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Regionalización: oportunidad para la cultura del encuentro y del discernimiento

Regionalización


Por: Luis Javier Sarralde, S.J.
Noviembre 21, 2017

En su mensaje en la Plaza de Bolívar de Bogotá el 7 de septiembre de este año, el Papa Francisco se dirigió a los jóvenes con estas palabras, entre otras: «Ustedes pueden enseñarnos a los grandes que la cultura del encuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos del mismo modo. No, no es eso. La cultura del encuentro es saber que, más allá de nuestras diferencias, somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende, somos parte de este maravilloso país ».
El Proceso de Regionalización puede vivirse como eso, como un proceso de cultura del encuentro, haciendo precisamente del encuentro un medio para la misión y el servicio que como Compañía de Jesús deseamos prestar al Señor en las regiones, con el fin de servir a la reconciliación. La historia de Regionalización ha supuesto efectiva y afectivamente el encuentro necesario entre nosotros, entre las obras, entre los jesuitas, entre todos en cuanto colaboradores de la misión del Señor, aún con personas de buena voluntad independientemente de su credo. El encuentro no es fin en sí mismo, es medio para fortalecer y estrechar los lazos que nos unen en favor de la misión. Y para encontrarse hay que disponer de tiempo y de ganas reales y sinceras de querer encontrarnos, para que sea un momento enriquecedor y no una carga o sobreañadido a nuestras jornadas. No se trata de saturar la agenda con excesivas reuniones. Quizá lo paradójico es que el encuentro en tanto que cultura, en tanto que hábito, se vuelva tan normal que lo demos por obvio. Importa no perder de vista el sentido de la gratificante experiencia que hemos logrado tras encontrarnos caminando juntos y valorar ciertos avances palpables que conviene recordar: el conocimiento y la articulación mayores entre las obras; el aprendizaje de que articular es saber que se cuenta con todos, pero no para ir siempre juntos todos a la vez, sino que gracias a la coordinación se sabe cuándo y quién debe desarrollar su parte; otro logro es la claridad de los diversos niveles de coordinación enfocada en unos casos, en horizontes concretos de misión al servicio de un territorio, o en otros, al servicio de una frontera existencial de la Región por medio de proyectos que nos unen; también hemos mejorado la organización de los aportes de experticia y de recursos, en concurso abierto de otros como entidades de la Iglesia, institutos religiosos, o de diversas entidades de la sociedad civil; en fin. Los aprendizajes están allí, son reales, y aunque tal vez modestos, son lo que vamos haciendo y sobre todo;siendo” paso a paso, como “cuerpo apostólico” más unido y cohesionado, dejándonos interpelar por lo que Dios está haciendo ya, y por el modo cómo le podemos colaborar allí en las Regiones en aquello que Él está haciendo en ellas. El Padre Provincial en la última reunión de la Consulta Ampliada de Provincia (28 Septiembre 2017) nos planteó la pregunta ¿cómo dar un paso más en el proceso de articulación de las Regiones?. Queremos sondear el impacto transformador que se espera de todo este esfuerzo regional. Si se mira el camino recorrido hasta la actualidad, pareciera que no hay mayor novedad acerca de lo que es el día a día de la Regionalización. Ello es normal en un proceso humano. El arranque inicial con su estela de asombro ante lo nuevo ya pasó ciertamente; pero depende de nosotros, de nuestra mirada más profunda y certera detectar hoy qué dinamismos del Espíritu se van dando en las regiones con sentido de cuerpo apostólico, y más en concreto, qué signos son expresión de la red apostólica de servicio que es cada región. Como se ha dicho en ocasiones anteriores, la Regionalización dispone a la Provincia como una gran red de redes, y cada Región es una red en sí misma. Todos (Provincial, los Asistentes, la Gerencia del Proyecto, los Coordinadores de Misión Regional y sus equipos, los Laicos, los Jesuitas, las Obras Transversales, las Obras Regionales), desde su lugar de servicio apostólico somos tejedores de esta gran red. Depende de cada uno y de su generosidad y vocación maximizar qué tanto se da a esta Red, qué tanto la teje y se entreteje en ella, para afianzarla y fortalecerla más en su trama, para que sirva al fin misional, pues la red en sí misma es tan sólo medio. Nos puede ayudar para dar ese paso en el futuro próximo del proceso de Regionalización hacer acopio de las llamadas que el Señor nos ha hecho recientemente a través de acontecimientos como la visita del Papa Francisco y su rico magisterio en los días que estuvo en Colombia; y también aprovechar dos textos producidos recientemente por nuestro Padre General Arturo Sosa, S.J. Se trata de sus dos cartas a toda la Compañía tituladas Nuestra vida es misión, la misión es nuestra vida; y Sobre el discernimiento en común, de 10 de Julio y de 27 de septiembre de este año respectivamente. Sería conveniente que estas dos cartas las trabajásemos todos en las regiones. Ambos documentos son como las dos caras de la misma moneda. De cara a la misión, a los “qué” de lo que hay por hacer, se tiene en general cierta claridad. Pero no ocurre lo mismo tratándose de los “cómo” hacer eso que sabemos hay que poner en obra. Un elemento para ser audaces, proactivos y entusiastas críticos no ingenuos, lo tenemos en el discernimiento. No porque estemos en ceros, pero nunca sobrará afinar nuestro agudo sentido del discernimiento apostólico, que en clave de la misión y en el ámbito del discernimiento en común, exige mayor finura espiritual que en el nivel estrictamente personal. La invitación es a tomar en las obras y en las regiones estas dos cartas como insumos de fundamentación del ser y del quehacer del cuerpo apostólico de la Provincia, tomando de ellas algunas pistas concretas para el trabajo misional, mientras vamos de camino en el encuentro cotidiano con los demás, no aislados, sino juntos y en “Compañía” de Jesús nuestro capitán y gran coordinador de toda esta tarea en pro del Reino de Su Padre y Padre nuestro. En particular, acerca del discernimiento, no sobra recordar que es un medio donado por el Espíritu, don que nunca podremos dar por supuesto. Hay que pedirlo, pedírselo a Él, pero de nuestra parte, hay que colocar siempre las condiciones de posibilidad para que el discernimiento sea tal y no fallido en favor de la misión. En futuras entregas, esperamos profundizar para la Regionalización esta cuestión del discernimiento con base en las propiedades que nos indica el Padre General en su carta.

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