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Semana Santa

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Por: Gustavo Jiménez Cadena, S.J.Abril 5, 2017 Cualquier explicación, que se pretenda dar, carece de valor para quien no tenga fe cristiana, para quien no esté convencido de que ese campesino de Galilea, que se llamó Jesús, y que vivió hace dos mil años, es Dios mismo hecho hombre que habitó entre nosotros. Más de mil millones de personas en el mundo actual se autodenominan cristianos, porque lo creen así: católicos, protestantes y ortodoxos. Para todos ellos ésta es la gran semana, la mayor de todas; porque en ella conmemoramos los últimos días que Jesús pasó en la tierra: su despedida, sus torturas, su muerte y su resurrección. Según nuestra fe cristiana, sabemos que esos acontecimientos, tan lejanos en el tiempo, tienen íntima relación con nosotros, hacen parte de nuestras vidas actuales, implican para nosotros acciones salvadoras. Sin fe cristiana, los hechos que se conmemoran en esta semana son tan corrientes, tan triviales en el acontecer humano, que no merecerían el más mínimo recuerdo. ¡A cuántos inocentes torturan y asesinan todos los días, a lo largo y ancho del mundo, sin que esto sea noticia en los periódicos! La crucifixión en Palestina, en tiempos de Jesús, era de ocurrencia casi diaria. Cuando Jesús tenía tres o cuatro años, el gobernador romano de Siria, Quintilio Varo, para reprimir una rebelión, hizo crucificar en Jerusalén y sus alrededores, según Flavio Josefo, a unos dos mil rebeldes. Un crucificado más, así fuera inocente, no era causa de conmoción social. ¿Por qué hoy la ejecución de Jesús, acontecida hace tantos siglos, sigue conmoviendo al mundo cristiano? Es que aquí se esconden misterios muy hondos. Jesús, después de haber expirado, retorciéndose de dolor sobre una cruz, volvió a la vida, a una nueva forma de vida:¡resucitó! La resurrección de Cristo es garantía de que a nosotros nos espera también una nueva vida después de la muerte. Todo esto es parte de un plan maravilloso de Dios. Plan que Jesús resumió en palabras memorables: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él” (Juan 3, 16-17). Hoy no es ayer. La sociedad cambia. También la vida religiosa es afectada por los cambios sociales, aunque en forma muy dispareja, y a veces desconcertante. La vivencia religiosa de unos crece en profundidad, mientras otros olvidan sus valores cristianos o los consideran irrelevantes para su vida diaria. De ahí que en nuestro medio se dé un fuerte contraste en la forma de vivir la Semana Santa: un gran número en gozosa compañía de Jesús muerto y resucitado; otros en total indiferencia religiosa, como simples días de descanso, turismo o parranda. ¿Cómo vivirás la tuya?

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