Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Febrero 11, 2016 El Papa acaba de reunirse con millón y medio de personas en Polonia, en la Jornada Mundial de Juventudes. Acudieron a la cita papal jóvenes de todo el mundo. Francisco no quiere jóvenes envejecidos: los quiere frescos en el espíritu como él. Quiere que su presencia se sienta en el mundo: que hagan ruido, que armen lío. Le duele que, teniendo veinte años, se comporten como ancianos jubilados que renuncian a dejar un impacto en la historia. “Me genera dolor, dijo el Papa en Cracovia, encontrar a jóvenes que parecen haberse jubilado antes de tiempo; que se fueron de pensión a los 23,24 ó 25. Me preocupa ver a jóvenes que tiraron la toalla antes de empezar el partido. Que se han rendido antes de comenzar a jugar. Me causa dolor ver a jóvenes que caminan con rostros tristes, como si su vida no valiera. Son jóvenes esencialmente aburridos, y aburridores para los otros, y esto me causa dolor”. Dos días después, en la vigilia final de la Jornada Mundial de Juventudes, el Papa sacude fuertemente con sus palabras la tendencia a la parálisis de una vida facilitona que confunde la felicidad con un diván, con un sofá que nos ayuda a estar cómodos, tranquilos, bien seguros: la felicidad de no hacer nada. Es la felicidad de permanecer horas y horas en el mundo de los video-juegos, o chateando y colgados del celular, o pendientes del internet. Se trata, según Francisco, “de un sofá que nos hace quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos: el sofá-felicidad es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar, que puede arruinar la juventud. Poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados”. En otras partes de su discurso el Papa se refiere a los jóvenes víctimas del vértigo: el vértigo alienante de las drogas y el licor. Las interpelaciones del Papa golpean como martillazos: “Les pregunto a ustedes: ¿quieren ser jóvenes dormidos, muñecos embobados? ¿Quieren ser libres? ¿Quieren estar despiertos y luchar por el propio futuro? ¿Qué respondes? ¿Sí o no?” Y prosigue: “Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque tu historia y la historia de tantos. Me dirás: -Padre, pero soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer? -Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o dejado de hacer. Al contrario, Él, en el momento en que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar. Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte, nunca al museo”.
