Por: Francisco de Roux, S.J.Octubre 3, 2016 En conciencia, explicamos las razones que nos llevaron a luchar por el SI, convencidos de que era lo mejor para el país y convencidos de que con nuestras razones podíamos convencer a la mayoría, y perdimos. No luchábamos por el futuro político del presidente Santos, ni tampoco contra el futuro político del expresidente Uribe, ni luchábamos por el futuro político de las FARC. Nos importaba solamente el que pudiéramos vivir como seres humanos, esta fue la razón de nuestra lucha. Luchábamos por superar la crisis espiritual del país que nos sumió en la destrucción de nosotros como seres humanos. Soñamos que íbamos a dar un primero paso aprobando la negociación con las FARC, pero no lo logramos como queríamos. Seguramente porque nosotros, también, formamos parte de la crisis, como colombianos que somos. Gracias a Dios, Colombia es una democracia. Y la democracia, con la llamada a que el pueblo se manifieste, tiene la virtud de colocarnos en la realidad, gústenos o no nos guste, como lo dice la copla de Machando: “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés”. Uno de los argumentos más usados por los colombianos a favor del sí en el plebiscito fue el pensar en las nuevas generaciones. Y sin embargo, esta verdad, este resultado del plebiscito puede ser el camino que nos lleve superar el más profundo de nuestros problemas que somos nosotros mismos, partidos como lo evidencia esta votación, excluyentes, incapaces de ir juntos en los asuntos más profundos; y sabedores de que nuestras animosidades y agresiones, que se expresan en la política, en los medios de comunicación, en los debates académicos y eclesiales y el seno de las familias, tienen consecuencias letales entre los campesinos, y en la locura de la guerra donde pierden la vida nuestros jóvenes, mientras otros problemas graves del país siguen sin resolverse. Felizmente la declaración del presidente Santos ha dado tranquilidad a todos. Porque reconoce como demócrata el triunfo del “NO”. Mantiene el cese bilateral al fuego. Llama a un replanteamiento de los acuerdos de paz incorporando a quienes ganaron. Y ordena a los negociadores del Gobierno que retomen el diálogo con las FARC dentro de la nueva realidad política. Igualmente, es de resaltar la actitud constructiva y reconciliadora del expresidente Uribe que reitera su voluntad y paz, invita a las FARC a continuar en la negociación, y plantea los aspectos jurídicos, institucionales, sociales y económicos que quienes votaron por el NO consideran indispensables para ser incorporados en los acuerdos. Tenemos que aceptar con realismo y humildad que debemos revisarnos. Quizás no nos habíamos aceptado crudamente como parte del problema, y precisamente porque somos parte del problema, de la crisis, se acrecienta hoy nuestra responsabilidad de ser parte de la solución. Este es el momento de oírnos, comprendernos y reconciliarnos con quienes por razones sociales, políticas, institucionales y éticas, piensan distinto. De aceptarnos en nuestras diferencias. De revisar desde todos los lados qué es lo que cada quien tiene que cambiar, para que todos seamos posibles en dignidad en una paz que nos traiga la tranquilidad a todos y a todas. Vamos a mantener y redoblar el entusiasmo con que nos entregamos a la causa de la paz, pero vamos a hacerlo incorporando a los demás. Aceptando su comprensión distinta, escuchando sus argumentos y temores y rabias. Y colocándonos más allá, en el ser humano que somos todos y todas. Pensamos que los elementos centrales de los acuerdos de La Habana y el método del proceso de paz siguen siendo válidos. En ellos pusieron seis años de trabajo personas de extraordinario valor y de la más seria dedicación, hombres y mujeres, civiles y militares que son verdaderos valores humanos de Colombia, y al lado de ellos guerrilleros dispuestos a dejar la guerra que se transformaron en el mismo proceso. Ellos merecieron la admiración y el respaldo de la comunidad internacional. Pero el resultado de la votación muestra que tienen que los acuerdos tienen que ser reformados para ser viable política e institucionalmente en la Colombia de hoy. Y lo que importa finalmente es la paz, que requiere momentos de generosidad heroica, para que podamos superar la barbarie de la violencia política de una manera factible en una patria reconciliada. Tengo plena confianza en que Dios nos acompaña en este camino. Que vale hoy más que nunca la palabra de Jesús cuando nos dice que la verdad nos hará libres. Que esta verdad del resultado del plebiscito, con toda su mezcla de realismo humano y político, purifica y acrisola este proceso. Que hoy nos ponemos de partida para ser humanamente más grandes.