Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Noviembre 8, 2016 En el momento en que escribo estas líneas, el Eln no ha devuelto todavía la libertad prometida al exrepresentante a la Cámara, Odín Sánchez. Muy seguramente el próximo miércoles, cuando el Diario del Sur publique mi artículo, Odín estará ya en libertad. De todos modos, esté o no en libertad, las consideraciones que pienso hacer hoy seguirán teniendo vigencia. Además, no es Odín el único secuestrado. Hay otras personas más, no sabemos con exactitud cuántas, ni quiénes, a las que el Eln tiene encadenada su libertad. Al preguntarle a Pablo Beltrán, jefe de la delegación de paz del Eln, por el número de secuestrados que tenía esa guerrilla, contestó que “poquitos”. Que sean unos pocos, ¿es un atenuante de crimen tan horrendo? Judas el Iscariote ha pasado a la historia como el prototipo de la degradación por ponerle precio a una persona: vendió a su amigo Jesús por 30 monedas de plata. El Eln continúa poniéndole precio a los seres humanos, tal como se negocian unas vacas o una mula en la feria del pueblo. Sólo que no es por unos pocos miles sino por centenares de millones de pesos. Las declaraciones del comandante Pablo Beltrán no dejan duda: “Nosotros –dijo-, como el Gobierno, también cobramos impuestos, uno no vive de estampitas, la guerrilla tiene que tener unos ingresos y se cobran impuestos”. Se pretende justificar el secuestro de un ser humano y el cobro de millonarias sumas por su rescate como si ésta fuera una inocente manera de financiar la guerra. En el Magdalena Medio trabajé hombro a hombro con el conocido jesuita Francisco De Roux. Un día lo secuestró la guerrilla del Eln en el pueblito llamado Micoahumado. El secuestro duró pocos días, pero los suficientes para hacerle probar en carne propia lo que significa perder la libertad. Seguramente la experiencia del propio secuestro ayudó al padre De Roux a encontrar frases suficientemente expresivas para denunciar esta práctica. Lo hizo en una carta abierta a Pablo Beltrán del 26 de mayo. Las expresiones son duras. Justificadamente duras: “Ustedes se equivocan de enemigo con el secuestro, que no afecta al Estado capitalista sino que golpea de manera salvaje el alma de nuestro pueblo y destruye la dignidad de ustedes mismos”. Más adelante los increpa así: “Basta que tuvieran un solo secuestrado para ser despreciables para siempre ante la historia y ante Dios”. Sin duda recordaba el padre De Roux su propio secuestro cuando escribió: “Negociar con las personas es un crimen tan horrible que si un día caemos cautivos en sus manos, preferimos que nos maten antes de aceptar que se aplaste con unos millones de pesos el valor de la libertad, que no tiene precio”.