Construir iglesia, una tarea de todos

Muchas veces me he encontrado con católicos que se expresan de la siguiente manera, palabras más, palabras menos “la Iglesia debe cambiar, ponerse a tono con el mundo moderno, salir de la sacristía”. Se me ha ocurrido hacerles una pregunta a quienes hablan de esa manera: ¿Quiénes forman la Iglesia?, ¿Quiénes son los responsables de lo que sucede? La respuesta a estos interrogantes clarifica el panorama. Si me siento al margen de la situación de la Iglesia, si es algo que lo considero distante y lejano de mi vida, entonces puedo decir que es algo que no me corresponde. Cuando comprendo que la Iglesia soy yo, como persona y como parte de una comunidad, descubro que el construir Iglesia es tarea de todos, que no puedo sentirme excluido o relegado. El compromiso afecta mi vida y soy responsable de lo que la iglesia haga o deje de hacer. Si me siento parte de la iglesia debo preguntarme qué estoy haciendo para que esta comunidad de creyentes se actualice, viva de acuerdo a las exigencias de un mundo complejo y tecnificado, responda a las necesidades de los creyentes de comienzos del siglo XXI. No es algo que pueda ignorar, me afecta, me compromete y me exige. No puedo vivir de espaldas a esta realidad. Ser iglesia es caer en la cuenta de lo importante que soy yo en la vida de la comunidad, que mi presencia debe ser activa y participante, que puedo y debo hacer mucho para ser solidario en lo que queremos, deseamos y esperamos de la iglesia como comunidad de creyentes. Somos humanos, somos personas que podemos fallar, que tenemos defectos y limitaciones. Es la realidad de la iglesia como humana, pecadora y peregrina. Nos muestra al mismo tiempo la otra realidad, la de una comunidad que es divina, santa y gloriosa. Estamos invitados a hacer de nuestra vida como creyentes un testimonio conforme a lo que el Señor quiere y espera de nosotros. Estamos invitados a construir la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Para ser fieles a lo que el Señor nos propone estamos llamados a preguntarnos frecuentemente cómo estamos cumpliendo nuestro compromiso de fidelidad al propósito del Señor. La presencia del Señor como compañero de camino es garantía de lo que podemos hacer, esperar y lograr. Entra en juego también el hecho de nuestra propia fragilidad para mostrarnos el rostro humano de la misma iglesia. Hay en nosotros un sentido de esperanza, la redención se inició en la persona de Jesús con su muerte y resurrección, pero no está plenamente realizada, es una plenitud prometida, que está por alcanzarse. Nos mueve entre lo logrado y lo que podemos alcanzar. Al mismo tiempo, debemos considerar que la construcción de la comunidad eclesial es algo que se va logrando, que se va haciendo, en la situación del mundo como este es, no podemos pensar en invernaderos, lugares ideales, sino que estamos llamados a vivir el ser Iglesia en la situación real de los problemas y desafíos del mundo de hoy. A veces, puede ser ayuda para lo que esperamos alcanzar, otras veces puede ser obstáculo que estamos llamados a superar. Debemos estar convencidos que la construcción de la Iglesia es obra de todos sus miembros, movidos por la fuerza del Espíritu. Dejemos que dicho Espíritu actúe. Seamos dóciles a la acción de su gracia y encontraremos un camino adecuado que nos permita ir creciendo y madurando en la construcción de dicha comunidad. Si cada uno de nosotros hace lo que le corresponde, entre todos llegaremos a tener una Iglesia viva, una comunidad dinámica de creyentes. Nadie podrá hacer por ti o por mi lo que a cada uno corresponde. Hagámoslo desde ahora. Este domingo se inaugura el ministerio de Pastor universal del Papa León XIV, recientemente elegido. Que oremos por él para que sea el pastor que la iglesia necesita y pueda responder a los desafíos que el mundo nos plantea. Eso también es ser iglesia.

El Buen Pastor y el día de la madre

Coinciden hoy dos fechas que aparentemente no tienen relación. Por un lado, la Iglesia celebra hoy la LXII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, y por otro, se celebra el Día de la Madre; sin embargo, al mirar más detenidamente podemos pensar que cada mamá es como un buen pastor en el hogar de cada familia, por la entrega, por la dedicación, por el cuidado que tiene por cada uno de los miembros de la familia. Ser buen pastor, es estar al tanto de lo que cada persona tiene como necesidad. El ejemplo tomado de la cotidianidad nos habla de alguien que cuida a las ovejas, “que las llama por su nombre, que lo siguen porque conocen su voz”. He pensado siempre en la historia del pastorcito mentiroso y que todos conocemos. Es algo que nos invita a reflexionar sobre el cuidado que debemos tener sobre las personas que nos han sido confiadas. Ya sea que trabajemos en el campo de la educación, o lo hagamos en el campo de la salud, o seamos sacerdotes, religiosas o religiosos, todos tenemos la responsabilidad de personas que están bajo nuestra responsabilidad. Vale la pena preguntarnos cómo cumplimos la misión que se nos ha confiado y ver qué debemos cambiar o ajustar en el cumplimiento de nuestra misión. En el hogar, los padres y las madres son pastores para los hijos que el Señor les ha confiado. No es solamente velar porque no les falte nada, es formar, preparar para la vida, cimentar valores que en el futuro, cuando sean adultos, habrán de poner en práctica. Eso no se improvisa, eso no es algo que se puede dejar solo en manos de la institución educativa. Es un trabajo conjunto de familia y colegio para lograr la formación de personas de bien, que aporten a la construcción de un mejor país, que tengan como prioridad el bien común y no los intereses personales o particulares. El tema para la LXII jornada de oración por las vocaciones lo ha expresado así el difunto Papa Francisco “Peregrinos de esperanza: el don de la vida”. Es un llamado a reconocer que quien se sienta llamado a seguir al Señor en el camino de la vida sacerdotal o religiosa asume el desafío de ser un testigo de la esperanza, en otras palabras, a ser testigo de Jesucristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida y, al mismo tiempo, la razón y el sentido de nuestra esperanza. Volvamos a la imagen del Buen Pastor. Es alguien que da testimonio de la verdad, quien reconoce en su vida un llamado a vivir su vocación con autenticidad, fiel al llamado recibido, a gastar su vida en el servicio a las ovejas que le han sido confiadas, a conocer las alegrías y esperanzas, las penas y dificultades de cada uno para poder ayudarlo mejor. Hoy como ayer, seguimos necesitando hombres y mujeres que consagren su vida al servicio de los demás. Para ellas y ellos, en la medida en que son buenos pastores, feliz día. Para las madres, en su día, por la manera como realizan su misión, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, también un muy feliz día de la madre. Que reconozcamos y agradezcamos tan bellas misiones, una para la Iglesia y la otra para cada familia.

Circular a toda la Provincia – Noviciado Interprovincial San Pedro Claver, SJ

En el marco del itinerario de reestructuración de la formación en la CPAL, se han puesto en marcha, desde noviembre del 2024, tres procesos significativos en torno a los noviciados de nuestra Conferencia: el proceso Mesoamericano (que involucra a las Provincias de México, Centroamérica y el Caribe), el proceso del Cono Sur (que involucra a las Provincias de Brasil, Chile, Argentina-Uruguay y Paraguay) y el proceso que hemos denominado Andino Amazónico. Los provinciales de Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador y Venezuela, después de un cuidadoso camino de recolección de datos, profunda reflexión y, sobre todo, discernimiento comunitario en el que fuimos acompañados por el Delegado de Formación de la CPAL, queremos comunicar los siguientes puntos: Proponemos la apertura de un nuevo noviciado para las cinco provincias en la actual sede del noviciado San Ignacio, en Quito, Ecuador. Este nuevo noviciado llevaría por nombre: Noviciado Interprovincial San Pedro Claver, SJ. ⁠Para ello, consideramos oportuno proceder a la suspensión de los noviciados provinciales actuales de Colombia (Medellín) y Venezuela (Caracas), así como del noviciado regional de las Provincias de Ecuador, Bolivia y Perú, ubicado en Quito, Ecuador. Planteamos que este proceso se lleve a cabo gradualmente, a partir de la recepción de su aprobación. ⁠Sugerimos que el padre Edil Calero, SJ, actual maestro de novicios en Quito, continúe desempeñando este rol en el nuevo noviciado, ubicado en la misma sede, pero con un renovado plan de formación y estructura, dada su naturaleza interprovincial, hasta diciembre de 2026, esto, con el fin de garantizar una transición fluida y adecuada al nuevo noviciado. ⁠En el año 2026, como fruto del discernimiento conjunto de los cinco provinciales, nos permitiremos proponer al P. General un nuevo maestro de novicios, quien deberá comenzar su misión en enero de 2027. Este proceso de configuración de un noviciado para nuestras cinco provincias nos llena de profunda consolación. Si bien experimentamos la natural nostalgia por el cierre de noviciados tan queridos y significativos en la historia de nuestras Provincias, nos sentimos impulsados por la realidad del número de novicios en la región, así como por la conciencia de lo complejo que es sostener económicamente edificaciones muy grandes y garantizar equipos de formadores de calidad. Frente a ello nos acompaña el ferviente deseo de ofrecerles una formación atenta, esmerada, responsable y renovada. Reconocemos que las sedes de Quito y Medellín son lugares apropiados para la formación de novicios. Sin embargo, hemos discernido que la elección de Quito ofrece una riqueza particular. Colombia, por su parte, cuenta con el Centro Interprovincial de Formación (CIF) en Bogotá. Creemos que la diversidad geográfica de una casa de formación puede enriquecer significativamente el proceso formativo, abriéndolo a una perspectiva más amplia de la universalidad de nuestra Compañía y de la formación en y para esa universalidad. Hermann Rodríguez Osorio, SJ Provincial Bogotá, 5 de mayo de 2025

La vida con Jesús y la vida sin Él

El mensaje de la Pascua es siempre una invitación a vivir la vida con Jesús, a tener la experiencia del Señor resucitado, la cual nos invita a un cambio, a una transformación. No es lo mismo la vida con Jesús que la vida sin Él. Veamos por qué y empecemos por la segunda. Para esto nos apoyaremos en el pasaje del Evangelio que escuchamos hoy. La escena a orillas del lago de Tiberíades nos habla de pesca infructuosa, de pasar la noche en vano, de sentirse descorazonados y de encontrar que la vida sin Jesús no tiene sentido, pierde su encanto y nos hace vacilar y titubear. Eso nos lo dice el texto de hoy. Les sucedió a los siete discípulos. En el mundo actual hay muchos que pretenden vivir su existencia de espaldas a Jesús, quieren ignorar lo que esa presencia aporta a la existencia humana, no quieren reconocer que la vida es un camino en el cual necesitamos luz para caminar y así no tropecemos o caigamos. Hay otras personas que quieren vivir la vida teniendo como compañero de camino a Jesús, son los que reconocemos el sentido y el valor de la fe en nuestro caminar, los que sabemos que solos nada podemos y que deseamos caminar con paso firme, avanzar sobre seguro y poder darle un sentido a lo que hacemos y a todos nuestros esfuerzos. Somos de aquellos que como Juan podemos decir “es el Señor” y descubrimos que la vida se ilumina, la esperanza renace y se siente uno más alegre y contento en el diario vivir. Pienso en tantas personas que viven en condiciones difíciles, en situaciones de riesgo y, sin embargo, mantienen una esperanza por encima de todo obstáculo. Son esos hombres y mujeres que nos hablan de fe en la vida, de coraje para luchar y que lo único que nos dicen es “yo tengo fe”. Miro el panorama de nuestra patria y descubro que hay mucho por hacer, que necesitamos tener ese coraje y esa valentía de vivir la vida con Jesús, a pesar de todo lo que se nos pueda decir en contra. La firmeza y la convicción de lo que hacemos y por qué lo hacemos, debe ser suficiente testimonio y elocuente expresión de lo que significa vivir la vida con Jesús. No quiero por un solo momento colocarme en la situación de quien dice que no cree, que quiere vivir su fe de otra manera. Hay algo que me dice interiormente que es muy difícil pretender vivir la vida sin esa luz que nos da la fe, que todo lo que podamos hacer en ese sentido es ganancia para el sentido de la vida, que nos la debemos jugar toda para vivir la vida con Jesús y dejar de lado lo que nos aparta de Él o nos invita a vivir sin Él.

Ver para creer

Siempre me he preguntado por qué Tomás actuó como lo hizo ante el testimonio que le dieron sus compañeros sobre la resurrección del Señor. Me parece un poco desconcertante. Sin embargo, Tomás encarna una de las actitudes más comunes en la gente: necesitamos ver para creer. Las evidencias nos comprueban lo que esperamos o deseamos confirmar. Para él, todo tenía una respuesta en la evidencia que podía palpar y comprobar. De ahí no lo sacaba nadie porque era el camino para asegurarse que lo que le estaban diciendo era verdad. La lógica de la fe va por otro camino. Viene a mi memoria la afirmación de un sacerdote sobre lo que es un acto de fe. Decía palabras más, palabras menos “hay un acto de fe cuando tú aceptas como tus padres a quienes dicen serlo, el amor que te prodigan lo comprueba”. Eso me quedó sonando desde entonces y me ayuda a comprender el mensaje del texto del evangelio de este domingo. Creer no es comprobar hasta la certeza. Tampoco lo es, asumir una actitud ingenua, que no le da un fundamento adecuado a la fe. La experiencia de la primera comunidad cristiana, presentada en la lectura de los Hechos, que es la primera lectura, nos permite descubrir lo que significa la fe hecha vida que surge de la experiencia de Cristo resucitado y los llevó a la comunión fraterna y al servicio a los hermanos necesitados y sufrientes. Es el mismo Cristo resucitado, que aparece en la segunda lectura tomada del Apocalipsis, que le da sentido a la historia, que es el primero y el último, vencedor de la muerte. Este domingo se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, establecida por san Juan Pablo II. Es la oportunidad que tenemos para reconocer el amor de Dios que comprende nuestro dolor y nuestro sufrimiento y en la persona de su Hijo, que por nosotros murió y resucitó, nos ha mostrado la manera como Dios ama. Es una oportunidad para interiorizar lo que a lo largo del evangelio podemos reconocer como la misericordia del Señor, especialmente con los más necesitados, con los que sufren. Hacia ellos debemos dirigir nuestra mirada y reconocer que en ellos el amor nuestro se hace vida. Puedo decir que la actitud de Tomás no fue la mejor. De hecho, el Señor le reclama su dureza para entender lo que sus compañeros le comparten. ¿No bastaba el testimonio de ellos para creer en el hecho de la resurrección? ¿Era necesaria esa comprobación científica para poder afirmar que Jesús había resucitado? Considero que no. Ese fue el error de Tomás. Allí estuvo la duda mal resuelta. Por eso la respuesta de Jesús “porque has visto, has creído. Bienaventurados los que creen sin haber visto”, porque esos sí tienen fe, esos somos nosotros, los que aceptamos el testimonio de otros que surge de la experiencia, marcada por el cambio que se opera en ellos. Dejan a un lado el miedo y se vuelven valientes, dejan la tristeza y se sienten alegres. Ver para creer no es fe, es certeza y evidencia. Esa no es la actitud del cristiano. Cree.

El compromiso del Colegio Mayor de San Bartolomé con la Ecología Integral

En sintonía con la invitación del Plan Apostólico de la Provincia al cuidado de la Casa Común, e inspirados en la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, el Colegio Mayor de San Bartolomé promueve estrategias de concientización orientadas a asumir, con responsabilidad, sensibilidad y compromiso, acciones concretas junto a la comunidad educativa que contribuyan a la protección del medio ambiente y al fortalecimiento de una cultura de conservación. Por eso, con enorme alegría y satisfacción, compartimos esta edición especial del periódico El Bartolino, un reflejo vivo de las voces, sueños y acciones de estudiantes, familias, maestros, colaboradores y directivos, unidos en la construcción de un futuro más justo, sostenible y lleno de esperanza. Este medio comunicativo no sólo da cuenta de nuestras acciones, sino que también busca inspirar una transformación profunda en nuestras formas de habitar este mundo. Que cada palabra, imagen y testimonio recogido en esta edición especial de El Bartolino sea una invitación a seguir “soñando juntos lo imposible”; desde lo cotidiano, como una comunidad educativa más consciente, comprometida y solidaria con la vida en todas sus formas. Accede al periódico El Bartolino, dando clic aquí: http://bit.ly/3ECS0lS

¿Cómo será la elección del sucesor del Papa Francisco?

La historia de la Iglesia Católica está llegando a los dos mil años. Esto explica los cambios tan profundos que se han dado en sus estructuras a lo largo del tiempo. Sin embargo, el Espíritu que la anima y la conduce actualmente, es el mismo que la vio nacer. Continuidad en la inspiración fundamental y evolución permanente en sus formas, es la característica que podríamos señalar al hablar de la elección del Obispo de Roma, que la Iglesia entera reconoce como cabeza de la Iglesia Católica. Vicario de Cristo, Sumo Pontífice, Santo Padre, Su Santidad, Papa, Jefe del Estado Vaticano, son formas de llamar al Obispo que sea elegido por los cardenales de la Iglesia como Obispo de la ciudad Eterna. De hecho, no hay escalafones superiores dentro de la jerarquía de la Iglesia, por encima del episcopado. Es decir, más que Obispo, no hay nada. Y lo especial del que sea elegido como Obispo de Roma es que se le reconoce un ‘primado’ sobre la Iglesia universal, es decir, ‘católica’. Por eso, el Obispo de Roma nombra a un delegado suyo para que gobierne la iglesia local de Roma, de manera que él pueda ocuparse completamente de la administración, orientación y dirección de la Iglesia Universal. La pregunta que asalta a muchos cristianos hoy es: ¿Cómo será la elección del sucesor del Papa Francisco? ¿Cuáles son los procedimientos para escoger al sucesor de San Pedro en la conducción de la Iglesia Católica? ¿Quién determinó estos procesos y desde cuándo están vigentes? ¿Quién controla la legitimidad y la validez de esta elección? Queremos ayudar a despejar estos y otros interrogantes que no son tan secretos y misteriosos como a veces pensamos. En primer lugar, hay que tener en cuenta que las normas que se seguirán para la elección del sucesor de Francisco, fueron establecidas por san Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis (El pastoreo del rebaño universal del Señor), sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del Romano Pontífice, publicada el 22 de febrero de 1996, y la Carta Apostólica en forma Motu Proprio, Normas Nonnullas, del Papa Benedicto XVI sobre algunas modificaciones de las normas relativas a la elección del Romano Pontífice, del 22 de febrero de 2013, seis días antes de su renuncia oficial, que tuvo lugar el 28 de febrero del mismo año. Desde luego, estas normas no fueron inventadas completamente por los papas Wojtyla y Ratzinger, pero sí fueron revisadas y actualizadas por ellos y son las que están vigentes actualmente en la Iglesia. Estos documentos ofrecen las directrices y normas necesarias para que la Iglesia viva en paz y armonía este momento de cambio, tan significativo para la vida de tantos millones de católicos que habitamos este planeta. Es decir, que a pesar de la enorme tradición que ha sido acumulada durante años de historia, la Iglesia nunca ha dejado de actualizar las normas que rigen sus propios procesos internos; por esto, no es raro que después del cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, se realicen otras revisiones de los procedimientos que se observarán en adelante. Cón-clave, significa “reunión bajo llave”. Esta palabra fue utilizada por primera vez por el Papa Gregorio X en 1274 al proclamar una nueva legislación que determinaba que la elección del Papa fuera realizada en un lugar en el que los cardenales pudieran estar encerrados con todas las garantías para su seguridad. El cónclave debe comenzar entre quince y veinte días después de la muerte del anterior Pontífice y en él deben reunirse los cardenales, aunque solo tendrán voto los que no hayan cumplido los 80 años. Los cardenales de la Iglesia hoy son 252, aunque los que no han cumplido 80 años son solamente 135. De estos 135, hay 108 cardenales creados por Francisco, 22 por su predecesor Benedicto XVI y cinco por Juan Pablo II. Para esta ocasión, los cardenales, venidos de los cinco continentes, se hospedarán en la casa Santa Marta, construida por Juan Pablo II al interior de la Ciudad del Vaticano y lugar en el que vivió y murió el papa Francisco. Sin embargo, las reuniones para la elección se harán, como se han hecho desde hace muchos años, en la Capilla Sixtina, construida por Sixto IV en el siglo XV. Una vez reunidos los cardenales “bajo llave”, ninguno de ellos puede abandonar la reunión a no ser por motivos de enfermedad o por motivos de peso, aceptadas por la mayoría de sus compañeros de encierro. Todos los colaboradores que deben ayudar en la estadía de los cardenales durante estos días, deben prometer que no dirán nunca nada de lo que ellos puedan saber de la elección que se va a realizar. El primer día de encuentro, los cardenales celebran la eucaristía en la Basílica de San Pedro. Por la tarde, entran a la Capilla Sixtina en procesión solamente los cardenales electores, cantando el himno del siglo IX: Veni, Creator Spiritus (Ven, Espíritu Creador). Los cardenales hacen un juramento de mantener en secreto todo lo que suceda dentro de la reunión y prometen no aceptar interferencias en la elección y observar las reglas que han sido establecidas para la elección del Papa. Luego, el maestro de ceremonias invita a todos los que no son colaboradores o cardenales electores, a abandonar la sala con la expresión en latín: Extra omnes, que significa, Todos fuera. Este mismo maestro de ceremonias, junto con el subsecretario de Estado, cierran las puertas de la Capilla Sixtina. Normalmente, se realizan dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. El proceso de la votación comienza cada mañana con la elección de tres encargados de los escrutinios para ese día, tres enfermeros que reciben los votos de los cardenales que no están en la sala por estar enfermos, y tres revisores que se encargan del conteo de los votos, todos ellos cardenales electores. Esto hace que las precauciones contra cualquier tipo de fraude sean estrictas. Cada uno de los cardenales escribe

Comunicado a la opinión pública: Pascua del Santo Padre

21 de abril de 2025 ___________________________________________________________________________________________________ Con profundo dolor y solidaridad en este difícil tiempo, la Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús se une a las muestras de afecto y fraternidad por la Pascua del Santo Padre Francisco, fallecido hoy 21 de abril de 2025. Nuestras sinceras condolencias a sus familiares, compañeros y amigos más cercanos quienes estuvieron de cerca en su enfermedad.  Acompañamos en la esperanza del Señor a toda la Iglesia, pueblo fiel de Dios, para que recordemos con amor su legado, y los animamos a orar por su eterno descanso. Durante su paso por Colombia en septiembre de 2017 y a lo largo de su vida, Francisco inspiró a las comunidades jesuitas y al Cuerpo Apostólico a vivir una espiritualidad en diálogo con lo real y en constante movimiento, interpelando los corazones de quienes más lo necesitan. Fue un hombre fiel al Evangelio y en continua conversación con las situaciones del mundo. Que Jesús, el buen Pastor, le conceda la vida eterna y nos dé el consuelo para abrazar su memoria. Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús

Debemos resucitar con Cristo

Hoy es uno de esos días en que me siento profundamente feliz. Hay algo en mi interior que me dice que vale la pena ser creyente, que tiene sentido mantener firme la esperanza y que el amor es uno de los valores fundamentales en la vida de todas las personas. Hoy, Cristo ha vencido la muerte, Cristo ha resucitado y es motivo de gozo y celebración para todos los que creemos. El drama de la pasión no podía ser el final del asunto Jesús. Él mismo lo había dicho cuando anunció su muerte. La resurrección se convierte en el eje de nuestra fe, en el motor de nuestra esperanza y en el alimento de nuestro amor. ¿Por qué? Porque encontramos en la resurrección la victoria sobre el pecado y la muerte, el triunfo sobre todo lo que nos ata y esclaviza, es el anuncio de la nueva humanidad; nueva porque la luz de la resurrección hace que nuestro camino sea seguro y que no tengamos miedo de caminar en medio de las dificultades de la vida ordinaria. La resurrección de Jesús es la manifestación del amor de Dios hecho vida. Es encontrar un nuevo sentido para luchar por la fraternidad, por el respeto a la persona, por la defensa de la vida. Resucitar con Cristo es asumir el compromiso de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para perdonar a quien haya podido ofendernos de alguna manera. Hacer vida la resurrección es dejar a un lado la violencia, es pronunciar un no rotundo a la muerte, a la destrucción, a todo lo que sea expresión de consecuencia del pecado en nosotros. Es comprometerse a trabajar por el otro con un profundo sentido solidario. Durante la semana mayor se nos ha invitado a cambiar actitudes que no van en la línea del seguimiento de Jesús, a dejar a un lado las manifestaciones de nuestro egoísmo, a renunciar a la violencia en todas sus formas y manifestaciones. Se nos ha mostrado un camino diferente, unos valores que le dan un nuevo sentido y orientación a la vida. De nosotros depende el que acojamos a Cristo resucitado como la luz del mundo que disipa las tinieblas de nuestro corazón y nos lleva a caminar por el sendero de la luz. Es nuestra decisión. ¿Qué respuesta le damos a Jesús que nos invita a resucitar con Él? Vivir la experiencia de la resurrección es salir fortalecidos para el camino de la vida, como les sucedió a los discípulos. Se encontraban encerrados por miedo a los judíos, la alegría de la resurrección y la presencia del Señor resucitado los cambia. Se vuelven valientes y decididos, asumen el compromiso y la misión que se les confía. Son los primeros testigos de la buena noticia que significa la resurrección de Jesús. Eso lo proclaman desde el comienzo, como lo describe el libro de los Hechos de los Apóstoles. El temor y el miedo se convierten en valentía, en disponibilidad para sufrir aun el martirio, es arriesgarlo todo por la causa del Evangelio y de la construcción del reino. Hoy, cuando el hombre ha avanzado tanto en cuanto a ciencia y tecnología, la experiencia de la resurrección no ha perdido vigencia, sigue teniendo la misma fuerza e importancia que ha tenido desde los comienzos del cristianismo y de la Iglesia. Vivámosla.

Comienza la semana mayor

Domingo de ramos. Día especial dentro del recorrido del año litúrgico. Comienza la Semana más importante para la vida del cristiano. Es la Semana santa o Semana mayor durante la cual estaremos celebrando los acontecimientos más importantes de nuestra fe. Hoy, conmemoramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Entrada que nos recuerda el hecho de reconocer a Jesús como el Rey y Señor. Sin embargo, contrasta con los acontecimientos de los días siguientes, especialmente desde el jueves hasta el domingo. Acercarse al drama de la pasión, muerte y resurrección de Jesús es contemplar el drama del Dios hecho hombre, que culmina así la obra de la redención desde el madero de la cruz. Es encontrarse con las contradicciones propias de los seres humanos, que en ciertos momentos parece que quisiéramos hacer a un lado todo lo que tenga que ver con el sufrimiento, la enfermedad, el dolor y la cruz. Quizás hemos pensado que es mejor vivir una fe sin tantas complicaciones, sin tantos aspectos que exijan de nosotros la autenticidad y el testimonio. Pienso en lo que pueden sentir todas aquellas personas que sufren y que viven el drama del dolor y el sacrificio. Contemplar el jueves santo, la institución de la eucaristía, es reconocer que el amor de Dios no se cansa de inventarse maneras para estar más cerca de la humanidad, de quedarse con nosotros. No contento con haberse hecho hombre, naciendo como niño en el pesebre de Belén, no bastándole el hecho del drama de la pasión y de la cruz, se inventa la manera de ser nuestro alimento espiritual, para fortalecer a cada uno en el camino de la vida, para mostrarnos hasta dónde puede llegar el amor hecho vida. Es el ejemplo de la humildad y el servicio en el lavatorio de los pies. Es la misión de ser continuadores de su obra de salvación para quienes escoge para el ministerio sacerdotal con el compromiso de ser otros “Cristos” para sus hermanos. El escándalo de la cruz solo es comprensible para quien tiene fe. No lo podemos entender si se mira desde el punto de vista humano solamente. ¿Cómo se puede entender que alguien triunfe cuando está vencido por completo? ¿Cómo puede resurgir un triunfo de la derrota? ¿Cómo puede lograrse la salvación de la humanidad desde la ignominia? Esa es la aparente contradicción del drama del Calvario que contemplamos el viernes santo. Acompañemos a Jesús en su camino hacia la cruz. Hagamos el esfuerzo por interiorizar las lecciones de amor, perdón y reconciliación que nos entrega Jesús desde la cruz. No todo termina en el fracaso para Jesús. Sus enemigos pudieron pensar que todo había terminado con su crucifixión y sepultura. Sin embargo, la historia de la humanidad cambia, es el triunfo del resucitado que vence la muerte y nos abre el camino de la esperanza. Es la espera silenciosa de la Iglesia el sábado santo, para disponerse a la explosión de júbilo y alegría del domingo. Es compartir la soledad de María, quien al pie de la cruz nos recibió y acogió como hijos. Es el dolor de una madre que encarna el sufrimiento de tantas madres, esposas e hijas golpeadas por el drama absurdo de la violencia. Venzamos al odio con amor, a la muerte con la vida. Vivamos con fe estos días santos.

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