Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Julio 21, 2016 Con el acta del 20 de julio de 1810, firmada en Santafé de Bogotá, se dio comienzo al proceso de independencia, que se habría de prolongar por nueve años más hasta consumarse en la batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819. Los criollos firmantes del acta de Santafé, inspirados en los ideales de la revolución francesa, reclamaban para los ciudadanos de la nación recién emancipada el derecho a la libertad y la igualdad. ¿Libertad e igualdad para todos los nacidos en esta tierra? Estos dos ideales tendrían que abrirse paso por caminos casi imposibles, estrellándose contra poderosos enemigos pertenecientes incluso a las filas de la oligarquía criolla emancipadora. Es históricamente discutible si el indio mejoró o empeoró su suerte al independizarnos de España. Medio siglo después, el escritor costumbrista José María Vergara y Vergara se lamentaba: ¡Quién libertará ahora al indio de sus libertadores! Los esclavos de raza negra, al afiliarse al ejército de Bolívar, lograban automáticamente su libertad. ¿Qué pasaba con los demás? El Congreso de Cúcuta en 1821 declaró libres a los hijos de esclavas que nacieran de ahí en adelante. Fue la famosa ley de vientres. Los intereses económicos de los terratenientes esclavistas no permitieron que se les extendiera la libertad a todos los esclavos. Tuvieron que pasar cuarenta años más hasta que el presidente José Hilario López sancionara la ley del Congreso que les otorgaba libertad a todos los esclavos; pero, -algo que muchos desconocen- mediante una millonaria indemnización a los dueños. Predominó aquí también el factor dinero sobre el sentido humanitario. Terminó la esclavitud de los afroamericanos. Pero, con el correr de los años, fueron apareciendo como en un nido de serpientes venenosas las esclavitudes modernas. Al esclavo moderno se le obliga a trabajar con amenazas psicológicas o físicas, se le convierte en propiedad del empleador, se limita su libertad, se le compra y se le vende. Estas formas de esclavitud existen hoy en Colombia aunque la constitución proclame que “se prohíbe la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres humanos en todas sus formas” (art.17). Aunque ilegales y clandestinas, las formas de esclavitud vigentes son múltiples: explotación sexual, principalmente de mujeres, niños y niñas; la mendicidad forzada y los niños obligados a vender droga a sus compañeritos de colegio; reclutamiento de menores para la guerra, bajo amenaza de muerte; explotación de niños en el trabajo de las minas de esmeraldas, oro y carbón. El secuestro también es una forma de esclavitud: desarraigada de casi todos los países, pero que se resiste a desaparecer en Colombia. La motivación fundamental para utilizar a las personas como simple mercancía sigue siendo el ansia desmedida de dinero. El proceso de independencia no ha terminado. La lucha por la independencia debe hoy continuar en un doble frente: contra las formas modernas de esclavitud y en favor del logro de una sociedad igualitaria. Es vergonzoso e intolerable el hecho de que Colombia figure entre las naciones con mayor desigualdad económica y social del mundo.
