formemos una comunidad en la que todos nos reconozcamos efectivamente como hermanos, con distintos carismas y oficios, pero iguales en dignidad como hijos de Dios, según lo que nos dice la primera Carta de Juan en la segunda lectura. Y esto es en definitiva lo que debe procurar la labor pastoral de la Iglesia de Cristo.

3. “También tengo otras ovejas que no son de este redil”

Jesús se refiere así a quienes no forman parte del pueblo judío. La acción salvadora de Jesús es para todos. Él quiere formar una Iglesia universal, que es lo que significa originariamente la palabra “católica”, que iba a emplear por primera vez san Ignacio de Antioquía, quien vivió entre los años 35 y 108 d.C. Sin embargo, ya desde fines del siglo I, cuando con base en la predicación de san Juan fue escrito el cuarto Evangelio, se habían comenzado a producir divisiones y enfrentamientos entre los cristianos. Hoy persiste esta situación, y a pesar de lo que vienen haciendo los distintos papas desde el Concilio Vaticano II (1962- 1965), que fue llamado “Ecuménico” -palabra también tomada del griego y que significa asimismo “universal”- por su intención de buscar la unidad de todos los creyentes en Cristo respetando la pluralidad, todavía falta mucho para lograr el ideal de ser, como dice Jesús en el Evangelio, un solo rebaño con un solo pastor.

Por eso, sea éste un motivo para renovar la petición evocada por el mismo evangelista Juan en su relato de la última cena, al dirigirse Jesús a su Padre celestial en la que se ha denominado su oración sacerdotal: “No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos sean uno (…), para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17, 20-21).

Conclusión – Finalmente, pidámosle al Señor, invocando la intercesión de María santísima, que suscite muchas vocaciones de jóvenes que tengan y realicen el deseo sincero de entregar sus vidas, mediante el Sacramento del Orden, al servicio del Cuerpo Místico de Cristo y Pueblo de Dios que es la Iglesia; y de manera especial oremos hoy por quienes hemos sido ordenados para el sacerdocio ministerial, de modo que cumplamos nuestra misión pastoral a imagen y semejanza de Jesús, el Buen Pastor.

 

Preguntas para la reflexión

1. ¿Qué sentimientos espirituales suscitan en mí las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy?
2. ¿Qué significa para mí lo que dice Jesús sobre el reconocimiento de sus ovejas?
3. ¿Cómo siento que puedo contribuir a la unidad de los seguidores de Cristo y al incremento de las vocaciones al servicio pastoral de su Iglesia?

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