Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Marzo 22, 2017 El santo Pedro Claver y su compañero de trabajos, Alonso de Sandoval, figuran en la historia colombiana como los dos grandes defensores de la raza negra esclavizada. Se enfrentaron en la Cartagena colonial del siglo XVII al trato inhumano que los amos blancos daban a los esclavos traídos del África. Pedro Claver se consideró a sí mismo como un esclavo de los negros esclavos. Cuatro años antes de llegar Pedro Claver a Cartagena, el jesuita Luis de Frías protagonizó un grave escándalo que conmovió a las gentes piadosas y puso al sacerdote en graves problemas con las autoridades eclesiásticas y civiles. El padre Frías fue invitado a predicar en la población minera de Zaragoza, actual departamento de Antioquía. Allí fue testigo una vez más del trato brutal, incluyendo latigazos, a que eran sometidos los esclavos de las minas de oro. El 14 de febrero de 1614 predicó en la iglesia mayor de Zaragoza sobre el amor al prójimo. Según testimonios juramentados, el sacerdote afirmó que era mayor pecado darle una bofetada a un negro que dársela a una imagen de Cristo. Y, señalando con la mano derecha el crucifijo del altar mayor, repitió: “Es mayor pecado darle un bofetón a un moreno, por ser éste hechura e imagen de Dios que dársela a este Cristo; porque dar un bofetón a un moreno es dárselo a una imagen viva de Dios y dárselo a un Cristo es a un pedazo de palo o de madera, imagen muerta que tan solo significa lo que es”. El sermón produjo gran revuelo. Sus palabras fueron calificadas de sacrílegas. A tal grado llegó el escándalo que el misionero fue acusado ante el temido tribunal de la Inquisición de Cartagena. El Santo Oficio procedió a ponerlo en prisión y juzgarlo como posible hereje. Las palabras del predicador son audaces, pero admiten una interpretación profundamente evangélica; con tal de que la bofetada no incluya la intención blasfema de injuriar a Cristo Dios: Jesús había enseñado que consideraba como hecho a sí mismo el mal hecho a uno de sus hermanos más pequeños No pensaron así los jueces de la Inquisición. La frase fue condenada como errónea, escandalosa y con sabor a herejía. El proceso fue remitido a Madrid, en donde los jueces eclesiásticos se mostraron más severos aún. Con todo, hay datos de que la prisión del sacerdote no fue demasiado prolongada. Hoy, a cuatrocientos años de distancia, tenemos mejores herramientas para valorar la conducta del padre Frías como un gesto valiente de rebeldía contra una sociedad profundamente racista y que, al mismo tiempo, se autodefinía como profundamente cristiana. Más vale un testimonio personal de vida, como el del padre Luis de Frías y los múltiples y vigorosos testimonios de Pedro Claver, que mil discursos demagógicos en contra del racismo. Las bofetadas no se dan sólo con un golpe en la cara. También se dan bofetadas, más dolorosas aún que las anteriores, con una mirada de desprecio, un gesto altanero o una palabra hiriente.