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Preparar el camino del señor

Considero que todos hemos observado a alguna persona que está preparando una celebración especial, un evento de familia, una comida, una intervención académica, una clase, un trabajo para la universidad o el colegio. Percibimos el nerviosismo de la persona, la vemos atareada, quizás un poco irritable y asustada. Todo esto nos muestra lo que significa ponerse a preparar algo en lo cual ponemos todo el corazón, queremos dar lo mejor de nosotros mismos, esperamos que todo salga bien y cuando todo ha pasado, nos sentimos relajados, como si nos hubieran quitado un peso de encima. Pues bien, todo lo anterior es poco comparado con la manera como nos debemos preparar para la venida del Señor. No solo la conmemoración cercana de la Navidad, sino la segunda venida que marcará el final de nuestra historia. No puede ser algo que improvisemos, no puede quedarse en lo externo del pesebre, el árbol de navidad, las luces multicolores, la novena, los regalos y tarjetas, la cena de navidad. Todo eso está bien pero debe llevarnos a un cambio interior, a un cambio del corazón, para disponernos de la mejor manera. Es lo que nos dice tanto la primera lectura como el evangelio de este domingo “preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”. Esa fue la tarea que debió asumir Juan el Bautista. Debía disponer los corazones de sus oyentes para que estuvieran bien dispuestos a escuchar la buena noticia que traía Jesús de Nazareth. Era una figura diferente a lo que estaban acostumbrados a ver en Israel, porque vestía y comía de manera sobria y austera. Se reconocía como “la voz que clama en el desierto” que era acogida por quienes se sentían llamados a recibir el bautismo de penitencia que administraba Juan. Llega incluso a afirmar que “detrás de mí viene alguien que es más poderoso que yo”. Fue profundamente honesto, no se autoproclamó Mesías, se reconoció como el que va delante del Señor, el precursor. Más aún, afirmó que “conviene que él crezca, refiriéndose a Jesús, y que yo disminuya”. Era muy consciente de la misión que tenía y de la responsabilidad que se le había confiado. Me pregunto si tenemos el temple y el espíritu de Juan Bautista, para reconocer cuál es la misión que se nos ha confiado, no ir más allá ni tampoco quedarnos cortos. Es cuestión de ser fieles a la tarea encomendada, de ser responsables en el cumplimiento de la misma y en saber pasar a un segundo plano cuando ya la hemos cumplido. No se trata de lucirnos, de aparecer, de convertirnos en protagonistas de la historia. No es lo que nos enseña el mundo actual, cuando quiere colocarnos como valores primeros y principales, el prestigio y el poder. Es colocarnos en la línea del servicio generoso a favor de los demás. Ya hemos recorrido una semana de este tiempo de adviento y se nos ofrece la oportunidad de preguntarnos si hemos preparado el camino del Señor. Si lo hemos hecho, que más podemos logar; si no lo hemos hecho, qué estamos esperando para hacerlo. Es una buena ocasión para mejorar en muchos aspectos de nuestra vida, pero de manera especial, en el campo de lo espiritual, de esa preparación comunitaria y personal, para que Jesús nazca en cada uno.

Juanoy, un barrio de historias

Estos son tiempos de urgencia que necesitan otras  historias… Donna J. Haraway _________________________________________________________________________________________________________________ En tiempos de homogeneización, las ciudades y sus habitantes tienen la urgente necesidad de contar historias, historias no oficiales y más cercanas a los sentires de las calles, corredores y esquinas, historias que son experiencias sensoriales de quien camina el territorio, historias no contadas que se configuran en un mundo aún posible. Sin perder de vista la esperanza, es prudente asumir la crisis sistémica en la estructura moderna, las prácticas y discursos sobre el desarrollo provocan rupturas sociales, culturales, ambientales, económicas y espirituales; hoy necesitamos pensarnos desde espacios pequeños e íntimos para responder a necesidades globales. Es así como entre otros aportes, se enmarca conceptualmente la apuesta del barrio Juanoy Alto de la ciudad de San Juan de Pasto – Nariño, justamente en la importancia de contar otras historias que deben ser compartidas y alimentadas con relatos que se tejen en sentido rizomático y tentacular. El sector conocido anteriormente como San Antonio de Juanoy asentado en la entrada norte de la ciudad de San Juan de Pasto, conserva su rastro desde la Colonia como encomienda indígena, siendo resguardo hasta 1948. La pavimentación de la vía Panamericana marcó una división de las haciendas, fincas, parcelas y predios aledaños, lo cual, con el tiempo produjo el establecimiento de 5 barrios: Juanoy Alto, Juanoy Bajo, San Antonio, El Polvorín, Juan XXIII y algunos conjuntos cerrados.[1] El barrio Juanoy Alto se funda en Pasto entre los años 1960 y 1970, por iniciativa de algunas familias que llegan a la ciudad en búsqueda de porvenir, principalmente de origen campesino. Diversos municipios del departamento de Nariño confluyen guiados por la trashumancia que necesariamente viaja con el territorio en forma cultural, quizá por esto, el barrio guarda una habitada memoria de origen campesino. Juanoy Alto el barrio autoconstruido, se edifica en múltiples historias, labores, mingas, sabores y tradiciones desde sus cimientos, como tentáculos que se sujetan a modo de muros de contención en la pendiente de lo que llamamos modernidad. Siendo inicialmente de carácter rural, el crecimiento de la ciudad lo ha localizado en una zona limítrofe con lo urbano, al margen del desarrollo “planificado”; es así, como el barrio en sus singularidades se divide por el perímetro urbano y rural de la ciudad de Pasto[2]. En el año 2022, por iniciativa de la Alcaldía Municipal de Pasto en conjunto con la experiencia de veinte años de trabajo de la Fundación Suyusama, obra de la Compañía de Jesús para el acompañamiento social en el departamento de Nariño; se acerca a la comunidad del barrio Juanoy Alto y posteriormente con aportes del Proyecto de Desarrollo Territorial PDT Nariño, Concesión Unión Vial, empresas privadas, entre otros, se propone el modelo de turismo comunitario como dispositivo social, para la transformación del quehacer comunitario de los habitantes del barrio Juanoy Alto. Con todos los riesgos económicos, políticos y sociales, se construye de manera participativa un “Plan de Turismo Comunitario”, el cual recoge en su base la historia del barrio, donde sobresale la gestión comunitaria del agua, el trabajo comunitario en minga para la adecuación de senderos de acceso, alcantarillado y servicios para el suministro de agua y energía; también destaca la diversidad de oficios y saberes que enmarcan al barrio como un territorio de tradiciones culturales, manifestaciones, acontecimientos y personajes, representados en la galería de murales que van narrando el barrio cuando se caminan sus calles. Sus pintorescas casas desde lo lejos representan, en diferentes tonos de azules, un cuerpo de agua que desciende desde el antiguo tanque del acueducto comunitario, hoy convertido en salón cultural y en un potente mirador paisajístico de la ciudad. La Fundación Suyusama entiende la importancia que narra la comunidad del barrio Juanoy alto cuando se menciona el agua como la ordenadora del territorio; necesariamente pensamos en la gestión comunitaria del agua como el ejercicio asumido por las comunidades para garantizar el suministro del agua, más allá de la mercantilización del recurso hídrico. Es entendido de manera holística para regresar el valor cultural y social al manejo de agua comunitaria; actividad actualmente administrada por la Junta del Acueducto Comunitario de Juanoy – Pinasaco, en constante búsqueda de seguir generando apropiación por parte de toda la comunidad. De esta manera, en el ejercicio de acompañamiento y construcción del proyecto, la Fundación Suyusama pone al servicio del bienestar de la comunidad de Juanoy que alberga alrededor de 450 familias, el conocimiento de los profesionales y de los ejes de trabajo institucional que promueve desde la agroecología, la economía social, solidaria y feminista, el cuidado del agua, la biodiversidad y el cambio climático, y desde el eje sociopolítico; pilares que sostienen el que hacer de la fundación y principios con los cuales se acompaña a diversas comunidades del territorio nariñense desde el 2004. Este acontecimiento en el tejido de historias que constantemente se construyen y reconstruyen entre los habitantes del barrio, se ha denominado; Juanoy Caminos de Agua, destino turístico que necesita ser cuidado y apropiado por la ciudadanía pastusa. Conocer más de este destino turístico de la ciudad de Pasto es transitar sus calles y reconocerse en las historias del suroccidente colombiano, para ver que potencialmente Juanoy no es solo un barrio, es una propuesta de la ciudad pensada desde la diversidad cultural, que invita a la investigación-creación de nuevos relatos desde las ciencias sociales, urbanísticas y ambientales. Juanoy es el lugar donde los caminos se cruzan y donde confluyen los devenires del mundo contemporáneo. Bienvenidos a descubrir que “El barrio tiene sabor”[3]. [1] Plan de Turismo comunitario, Juanoy Caminos de Agua, 2022.  Fundación Suyusama-Obra de la Compañía de Jesús. [2] Plan de ordenamiento territorial 2015-2027, Secretaría de Planeación, Alcaldía de Pasto. [3] Graffiti anónimo barrio Juanoy Alto.

Tiempo de espera

Iniciamos el recorrido del año litúrgico con este Primer Domingo de Adviento. Son un poco más de tres semanas de preparación para la celebración de la Navidad, el nacimiento del Dios hecho hombre, que nace en el pesebre de Belén y que se convierte en el salvador de la humanidad porque así lo estableció el plan de Dios sobre los seres humanos. Es lo que llamamos la historia de la salvación, expresión del amor de Dios hacia nosotros, para rescatarnos de la esclavitud del pecado. Es un tiempo en el cual se va fortaleciendo la esperanza, tiempo de vigilante espera, que nos permite vivir un verdadero itinerario de preparación. La palabra adviento significa venida, llegada, advenimiento. Navidad es la venida de Dios hecho hombre, la llegada del salvador prometido y esperado y el advenimiento de la gracia para la humanidad. Para ese acontecimiento nos debemos preparar y ese es el sentido del tiempo de adviento, una época, un período de tiempo de gracia que se nos regala para disponer nuestro corazón. Todo este tiempo de espera y de preparación se puede quedar en lo externo, en los arreglos navideños, en el árbol, en el pesebre. Y es uno de los peligros que podemos tener al quedarnos solo en lo externo y en lo tradicional. Pero esta preparación, esta espera, debe llegar a lo más profundo de cada persona, para que Jesús nazca en su corazón y así lo pueda compartir con otras personas. Esa es la invitación para hacer realidad la salvación que nos llega en el Dios Niño. Vale la pena que cada uno de nosotros se pregunte qué debe hacer para que Jesús nazca en su corazón, para que pueda prepararse de una mejor manera para la navidad, cómo puede irradiar su propia alegría a otras personas para que la celebración sea más plena. Hay diversas maneras de hacerse solidario y presente con los que no pueden celebrar la navidad, por diversas circunstancias que los mantienen alejados de sus seres queridos y no puede haber una sonrisa en sus labios. Por otro lado, dice el adagio que “pena compartida es media pena y que alegría compartida es doble alegría”. Esto nos debe llevar a preguntarnos sobre las múltiples maneras por las cuales podemos ser solidarios, sentir como propia la necesidad del otro y, en forma desinteresada, tenderle la mano. Hay una tradición que vale la pena pensar sobre si la podemos hacer realidad en el contexto nuestro: buscar la manera para que una persona necesitada, que sufre, pueda compartir la navidad con la familia, que sea un verdadero invitado, huésped, de nuestra mesa y familia. Pienso en la innumerable cantidad de familias cargadas de dolor y tristeza por situaciones que las han golpeado: los efectos del cambio climático, las víctimas de los desastres naturales, de las consecuencias de la violencia y de la guerra, los efectos de  tantas otras situaciones difíciles. Sé que no es fácil, que tiene muchos inconvenientes, pero considero que vale la pena intentarlo. Son muchos hermanos y hermanas nuestros, quienes sufren, para quienes la esperanza está casi desaparecida de sus vidas, necesitan nuestra mano tendida y abierta como expresión de acogida y solidaridad. Así haremos que este tiempo de espera tenga sentido y nos disponga desde el corazón para celebrar la Navidad.

Ciberprotección Infantil: Un paso adelante en la Seguridad Digital

La Oficina PCCP coordina acciones y anima procesos que promuevan la cultura de la protección. _________________________________________________________________________________________________________________ El pasado viernes 24 de noviembre marcó un hito significativo para nuestra Oficina PCCP (Promoción de una Cultura Consistente de Protección) con la promoción del evento «Ciber-cuidadores». Este encuentro presencial, organizado por la oficina del buen trato de la Arquidiócesis de Bogotá, abrió puertas a un mundo digital más seguro, iluminando tanto sus bondades como riesgos, especialmente diseñado para quienes trabajan con menores. El evento proporcionó guías esenciales para la salvaguarda de los niños, niñas y adolescentes. En «Ciber-cuidadores» contamos con la participación de varias de nuestras obras que atienden menores, de esta forma vamos dando pasos hacia la protección y el bienestar digital de nuestros niños, niñas y adolescentes. Acciones como estas reflejan el compromiso de la Compañía en la formación continua de nuestros colaboradores, asegurando así un escenario más seguro para los menores a nuestro cargo.

Suplica por Colombia

Llegamos al final del recorrido del año litúrgico y este se cierra con la solemnidad de Jesucristo Rey universal. Es el culmen de todo lo que hemos venido celebrando y nos abre a todo lo que tiene de novedoso el iniciar otro recorrido, un nuevo caminar, donde el paso del tiempo nos irá llevando por las diferentes celebraciones y nos ayudará a profundizar el sentido de nuestro compromiso como creyentes en la cotidianidad de nuestro trabajo, cualquiera que este sea. Quiero invitar a mis lectores a dedicar unos minutos de nuestro tiempo a hacer una súplica por nuestra patria, Colombia, dadas las difíciles situaciones que estamos viviendo, que nos han desestabilizado y nos pueden llevar a la desesperanza en medio del caos y la confusión. Así pues, esta es mi súplica: “Señor, Dios Padre bueno que nos has creado por amor y que nos llamas a ser felices, a vivir en el amor, a construir comunidad con nuestros hermanos y hermanas que vivimos en este suelo llamado Colombia, lugar que nos has entregado para que lo cuidemos y cultivemos, te queremos pedir por todos y cada uno de los colombianos y colombianas que luchan por construir una patria mejor, por quienes están convencidos de que el bien común está por encima de los intereses particulares y por todos aquellos que, en medio de las dificultades, sienten que los problemas los agobian en su corazón. Hoy, cuando las circunstancias nos impiden ver un horizonte de esperanza, necesitamos más que nunca la fortaleza que nos viene de Ti, en tu Hijo y hermano nuestro, Jesús de Nazaret, quien se hizo hombre, padeció, murió y resucitó por nosotros y nos dio el mayor ejemplo de amor como lo es el de dar la vida por aquellos a quienes se ama. Concede a los colombianos el don de tu Espíritu, para que cada uno de nosotros, comprenda y viva la realidad de tu presencia en los hermanos y hermanas, especialmente en quienes sufren la marginación, la discriminación, el abandono, las consecuencias de la violencia y la exclusión. Que comprendamos que el mensaje del evangelio se resume en las obras de amor hacia esos hermanos y hermanas nuestras, como nos lo presentas en el evangelio de este domingo. Que tengamos como criterio de nuestro actuar la construcción de tu reinado entre nosotros; reinado que no es otra cosa que hacer el bien, amarnos los unos a los otros, sentir como nuestras las necesidades de los demás. Que seamos capaces de construir familias que sean como el hogar de Nazaret por el amor que reina entre las personas que las componen, porque superan las diferencias por medio del diálogo, porque los puntos de vista diversos no separan, sino que son medio para construir unidad, donde la mesa familiar reúne a todos para compartir el pan corporal y el pan de tu palabra. Ayuda a cada uno a comprender y asumir la misión que le corresponde al interior de su familia. Que comprendamos que el encuentro contigo, a nivel personal y comunitario, en la eucaristía dominical es algo fundamental y necesario para ser y hacer Iglesia. Que no podemos quedarnos en el encuentro personal contigo en lo más íntimo del corazón, sino que necesitamos ser y hacer comunidad con nuestros hermanos y hermanas en la fe. Así estaremos siendo constructores del reino de verdad, de gracia, de amor, de justicia y de paz que tu Hijo anunció y que debe ser realidad en nuestra patria, Colombia”.

Recibir y compartir

Con frecuencia recibimos regalos que nos expresan el afecto de las personas hacia nosotros. Y dentro de esa misma dinámica, es común que compartamos con las personas que queremos ese regalo que hemos recibido. Cuando lo hacemos, nos sentimos felices, plenos, realizados. Pareciera como si el regalo recibido se hiciera más grande, más pleno, más cargado de sentido. Lo expresado anteriormente nos ayuda a comprender el texto del evangelio de este domingo. Es la historia o parábola de los talentos. Tres hombres a quienes su amo le dio a cada uno una determinada cantidad de dinero para que la administrara. Y cada uno de ellos respondió de manera diferente dentro de sus posibilidades y su iniciativa. Cada uno había recibido según su capacidad, nos dice el texto. Y cada uno hizo producir el don recibido. El primero de ellos, produjo el ciento por ciento, lo mismo hizo el segundo. El tercero, en cambio, no lo puso a producir, lo enterró, según él mismo, por temor a quien le había confiado tal responsabilidad. La historia parece repetirse en nuestra vida diaria. Muchas personas son conscientes de los dones recibidos, los hacen fructificar porque los comparten, los ponen al servicio de los demás. También hay otras personas que, por diversas circunstancias de la vida, asumen actitudes de pasividad y conformismo, no hacen fructificar los dones recibidos, se encierran en sí mismos y la cuenta que dan de la administración es muy pobre. A propósito de la parábola de los talentos, me viene a la memoria lo que decía el Hermano Roger Schütz de la comunidad de Taizé en el sentido de “que la única manera de sentirnos verdaderamente felices con respecto a los dones recibidos es cuando los compartimos, cuando salimos de nosotros mismos y nos damos a los demás”. Creo que en este pensamiento encontramos la mejor expresión de lo que es la vocación del cristiano al servicio de los demás, servicio que adquiere su plena expresión en el compartir. Dice el adagio que “pena compartida es media pena y alegría compartida es doble alegría”. La invitación es a salir de nosotros mismos, a darnos, a hacernos vulnerables a la necesidad del otro, sabiendo que le podemos dar ese gesto oportuno, la palabra adecuada para aliviar su pena. Eso es ser fiel en lo poco como nos lo dice el pasaje de este domingo, para así merecer el que se nos confíe lo mucho. Lo esencial es saber administrar lo recibido, no lo es tanto la cantidad de dones recibidos o la intensidad de alguno de ellos. Lo que cuenta es el uso que hagamos de lo recibido, la manera como lo administremos, la posibilidad real de hacerlo producir fruto, sabiendo que depende de nosotros el resultado. Vale la pena que cada persona se pregunte, comenzando por mí mismo, qué uso hacemos de los dones, talentos, cualidades, regalos, presentes recibidos. Que hagamos el inventario de esos dones, que veamos cuáles hemos puesto al servicio de los demás, cuáles hemos mantenido ocultos o infructuosos y qué respuesta vamos a dar cuando se nos pida cuenta de la administración. Todo esto, en la línea del título de esta columna “recibir y compartir”. No es solo lo primero, es también lo segundo como elemento básico para construir la verdadera felicidad, la que nace de saber que hemos puesto lo que somos, más que lo que tenemos, al servicio de los demás.

400 años de la Pontificia Universidad Javeriana, una celebración con historia

El pasado 9 de octubre, con motivo de la celebración de los 400 años de la Fundación de la Pontificia Universidad Javeriana, se celebró una sesión conjunta junto a la Academia Colombiana de Historia, espacio al que asistieron directivos de la universidad, miembros de la Academia y personalidades de relevancia. En ella se confirió la Orden del Centenario a la Universidad Javeriana, representada en su rector, el padre Luis Fernando Múnera Congote, SJ. Este acto solemne fue además un espacio académico en el que el padre Fernán González, SJ, miembro numerario, presentó su investigación sobre Los Jesuitas en la Academia Colombiana de Historia. Dada la relevancia de esta celebración y de este escrito para la historia de la Comunidad, desde el Cinep/PPP ponemos en circulación en el enlace conexo, el texto de nuestro investigador, y quien es actualmente, el único miembro activo de la Compañía de Jesús en la Academia Colombiana de Historia. ¡Buena lectura! Lee la presentación hecha por el P. Fernán González, SJ, en el siguiente enlace >>

Prudencia y necedad en la vida

¿Qué haría usted si se encontrara en una situación semejante a la de los personajes del texto del evangelio de este domingo? ¿Qué haría si le dijeran que debe preparar su equipaje para un viaje inesperado, un poco largo, al cual debe llevar lo mínimo necesario? ¿Qué haría si se da cuenta de que le hacen falta cosas importantes y no tiene tiempo de ir a buscarlas o de comprarlas cerca al lugar del encuentro? Esta hipotética situación pude sucederle a cualquiera de nosotros. No estamos exentos de vivirla. Todo esto, por una sencilla razón. No estamos acostumbrados a ser precavidos, a planear las cosas con anticipación y cuidado. La prudencia es una virtud que se va adquiriendo con el paso del tiempo, con la experiencia de la vida, con lo que se ha recogido de las diferentes situaciones y momentos. La vida es la mejor maestra, es la que nos enseña cómo debemos actuar responsablemente. Un segundo elemento en la prudencia es el de saber callar. No siempre se debe decir todo lo que uno sabe o conoce. Tampoco es prudente el hablar sin pensar las consecuencias de lo que se dice o se calla. Dice el adagio “la prudencia hace verdaderos sabios”. Creo que es algo que debemos aplicar en los diferentes momentos y circunstancias de la vida. Por el contrario, la necedad que podemos colocar como sinónimo de inexperiencia, de falta de madurez, es una actitud que causa daño en las personas porque se puede ser irresponsable, se puede obrar precipitadamente, se puede hablar sin medir las consecuencias. Todo esto es lo que nos muestra la actitud de las jóvenes necias. No previeron las necesidades de lo que podía hacerles falta, no reunieron las provisiones adecuadas. Por eso, se encontraron en una situación comprometida. Fueron a buscar y no alcanzaron a regresar a tiempo. Pienso en la manera impulsiva e irresponsable de muchas personas que, o son jóvenes o parecen serlo, no miden las consecuencias de lo que hacen o dejan de hacer. Tampoco se puede ser tan prudente que no se tome riesgo alguno, por temor o inseguridad. Como el extremo opuesto es también peligroso. Aquella persona que obra alocadamente, que no piensa y se convierte en alguien temerario. Ya lo decía un filósofo antiguo “ni temeroso ni temerario, en la mitad está el valor y el equilibrio”. O como dice el refrán popular “ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”. Todo extremo es nocivo. En la vida cotidiana necesitamos ser sanamente sabios, buscar el camino más acertado para hacer las cosas, estamos llamados a discernir lo que más conviene en los diferentes momentos y situaciones de la vida. Eso es ser prudente, con el sentido de lo que nos presenta el evangelio, para lograr hacer realidad lo que nos hemos propuesto. La prudencia va de la mano con la sabiduría, como nos lo dice la primera lectura de hoy “meditar en la sabiduría es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al paso en cada pensamiento”.

La clave: decir y hacer

Más de una vez he escuchado el adagio popular “el cura predica, pero no se lo aplica”. Esto me ha hecho reflexionar sobre algo que hace falta en la vida. Es la coherencia entre nuestro discurso y nuestra manera de actuar. El pasaje del evangelio de hoy es un reclamo a esa división en la vida. Nos sucede lo que a muchos dirigentes y líderes. Somos excelentes en la presentación del discurso, pero cuando llega la hora de la acción, los hechos y las obras que deben respaldar lo anunciado no aparecen. Esa es la crítica que Jesús les hizo a los escribas y fariseos: “hagan lo que ellos les digan, pero no hagan lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”. Es muy fácil ser anunciador de grandes noticias, mostrar caminos de seguimiento de Jesús y de fidelidad al evangelio. Lo difícil, lo exigente está en respaldar ese anuncio con las obras, con el testimonio de vida. Ahí está la clave, la piedra de toque para que cada uno, sacerdotes, religiosos y laicos nos preguntemos sobre la coherencia de vida que tenemos, sobre la manera como las palabras y las obras van en la misma línea. No temamos reconocer que nos hace falta mejorar en este aspecto. Pienso que vale la pena mencionar a alguien que fue profundamente coherente en lo que decía y lo que hacía, entre su predicación y su amor al prójimo asumido como lema y tarea de vida. Me refiero al P. Alberto Hurtado, SJ jesuita chileno canonizado hace dieciocho años por el Papa Benedicto XVI en Roma. Cuando tiene la oportunidad de visitar el país de Chile, se encuentra con la figura de San Alberto Hurtado, SJ como el apóstol de esa nación. Un hombre que hizo del amor y el servicio su constante actuar. El Hogar de Cristo, obra a favor de los más desprotegidos de Chile, cuenta con 900.000 donantes voluntarios que aportan lo que está a su alcance para sostener esa obra que está extendida por todo el país austral. Hablar del P. Hurtado y hablar del compromiso cristiano hecho vida es casi lo mismo. Vivió entre 1901 y 1952. Su muerte, a edad temprana, a consecuencia de un cáncer, podemos decir que fue la conclusión de su amor y entrega. La expresión “contento, Señor, contento” que repetía con frecuencia, en la fase terminal de su enfermedad, nos habla de la altura espiritual de este hombre. Fue la voz de la conciencia para el Chile de la década de 1940 a 1950. Se había preparado intelectualmente para realizar un trabajo de grandes proporciones. Su voz fue escuchada por los diferentes grupos de personas que conformaban la sociedad chilena de su época. Cuestionó, interpeló e interrogó. Invitó a hacer vida lo que hemos escuchado muchas veces “descubrir a Cristo presente en el hermano que sufre y tiene necesidad”. El testimonio de este hombre de Dios nos muestra que sí es posible ser coherente, que la unión y armonía entre lo que se dice y lo que se hace, entre nuestra palabra y nuestras obras no puede quedarse en lo teórico, que “las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra” no es pura teoría, sino algo que debemos buscar cada día con mayor insistencia. Debemos ser creíbles por el testimonio de vida y no solo por nuestra manera de hablar.

Visita del Provincial al Colegio San Luis Gonzaga

Durante tres días recibimos la visita del padre Hermann Rodríguez, SJ, provincial de la Compañía de Jesús en Colombia y del P. Rodolfo Abello, SJ, asistente de educación de la Provincia y presidente de la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia – Acodesi. Durante su estadía, compartieron diferentes espacios con la comunidad educativa y se pudieron enterar, de primera mano, sobre el amor y entrega con el que se desarrolla el trabajo en nuestra institución. Como parte de las actividades de su agenda, se reunieron con representantes de los estudiantes y de las familias, así como con los compañeros apostólicos. La visita del padre provincial, siempre será un motivo de alegría y regocijo para la familia Gonzaga, los aportes y sugerencias que nos quedan nos enriquecen en nuestra labor y nos motivan a seguir adelante en esta tarea de formar para la vida hombres y mujeres para en todo amar y servir. _________________________________________________________________________________________________________________ Conoce cómo se desarrolló la visita _________________________________________________________________________________________________________________

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