Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Diciembre 19, 2016 Es desconcertante la sencillez con que narra la forma como vino al mundo ese niño, al que sus seguidores adorarían como su Dios, como el Emmanuel que significa Dios con nosotros. Cuenta Lucas que José llegó a un pueblito llamado Belén, con su esposa María, que se encontraba encinta, y “sucedió que le llegó a María el tiempo de dar a luz. Y allí nació su hijo primogénito y lo envolvió en pañales y lo acostó en el establo”. Al decir Lucas “en el establo”, quiere indicar seguramente que lo colocó donde se daba de comer a las bestias. Increíble: un niñito, que es nuestro Dios, pataleando y lloriqueando en el fondo de la canoa, sobre los restos de comida de unos animales. Una escena que escandaliza a los “inteligentes” de todos los tiempos. Muy pronto, a sólo algo más de cien años después de los acontecimientos, el hereje Marción se rebelaba contra la descripción de Lucas. No aguantaba que Dios pudiera rebajarse a semejante nivel. Escribió así: “Quítenme esos pañales vergonzosos y esa pesebrera, indignos del Dios al que yo adoro”. Así fue la primera Mavidad. La verdadera Navidad: sin lucecitas titilantes de colores, sin villancicos, sin fiesta, sin natilla ni buñuelos. Se dice, y con toda razón, que el amor es loco. Por ello, el amor no se entiende con la cabeza sino con el corazón. Y Dios, quien inventó el amor y Él mismo es amor, cometió una locura que nunca acabaremos de comprender. Resolvió acercarse a nuestro mundo hasta el punto de hacerse como uno de nosotros. La expresión que utiliza el evangelista Juan más que ruda, es brutal: “se hizo carne”. El Hijo eterno de Dios se hizo carne humana cuando empezó su vida microscópica en el vientre de María. Y apareció como un muñequito de carne, frágil y desprotegido, cuando salió del cuerpo de la mamá en la pesebrera de Belén, para empezar la aventura de una vida auténticamente humana. Todo esto fue una locura. Si se quiere llamar de otro modo, es un misterio; pero un misterio de amor. Nacer tan pobre, vivir una vida azarosa de entrega, y llegar hasta dejarse matar como un criminal por amor a nosotros, tan insignificantes y tan torpes…. Esa es la locura del Dios en que creemos. María y José vieron al bebé recién nacido. ¿Era éste el esperado por el pueblo de Israel durante siglos? ¿Era éste el anunciado por el ángel? ¿Era éste el Emmanuel, el Dios con nosotros? Seguramente no entendieron, pero creyeron y adoraron. Nosotros también, Niño-Dios, creemos en la locura de tu amor, y te adoramos. ¡Feliz Navidad!