XXVI Inmersión Ignaciana: Conversión Ecológica
Con una invitación a vivir “este momento como una oportunidad para una conversión”, inició la XXVI Inmersión Ignaciana. El tema central de este encuentro fue la Conversión Ecológica y el llamado del Santo Padre a escuchar el “grito de la tierra” y realizar acciones concretas por el cuidado de la Casa Común. El Instituto Mayor Campesino -IMCA- fue el encargado de acoger a cerca de 70 personas del Cuerpo Apostólico; líderes de obras, jesuitas y colaboradores interesados en trabajar por la Creación. «El tema de la conversión, diría el padre Baena es “enderezar lo torcido”(…) Se necesita muchas veces retomar el camino y enderezar la vida. Lo que queremos proponer en este ejercicio espiritual, comunitario y de reflexión conjunta, es preguntarnos cómo hacemos para vivir un proceso de conversión ecológica. A este encuentro venimos a pensar cómo hacer para vivir y ayudar a los que trabajan o viven con nosotros a caminar en la dirección a una conversión ecológica», indicó el P. Hermann Rodríguez, SJ, Provincial. Los conversatorios, oraciones matutinas y el compartir fraterno permitió conocer el panorama actual de la Provincia y las nuevas apuestas regionales, así como generar consciencia sobre la importancia de actuar en la preservación de la vida y la biodiversidad. Este espacio creado por el P. Julio Jiménez, SJ, en 1999, nos congrega como comunidad y es una oportunidad para conocer hacia donde se dirige la Provincia cada año. Este 2025 es el año de la esperanza y la oportunidad para conectarnos con la obra divina de Señor, reconociéndonos como criaturas hermanas de la tierra que nos cobija. Los invitamos a sumarse a las iniciativas que se desarrollan en cada una de las obras y comunidades. Próximamente estaremos compartiendo más información sobre la apuesta ecológica de la Provincia.
La solidaridad hecha vida
La escena que nos presenta el texto del evangelio de este domingo es ampliamente conocida por todos nosotros. Es una celebración de la vida que tiene una características que nos ayudan a comprender lo que significa la presencia de Jesús en estas bodas. Es algo normal contar a María entre los invitados, lo mismo que estén Jesús y sus discípulos. Sin embargo, el regalo de Jesús es poco usual y se sale de lo común que se acostumbra en dichas ocasiones. La clave está en la frase de María “hagan lo que Él les diga”. Ella, como buena madre y observadora de lo que acontece, se ha dado cuenta de que “no tienen vino” y se lo manifiesta a Jesús. Es bueno entender que la celebración de las bodas entre los judíos, en tiempos de Jesús, tomaba varios días. Había que atender a los invitados. Por eso, la situación de la carencia del vino. Hubiera sido una situación embarazosa que quienes asistían a la fiesta se hubieran dado cuenta de la falta del vino. Al mismo tiempo, permite que Jesús realice el primer signo mostrando lo que es la solidaridad hecha vida. Siente que puede hacer algo por esta pareja, les puede ayudar, puede atender su necesidad. Vale la pena que nos preguntemos cómo actuamos cuando las personas cercanas a nosotros están en apuros, tienen alguna necesidad no prevista. Cabe también preguntarnos sobre el vino y su significado. Me atrevo a pensar que tiene que ver con el amor, con lo que alimenta la relación de pareja entre un hombre y una mujer, lo que da sentido al compromiso que asumen ante el Señor por medio del sacramento del matrimonio. Puede ser eso y mucho más. Es mostrar cómo lo ordinario se puede convertir en algo extraordinario cuando el amor es el que nutre y alimenta la relación. Es un mensaje positivo y alentador para las parejas que toman la decisión de unir sus vidas para siempre. Siempre me ha llamado la atención la actitud de María, la Madre del Señor. No se deja vencer ante la primera dificultad, expresada en la respuesta de Jesús “todavía no ha llegado mi hora”. Insiste y hace que Jesús realice este gesto de solidaridad y se convierte como lo dice el mismo texto “en el primer signo que realizó Jesús” y tuvo su efecto en los discípulos que “creyeron en Él”. Más aún, produjo su efecto en los recién casados, pues aunque el texto no lo dice, lo podemos suponer, y su preocupación se transformó en alegría y gozo. Es lo que sucede cuando hacemos nuestras las necesidades e inquietudes de los demás, cuando la solidaridad se vuelve para nosotros una actitud de vida y nos lleva a asumir compromisos que van en beneficio de los demás. La escena en Caná de Galilea puede ser la de cualquiera de nuestras ciudades, la de cualquiera de los barrios de las mismas, le puede suceder a cualquier pareja que se encuentra en dificultades. La solidaridad se hace vida y ese es nuestro compromiso. Vivámosla.
El bautismo hecho vida
Con frecuencia encontramos personas que nos impactan. Unas veces, por su manera de actuar, otras por la forma en que se expresan, algunas más por las cualidades que los caracterizan. Esas personas dejan huella en nosotros, nos interrogan y cuestionan. Al leer las lecturas de este domingo, día en el cual celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, me encuentro con una persona que impacta y podría decir que por todos los aspectos enunciados anteriormente es alguien que deja una huella indeleble. La primera lectura lo describe como “el siervo, el elegido, en quien el Señor tiene sus complacencias”. El texto de la segunda lectura lo describe como “Jesús de Nazaret, quien pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”. De él mismo dice Juan Bautista en el evangelio “ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Todos los textos nos invitan a preguntarnos sobre el sentido del bautismo de Jesús. Es el comienzo, la inauguración, de lo que llamamos su ministerio público, el anuncio del reino de Dios. Es la misión para la cual fue enviado, es la razón de ser del Dios hecho hombre, nacido en el portal de Belén. Y vale la pena preguntarnos sobre el sentido de nuestro propio bautismo y la misión que nos corresponde. La persona de Jesús nos invita a reconocer en él a alguien que habla con autoridad, que respalda con su acción las palabras que pronuncia, que muestra el camino para vivir el compromiso cristiano. Es el Dios con nosotros, como lo llama el profeta Isaías, quien se ha insertado en nuestra historia y nos ha dado ejemplo de coherencia en la vida. Las palabras deben estar respaldadas por las obras. La vida es la que debe hablar más que nuestras propias palabras. Cuando se habla de Jesús como “quien pasó haciendo el bien” alude a todo lo que hizo a favor de las personas de su tiempo, a los enfermos que curó, a los ciegos a quienes devolvió la vista, a los lisiados que volvieron a caminar, a los sordos que volvieron a escuchar, a los mudos que recuperaron el habla. Sintió como propias las necesidades de las personas, lloró con los que se sentían invadidos por la tristeza, compartió el sufrimiento de los afligidos de diversas dolencias. Podríamos seguir enunciando el bien que Jesús hizo. Es el momento de preguntarnos cada uno de nosotros, con toda seriedad, ¿Qué debo hacer yo en lo concreto de mi vida para vivir el compromiso que nace de mi ser bautizado? ¿Cómo puedo hacer vida lo que profeso con mis palabras? La respuesta a estas preguntas nos muestra el camino de lo que llamamos la vida cristiana. Te invito, amable lector, a que te tomes unos minutos durante este fin de semana para que trates de responderte las preguntas antes enunciadas y descubras si debes hacer cambios en tu manera de proceder, en la forma en que actúas, en lo que atañe a las relaciones con otras personas y, sobretodo, que te preguntes qué debes hacer para que se pueda decir de ti “que pasaste haciendo el bien” al estilo de Jesús.
El cuarto Rey Mago
Es una sencilla historia que leí hace tiempo. Hay una película que lleva ese título. Es la historia de un hombre que busca a Jesús durante toda su vida. Lo encuentra al final de la misma, cuando está a punto de morir en la cruz. La otra historia es la de un joven que sigue a Jesús, no importándole las dificultades que debe atravesar, que las otras personas que habían seguido a Jesús, lo hubieran abandonado al ver los inconvenientes y dificultades que debió enfrentar durante su vida pública. Este personaje siempre le respondió a Jesús, cuando le preguntó por qué no se iba como los demás, “yo con mi rey”. Estas dos historias nos ayudan a comprender lo que significó para esos personajes sabios del Oriente, la búsqueda de Jesús, siguiendo la estrella que les iba mostrando el camino. Debieron hacer frente a dificultades, peligros, arriesgaron la vida. Fueron constantes, la recompensa fue grande: encontraron al Mesías, al anunciado por los profetas. Es lo que todos nosotros queremos hacer, buscar y encontrar a Jesús, luz del camino y sentido de nuestras vidas. La estrella puede aparecer en cualquier momento de la vida, puede ser una persona, una situación, un acontecimiento o una circunstancia de la vida. El Señor nos guía y nos conduce hacia Él. Hemos vivido las fiestas de navidad y comienzo de año. El próximo martes reanudaremos las actividades ordinarias de nuestro trabajo y nuestro quehacer. Regresamos a lo que se llama el tiempo ordinario, dentro de la vida litúrgica de la Iglesia. Es el tiempo en el cual no hay celebraciones especiales. Eso tiene sentido aun para lo puramente laboral y cotidiano. No podemos estar toda la vida en fiestas y celebraciones, en vacaciones. La vida sería demasiado agotadora si todo el año fuera al ritmo de las celebraciones navideñas y de fin de año. Es bueno el paréntesis, el descanso y el esparcimiento. Pero todo tiene su medida y razón. Estoy seguro de que el final del año y el comienzo del nuevo han sido para todos nosotros oportunidad para dar gracias a Dios por lo que vivimos en el año anterior y un colocar en sus manos el recorrido de este 2025. Renuevo una vez más, mi invitación para asumir en serio el esfuerzo para cumplir las metas y propósitos que nos hemos propuesto. Esto será decisivo en este nuevo caminar. Poner la voluntad y el empeño para lograrlo depende de cada uno de nosotros. Por eso, cuando se reanuda la labor ordinaria de nuestras vidas, vale la pena reafirmar el compromiso de búsqueda del sentido de la misma, de esa persona que lo es todo porque es Camino, Verdad y Vida, porque es Luz, no es otro que Jesús de Nazareth, el Dios hecho hombre, a quien contemplamos como Niño en el pesebre de Belén, a quien vimos como hijo de familia en el hogar de Nazareth. Ese Dios que se hizo semejante en todo a nosotros, menos en el pecado, es el Dios en quien creemos y que padeció, murió y resucitó por nosotros, dando la prueba mayor de amor que persona alguna puede asumir: dar la vida por quienes ama. “Yo con mi rey”, es mi mensaje para hoy.
Bienvenido el año 2025
Un año que termina y otro que comienza. Es el eterno ritual de esta época en la cual hacemos inventario de lo alcanzado durante el año que termina, en nuestro caso, el 2024, y los propósitos que deseamos alcanzar para el nuevo año, el 2025. Es un buen momento para mirar hacia atrás y ver qué nos ha dejado este año que expira. Podemos dar gracias a Dios por la vida que tenemos, por el amor que hay en nuestros corazones, por la naturaleza que nos rodea, por todas las cosas que pudimos hacer y por aquellas que no logramos. Por el trabajo que nos ha permitido responder por las obligaciones asumidas, especialmente las de tipo familiar. Es bueno pensar en las personas que han sido importantes en nuestra vida, aquellas que están más cerca como la familia de cada uno, con quienes trabajamos, nuestros amigos y amigas. Es bueno reconocer también los errores cometidos, el tiempo perdido, el dinero malgastado, las palabras ociosas, el trabajo hecho sin la suficiente responsabilidad, el descuido en las cosas que nos han sido confiadas. Por todo eso, pedir perdón y reconocer que ahí tenemos todo un camino para crecer y mejorar en el nuevo año. Ese balance es sano y nos ayuda a ser profundamente realistas. Mirar hacia el futuro, a ese nuevo año que está por estrenarse, verlo con optimismo y alegría como el don y el regalo para ser mejores personas, para construir mejores relaciones. Qué bueno pedir paz y alegría para vivir con entusiasmo estos nuevos 365 días que el Señor nos da. Que cada uno sea una fuente de amor, que irradie esperanza, que siembre bondad por dondequiera que vaya pasando. Que seamos comprensivos con las fallas y errores de los demás, que cerremos nuestros oídos a toda falsedad, mentira y engaño. Que la verdad sea el lema de todas nuestras acciones, presente en todas nuestras palabras, que la bondad esté en nuestros pensamientos y deseos. Es posible que durante el año 2024 algunos seres queridos nos hayan dejado para llegar a la casa del Padre, por ellos queremos darte gracias Señor. Al mismo tiempo, es muy probable que en el año 2025 lleguen nuevos seres a nuestros hogares. Por ellos te queremos pedir para que seamos reflejo de tu amor para cada uno, que te veamos hecho niño en sus rostros inocentes. Por los ya fallecidos y por los que han de llegar, gracias Señor. Si miramos a nuestro alrededor encontramos personas que nos han tendido la mano, que han sido buenos samaritanos en el camino de nuestra vida. ¿Les hemos agradecido su bondad y su amor, o hemos sido indiferentes y descuidados para reconocer esos gestos que nacen de lo profundo del corazón? Es bueno agradecer por todas esas personas y por lo que han hecho por cada uno de nosotros. Darle la bienvenida al nuevo año es abrir un libro de 365 páginas para irlo llenando cada día con nuestras acciones. Será un libro bien hecho o ¿lleno de tachones? De cada uno depende lo que logre. De todos modos, ¡FELIZ AÑO 2025!
¿Cómo está la familia hoy?
Después de la celebración de la Navidad la liturgia nos coloca este domingo la fiesta de la Sagrada Familia como modelo y ejemplo de las familias cristianas. Es un parámetro para que podamos hacer la evaluación de la manera como se ha desarrollado la familia que cada uno tenemos y nos propongamos metas de crecimiento para el próximo año. Es una de esas celebraciones que nos llega a lo más profundo y que nos invita a reflexionar sobre la realidad de la familia en el mundo que vivimos. Una de las instituciones más seriamente cuestionadas y en crisis en el ambiente del mundo posmoderno es la institución familiar, dados los profundos cambios que ha experimentado la sociedad y que de una manera u otra, afectan a la familia. Los valores que se han considerado fundamentales en la familia son hoy seriamente cuestionados y algunos consideran que son obsoletos, o por lo menos, han perdido vigencia. Por otro lado, la realidad de la conformación del núcleo familiar en nuestro tiempo presenta tan variadas y diversas formas, que lo que antes pudimos considerar como válido y perenne, hoy se ve de manera diferente. Tanto la familia tradicional como la familia patriarcal o matriarcal son tan solo una de las diversas formas de ser familia en el mundo actual. Al mirar hacia el hogar de Nazaret encontramos cosas que nos llaman la atención. Era un hogar sencillo, podríamos llamarlo común y corriente, donde cada una de las personas tenía sus responsabilidades y funciones, donde el respeto y la comprensión eran valores fundamentales, donde el trabajo y el amor construían la comunidad familiar y la oración era el vínculo de cohesión y de relación profunda. José, el padre y esposo, era un hombre sencillo de quien la Biblia dice “que era un hombre justo y bueno”. Tenía la responsabilidad de cuidar a Jesús y a María, responder por el hogar con su trabajo. Lo hacía convencido de que así cumplía lo que Dios le había pedido como cabeza del hogar. María, la esposa y madre, se ocupa en los quehaceres domésticos, cuidaba la formación de su hijo y todo lo hacía con amor. Jesús, el Dios hecho hombre, el hijo de María y José, crecía “en edad, gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres y obedecía a sus padres”. Allí no sucedía nada extraordinario. Todo era común y corriente en el hogar de Nazaret. Sin embargo, es ejemplo y modelo para los hogares cristianos. Volver nuestra mirada al hogar de Nazaret nos permite descubrir cómo deben ser las relaciones entre los diversos miembros de una familia, cuál debe ser el nivel de respeto, de amor, de tolerancia, de comprensión y de diálogo que debe haber en toda familia que quiera vivir siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia. Cada papá y esposo, mire a José y pregúntese qué debe hacer para ser mejor persona y mejorar su misión en el hogar. Cada esposa y madre, mire a María y reconozca en ella las virtudes y valores que debe hacer vida en su familia para que sea ella el alma y el calor del hogar. Que cada hijo mire a Jesús y se pregunte cómo puede lograr hacer realidad en su vida el ejemplo que Jesús nos da a todos los hijos. Más aún, cómo se manejan las situaciones difíciles y los problemas que aparecen en la vida familiar y en la convivencia hogareña. Es el momento de preguntarse, llegado el final del año, ¿familia cómo vamos?
Llegó Navidad
Cada año recorremos el mismo camino. Comienza el adviento, llega la Navidad, celebramos el nacimiento del Dios hecho hombre. Pero, ¿sucede algo especial en nuestras vidas, cambia algo significativamente? La respuesta a esta pregunta nos da la clave para entender lo que debe significar en nuestras vidas el hecho de la encarnación de Dios, como el niño de Belén, el hecho de su nacimiento en el pesebre de Belén, es el acontecimiento más grande que podamos celebrar quienes tenemos fe: Dios se ha hecho uno de nosotros, igual en todo, menos en el pecado. Y todo eso ha sido posible por el sí de María, por la aceptación que ella dio a lo que Dios le manifestó por medio del ángel. Fue algo discernido desde la experiencia de fe y tratando de responder a una pregunta: ¿Qué quería Dios de ella en ese contexto? No fue algo ingenuo sino ponderado y meditado. Hoy, nosotros, que vivimos en el siglo XXI tenemos el peligro de olvidarnos de las cosas trascendentales de la vida, de los acontecimientos que se dan en el silencio de la vida de las personas pero que tienen hondo significado para muchos. Creo que es el caso de la Navidad, del nacimiento de Jesús. Ocurrió en el silencio de la noche, como dice el libro sagrado “cuando todo estaba en silencio, vino, Señor, tu palabra”. Ese hecho cambió la historia de la humanidad. Tanto, que la historia se partió en dos y a partir del nacimiento de Cristo el tiempo se cuenta antes de Él y después de Él. Nadie más puede decir eso. Y el acontecimiento ocurrió en un establo, donde los animales descansaban, porque como nos dice el evangelio “no había lugar para ellos en la posada”, refiriéndose a María y a José junto con el niño que estaba por nacer. Ese milagro del Dios hecho hombre se realiza también cada día cuando el sacerdote por las palabras que pronuncia hace posible el hecho de transformar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Es, por decirlo de alguna manera, una nueva encarnación, un nuevo meterse Dios en nuestra historia, un acontecer para ser nuestro alimento y nuestra bebida. Algo semejante ocurre cuando ese mismo Dios se nos manifiesta en las personas, especialmente en las más pobres y necesitadas, en aquellas que la sociedad no determina y que excluye con gran facilidad. En esas personas Dios realiza también el milagro de hacerse presente en el rostro del que sufre, de quien no tiene trabajo, de quien pasa hambre, de quien está triste o desconsolado. Pienso en este momento en los centenares de miles de damnificados que ha dejado la temporada invernal que hemos vivido; duro e inclemente, que ha dejado sin nada a muchas familias. Para ellos no hay Navidad porque lo han perdido todo, en algunos casos, también seres queridos a quienes lloran con desconsuelo. Son los rostros de Cristo que nos dice que Él está en el hermano que sufre, que tiene problemas y espera de nosotros un gesto solidario de amor y comprensión. No podemos sentirnos tranquilos celebrando la Navidad si, al mismo tiempo, no hacemos algo por los hermanos que sufren y que nos necesitan. Allí también, en ellos, se hace presente, se encarna el Niño de Belén. No cerremos el corazón a semejante dolor, dejemos que nos interpele y nos cuestione, para que sintiendo su necesidad podamos decir de corazón ¡FELIZ NAVIDAD!
El sí de María y nuestro sí
Siempre me ha llamado la atención el momento en el cual una persona presta juramento bien sea para asumir una responsabilidad, o un cargo, para dar testimonio o declaración sobre algo. Me pregunto si la persona es consciente de ese “sí, juro” que pronuncia y que es un verdadero compromiso de vida. Me inquieta si, con el paso del tiempo, la persona evalúa la manera como ha cumplido dicha promesa y las implicaciones que conlleva el no dar cumplimiento a la palabra empeñada. He llegado a pensar que muchos de esos juramentos se centran en el cumplimiento –cumplo y miento- porque externamente se da la impresión de estar cumpliendo la palabra empeñada, pero interiormente, la realidad es muy distinta, porque no hay coherencia entre lo dicho y la manera como se procede. No es ese el caso de la virgen María, personaje central de las lecturas de este domingo. El Sí que ella dio fue incondicional, significó jugarse la vida toda en función de la misión que había recibido: ser la madre de Dios. Y de verdad que la cumplió. Lo arriesgó todo, lo entregó todo y se puso en las manos del Señor “para hacer su voluntad”, para “cumplir las cosas como se las había dicho el ángel”. Por eso, el reconocimiento de su prima Isabel no se hace esperar, surge de lo más profundo del corazón “dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Es lo mismo que enfatiza la segunda lectura, tomada de la carta a los Hebreos, citando las palabras del salmo 39 “aquí estoy yo para hacer tu voluntad”. Por eso, María se constituye en modelo del creyente y del discípulo. Del creyente porque se fía plenamente de la palabra que se le ha manifestado, y la ha acogido como la manifestación de los planes de Dios sobre ella. Es modelo del discípulo porque una vez que la palabra ha sido acogida pone todos los medios a su alcance para que sea cumplida dicha palabra. Se convierte en un ejemplo para nosotros, nos interroga acerca de lo que hacemos cuando conocemos lo que Dios quiere de nosotros, cuál es su voluntad. Surge entonces la pregunta sobre nuestra disponibilidad y diligencia para hacer lo que esté en nuestras manos para cumplir y hacer realidad esa voluntad. El punto clave está en la actitud más que en las palabras. Nos acercamos a la celebración de la Navidad, quedan cinco días. ¿Cómo hemos dispuesto nuestro corazón para que Jesús nazca en cada uno de nosotros? ¡Qué estamos haciendo para ser verdaderos creyentes y discípulos? ¿Cómo podemos ser más coherentes en nuestra vida? De la respuesta que demos a esas preguntas podemos ver si estamos en la línea de dar un sí incondicional, que corresponda a lo que decimos y pensamos, o nos estamos quedando en la línea del cumplo-y-miento, con lo cual se estaría generando un desajuste interior. Dar el sí a ejemplo de María es asumir un compromiso de vida, como lo deben hacer los esposos en su matrimonio, como lo debemos hacer los sacerdotes en nuestro ministerio, como lo deben hacer las religiosas y religiosos en su vida consagrada, como lo deben hacer los laicos en sus tareas diarias. ¿Es tu sí incondicional?
Asamblea de formación 2024
Desde el pasado jueves 5 de diciembre hasta el sábado 7, nos encontramos en la finca San José de Potosí, 55 jesuitas vinculados a la formación: novicios, escolares, presbíteros en espera de últimos votos, formadores y profesores de los nuestros, el Provincial, el administrador provincial y el asistente para la formación. Como había jesuitas colombianos que venían de otras Provincias, especialmente los de Guadalajara quienes hacen su filosofía en el ITESO, y los de Brasil, quienes hacen su teología en la Faje, de Belo Horizonte, y como también había jesuitas del Centro Interprovincial de Formación de Bogotá que pertenecen a otras provincias, nuestro primer momento de encuentro se llevó a cabo con una amena presentación que cada uno había preparado con un muy breve video. Si quienes leen esta nota quisieran conocer algo de los participantes al encuentro, el link a la carpeta de videos (por etapa o grupo), se encuentra al final de esta nota. El encuentro fue muy variado porque tuvimos momentos de oración, reflexión personal, conversación espiritual en pequeños grupos, deporte, juegos, bingo, y un momento de escuchar y conversar con el provincial y con el saliente asistente de formación. Las mañanas del viernes y del sábado fueron los momentos más reflexivos: un retiro (viernes) en torno al agradecimiento que nos produce sentirnos parte de la historia, que en la Provincia Colombiana hemos conmemorado en el contexto del Centenario, y la esperanza a la que nos impulsa contemplar esa historia a la que contribuimos con fidelidad creativa. Como texto inspirador, tuvimos la carta que escribe el 7 de noviembre de 1924 a todos los jesuitas y hermanos de la naciente Provincia, quien fuera el primer Provincial, el Padre Jesús María Fernández, SJ. La mañana del sábado giró en torno al asunto de la “formación para la misión”, preguntándonos de qué manera estamos percibiendo que la formación recibida y de la que todos somos responsables, nos está preparando para la misión. Como texto inspirador tuvimos el texto de la Fórmula del Instituto, pues este texto se convierte en el horizonte que da sentido a las numerosas formulaciones en los años recientes sobre los desafíos de la misión, a saber, las Preferencias Apostólicas Universales y el Plan Apostólico de la Provincia. Nuestras eucaristías fueron sin duda momentos importantes para recoger las mociones que fuimos experimentando en los momentos de oración y conversación. La del día viernes la tuvimos por las Vocaciones a la Compañía, con un formulario creado por la CPAL para tal propósito, y la del sábado, con el formulario de la eucaristía de San Pedro Claver, patrono de la Provincia. Quedamos muy agradecidos por la fraternidad y la amistad que el Señor ha venido construyendo entre nosotros a lo largo de los años, justamente a través de nuestros diferentes caminos en la Compañía de Jesús. Muy agradecidos también con todos los que hicieron posible nuestra acogida en la finca de Villeta, con el cuidado de los espacios y la comida, especialmente al administrador Jorge Castro y a su equipo en la casa, con doña Julia y el señor Novier a la cabeza. Link a los breves videos de presentación: https://bit.ly/3VEQrZZ
María, modelo de mujer y de creyente
Hoy, 8 de diciembre, celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Es una fiesta muy arraigada en la devoción de los creyentes. En la víspera, la noche del 7 de diciembre, se tiene la así llamada “noche de las velitas” que es, por decirlo de alguna manera, la entrada a las fiestas navideñas. Se honra a una mujer sencilla, profunda creyente, que supo disponerse para la acción de Dios en su vida, que comprendió desde la fe cuál era la misión que se le confiaba: ser la madre del Dios hecho hombre. El Niño de Belén. La figura de María es relevante en el tiempo de Adviento, como preparación para la celebración de la Navidad, el nacimiento del Niño Dios. En el pasaje del Evangelio que escuchamos hoy, ella nos enseña a escuchar atentamente lo que el Señor nos dice, hace preguntas para comprender el mensaje que recibe, discierne en su corazón, toma decisiones y pone por obra lo que se le ha pedido que haga. Así lo expresa cuando afirma “hágase en mí según tu palabra. Por eso, es modelo de discernimiento personal. Al celebrar hoy esta solemnidad nos acercamos a algo que forma parte de nuestra fe: María fue concebida sin pecado en previsión de los méritos de la Pasión del Señor, dado que iba a ser la madre del Dios hecho hombre. Así lo definió el Papa Pío IX en 1854. A esto se añade la tradición popular de la devoción a la Virgen María, arraigada en el corazón de los creyentes. Al mismo tiempo, se convierte en modelo de creyente y de discípula, pues en ella se cumple lo que dijo Jesús, respondiendo a una mujer “dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen, la ponen en práctica”. Eso hizo María durante su vida: escuchar la palabra de Dios y cumplirla desde la fe. Para cada uno de nosotros es la oportunidad de reconocer el papel de la mujer en el camino del compromiso cristiano, pues es la invitación a reflexionar sobre la realidad de tantas mujeres que, desde su vocación personal, gastan su vida en el servicio a los demás ya sea como madres, esposas, personas consagradas o mujeres laicas que viven su compromiso de amor y servicio a los demás. Hoy, los jesuitas de Colombia celebramos el centenario de haber sido constituidos como Provincia independiente. Damos gracias al Señor por lo realizado durante estos 100 años por los centenares de jesuitas que han formado parte de esta Provincia y, al mismo tiempo, pedimos al Señor que, por la intercesión de la Virgen María, Madre de la Compañía, nos siga bendiciendo con abundantes y excelentes vocaciones que nos ayuden a seguir siendo fieles a la misión de “en todo amar y servir”, trabajando en una misión de reconciliación y justicia en nuestro país. Sigamos nuestro camino de preparación para la Navidad siguiendo el ejemplo de María en su manera de actuar como mujer de fe, abierta a la acción de Dios en su vida. Que este tiempo de Adviento lo vivamos con sencillez y generosidad para que Jesús nazca también en el corazón de cada uno de nosotros.