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Miércoles de Ceniza

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Por: Javier Palacio, S.J.Marzo 1, 2017 En la Biblia recuerda la purificación con las “cenizas de la vaca roja” y los ritos penitenciales, especialmente de Nínive. Que todos los fieles reciban en su frente o en su cabeza el signo de la ceniza no es muy antiguo. En los primeros siglos se expresó con este gesto el camino cuaresmal de los «»penitentes»», que recibirían el bautismo o la reconciliación al final de la Cuaresma. Vestidos con hábito penitencial y con la ceniza que ellos mismos se imponían en la cabeza, se presentaban ante la comunidad y expresaban así su voluntad de conversión. Fue hacia el siglo XI cuando, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, se vio en la ceniza el sentido de conversión necesario para todos. «»Conviértete y cree en el Evangelio” puede perfectamente resonar hasta el final de la vida, porque siempre estamos en proceso. Antes se enfatizaba que somos caducos y mortales con las palabras: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Tomadas del relato segundo de la creación del Génesis hoy tan necesario con la crisis ecológica; con el desciframiento del genoma que nos hace tan emparentados con las formas de vida más simples. Primos hermanos de las lombrices. Abraham, al interceder por los habitantes de Sodoma y Gomorra expresa: «»En verdad es atrevimiento el mío al hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza»». El misterio (sacramento) del ser humano es que es todo y nada. Imagen y semejanza de Dios pero frágil como caña al viento, aunque piense. Hacer la ceniza con las palmas usadas del Domingo de Ramos, recuerdo de la fiesta judía de las Tiendas (Sukkoth), es costumbre del siglo XII. Lo que fue símbolo de verdor y vida también se afecta por el tiempo. Además de vitales, también somos caducos y pecadores llamados a conversión. Recuerdo necesario hoy cuando la “reconciliación” es un llamado urgente en medio de muchas “cenizas” que ha dejado la violencia. Nos queda el consuelo del Ave Fénix. Pero la ceniza no es más que el comienzo. La celebración por antonomasia es la Pascua. También son cenizas pascuales las del miércoles; no son masoquismo penitencial. La vida debe triunfar aunque tenga que pasar por pasión y cruz. El barro inicial de Adán recibe un soplo que lo vuelve ser viviente con esperanza de eternidad. El grano no muere en vano. Al lado de la ceniza ¿no vendría bien una siembra semillas o de árboles? Para Pascua habrán brotado las plántulas. Deforestación e incendios son la cara negativa del fuego. Empezamos con ceniza y terminamos con resurrección de vigilia pascual. Encendemos el Fuego Nuevo, para calentar la vida, no para volverlo incendio de devastación. Muchas culturas tienen hogueras públicas para quemar lo viejo, lo malo, lo caduco, lo pasado, como el Año Viejo. También podríamos quemar algo simbólico de lo que queremos dejar atrás.

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