Conoce el especial «Evocar nuestra historia», una serie de crónicas con motivo del centenario de la Compañía en el país. En esta oportunidad, hablamos con el P. Enrique Gutiérrez, SJ, y su experiencia en el apostolado educativo.
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Artículo extraído de la edición Enero-Febrero de Noticias de Provincia, la publicación mensual de Jesuitas Colombia
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Desde la creación del primer colegio de la Compañía en el país, el 27 de septiembre de 1604, la educación jesuita ha sido altamente valorada por ofrecer una formación profunda, práctica y de sentido. Es de admirar el poder transformador que ha logrado en la realidad histórica de Colombia, a través de sus centros de estudios, el ejercicio contínuo de discernimiento y los miles de egresados que día a día reinventan su contexto y se enfrentan al mundo con humanidad y justicia. A lo largo de la historia, la educación se ha ido renovando de acuerdo con las necesidades del entorno y los desafíos sociales, y allí han participado hombres y mujeres que han complementado, actualizado y enriquecido la pedagogía ignaciana en todos los rincones del territorio.
Entre muchos de los rostros destacados en el área educativa, a lo largo de estos 100 años, se encuentra el P. Enrique Gutiérrez, SJ, quien con más de 54 años de servicio en el área educativa ha podido experimentar la “tradición viva” al servicio de la misión. Conversamos con él para conocer su inspiración, su mirada de la educación jesuita y cómo se ha transformado en estos 100 años de historia. Su vida estuvo ligada a la Compañía desde sus años escolares. Sus primeros referentes de compromiso, responsabilidad y entrega solidaría provienen de jesuitas y laicos que acompañaron sus años en el Colegio Mayor de San Bartolomé. Este recinto, el más antiguo de América, ubicado en la Plaza de Bolívar, le permitió empezar sus primeros pasos en el campo educativo enseñando a leer y escribir a colaboradores del colegio.
Al entrar en la Compañía en noviembre de 1964, el padre Guty, como lo llaman cariñosamente, parecía tener claro su horizonte misional: estudiar Sagrada Escritura y dedicarse al trabajo intelectual; sin embargo, su trayectoria apostólica lo encaminó hacia el arte de enseñar. En 1969, realizó su magisterio en el Colegio San Ignacio de Medellín como profesor de Literatura y luego, en el Colegio San Bartolomé La Merced, como profesor de Literatura y de Comportamiento y Salud, una asignatura antecesora de la Ética. Desde ese momento, se dedicó a acompañar el camino, desarrollar líderes «conscientes, competentes, compasivos y comprometidos al servicio de la Iglesia y la sociedad»1, y acompañar en la fe a cientos de estudiantes en la creación de un futuro prometedor.
Después de su Maestría en Educación en el Instituto de Educación de la Universidad de Londres, regresó como director académico del Colegio San Francisco Javier, y luego como rector de la institución alrededor de 7 años. También fue director académico del Colegio San José de Barranquilla durante 9 años; del Colegio San Bartolomé La Merced por 5 años, y del Colegio Mayor de San Bartolomé por un año. En la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia -Acodesi- se desempeñó como secretario ejecutivo durante año y medio, y como presidente alrededor de 8 años. Asimismo, fue profesor de Ciencias Religiosas en la Facultad de Ingeniería de la Javeriana. Actualmente, es asistente administrativo de la Fundación de Servicio Social Carlos González, en el Colegio Santa Luisa; profesor de Ética en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Jefe de la Oficina de Control de Giros de la Pontificia Universidad Javeriana.
Desde su gestión como educador, ha presenciado las transformaciones del modelo pedagógico jesuita y los hitos más representativos en este centenario, uno de los cuales fue el inicio de la coeducación. Este proceso inició en los años 70 por solicitud de las familias que expresaron su deseo de educar a sus hijas en los colegios de la Compañía de Jesús. “Las mamás más interesadas en la coeducación eran las que no tenían hijas, porque querían que sus hijos recibieran la formación e interactuaran con sus compañeras en el colegio”, comenta el padre como dato curioso. Aunque la primera institución en empezar este proyecto novedoso fue el Colegio San Luis Gonzaga de Manizales, en 1972; fue el Colegio San Francisco Javier de Pasto, que empezó la coeducación en 1974, el pionero de esta experiencia. Esta práctica pedagógica, distinta al modelo de colegios mixtos, se realizó de forma paulatina, empezando por el preescolar e implicó la identificación de las diferencias en las relaciones, la evaluación de los procesos educativos basados en roles de género, la adaptación de la planta física y la formación del cuerpo de profesores. En 1981, fue el turno del Colegio San Pedro Claver; en 1987, el Colegio San José de Barranquilla; en 1988, el Colegio San Juan Berchmans; en 1991, el Colegio San Ignacio de Medellín; en 1997, el Colegio San Bartolomé La Merced de Bogotá; y en 1998, el Colegio Mayor de San Bartolomé de Bogotá2.
Estos cambios en los colegios facilitaron el trabajo cotidiano y le dieron una nueva impronta a la educación jesuítica; por ejemplo, ya no fue necesario buscar niñas de otros colegios para actividades como la danza o el teatro. “Viví la experiencia de la primera niña alcaldesa en el Colegio San Bartolomé la Merced (…) Los colegios se enriquecieron con la presencia de las niñas porque le dieron un un aire distinto”, expresa.
«… aconseja a todos los nuevos educadores de la
Compañía que amen lo que hacen y vivan su
vocación con pasión».
Una de las experiencias más significativas que se incluyeron en el modelo educativo jesuita surgió en 1988, por iniciativa del P. José Leonardo Rincón, SJ, quien propuso la creación del Curso-Taller Nacional de Formación Integral, un espacio de formación en liderazgo ignaciano, trabajo colaborativo, discernimiento y conocimiento personal. Está dividida en tres momentos: conocerse a sí mismo, conocer y interactuar con los otros y proyectarse a un compromiso. Por el momento, se han realizado 35 versiones que se han ido replicando en las regiones con actividades teórico – prácticas de tipo pastoral. El padre Enrique ha tenido la oportunidad de colaborar con algunas charlas y cursos y la respuesta de los estudiantes ha sido positiva: “entre los estudiantes de los diferentes colegios se genera una amistad muy fuerte”.
De todo su recorrido en el área educativa, el padre Guty destaca su participación como líder de Acodesi porque le “permitió prestar un servicio a todos los colegios y conocerlos desde el interior, lo que ayudó a impulsar el trabajo que cada uno de ellos realiza”. Esta labor es muy importante para el desarrollo de las instituciones y sus propuestas educativas porque la red es un órgano articulador, de acompañamiento y construcción colectiva, que permite el fortalecimiento de las políticas educativas, el modelo formativo y los procesos de aprendizaje. “Poder dinamizar una serie de iniciativas, proyectos y metas que nos propusimos, realmente fue una experiencia muy bonita de trabajo. Suelo decir: solo se llega rápido, juntos llegamos lejos, y esa fue mi consigna por más de 8 años”, comenta. En ese tiempo, vivía en la Comunidad San Pedro Canisio, por lo que su rutina diaria incluía caminar desde allí hasta su oficina en las instalaciones de Acodesi al frente de la Curia Provincial.
Fruto de las reflexiones y la experiencia, en 2014 inauguró los Encuentros Culturales y Deportivos -Acodesi-, que en 2023 tuvo su III edición. Esta experiencia tiene la particularidad de organizarse como un espacio de compañerismo y fraternidad, por lo que no hay ganadores o perdedores dentro de las categorías. Alrededor de 1500 personas se reúnen en un ambiente de celebración, amistad y camaradería. Esta iniciativa hace parte del modelo educativo integral de la Compañía y busca el desarrollo de las potencialidades, el trabajo articulado y la unión entre homólogos. En todas estas transformaciones y cambios el papel del educador fue determinante para la integración exitosa de las innovaciones que en la historia de la Provincia fueron clave para su misión.
El camino de la vida de un maestro implica dejar una huella y entregar parte del corazón; no se reduce a transmitir saberes, técnicas y hábitos sino a acompañar y alimentar la confianza que permite reflexionar sobre la vocación. En su oficio como educador, el padre Guty define su presencia en la vida de sus estudiantes de muchas maneras: un docente estricto, un buen amigo y consejero, un papá bueno, pero ante todo, un ejemplo transformador. «Recuerdo que hace unos años, en una celebración de egresados, se me acercó uno de ellos y me dijo: “Enrique, quiero darte las gracias porque una charla que tuvimos cuando estaba en el colegio cambió mi vida”», manifestó con entusiasmo. Por esto, reconoce la importancia de que sea un proceso participativo y aconseja a todos los nuevos educadores de la Compañía que amen lo que hacen y vivan su vocación con pasión.
En medio de la conversación, comenta con alegría que admira a cuatro tipos de personas: los educadores que enseñan con devoción, los médicos porque sanan sin preguntar, los sacerdotes que aconsejan y orientan, y los payasos que esconden su tristeza porque su misión es hacer reír, aunque duela el alma.
Al repasar su vida, el padre Guty recuerda con felicidad todo su recorrido: este gozo es notable en su actuar, en los recuerdos de algunos alumnos que alberga en su oficina y en la interacción con sus estudiantes, que en cada paso del recorrido final de esta entrevista lo saludaban, se reían y le contaban su cotidianidad. Su vocación lo seguirá llevando al campo de la enseñanza impactando en las vidas y construyendo mejores horizontes para la educación del país.
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- https://www.jesuits.org/es/nuestro-trabajo/educacion/
- Fernández, S. (2018) Coeducación y genero: implementación pedagógica en un colegio de la ciudad de Cali, Colombia. Montevideo, Uruguay. Ediciones Universitarias, Unidad de Comunicación de la Universidad de la República (UCUR).