Cultivar la esperanza en tiempos de crisis

El 24 de diciembre de 2024, con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, el Santo Padre inauguró el Año Jubilar, una celebración que ocurre cada 25 años e invita a renovar nuestra relación con Dios. El lema de este jubileo es “peregrinos de esperanza”, un invitación que nos motiva a recuperar “la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras”. En la actualidad esta mirada es de especial importancia teniendo en cuenta la multiplicidad de factores desesperanzadores que hay en el mundo: conflictos internos, secuelas de la pandemia, el cambio climático y la injusticia social. Si observamos nuestro contexto más cercano podemos distinguir escenarios desoladores y caminos que nos separan; en nuestras obras, con nuestros hermanos y en las situaciones cotidianas hay momentos de desesperanza y desolación que nos alejan de la misión común. ¿Cómo cambiar esta realidad y transmitir la esperanza del jubileo? Para mantener encendida la llama de la esperanza sólo es necesario mirar a nuestro alrededor; tantos rostros, historias y melodías que nos muestran a Dios encarnado en nuestra realidad y movilizando corazones. Cada individuo se convierte en un símbolo de amor incondicional y capacidad ilimitada de bondad para llevar luz a la creación. La esperanza nos lleva a rememorar nuestra historia y agradecer por todos aquellos que han infundido paz en momentos de vulnerabilidad. A pesar del tiempo, su legado es ejemplo de la fuerza transformadora que las acciones esperanzadoras pueden realizar en las personas. De ahí la importancia de apoyar y fortalecer las iniciativas de sanación y reconciliación que se realizan en nuestras obras. Las acciones colectivas pueden generar efectos a largo plazo y potenciar nuestro campo de acción. Esperanza no es sinónimo de esperar, es trabajar conscientemente para lograr los sueños dejando en la sabiduría de Dios el resultado final. Por esto, en este año los invito no solo a ser peregrinos, sino también a ser campesinos labradores de optimismo, comunicadores de fraternidad y reconciliación, voluntarios de entendimiento, sembradores de oportunidades, tesoreros del Evangelio, educadores de paciencia y agentes de paz para permear a la Provincia de una esperanza renovadora y una fortaleza apostólica que permita seguir apostando por la misión. Todos somos actores de la esperanza de nuestra Provincia. Oramos por la situación actual de tantos hermanos y hermanas en la región del Catatumbo y enviamos a ellos una voz de esperanza y solidaridad.   Tomado de: Red Juvenil Ignaciana, Colombia.

I Encuentro Nacional de la Red Mujeres Provincia Colombiana

Reunidas en la Casa San Claver, en Santandercito, Cundinamarca, del 6 al 8 de marzo de 2025 las personas delegadas de 6 regiones: Bogotá-Soacha, Caribe, Eje Cafetero, Nariño, Santander, Valle-Pacífico; 7 obras transversales: ACODESI, CINEP/PPP, CIRE, Fe y Alegría, JRS-Col, PUJ, RJI; y un grupo de 4 jóvenes jesuitas, nos encontramos para estrechar lazos, compartir experiencias y sentirnos Cuerpo Apostólico enviado en Misión en el contexto colombiano. Queremos compartir algunas reflexiones sobre nuestro encuentro, que a pesar de no haber tenido la presencia de algunas compañeras que, por diversas razones no pudieron llegar, pudimos contar con la presencia del P. Provincial Hermann Rodríguez, SJ, sus asistentes PP. Jorge Alberto Camacho, SJ y José Darío Rodríguez, SJ, la Secretaria ejecutiva de planificación apostólica Laura Perdigón, una delegada de la Oficina Provincial de Comunicaciones Laura Valentina Souza y el equipo dinamizador de la Red Mujeres Colombia, Stefany Herrera, María Carolina Sánchez y María Consuelo Escobar. Nos ha reunido el objetivo de propiciar un espacio de encuentro e integración en el que podamos compartir los distintos saberes y las buenas prácticas que vienen funcionando en la Provincia, en las distintas obras y regiones, respecto a la búsqueda de la equidad para las mujeres en todos los aspectos dentro del cuerpo apostólico. A partir de este compartir, elaborar un plan de acción que concrete nuestra misión y modo de funcionar en la Provincia Colombiana para los siguientes dos (2) años. Para avanzar con este proceso de discernimiento y planificación apostólica, nos hemos puesto en presencia de Dios por medio de la oración, la conversación espiritual, la eucaristía y la confianza de que es el Espíritu quien guía nuestro camino. Nos han acompañado nuestra madre María, Isabel y la mujer Siro-fenicia, recordándonos que Dios se hace presente en nuestra cotidianidad. Nos acompañaron las presentaciones sobre el estado de la Provincia a nivel apostólico, la historia de la Red Mujeres Provincia Colombiana, del grupo de género e igualdad de la CPAL y el testimonio de Alejandra Nuño a nivel intercontinental. Los testimonios de la Hermana Aura Camilo, R.A., y de Ulrike Purrer nos iluminaron desde la perspectiva de la espiritualidad ignaciana y del análisis aterrizado del contexto eclesial. Testimonios desafiantes que nos invitan a la esperanza y a fortalecer nuestro deseo de construir, de manera colectiva, realidades claras de acogida, inclusión, valoración y equidad en nuestras obras y regiones. Al escuchar las presentaciones de las obras y regiones sobre el papel de la mujer en la Iglesia y la Compañía nos aproximamos a la realidad presente, enfatizando en las buenas prácticas que ya ocurren en nuestros diferentes contextos, pero también en los desafíos que encontramos y que nos sentimos invitadas a identificar mejor para transformar. Somos un Cuerpo Apostólico conformado por 17.986 personas de las cuales el 64,4% (11.589) somos mujeres. Nos sentimos llamadas a contribuir en la transformación de realidades de exclusión, violencia e inequidad, en entornos más inclusivos, reconciliados y equitativos en función de nuestra Misión común. Hacemos parte de una historia marcada en muchos momentos por la invisibilización de la mujer, los variados tipos de violencias basadas en género, la falta de oportunidades de liderazgo y la subvaloración de su papel en nuestras obras y regiones. Por ello, nos sentimos invitadas, como Provincia Colombiana, a revisitar y caminar sinodalmente hacia la implementación contextualizada del Decreto 14 de la Congregación General 34, sobre el papel de la mujer en la Iglesia y la Compañía de Jesús. Queremos continuar profundizando en el diagnóstico de la situación actual y contribuir a transformar estas realidades dolorosas e inequitativas, para lo cual hemos dado los primeros pasos para la elaboración de un plan de acción de la Red Mujeres Provincia colombiana, con una misión, visión, iniciativas concretas y temas de reflexión. Esto, en clave de discernimiento a partir de la metodología propia de la Compañía de Jesús centrada en la oración y la conversación espiritual en perspectiva sinodal. Es la primera vez que un encuentro de esta índole tiene lugar en la Provincia y, aunque sentimos que el camino aún es largo y complejo, nos encontramos llenas de una gran esperanza que nos moviliza a querer construir de manera colectiva y participativa. Queremos que, en todas nuestras obras, regiones, y en las comunidades jesuitas, se conozca más sobre este camino que hemos emprendido y se sigan apoyando las iniciativas que surjan de esta Red a favor de la mujer y de una misión de reconciliación y justicia en perspectiva sinodal. Un agradecimiento especial al equipo organizador por estar al tanto de todos los detalles que hicieron de estos días de trabajo una experiencia significativa y valiosa. De igual manera al P. Provincial y su equipo de trabajo por la apertura y disposición para que esta reflexión sobre el papel de la mujer en la Iglesia y la Compañía de Jesús se haga vida concreta dentro de la Provincia en sus obras, regiones y comunidades jesuitas. Confiamos este camino a Nuestra Madre María, que nos inspira y fortalece en estos primeros pasos que damos en perspectiva de colaboración, equidad y sinodalidad.

Comunicado oficial: Situación actual del JRS-Colombia

El pasado 24 de enero, la Oficina de Población, Refugiados y Migración (PRM) del Departamento de Estado de los Estados Unidos emitió una notificación oficial informando la suspensión de los fondos asignados a los programas de ayuda internacional mientras se lleva a cabo una revisión de los mismos para determinar si se alinean con la política exterior y prioridades del Gobierno de los Estados Unidos. A raíz de esta comunicación, el JRS-Colombia se vio en la necesidad de detener el proyecto denominado «Horizontes de Fraternidad: Acompañamiento y protección a la población migrante en su camino hacia la inclusión efectiva en Colombia” en el marco del cual se pretendía acompañar entre septiembre de 2024 y agosto de 2025 a 12.370 personas a lo largo y ancho del territorio nacional con un presupuesto de 4.5 millones de dólares. La suspensión de este proyecto obligó al JRS-Colombia a cerrar seis de sus oficinas (Ipiales, Palmira, Bucaramanga, Santa Rosa del Sur, Tibú y Cartagena) y a reducir en un 59% su planta de personal y la negociación de acuerdos de indemnización cuyo valor ascendió a 1.200 millones de pesos, dinero que puso a disposición de la organización, el JRS-USA. De enero a febrero, el JRS-Colombia pasó de contar con 155 colaboradores a una estructura mínima conformada por 67 personas, incluidos 7 aprendices SENA. Como resultado de esta decisión, unilateral y atípica del Gobierno de los Estados Unidos, el JRS-Colombia no alcanzó a brindar acompañamiento a 9.140 personas en movilidad humana forzada que sueñan con construir o reconstruir un proyecto de vida en alguna región del país. Aún así, el JRS-Colombia sigue dando vida a la misión de acompañar, servir y defender a las personas y comunidades en movilidad humana forzada por medio de 8 oficinas que siguen operando en Cúcuta, Barrancabermeja, Buenaventura, Arauca, Soacha, Ibagué, Pasto y Pereira; en estos territorios se avanza en la implementación de 14 proyectos con componente de protección, medios de vida, integración comunitaria y/o educación. De aquí a finales de abril, cuando se cumpla el plazo de los 90 días de suspensión, el gobierno de los Estados Unidos decidirá el futuro del proyecto que implementa el JRS-Colombia; esta decisión puede traducirse en alguno de los siguientes escenarios: 1. Suspensión definitiva de los fondos, 2. Descongelamiento parcial de los fondos, con modificaciones de los montos, metas y condiciones de financiación, o 3. Descongelamiento total de los fondos. El JRS-Colombia celebra en 2025 treinta años de presencia en el país, por lo que la crisis desencadenada por la orden de suspensión constituye un momento idóneo para redoblar esfuerzos por conseguir medios que permitan seguir dando vida a la misión de este Centro Social de la Provincia. Un mes después de la emisión de la orden de suspensión, la organización avanza en la formulación de más de diez proyectos y sigue explorando nuevas fuentes (flexibles y no flexibles) de financiación para seguir contribuyendo a la construcción de una Colombia más hospitalaria y reconciliada.

Oremos por el Papa Francisco

En este tiempo de incertidumbre, el P. Antonio José Sarmiento, SJ, nos comparte un mensaje de esperanza en torno a la salud del Santo Padre y nos invita a orar por su pronta recuperación. Sigamos caminando como una Iglesia unida en la fraternidad del Señor. 

Iniciamos el itinerario de formación 2025 de la Región Bogotá-Soacha

El pasado 12 de febrero, más de 200 jóvenes vinculados a las obras de la Compañía de Jesús en la región Bogotá-Soacha se reunieron en la Manzana Jesuítica de Bogotá para dar inicio al Itinerario de Formación Regional 2025. Este encuentro tuvo lugar en el marco del Día de las Manos Rojas, una jornada emblemática que busca sensibilizar y generar conciencia sobre la problemática del reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado. Este año, nuestro itinerario regional se fundamenta en la cuarta opción fundamental del Plan Apostólico de Provincia, promoviendo una profunda articulación entre ecología integral, reconciliación y justicia social. Reconocemos que los desafíos socioambientales no pueden abordarse de manera aislada, ya que la crisis ecológica y la crisis humana están intrínsecamente conectadas. En un territorio caracterizado por su diversidad cultural, complejidades sociales y acelerado crecimiento urbano, acogemos el llamado del Papa Francisco a cuidar nuestra Casa Común, impulsando una conversión ecológica que coloque la dignidad humana en el centro de nuestras acciones. De esta manera, el itinerario regional no solo se concibe como un espacio de encuentro y formación, sino también como una oportunidad para que los jóvenes sean protagonistas del cambio. A través de una visión integral, podrán incidir en sus comunidades con un firme compromiso por la justicia, la solidaridad y el bien común. Estamos convencidos de que la transformación social comienza en cada uno de ellos y, por ello, reafirmamos nuestra vocación de acompañarlos en este camino de aprendizaje, reflexión y acción. El inicio de la jornada se llevó a cabo en el teatro del Colegio Mayor de San Bartolomé, donde el P. José Darío Rodríguez, SJ, ofreció una contextualización sobre el impacto del conflicto armado en las comunidades y el entorno natural. Posteriormente, el equipo de ReconoSiendo guió un espacio espiritual en la Iglesia San Ignacio de Bogotá, permitiendo a los participantes reflexionar sobre las consecuencias individuales, comunitarias y ambientales del reclutamiento forzado y la utilización de menores en el conflicto armado. En el cierre del encuentro, los jóvenes fueron invitados a interiorizar sus emociones y pensamientos a través de la palabra y la escucha activa. En un marco de conversación espiritual, compartieron sus vivencias y reconocieron los llamados del Dios de la vida y de la paz, que se manifiesta en todas las cosas. El Itinerario de Formación Regional se desarrollará a lo largo de 2025 mediante encuentros locales y regionales, talleres y espacios de acompañamiento que fortalecerán las capacidades de liderazgo y acción social de nuestros jóvenes en sus contextos. Nuestra próxima cita regional será el 9 de abril de 2025 en el Colegio San Bartolomé La Merced.

La esperanza no defrauda

«Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado» Romanos 5, 5   Comenzar un año es una oportunidad para revisar y actualizar nuestras metas. Hemos disfrutado de unos días de descanso, de encuentros informales con nuestras familias y con miembros de nuestras comunidades para nutrirnos afectivamente, recrearnos y fortalecernos. Nada más oportuno que este momento para acoger la invitación de la Iglesia a vivir un año santo en el que podamos fortalecer la esperanza. El Papa invita a toda la Iglesia a hacerse peregrinos de la esperanza. Hace muchos años le oí al P. João Batista Libânio, SJ, esta historia que nos regaló en el cierre del Congreso Continental de Teología en Porto Alegre, Brasil: Había una vez un niño llamado Daniel. Vivía en un pequeño pueblo de Brasil. No era muy juicioso que digamos, pero un año, al terminar sus clases recibió un regalo de su papá. Lo llevó a conocer Rio de Janeiro, una de las ciudades más hermosas de su país. Al llegar, lo primero que fueron a conocer fue el inmenso mar. Daniel estaba admirado por la belleza y la grandeza de ese horizonte sin límites que se abría ante sus ojos. Daniel pidió que pudieran entrar en el mar y se montaron en una barca para dar un paseo. Las olas crecían y el mar embravecido amenazaba la pequeña barca. Regresaron a la orilla y fueron a descansar. En la noche Daniel soñó que iba atravesando el mar en una barca y que el mar estaba embravecido. Daniel pidió a Dios que le diera la posibilidad de cruzar el mar y las dificultades de la vida. La respuesta de Dios fue: “cree, espera y ama”. El segundo día, Daniel fue con su papá a Botafogo, el barrio donde se levanta el cerro del Corcovado, sobre cuya cima está el Cristo Redentor que identifica a la ciudad. Esa mañana, sucedió un fenómeno extraordinario. Las nubes cubrían el cerro y el Cristo parecía volar allá en lo alto, sin ningún soporte ni pedestal. Daniel quedó deslumbrado con la belleza de este espectáculo. Esa noche, cuando fue a dormir, soñó que veía el gran Cristo volando en medio del cielo y le pidió a Dios que le regalara una escalera para subir hasta el cielo y así estar con Dios. La respuesta de Dios fue: “cree, espera y ama”. El tercer día Daniel fue con su papá al centro de la ciudad y conocieron iglesias y museos. Al regresar a la casa, el papá de Daniel no podía abrir la puerta. La cerradura se había dañado y la llave no servía. Por fin, luego de muchos esfuerzos, lograron entrar. Esa noche Daniel soñó que estaba frente a la gran puerta del cielo. Una puerta enorme, cerrada con una chapa muy grande y fuerte. Y Daniel le pidió a Dios que le regalara la llave para poder abrir la puerta del cielo y entrar allí, donde Dios lo esperaba. La respuesta de Dios fue: “cree, espera y ama”. Daniel somos cada uno de nosotros. El Papa Francisco dice en la bula con la que convoca al Año Santo: “He aquí porqué esta esperanza no cede ante las dificultades: porque se fundamenta en la fe y se nutre de la caridad, y de este modo hace posible que sigamos adelante en la vida. San Agustín escribe al respecto: «Nadie, en efecto, vive en cualquier género de vida sin estas tres disposiciones del alma: las de creer, esperar, amar»” (Spes non confundit, 3). Leyendo un libro del filósofo coreano Byung-Chul Han, El espíritu de la esperanza, me sorprendió descubrir que, para algunos, la esperanza es contraria a la acción. Dice Han: “Desde la Antigüedad, siempre se ha considerado que la esperanza es opuesta a la acción. La consabida crítica dice que la esperanza se resiste a actuar porque le falta la resolución para hacerlo, que quien tiene esperanza no actúa y cierra los ojos a la realidad. Haciéndonos concebir ilusiones, la esperanza nos distraería del tiempo presente, de la vida aquí y ahora” (Han, 37). Sin embargo, la esperanza cristiana, que se fundamenta en la fe y se nutre en la caridad nos anima siempre a afrontar el presente con la mirada puesta en el futuro. “Un presente que no sueña tampoco genera nada nuevo. Un presente así no tiene pasión por lo nuevo, entusiasmo por lo posible ni ganas de comenzar algo nuevo. Si no hay futuro, es imposible apasionarse”, nos recuerda Han en su libro (Han, 43). Acompañemos a toda la Iglesia a vivir este Año Santo renovando nuestra esperanza y dando razón a los que nos pregunten por ella, tal como lo pide el apóstol Pedro: “Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen” (1 Pedro 3, 15). Y no olvidemos a san Ignacio que en la décima parte de las Constituciones nos invita a poner solo en Dios nuestra esperanza: “Porque la Compañía, que no se ha instituido con medios humanos, no puede conservarse ni aumentarse con ellos, sino con la mano omnipotente de Cristo Dios y Señor nuestro, es menester en Él solo poner la esperanza de que Él haya de conservar y llevar adelante lo que se dignó comenzar para su servicio y alabanza y ayuda de las ánimas” (Constituciones, 812). Quiero invitarlos a iniciar el año renovando el ánimo y la esperanza. Una esperanza que tiene bien puestos sus fundamentos en la fe y que cultiva y se expresa en obras de amor. Invito a todo el cuerpo apostólico a mirar al futuro con la confianza de sentirnos en las manos de Dios. La esperanza no defrauda. Nuestros sueños y nuestra esperanza en un futuro distinto se alimentan en el amor de Dios que nos sostiene. Hermann Rodríguez Osorio, SJ Provincial Bogotá, 20 de enero de 2025

XXVI Inmersión Ignaciana: Conversión Ecológica

Con una invitación a vivir “este momento como una oportunidad para una conversión”,  inició la XXVI Inmersión Ignaciana. El tema central de este encuentro fue la Conversión Ecológica y el llamado del Santo Padre a escuchar el “grito de la tierra” y realizar acciones concretas por el cuidado de la Casa Común. El Instituto Mayor Campesino -IMCA- fue el encargado de acoger a cerca de 70 personas del Cuerpo Apostólico; líderes de obras, jesuitas y colaboradores interesados en trabajar por la Creación. «El tema de la conversión, diría el padre Baena es “enderezar lo torcido”(…) Se necesita muchas veces retomar el camino y enderezar la vida. Lo que queremos proponer en este ejercicio espiritual, comunitario y de reflexión conjunta, es preguntarnos cómo hacemos para vivir un proceso de conversión ecológica. A este encuentro venimos a pensar cómo hacer para vivir y ayudar a los que trabajan o viven con nosotros a caminar en la dirección a una conversión ecológica», indicó el P. Hermann Rodríguez, SJ, Provincial. Los conversatorios, oraciones matutinas y el compartir fraterno permitió conocer el panorama actual de la Provincia y las nuevas apuestas regionales, así como generar consciencia sobre la importancia de actuar en la preservación de la vida y la biodiversidad. Este espacio creado por el P. Julio Jiménez, SJ, en 1999, nos congrega como comunidad y es una oportunidad para conocer hacia donde se dirige la Provincia cada año. Este 2025 es el año de la esperanza y la oportunidad para conectarnos con la obra divina de Señor, reconociéndonos como criaturas hermanas de la tierra que nos cobija. Los invitamos a sumarse a las iniciativas que se desarrollan en cada una de las obras y comunidades. Próximamente estaremos compartiendo más información sobre la apuesta ecológica de la Provincia.    

La solidaridad hecha vida

La escena que nos presenta el texto del evangelio de este domingo es ampliamente conocida por todos nosotros. Es una celebración de la vida que tiene una características que nos ayudan a comprender lo que significa la presencia de Jesús en estas bodas. Es algo normal contar a María entre los invitados, lo mismo que estén Jesús y sus discípulos. Sin embargo, el regalo de Jesús es poco usual y se sale de lo común que se acostumbra en dichas ocasiones. La clave está en la frase de María “hagan lo que Él les diga”. Ella, como buena madre y observadora de lo que acontece, se ha dado cuenta de que “no tienen vino” y se lo manifiesta a Jesús. Es bueno entender que la celebración de las bodas entre los judíos, en tiempos de Jesús, tomaba varios días. Había que atender a los invitados. Por eso, la situación de la carencia del vino. Hubiera sido una situación embarazosa que quienes asistían a la fiesta se hubieran dado cuenta de la falta del vino. Al mismo tiempo, permite que Jesús realice el primer signo mostrando lo que es la solidaridad hecha vida. Siente que puede hacer algo por esta pareja, les puede ayudar, puede atender su necesidad. Vale la pena que nos preguntemos cómo actuamos cuando las personas cercanas a nosotros están en apuros, tienen alguna necesidad no prevista. Cabe también preguntarnos sobre el vino y su significado. Me atrevo a pensar que tiene que ver con el amor, con lo que alimenta la relación de pareja entre un hombre y una mujer, lo que da sentido al compromiso que asumen ante el Señor por medio del sacramento del matrimonio. Puede ser eso y mucho más. Es mostrar cómo lo ordinario se puede convertir en algo extraordinario cuando el amor es el que nutre y alimenta la relación. Es un mensaje positivo y alentador para las parejas que toman la decisión de unir sus vidas para siempre. Siempre me ha llamado la atención la actitud de María, la Madre del Señor. No se deja vencer ante la primera dificultad, expresada en la respuesta de Jesús “todavía no ha llegado mi hora”. Insiste y hace que Jesús realice este gesto de solidaridad y se convierte como lo dice el mismo texto “en el primer signo que realizó Jesús” y tuvo su efecto en los discípulos que “creyeron en Él”. Más aún, produjo su efecto en los recién casados, pues aunque el texto no lo dice, lo podemos suponer, y su preocupación se transformó en alegría y gozo. Es lo que sucede cuando hacemos nuestras las necesidades e inquietudes de los demás, cuando la solidaridad se vuelve para nosotros una actitud de vida y nos lleva a asumir compromisos que van en beneficio de los demás. La escena en Caná de Galilea puede ser la de cualquiera de nuestras ciudades, la de cualquiera de los barrios de las mismas, le puede suceder a cualquier pareja que se encuentra en dificultades. La solidaridad se hace vida y ese es nuestro compromiso. Vivámosla.

El bautismo hecho vida

Con frecuencia encontramos personas que nos impactan. Unas veces, por su manera de actuar, otras por la forma en que se expresan, algunas más por las cualidades que los caracterizan. Esas personas dejan huella en nosotros, nos interrogan y cuestionan. Al leer las lecturas de este domingo, día en el cual celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, me encuentro con una persona que impacta y podría decir que por todos los aspectos enunciados anteriormente es alguien que deja una huella indeleble. La primera lectura lo describe como “el siervo, el elegido, en quien el Señor tiene sus complacencias”. El texto de la segunda lectura lo describe como “Jesús de Nazaret, quien pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”. De él mismo dice Juan Bautista en el evangelio “ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Todos los textos nos invitan a preguntarnos sobre el sentido del bautismo de Jesús. Es el comienzo, la inauguración, de lo que llamamos su ministerio público, el anuncio del reino de Dios. Es la misión para la cual fue enviado, es la razón de ser del Dios hecho hombre, nacido en el portal de Belén. Y vale la pena preguntarnos sobre el sentido de nuestro propio bautismo y la misión que nos corresponde. La persona de Jesús nos invita a reconocer en él a alguien que habla con autoridad, que respalda con su acción las palabras que pronuncia, que muestra el camino para vivir el compromiso cristiano. Es el Dios con nosotros, como lo llama el profeta Isaías, quien se ha insertado en nuestra historia y nos ha dado ejemplo de coherencia en la vida. Las palabras deben estar respaldadas por las obras. La vida es la que debe hablar más que nuestras propias palabras. Cuando se habla de Jesús como “quien pasó haciendo el bien” alude a todo lo que hizo a favor de las personas de su tiempo, a los enfermos que curó, a los ciegos a quienes devolvió la vista, a los lisiados que volvieron a caminar, a los sordos que volvieron a escuchar, a los mudos que recuperaron el habla. Sintió como propias las necesidades de las personas, lloró con los que se sentían invadidos por la tristeza, compartió el sufrimiento de los afligidos de diversas dolencias. Podríamos seguir enunciando el bien que Jesús hizo. Es el momento de preguntarnos cada uno de nosotros, con toda seriedad, ¿Qué debo hacer yo en lo concreto de mi vida para vivir el compromiso que nace de mi ser bautizado? ¿Cómo puedo hacer vida lo que profeso con mis palabras? La respuesta a estas preguntas nos muestra el camino de lo que llamamos la vida cristiana. Te invito, amable lector, a que te tomes unos minutos durante este fin de semana para que trates de responderte las preguntas antes enunciadas y descubras si debes hacer cambios en tu manera de proceder, en la forma en que actúas, en lo que atañe a las relaciones con otras personas y, sobretodo, que te preguntes qué debes hacer para que se pueda decir de ti “que pasaste haciendo el bien” al estilo de Jesús.

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