Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Mayo 27, 2016 Los católicos dedicamos el mes de mayo a honrar de manera especial a una mujercita campesina que vivió hace muchos años en el Medio Oriente: a María, mamá de Jesús de Nazaret. Los mejicanos, inspirados en ciertas prácticas de religiosidad popular, tienen un dicho que encierra una gran sabiduría: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no le alumbre”. Ni es verdad que los católicos adoremos a la madre de Jesús, como si fuera una diosa, ni tampoco es verdad que todos los cristianos no católicos la desprecien o la miren con antipatía. Los católicos sólo adoramos a Dios. ¡A nadie más! Lo contrario sería franca idolatría. A María la veneramos como madre que es de nuestro Salvador Jesucristo, como la más excelsa entre todas las creaturas. Jamás podremos colocarla en el mismo plano de Jesús o por encima de Él. Estaríamos cometiendo con ello la más burda de las aberraciones. Los cristianos no católicos profesan una veneración profunda por la Biblia: la reconocen como palabra de Dios. Es impensable, por consiguiente, que alguno pueda llegar a despreciar a esa mujer de quien la Biblia dice que es la llena de gracia y que goza del favor de Dios, la que Dios ha bendecido más que a todas las mujeres de la tierra, la que llamarán dichosa todas las futuras generaciones. El sentido común más elemental nos dice que un buen hijo tiene que sentir disgusto cuando se entera de que uno de sus amigos cercanos menosprecia a su madre. A Jesús tiene que agradarle que sus seguidores honren a María, su madre. Le disgustaría lo contrario. He mantenido una larga amistad de varios años con un pastor cristiano, no católico, en esta ciudad de Pasto. Hoy es sacerdote de la Iglesia Anglicana. Este amigo me obsequió un día varias poesías muy inspiradas, muy bellas: poesías, escritas por él, en honor de María. Los católicos tenemos una especie de compendio de nuestra fe en el Catecismo de la Iglesia Católica, aprobado y publicado por el Papa Juan Pablo II. De modo semejante los protestantes de Alemania tienen su catecismo para adultos, en el que resumen su fe cristiana: un libro muy serio y profundo. Bajo el epígrafe “María es parte esencial del evangelio”, el mencionado catecismo dice: “María no es solo católica: es también evangélica. Los protestantes olvidan esto con facilidad. María en efecto es la Madre de Jesús, más próxima a Él que sus más próximos discípulos. ¡Con qué humanidad describe el Nuevo Testamento esta cercanía, sin silenciar la distancia de María respecto de Jesús! María es el ejemplo de los hombres que se abren a Dios, de la comunidad de los creyentes, de la Iglesia” (pp. 392-393).Las iglesias ortodoxas oriéntales, que se separaron de la Iglesia Católica hace casi mil años, conservan una fervorosa devoción a María. Al igual que los católicos la reconocen e invocan como Madre de Dios.
