En el Día de la Vida Consagrada, les compartimos la oración por las vocaciones escrita por nuestro hermano jesuita P. Nilson Jair Castro, SJ.
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Señor,
llama y envía obreros a tus campos.
Hay mucha tierra aún por remover,
hay mucho por plantar,
hay mucho por cosechar,
Nuestras técnicas no dan abasto,
nuestras manos están llenas de experiencia
y nuestros cuerpos de cansancio y,
a veces,
de escepticismo.
Señor,
Renueva nuestra esperanza;
llámales:
mírales a los ojos,
seca sus lágrimas,
pronuncia sus nombres,
levántales con tu abrazo,
hazles arder sus corazones,
como lo has hecho con nosotros…
¡Tantas veces!
Señor,
Válete de tus preferidos:
que los pobres
les enseñen
tu generosidad;
que los excluidos
les enseñen
tu acogida;
que quienes lloran
les enseñen
tu alegría;
que los últimos
les enseñen
tu poder;
que los culpables
les enseñen
tu perdón.
Señor,
envíales en misión,
en medio de
Lobos:
en medio de
el desprestigio global de los sistemas de autoridad;
en medio de
nuestras incoherencias institucionales;
en medio de
la ausencia de referentes;
en medio de
la barbarie acostumbrada;
en medio de
el hastío desesperanzado;
en medio de
sus propios límites.
Señor,
dales un corazón puro:
que tengan el coraje
de asumir su propia realidad,
y no se oculten
tras muecas ‘correctas’, pero falsas;
que imaginen
lo inimaginable,
y no se limiten
a reproducir formas ya conocidas y desgastadas.
que se arriesguen
siguiendo tu voz,
y no quemen sus esfuerzos
en defender sus cortos egos;
que aprendan a abrazar
lo que parece opuesto,
y no se queden ahogados
en sus propios discursos;
que hagan del silencio
su hogar,
y no se justifiquen
en activismos y monólogos solipsistas;
que sea la soledad
su escuela,
y no le huyan a la dificultad
asumiendo que les has abandonado.
Señor,
de entre todos ellos,
que te dan sus sueños y esperanzas
en medio de tanto frenesí,
llama a algunos,
a consagrar la totalidad de su ser sólo a ti:
cada suspiro,
cada pasión,
cada talento,
cada aburrimiento,
cada deseo,
cada ilusión,
cada caída,
cada gota de sangre y sudor,
cada latido del corazón,
cada dolor,
y cada amor.
Señor,
Que seas tú quien les llame,
porque los nuestros son esfuerzos vacíos.
No queremos reemplazos útiles,
para apaciguar nuestros miedos;
¡Queremos compañeros Enamorados!
de ti,
de tu Reino.
Dispuestos a darte su vida entera
y cada instante de ella
en un servicio profundo
y en compañía…
¡En La Compañía!
Señor,
Y a nosotros,
danos el coraje
de asumir con amor
lo que no conocemos,
de recibirles
con generosidad,
de compartirles
nuestra experiencia,
de acompañar
tus sueños en ellos,
de animarles
en sus desiertos,
de aprender
de su ‘fragilidad’,
de dejarnos congregar
por su novedad.
Señor,
que juntos podamos
ofrecernos
a ti,
dejarnos atravesar
por tu pasión,
llevar
este peso de amor,
reflejar
la incandescencia de tu luz,
anunciar
tu novedad,
ser testigos
de tu bienaventurada felicidad,
dar cauce
a este caudal de Presencia que nos habita,
hacer de este mundo
una real Eucaristía.
Señor,
¡Acá estamos!
Con nuestra fragilidad e incoherencia,
con nuestros sueños y deseos,
¡Nos consagramos a ti!