Por: Francisco de Roux, S.J.Enero 28, 2016 El acuerdo sobre la misión de verificación es el resultado del diálogo en la mesa y de gestiones ingentes, lideradas por el presidente Santos, hasta su conversación personal con los jefes de Estados del Consejo de Seguridad, un logro que muestra el reconocimiento de la comunidad internacional al esfuerzo de Colombia. Entre las instancias que contribuyeron a este logro cabe resaltar el papel del equipo de la ONU en Colombia, que desde hace meses, de manera discreta y eficaz, trabajaba en la preparación del terreno para esta crucial misión. Todo el equipo de la ONU con sede en Bogotá, con la coordinación de Fabrizio Hochschild, se ha entregado con pasión a apoyar y acompañar el proceso, y lo han hecho con espíritu de servicio, libertad, carácter y profesionalismo, al lado particularmente de las víctimas; y seguramente serán un complemento utilísimo para la misión de verificación. El avance hacia definir sitios para las Farc desmovilizadas muestra la solidez del proceso. Ahora bien, es de esperar que los lugares escogidos sean consistentes con las regiones de la paz territorial. Es cierto que es el tribunal de justicia transicional el que determina los sitios de libertad restringida y decide sobre el indulto a los guerrilleros acusados solamente por rebelión. Pero, en coherencia con la restauración de las comunidades victimizadas, lo razonable es que los sentenciados a libertad limitada vayan a restaurar la convivencia en lugares destruidos por la guerra, y que allí se incorporen los indultados para participar en el desarrollo sustentable. Este paso requiere, además, de la confianza de las comunidades hacia los excombatientes; y de las Farc, el abandono de “colaboraciones” exigidas, que para la gente son extorsiones insoportables; por eso se asegura el mantenimiento de los desmovilizados mientras toman fuerza los proyectos autosostenibles. Si estas condiciones se dan, se hará más viable la verificación de la ONU. Es crucial que la misión internacional se apoye en los pobladores de las regiones. Los que hemos vivido en terreno el conflicto sabemos que la verdad, apoyada en la confianza, requiere de personas de allí, reconocidas por su sabiduría popular, que conocen a su gente, con autoridad moral y que han sido buscadoras independientes de la paz en medio del conflicto. Esas personas no pueden ser remplazadas por ninguna comisión nacional ni internacional, con ellas hay que trabajar orgánicamente. Rafael Pardo llega con la experiencia del Plan Nacional de Desarrollo. Profundizando en lo que se empieza ya a poner en marcha, invitamos a mantener lo aprendido y tomar los municipios del conflicto junto con la totalidad de las regiones donde están ubicados, a fin de hacer verdaderas transformaciones territoriales. La red de Programas de Desarrollo y Paz tiene mucho que aportar en esto. Por tratarse de transformaciones profundas en la sociedad y las instituciones, que durarán varios períodos de alcaldes y gobernadores, es necesario que los ciudadanos de la región se apropien del proceso, para asegurar su sostenibilidad; y esto postula la conformación de instituciones mixtas, de ciudadanos y administraciones, que manejen los recursos, atajen la corrupción y mantengan una perspectiva de largo plazo que no tienen los mandatarios locales de turno.
