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¿Cómo está la familia hoy?

Después de la celebración de la Navidad la liturgia nos coloca este domingo la fiesta de la Sagrada Familia como modelo y ejemplo de las familias cristianas. Es un parámetro para que podamos hacer la evaluación de la manera como se ha desarrollado la familia que cada uno tenemos y nos propongamos metas de crecimiento para el próximo año. Es una de esas celebraciones que nos llega a lo más profundo y que nos invita a reflexionar sobre la realidad de la familia en el mundo que vivimos. Una de las instituciones más seriamente cuestionadas y en crisis en el ambiente del mundo posmoderno es la institución familiar, dados los profundos cambios que ha experimentado la sociedad y que de una manera u otra, afectan a la familia. Los valores que se han considerado fundamentales en la familia son hoy seriamente cuestionados y algunos consideran que son obsoletos, o por lo menos, han perdido vigencia. Por otro lado, la realidad de la conformación del núcleo familiar en nuestro tiempo presenta tan variadas y diversas formas, que lo que antes pudimos considerar como válido y perenne, hoy se ve de manera diferente. Tanto la familia tradicional como la familia patriarcal o matriarcal son tan solo una de las diversas formas de ser familia en el mundo actual. Al mirar hacia el hogar de Nazaret encontramos cosas que nos llaman la atención. Era un hogar sencillo, podríamos llamarlo común y corriente, donde cada una de las personas tenía sus responsabilidades y funciones, donde el respeto y la comprensión eran valores fundamentales, donde el trabajo y el amor construían la comunidad familiar y la oración era el vínculo de cohesión y de relación profunda. José, el padre y esposo, era un hombre sencillo de quien la Biblia dice “que era un hombre justo y bueno”. Tenía la responsabilidad de cuidar a Jesús y a María, responder por el hogar con su trabajo. Lo hacía convencido de que así cumplía lo que Dios le había pedido como cabeza del hogar. María, la esposa y madre, se ocupa en los quehaceres domésticos, cuidaba la formación de su hijo y todo lo hacía con amor. Jesús, el Dios hecho hombre, el hijo de María y José, crecía “en edad, gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres y obedecía a sus padres”. Allí no sucedía nada extraordinario. Todo era común y corriente en el hogar de Nazaret. Sin embargo, es ejemplo y modelo para los hogares cristianos. Volver nuestra mirada al hogar de Nazaret nos permite descubrir cómo deben ser las relaciones entre los diversos miembros de una familia, cuál debe ser el nivel de respeto, de amor, de tolerancia, de comprensión y de diálogo que debe haber en toda familia que quiera vivir siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia. Cada papá y esposo, mire a José y pregúntese qué debe hacer para ser mejor persona y mejorar su misión en el hogar. Cada esposa y madre, mire a María y reconozca en ella las virtudes y valores que debe hacer vida en su familia para que sea ella el alma y el calor del hogar. Que cada hijo mire a Jesús y se pregunte cómo puede lograr hacer realidad en su vida el ejemplo que Jesús nos da a todos los hijos. Más aún, cómo se manejan las situaciones difíciles y los problemas que aparecen en la vida familiar y en la convivencia hogareña. Es el momento de preguntarse, llegado el final del año, ¿familia cómo vamos?

Llegó Navidad

Cada año recorremos el mismo camino. Comienza el adviento, llega la Navidad, celebramos el nacimiento del Dios hecho hombre. Pero, ¿sucede algo especial en nuestras vidas, cambia algo significativamente? La respuesta a esta pregunta nos da la clave para entender lo que debe significar en nuestras vidas el hecho de la encarnación de Dios, como el niño de Belén, el hecho de su nacimiento en el pesebre de Belén, es el acontecimiento más grande que podamos celebrar quienes tenemos fe: Dios se ha hecho uno de nosotros, igual en todo, menos en el pecado. Y todo eso ha sido posible por el sí de María, por la aceptación que ella dio a lo que Dios le manifestó por medio del ángel. Fue algo discernido desde la experiencia de fe y tratando de responder a una pregunta: ¿Qué quería Dios de ella en ese contexto? No fue algo ingenuo sino ponderado y meditado. Hoy, nosotros, que vivimos en el siglo XXI tenemos el peligro de olvidarnos de las cosas trascendentales de la vida, de los acontecimientos que se dan en el silencio de la vida de las personas pero que tienen hondo significado para muchos. Creo que es el caso de la Navidad, del nacimiento de Jesús. Ocurrió en el silencio de la noche, como dice el libro sagrado “cuando todo estaba en silencio, vino, Señor, tu palabra”. Ese hecho cambió la historia de la humanidad. Tanto, que la historia se partió en dos y a partir del nacimiento de Cristo el tiempo se cuenta antes de Él y después de Él. Nadie más puede decir eso. Y el acontecimiento ocurrió en un establo, donde los animales descansaban, porque como nos dice el evangelio “no había lugar para ellos en la posada”, refiriéndose a María y a José junto con el niño que estaba por nacer. Ese milagro del Dios hecho hombre se realiza también cada día cuando el sacerdote por las palabras que pronuncia hace posible el hecho de transformar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Es, por decirlo de alguna manera, una nueva encarnación, un nuevo meterse Dios en nuestra historia, un acontecer para ser nuestro alimento y nuestra bebida. Algo semejante ocurre cuando ese mismo Dios se nos manifiesta en las personas, especialmente en las más pobres y necesitadas, en aquellas que la sociedad no determina y que excluye con gran facilidad. En esas personas Dios realiza también el milagro de hacerse presente en el rostro del que sufre, de quien no tiene trabajo, de quien pasa hambre, de quien está triste o desconsolado. Pienso en este momento en los centenares de miles de damnificados que ha dejado la temporada invernal que hemos vivido; duro e inclemente, que ha dejado sin nada a muchas familias. Para ellos no hay Navidad porque lo han perdido todo, en algunos casos, también seres queridos a quienes lloran con desconsuelo. Son los rostros de Cristo que nos dice que Él está en el hermano que sufre, que tiene problemas y espera de nosotros un gesto solidario de amor y comprensión. No podemos sentirnos tranquilos celebrando la Navidad si, al mismo tiempo, no hacemos algo por los hermanos que sufren y que nos necesitan. Allí también, en ellos, se hace presente, se encarna el Niño de Belén. No cerremos el corazón a semejante dolor, dejemos que nos interpele y nos cuestione, para que sintiendo su necesidad podamos decir de corazón ¡FELIZ NAVIDAD!

El sí de María y nuestro sí

Siempre me ha llamado la atención el momento en el cual una persona presta juramento bien sea para asumir una responsabilidad, o un cargo, para dar testimonio o declaración sobre algo. Me pregunto si la persona es consciente de ese “sí, juro” que pronuncia y que es un verdadero compromiso de vida. Me inquieta si, con el paso del tiempo, la persona evalúa la manera como ha cumplido dicha promesa y las implicaciones que conlleva el no dar cumplimiento a la palabra empeñada. He llegado a pensar que muchos de esos juramentos se centran en el cumplimiento –cumplo y miento- porque externamente se da la impresión de estar cumpliendo la palabra empeñada, pero interiormente, la realidad es muy distinta, porque no hay coherencia entre lo dicho y la manera como se procede. No es ese el caso de la virgen María, personaje central de las lecturas de este domingo. El Sí que ella dio fue incondicional, significó jugarse la vida toda en función de la misión que había recibido: ser la madre de Dios. Y de verdad que la cumplió. Lo arriesgó todo, lo entregó todo y se puso en las manos del Señor “para hacer su voluntad”, para “cumplir las cosas como se las había dicho el ángel”. Por eso, el reconocimiento de su prima Isabel no se hace esperar, surge de lo más profundo del corazón “dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Es lo mismo que enfatiza la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos, citando las palabras del salmo 39 “aquí estoy yo para hacer tu voluntad”. Por eso, María se constituye en modelo del creyente y del discípulo. Del creyente porque se fía plenamente de la palabra que se le ha manifestado, y la ha acogido como la manifestación de los planes de Dios sobre ella. Es modelo del discípulo porque una vez que la palabra ha sido acogida pone todos los medios a su alcance para que sea cumplida dicha palabra. Se convierte en un ejemplo para nosotros, nos interroga acerca de lo que hacemos cuando conocemos lo que Dios quiere de nosotros, cuál es su voluntad. Surge entonces la pregunta sobre nuestra disponibilidad y diligencia para hacer lo que esté en nuestras manos para cumplir y hacer realidad esa voluntad. El punto clave está en la actitud más que en las palabras. Nos acercamos a la celebración de la Navidad, quedan cinco días. ¿Cómo hemos dispuesto nuestro corazón para que Jesús nazca en cada uno de nosotros? ¡Qué estamos haciendo para ser verdaderos creyentes y discípulos? ¿Cómo podemos ser más coherentes en nuestra vida? De la respuesta que demos a esas preguntas podemos ver si estamos en la línea de dar un sí incondicional, que corresponda a lo que decimos y pensamos, o nos estamos quedando en la línea del cumplo-y-miento, con lo cual se estaría generando un desajuste interior. Dar el sí a ejemplo de María es asumir un compromiso de vida, como lo deben hacer los esposos en su matrimonio, como lo debemos hacer los sacerdotes en nuestro ministerio, como lo deben hacer las religiosas y religiosos en su vida consagrada, como lo deben hacer los laicos en sus tareas diarias. ¿Es tu sí incondicional?

Asamblea de formación 2024

Desde el pasado jueves 5 de diciembre hasta el sábado 7, nos encontramos en la finca San José de Potosí, 55 jesuitas vinculados a la formación: novicios, escolares, presbíteros en espera de últimos votos, formadores y profesores de los nuestros, el Provincial, el administrador provincial y el asistente para la formación. Como había jesuitas colombianos que venían de otras Provincias, especialmente los de Guadalajara quienes hacen su filosofía en el ITESO, y los de Brasil, quienes hacen su teología en la Faje, de Belo Horizonte, y como también había jesuitas del Centro Interprovincial de Formación de Bogotá que pertenecen a otras provincias, nuestro primer momento de encuentro se llevó a cabo con una amena presentación que cada uno había preparado con un muy breve video. Si quienes leen esta nota quisieran conocer algo de los participantes al encuentro, el link a la carpeta de videos (por etapa o grupo), se encuentra al final de esta nota. El encuentro fue muy variado porque tuvimos momentos de oración, reflexión personal, conversación espiritual en pequeños grupos, deporte, juegos, bingo, y un momento de escuchar y conversar con el provincial y con el saliente asistente de formación. Las mañanas del viernes y del sábado fueron los momentos más reflexivos: un retiro (viernes) en torno al agradecimiento que nos produce sentirnos parte de la historia, que en la Provincia Colombiana hemos conmemorado en el contexto del Centenario, y la esperanza a la que nos impulsa contemplar esa historia a la que contribuimos con fidelidad creativa. Como texto inspirador, tuvimos la carta que escribe el 7 de noviembre de 1924 a todos los jesuitas y hermanos de la naciente Provincia, quien fuera el primer Provincial, el Padre Jesús María Fernández, SJ. La mañana del sábado giró en torno al asunto de la “formación para la misión”, preguntándonos de qué manera estamos percibiendo que la formación recibida y de la que todos somos responsables, nos está preparando para la misión. Como texto inspirador tuvimos el texto de la Fórmula del Instituto, pues este texto se convierte en el horizonte que da sentido a las numerosas formulaciones en los años recientes sobre los desafíos de la misión, a saber, las Preferencias Apostólicas Universales y el Plan Apostólico de la Provincia. Nuestras eucaristías fueron sin duda momentos importantes para recoger las mociones que fuimos experimentando en los momentos de oración y conversación. La del día viernes la tuvimos por las Vocaciones a la Compañía, con un formulario creado por la CPAL para tal propósito, y la del sábado, con el formulario de la eucaristía de San Pedro Claver, patrono de la Provincia. Quedamos muy agradecidos por la fraternidad y la amistad que el Señor ha venido construyendo entre nosotros a lo largo de los años, justamente a través de nuestros diferentes caminos en la Compañía de Jesús. Muy agradecidos también con todos los que hicieron posible nuestra acogida en la finca de Villeta, con el cuidado de los espacios y la comida, especialmente al administrador Jorge Castro y a su equipo en la casa, con doña Julia y el señor Novier a la cabeza. Link a los breves videos de presentación: https://bit.ly/3VEQrZZ

María, modelo de mujer y de creyente

Hoy, 8 de diciembre, celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Es una fiesta muy arraigada en la devoción de los creyentes. En la víspera, la noche del 7 de diciembre, se tiene la así llamada “noche de las velitas” que es, por decirlo de alguna manera, la entrada a las fiestas navideñas. Se honra a una mujer sencilla, profunda creyente, que supo disponerse para la acción de Dios en su vida, que comprendió desde la fe cuál era la misión que se le confiaba: ser la madre del Dios hecho hombre. El Niño de Belén. La figura de María es relevante en el tiempo de Adviento, como preparación para la celebración de la Navidad, el nacimiento del Niño Dios. En el pasaje del Evangelio que escuchamos hoy, ella nos enseña a escuchar atentamente lo que el Señor nos dice, hace preguntas para comprender el mensaje que recibe, discierne en su corazón, toma decisiones y pone por obra lo que se le ha pedido que haga. Así lo expresa cuando afirma “hágase en mí según tu palabra. Por eso, es modelo de discernimiento personal. Al celebrar hoy esta solemnidad nos acercamos a algo que forma parte de nuestra fe: María fue concebida sin pecado en previsión de los méritos de la Pasión del Señor, dado que iba a ser la madre del Dios hecho hombre. Así lo definió el Papa Pío IX en 1854. A esto se añade la tradición popular de la devoción a la Virgen María, arraigada en el corazón de los creyentes. Al mismo tiempo, se convierte en modelo de creyente y de discípula, pues en ella se cumple lo que dijo Jesús, respondiendo a una mujer “dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen, la ponen en práctica”. Eso hizo María durante su vida: escuchar la palabra de Dios y cumplirla desde la fe. Para cada uno de nosotros es la oportunidad de reconocer el papel de la mujer en el camino del compromiso cristiano, pues es la invitación a reflexionar sobre la realidad de tantas mujeres que, desde su vocación personal, gastan su vida en el servicio a los demás ya sea como madres, esposas, personas consagradas o mujeres laicas que viven su compromiso de amor y servicio a los demás. Hoy, los jesuitas de Colombia celebramos el centenario de haber sido constituidos como Provincia independiente. Damos gracias al Señor por lo realizado durante estos 100 años por los centenares de jesuitas que han formado parte de esta Provincia y, al mismo tiempo, pedimos al Señor que, por la intercesión de la Virgen María, Madre de la Compañía, nos siga bendiciendo con abundantes y excelentes vocaciones que nos ayuden a seguir siendo fieles a la misión de “en todo amar y servir”, trabajando en una misión de reconciliación y justicia en nuestro país. Sigamos nuestro camino de preparación para la Navidad siguiendo el ejemplo de María en su manera de actuar como mujer de fe, abierta a la acción de Dios en su vida. Que este tiempo de Adviento lo vivamos con sencillez y generosidad para que Jesús nazca también en el corazón de cada uno de nosotros.

¿Te encuentras en espera o esperanza?

Pienso en lo que le sucede a un recluso que se encuentra en su celda la víspera de ser colocado en la silla eléctrica. Es una persona que no tiene esperanza alguna, que está a la espera de ese día definitivo, fatal del cumplimiento de su pena de muerte. Es alguien que está a la espera. No seamos tan dramáticos. Pensemos en lo que significa estar a la espera de una noticia, o de una persona que debe llegar, de un nombramiento que se debe hacer. Hay tensión, el ambiente es cortante, frío, se perciben la angustia, el temor y quizás el miedo. A nadie le gusta estar en la situación de espera. Es algo negativo y angustiante. Qué diferente es la situación de la persona que mantiene en su corazón la esperanza de algo mejor. Es la actitud de la madre que está esperando un hijo, de alguien que desea y espera que las cosas cambien para bien, que las actitudes de las personas sean diferentes y que trabaja para que en Colombia haya paz. Todo esto está alimentado por la esperanza, es muy diferente a lo presentado en la actitud de espera, es el camino que conduce a la alegría. Lo que el tiempo de adviento, de preparación para la Navidad, quiere inculcarnos es la actitud de la esperanza, como medio para alcanzar lo que aguardamos. Es la actitud de alguien que se prepara para recibir con alegría lo que está por llegar. En nuestro caso es la venida del Dios hecho hombre, que se hace niño en el pesebre de Belén, que da comienzo a la historia de redención, que inaugura una nueva manera de presencia de Dios en la historia de la humanidad, haciéndose uno de nosotros, igual en todo, menos en el pecado. El cristiano es una persona invitada a vivir en la esperanza no en la espera. La fe nos anuncia lo que seremos, invitándonos al mismo tiempo a hacerlo realidad en lo ordinario de nuestra vida. Es lo que San Pablo llama el “ya pero todavía no”. Es una invitación a vivir en la esperanza de alcanzar la plenitud, pero haciendo presente esa misma plenitud en el ahora de lo corriente. Sin embargo, muchos cristianos, influenciados por personajes extraños, no viven en la esperanza, sino que lo hacen en una actitud de espera, generando tensión y angustia no solo en su interior, sino en la vida de quienes los rodean, haciendo que la vida misma se vuelva insoportable, pesada y poco llevadera. Te invito a formar parte del grupo de personas que vivimos en la esperanza, que hacemos todo lo que esté a nuestro alcance para no desalentarnos, para caminar seguros hacia la plenitud, sabiendo que las dificultades nos ayudan a madurar. Es la actitud adecuada para prepararnos y recibir la Navidad.

El reinado de la verdad

Hace pocos días culminó el reinado de Cartagena. Durante varias semanas recibimos noticias de lo que allí aconteció. Se eligió una nueva soberana. Unos pudieron quedar contentos, otros, tal vez, no tanto. Sin embargo, en el fondo, esa elección no cambió cosa alguna en nuestras vidas. Estamos acostumbrados a elegir reinas y reyes de muchas cosas. Me atrevería a decir que cada semana en algún rincón de la geografía colombiana se elige un rey o una reina. Lo anterior me permite hacerme la siguiente pregunta ¿Qué sentido y qué valor pueden tener para nuestra vida este tipo de elecciones? ¿Afectan en algo nuestra manera de ver y vivir la realidad? ¿Tienen implicaciones y consecuencias en cuanto a opciones de vida se refiere? Me atrevo a responder que no, que es parte de la cultura en la cual nos desenvolvemos y que la importancia que le damos no pasa de lo circunstancial y anecdótico. ¿Sucederá lo mismo cuando hablamos de Cristo Rey, cuya solemnidad celebramos este domingo? Me inclino a pensar que son dos realidades diferentes, que no tienen puntos comunes. La clave está en la conversación entre Jesús y Pilatos. Este le pregunta ¿con que tú eres rey? Jesús le contesta: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Lógicamente en el trasfondo hay otra pregunta que no aparece en este pasaje, pero está en el mismo contexto. Me refiero a la pregunta de Pilatos ¿Qué es la verdad? Cada uno de nosotros puede dar la respuesta que considere conveniente. El asunto es que sea la respuesta que sea, esta implica el sentido de la vida, porque está en juego lo que consideramos la verdad. ¿Qué sucede cuando se trata de una persona que es el testigo de la verdad, que nos invita a seguirla, a arriesgar la vida por esa verdad, a ser coherentes en nuestra manera de actuar con esa verdad, que no es una simple teoría, una idea o algo semejante? Aceptar y asumir en la vida ese reinado de Cristo, que no crea dependencia, que transforma y libera, es asumir la radicalidad del seguimiento de Jesús con todas sus consecuencias, es hacer de nuestra vida un testimonio vivo y eficaz que invita al compromiso real y efectivo. No es comprometerse con una ideología, es apostarle a vivir el amor y el servicio como expresiones de esa verdad que es la persona de Jesús. Es construir el “reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, del amor y de la paz”. Siempre me he preguntado por qué Pilatos no recibió respuesta de Jesús a su pregunta sobre la verdad. Me atrevo a dar una respuesta: era una pregunta formal, donde no había el compromiso real de la búsqueda de la verdad, no había un corazón bien dispuesto y por eso, el silencio fue la respuesta. No estaban dadas las condiciones para que se asumiera la respuesta que encontramos en el capítulo 14 del mismo evangelio de Juan: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Ahí está la clave. Pregúntate cuál hubiera sido tu respuesta a la pregunta de Pilatos ¿Qué es la verdad?

Amar es el principal mandamiento

Si analizamos lo que nos entregan las canciones, lo que expresan los poetas y los literatos, lo que dicen los enamorados, encontramos que la palabra más común es amor: te amo, ámame y cosas semejantes. ¿Qué tanto hay de fondo en esto? No lo sé. Veamos. Si midiéramos el nivel de amor entre los seres humanos por la cantidad de canciones compuestas con este tema, todo el mundo viviría de una manera cordial, habría excelentes relaciones entre las personas, nadie maltrataría a otro ser humano, no habría violencia, muerte o destrucción. Todo sería un paraíso. La realidad nos muestra algo diferente. De la misma manera, si leemos lo que se ha escrito en cuanto a poemas y novelas se refiere, no nos alcanzaría la vida para leer toda esa literatura. Pero, lo que encontramos en la vida diaria es diferente. Las parejas se separan o divorcian, las relaciones de pareja se alteran, la infidelidad camina por nuestras calles vestida elegantemente, entra en nuestros hogares con toda naturalidad por medio de la televisión, internet y demás medios de comunicación. Le abrimos la puerta y podemos decir que la sentamos a la mesa. ¿Qué expresa ese te amo que suelen decirse los enamorados? ¿Hay allí la expresión de un verdadero amor, o son frases para endulzar el oído de la pareja? ¿Qué tan estable y firme puede ser un amor construido sobre bases inestables, sobre caprichos y sobre falsas promesas? ¿Por qué hay tanta ruptura matrimonial en las parejas actuales? ¿Acaso el matrimonio es algo desechable? Así parece, por lo que vemos y nos rodea. Debemos ir más allá. No podemos quedarnos en lo analizado hasta ahora. El amor como precepto fundamental se refiere también al amor a Dios vivido en el amor al hermano, al prójimo, al que está más cerca de mí. Ese amor también ha sido trivializado en los poemas, las canciones y la literatura. Pero, cuando es verdadero, es un amor que lleva a dar la vida por quien se ama, porque es el reflejo del amor de Dios hacia la humanidad y el amor de cada ser humano a Dios. ¿Realmente estoy dispuesto a dar la vida por la persona a quien amo? No se trata, dice san Ignacio de Loyola, de hablar sino de actuar, pues el amor se muestra no tanto en las palabras cuanto en las obras. Por esto, me debo preguntar si en mi vida hay obras, acciones, hechos concretos que expresen el amor a Dios vivido en el amor a los seres humanos, rostros concretos, que tienen sus problemas y angustias, que están a mi lado como imágenes de Dios.

Vocación misionera

Hoy, como todos los años en octubre, es la jornada mundial de oración por las misiones. ¿Qué significa esto en nuestro contexto y para nosotros que vamos avanzando en el camino del siglo XXI?  ¿Tendrá sentido que nos hablen de misiones, de oración, de solidaridad y de apoyo económico? Hay todavía muchos lugares en los cuales el anuncio del evangelio aún no ha llegado, no conocen a Cristo el Señor y, por lo tanto, es necesario buscar caminos para ese anuncio. Desde el momento en que fuimos bautizados adquirimos el compromiso de ser misioneros, anunciadores de los gozos y esperanzas que conlleva el conocimiento del evangelio y de la persona de Jesús. Es parte de nuestra vocación. Para eso no necesitamos irnos a países lejanos, aprender lenguas extrañas, cambiar de cultura y de costumbres, como lo solíamos pensar hace algunos años. Ser misionero es algo que podemos realizar desde lo ordinario de nuestras actividades cotidianas, desde la vida profesional o de trabajo que cada uno tiene. Ser misionero es algo que podemos y debemos vivir en la propia familia. Yo, tú, cada uno de nosotros, podemos ser misioneros, allí donde estamos, con las personas que nos rodean y que nos son más cercanas y queridas. ¿Qué testimonio de vida les estamos ofreciendo? ¿Qué imagen de Jesús perciben por medio de nuestra manera de vivir y de hablar? Al mismo tiempo, hay personas que asumen la vocación, como llamado especial, de irse a anunciar el evangelio en los llamados territorios de misión, en culturas que no han recibido el influjo de nuestra visión cristiana de la vida. Personas que asumen el desafío de la inculturación en ambientes ajenos y extraños, asumiendo el desafío de aprender una nueva lengua o varias, de unas costumbres, usos y tradiciones que son desconocidos para el misionero. Todo eso que hacen los misioneros, lo realizan de una manera generosa, por vocación para el amor y el servicio. Nuestra solidaridad comienza por la oración solidaria y pasa por el apoyo económico a las llamadas Obras Misionales Pontificas, que desarrollan su labor en diferentes partes del mundo. Es otra manera de expresar ese compromiso bautismal. Lo uno, el ser misionero, no puede estar desconectado de lo otro, apoyar el trabajo de los misioneros en tierras lejanas. Es la manera de armonizar fe y obras, como nos lo indica el apóstol Santiago en su carta. No podemos quedarnos solo en las palabras, decir que somos creyentes, que somos bautizados y no llevar eso al campo de la vida, de la práctica, de las obras. Tú, que lees esta columna: has visto que el compromiso cristiano no es algo desconectado de la realidad de la vida diaria, por el contrario, lo uno con lo otro adquiere pleno sentido. Ser misionero es algo que cada uno puede vivir en sus ocupaciones diarias. Santa Teresita del Niño Jesús, es patrona de las misiones, nunca salió de su convento de clausura, todo lo ofreció por las misiones. ¿Qué vas a hacer?

El seguimiento de Jesús

Me he preguntado en diversas ocasiones qué sucedería si un joven de nuestra época se encontrara con Jesús. ¿Cuál sería la pregunta que le haría? ¿Cómo seria ese diálogo? Me gustaría dejar volar la imaginación para encontrar algunos elementos de ese diálogo. Fácilmente podría transcurrir de esta manera: Maestro, qué debo hacer para ser un chico in. Quiero ser feliz, sentirme aceptado en los diversos ambientes sociales, estar en los mejores clubes, aparecer en las revistas y periódicos, en los noticieros y en la televisión. Tengo muchos valores y cualidades por los cuales puedo ser reconocido. Muy seguramente la respuesta de Jesús estaría en estos términos: “Si quieres ser feliz cumple lo que el evangelio señala como el camino de seguimiento a ejemplo mío. Más aún, renuncia a los lujos y comodidades que tienes, deja a un lado todo lo externo, todo lo que te hace estar in, busca los valores auténticos, no seas superficial, descubre mi presencia y mi rostro en las personas que sufren y en las que tienen necesidades”. Suena un poco extraño, pero creo que Jesús se colocaría al nivel de un joven actual, le hablaría en su lenguaje, usando sus expresiones. Como lo hizo en el pasaje que encontramos en el evangelio de este domingo. Pasaje que nos muestra lo que es fundamental para la vida de la persona en la búsqueda de la felicidad, en lo que el texto llama “alcanzar la vida eterna” que no es otra cosa que darle sentido a la vida, sentirse plenamente realizado. Hoy, todos, jóvenes y personas mayores, por el ambiente en el cual vivimos, tenemos demasiadas seguridades, muchas comodidades, que nos impiden correr el riesgo, vivir la aventura de asumir los grandes desafíos de la vida. Es más cómodo quedarse en la casa frente a la pantalla gigante del televisor que pensar en compartir con personas que necesitan nuestro amor, nuestra solidaridad y comprensión. Pienso que lo que Jesús afirmó cuando aquel joven rico se alejó pesaroso “qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios” se podría aplicar a muchos de nosotros con una expresión semejante a esta “cómo les cuesta a las personas del siglo XXI dejar a un lado las seguridades que les brinda la tecnología y el avance de la ciencia”. La invitación para un auténtico seguimiento de Jesús es a asumir una actitud de desprendimiento afectivo de las cosas, a no crearnos seguridades artificiales que nos limitan y nos frenan. Es una invitación a hacer realidad lo que Jesús afirma cuando Pedro le dice “ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” prometiéndole que recibirá cien veces más lo que haya dejado en términos de personas y de bienes, pues así podrá lograr la vida eterna. Entendamos, la felicidad, la plena realización, el sentido de la vida.

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