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Homilía de Monseñor Alejandro Díaz García, en la Fiesta de San Ignacio de Loyola

El pasado 31 de julio, conmemoramos la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, un momento que nos permitió recordar nuestra historia y agradecer por todo el itinerario apostólico de los jesuitas en el país. Durante el evento se celebró una eucaristía solemne presidida por Monseñor Alejandro Díaz García, obispo auxiliar de Bogotá, la inauguración del XXIV Simposio de EE “Conversión Ecológica“ y el acto cultural conmemorativo por el Centenario: Peregrinos 1604-2024. A continuación, compartimos la homilía de Monseñor, durante este evento especial: __________________________________________________________________________________________________________________ En la celebración de los cien años de la Provincia Jesuita de Colombia, esta eucaristía quiere ser un agradecimiento especial por el tesoro de gracia que Dios ha sabido acumular a partir de la vivencia y transmisión de la espiritualidad ignaciana a lo largo del tiempo. La Palabra de Dios que ha sido proclamada, de alguna manera nos recuerda e invita a perseverar en algunas prácticas espirituales, que hacen parte de la esencia del evangelio, que brotaron con particular enardecimiento de las entrañas de fuego de aquel peregrino del siglo XVI, nacido en Loyola, y que hoy siguen siendo replicadas con especial dedicación por quienes han consagrado su vida al Padre del Cielo y a la Iglesia, a través del carisma ignaciano. Espero, entonces, que estas perseverancias nos ayuden a examinar el propio corazón y sigan siendo el objeto de nuestra misión. La primera de ellas, que es también la fundamental, es perseverar en la práctica de la imitación y del seguimiento de Jesús. Sabemos cuánto conocimiento interior alcanzó Ignacio sobre los misterios de la vida de Nuestro Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y no existe otro fin en la vida del hombre que llegar a ser hijos en el Hijo. Esto explica la radicalidad y altísima exigencia en las condiciones que el mismo Jesús, según el evangelio de Lucas, propone a quienes lo siguen: posponer los amores más queridos, que son los radicados en los vínculos familiares, renunciar a todos los bienes y aprender a cargar la cruz. A esta ab-negación, libre y amorosa, el Apóstol Pablo, quien gusta hablar más de la imitatio que de la sequela de Cristo, añade que el imitador de Jesús, en un mundo plural, donde hay judíos y griegos, debe buscar siempre agradar a todos, renunciando a la ventaja personal para buscar mejor el bien común, el bien de todos. Esta actitud de despojo personal y a la vez de preocupación por la salvación de otros, propia del discípulo, puede ir en reversa no sólo a muchos sentires del tiempo presente, sino también a nuestra propia conciencia, adonde puede llegar la tentación de Jeremías: la tentación de “olvidarme del asunto”, de Dios, de la vocación a la que me llama, de la misión. Santos como Ignacio nos recuerdan la posibilidad real del seguimiento de Jesús y de vivir plenamente entregados al proyecto del Reino de Dios. Sigamos, pues a Jesús, imitemos a Nuestro Señor. La segunda perseverancia es en la práctica del discernimiento, en la que nuestro santo es maestro excelso. Desde el evangelio de hoy, el discernimiento es el antídoto que impide a una vida quedar a medias, es decir, sumida en la mediocridad, convertida en un elefante blanco, como la torre a medio construir, o todavía más, el antídoto que impide a una vida perder la batalla, sucumbir ante el enemigo, porque discernir significa tratar de descubrir la voluntad de Dios, en donde se esconde la verdadera plenitud y felicidad humana. Para ser eficaz, esta práctica debería copar toda nuestra vida, desde las elecciones relativas a las necesidades más básicas, como el “comer o el beber”, señalado por san Pablo, hasta los grandes proyectos, como el de edificar o conquistar, de los que habla el evangelio. Cualquiera sea el asunto, es necesario “sentarse” y ponerse a calcular o deliberar, para elegir lo que más conviene. Ignacio logró afinar este “ejercicio de inteligencia, de habilidad, de voluntad y de afectos” —como lo describe el papa Francisco— de manera que todos los hijos de Dios se pudieran beneficiar de él y aprendieran a encontrar los momentos favorables, lo que pertenece al buen espíritu, lo que en verdad nos perfecciona y acerca a Dios. Hoy damos gracias a Dios por todas la iniciativas que ha emprendido la familia jesuita en este ámbito espiritual por tantos años y le pedimos a todos sus miembros, en medio de este presente, donde los vientos de la confusión y la incertidumbre suelen arreciar, que no dejen de instruir a todo hombre de bien en los modos para reconocer y cumplir las voluntades de Dios. La tercera está inspirada en el salmo 33 y consiste en perseverar en la práctica del acompañamiento, que también la podríamos llamar la práctica del “acampamento”, porque la intención de Dios, según el salmista, es hacer camping, poner su carpa muy cerquita del entorno vital de las personas, pero sin anular su libertad, y estar ahí, disponible, de modo que ellas, si quieren, puedan encontrar un protector, alguien que las libere de sus ansias, que las salve de sus angustias, pero también un buen consejero que las escuche; alguien con quien puedan tener la certeza de que nada nos hará falta. Considero que ustedes, queridos hermanos jesuitas, han acumulado una gran experiencia en el arte de acompañar, y no lo digo sólo por el servicio específico de los Ejercicios Espirituales, sino por todas las experiencias de Dios que ustedes han propiciado en el corazón de los fieles, en medio de muchas comunidades, urbanas y rurales, gracias al modo de estar presentes en cada una de sus obras: siempre con cercanía y a la vez con discreción, con orden e inteligencia, con profundo respeto y paciencia, con caridad y humildad. Que toda persona en cuyo entorno Dios les permita acampar pueda sentir la compañía de Jesús y exclamar: “¡Qué bueno es el Señor!”. Querido cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús: que el mejor regalo de Dios para ustedes en

Estampilla conmemorativa por el Centenario de la Compañía de Jesús en Colombia

Con motivo de la celebración de los 100 años de la Compañía en el país, el Ministerio TIC, a través de la Resolución No. 1369 del 24 de abril de 2024, autorizó una emisión filatélica, como «reconocimiento a la labor y aportes a la cultura, la educación y servicio comunitario realizados por la orden religiosa en el país». El diseño se compone de varios elementos representativos de la historia de la Compañía en el país: la Capilla San José, como memoria y recuerdo de la presencia y labor de los Jesuitas en Bucaramanga, ciudad donde se realizó el lanzamiento de la estampilla; la planta de café , símbolo de la contribución agrícola de los jesuitas y la imagen de san Ignacio de Loyola, que hace parte de los vitrales del Templo del Sagrado Corazón, diseñada por el P. Joaquin Emilio Sanchez, SJ. El diseño, producción y puesta en circulación de las estampillas estuvo a cargo del Operador Postal Nacional 4-72. Se imprimieron 40.000 unidades, cada una con un costo de 500 pesos.  Fuente: Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia y Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga

Primera Asamblea del Año de la Región Bogotá – Soacha

El viernes 7 de junio de 2024, nos reunimos como cuerpo apostólico para celebrar la Primera Asamblea Regional Bogotá-Soacha del año. El encuentro se llevó a cabo en la Parroquia San Javier, un lugar de especial significado en la historia de la Compañía de Jesús en Colombia gracias a la acción pastoral iniciada por el P. José María Campoamor, SJ. Nuestra Asamblea, celebrada en el marco de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayudó a recordar que la sangre y el agua que brotan del costado de Jesús simbolizan la complejidad de nuestra realidad y misión, y nos convocan a acompañar a los demás bajo la máxima de amar y servir. Durante este encuentro, se destacaron varios hitos importantes que han dejado una huella perdurable en la Provincia. Entre ellos, los cinco llamados compartidos en la Asamblea MAGIS, resultado del trabajo con las juventudes desde la Red Juvenil Ignaciana (RJI). Además, la reciente Asamblea Nacional de Regionalización, celebrada en el Eje Cafetero, permitió una reflexión profunda sobre la importancia de formar un cuerpo apostólico cohesionado y la necesidad de acompañamiento en los procesos de planificación apostólica, tanto a nivel de las obras como en los procesos regionales. Nuestra Asamblea Regional hizo suya la pregunta que encabeza el documento De Statu Societatis Iesu: «¿A dónde nos está conduciendo el Espíritu Santo?» Este interrogante provocó un ejercicio de conversación espiritual que facilitó el reconocimiento del camino recorrido a través del itinerario de ReconoSiendo a lo largo de este año en cada una de las obras apostólicas de la región. Así mismo, cada una de las mesas de trabajo regional pudo recoger sus principales mociones para continuar avanzando juntos. Esta asamblea no solo fortaleció nuestros lazos como cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en la Región Bogotá-Socha, sino que renovó el compromiso con la misión apostólica que nos ha sido encomendada en esta región. La experiencia sirvió como un recordatorio del llamado constante a amar y servir, guiados por el Espíritu Santo en cada paso de nuestro camino.

Jornada de gratuidad y evaluación: reafirmando lazos comunicativos

El 18 y 19 de junio, el equipo de la Oficina Provincial de Comunicaciones se encontró en la finca San Claver en Santandercito, para revisar el proceso de planeación propuesto para este año y seguir fortaleciendo la colaboración con la Red Juvenil Ignaciana (RJI), la Misión Vocacional y el Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad (CIRE). El encuentro fue acompañado por el P. Antonio José Sarmiento Nova, SJ, socio del P. Provincial, y responsable del equipo de comunicaciones. Durante el primer día, el equipo de comunicaciones participó en una charla sobre discernimiento y planeación, orientada por Laura Perdigón, secretaria ejecutiva de planeación. Esta sesión permitió a los participantes reflexionar sobre las estrategias implementadas y alinear sus esfuerzos con la visión de la Provincia. También se llevaron a cabo dos talleres centrados en la sinergia del equipo que fomentaron la colaboración y la unión de ánimos de la oficina. La jornada cerró con un espacio dedicado a la gratitud reafirmando el compromiso de trabajar juntos, incrementar la escucha y la comunicación asertiva. El 19 de junio, a la jornada se unieron el Hno. Rafael Hernández, SJ, director de la Promoción Vocacional; el P. Nilson Castro, SJ, delegado vocacional a nivel nacional; y Natalia González, coordinadora de la Red Juvenil Ignaciana. Junto a ellos, se evaluaron los avances del proceso articulado durante el primer semestre de 2024, destacando los logros obtenidos gracias a la iniciativa de trabajo colaborativo promovida por el P. Provincial. Los avances en la integración de los esfuerzos, las dinámicas de trabajo, la claridad en la comunicación de la OPC y el seguimiento de la articulación fueron puntos clave de la evaluación. También se discutieron los desafíos asociados a los proyectos imprevistos y la necesidad de expandir el equipo de comunicaciones para la Misión Vocacional y la RJI, debido al aumento en el volumen de trabajo. Aunque en la planificación estratégica no se consideró el apoyo a las comunicaciones del CIRE, después de seis meses de trabajo en equipo se ha desarrollado una perspectiva de acompañamiento y se desarrolla en una propuesta comunicativa conjunta. El encuentro también facilitó la generación de ideas para promover la espiritualidad ignaciana. Estos momentos de reflexión y conexión son vitales para que cada integrante del equipo revise su vocación y renueve su dedicación a la labor comunicativa que está al servicio de la Provincia. Este encuentro resultó muy fructífero; permitió evaluar integralmente los procesos y las cargas de trabajo, y ofreció una oportunidad para expresar gratitud por los significativos progresos alcanzados en esta colaboración comunicativa que ha generado numerosos avances.   De izquierda a derecha: María Alejandra Rojas Matabajoy – coordinadora de comunicaciones, Nilson Castro, SJ – delegado vocacional, Natalia González – coordinadora RJI; Karen Forero – profesional comunicaciones RJI Y MV, Valentina Souza – profesional Diseño, Imagen y Producto, Alix Niño – profesional Comunidades Digitales; Silvana Osma – comunicadora CIRE, Rafael Hernández, SJ –  director de la Promoción Vocacional y Antonio José Sarmiento, SJ – socio y delegado de comunicaciones.  

Reencuentro en la Finca San José de Potosí: un vínculo perdurable

En el bullicio de la ciudad, donde el ritmo de la vida se acelera y las responsabilidades pesan sobre los hombros, a menudo buscamos refugio en los recuerdos de tiempos más simples y amistades duraderas. Para aquellos que tuvimos el privilegio de estudiar en el Colegio San Bartolomé y otros colegios Ignacianos en Bogotá, la finca de San José de Potosí en Villeta se convirtió en un oasis de nostalgia y camaradería, un lugar donde los recuerdos de la juventud se entrelazó con la calidez del presente. Cada año, al aproximarse el fin de semana, un grupo selecto de antiguos alumnos de los colegios Ignacianos espera con ansias la oportunidad de reunirse en la Finca San José de Potosí. Para nosotros, esta finca no es solo un lugar, sino un santuario de amistad y camaradería que se ha mantenido a lo largo de los años. Aquí, entre los árboles de naranja y mandarina que perfuman el aire, la magia de nuestra infancia cobra vida una vez más. El aroma a azahar nos da la bienvenida mientras recorremos los senderos que conocemos tan bien como las páginas de nuestros libros de texto. Las risas y las conversaciones animadas llenan el aire, mientras nos sumergimos en los recuerdos de nuestras travesuras juveniles en el colegio. En la piscina, donde pasamos interminables horas de diversión y risas, compartimos historias de nuestras vidas adultas, reflexionando sobre cómo hemos cambiado y crecido, pero también sobre cómo algunos aspectos de nosotros permanecen inalterados por el tiempo. Las canchas de fútbol son testigos de nuestras acaloradas disputas amistosas, donde la competencia se mezclaba con la camaradería y el espíritu deportivo. Aquí, entre patadas y goles, forjamos lazos que perduran más allá de los años y las distancias, recordándonos la importancia de mantener vivos los lazos que nos unen. Pero lo que realmente hace especial a la Finca San José de Potosí es la calidad de las personas que la atienden. Desde el personal que nos recibe con sonrisas cálidas y hospitalidad genuina hasta los cocineros que nos deleitan con deliciosos manjares, todos contribuyen a crear un ambiente acogedor y familiar que nos hace sentir como en casa. En cada visita a la Finca San José de Potosí, nos damos cuenta de que no solo estamos reviviendo viejos recuerdos, sino que también estamos creando nuevos momentos de felicidad y conexión. Aquí, en medio de la belleza natural y la compañía de amigos queridos, encontramos un refugio donde el tiempo se detiene y los lazos de amistad perduran para siempre. En la Finca San José de Potosí, el tiempo se convierte en un eco de nuestra juventud, recordándonos la importancia de mantener vivos los recuerdos y las amistades que dan forma a nuestras vidas. En cada reunión, celebramos la alegría de la amistad y la gratitud por los momentos compartidos, sabiendo que, aunque el tiempo avance y los caminos se separen, siempre tendremos un lugar donde volver y unirnos una vez más. Y así, entre los árboles de naranja y mandarina, en la calidez acogedora de la Finca San José de Potosí, encontramos un lugar donde los recuerdos se entrelazan con el presente, creando un vínculo perdurable que nos une como amigos y compañeros de vida.

Una obra de puertas abiertas

Artículo extraído de la edición Junio de Noticias de Provincia, la publicación mensual de Jesuitas Colombia. ___________________________________________________________________________________ Fotografía: Equipo de la Oficina Nacional del JRS – COL, Bogotá – 2024. ___________________________________________________________________________________ A finales de la década de los 90s, producto de la violencia, la inseguridad y las disputas políticas, el país experimentó un aumento significativo en el desplazamiento interno de personas. Desde el inicio del conflicto con los grupos armados, Colombia pasó de tener una población urbana del 30.9% (1938) al 72.3% (1994)[1] debido a la llegada masiva de población rural a las capitales. Esta migración forzada aumentó las problemáticas sociales y humanitarias debido a la falta de acceso a servicios públicos y la insatisfacción de las necesidades básicas de la población. Como respuesta a la coyuntura del momento, en 1995, el Servicio Jesuita a Refugiados comenzó su operación en el país acompañando inicialmente a las comunidades del Magdalena Medio. “La obra fue una forma en la que la Provincia se comprometió a trabajar más activamente por las personas que estaban sufriendo el conflicto armado, sobre todo en temas de desplazamiento forzoso”, comenta el P. Juan Enrique Casas, SJ, actual director del JRS Colombia. A nivel internacional, esta organización fue fundada el 14 de noviembre de 1980 por el P. Pedro Arrupe[2] quien conmovido por la difícil situación de los boat people (refugiados vietnamitas que buscaban asilo a bordo de precarias embarcaciones) animó a las provincias jesuitas del mundo a coordinar una respuesta humanitaria global: “No podemos ignorar -esta situación- si queremos seguir siendo fieles a los criterios que ha señalado San Ignacio para nuestro celo apostólico”, decía el P. Arrupe en su carta “La Compañía y el problema de los refugiados”. Actualmente, está presente en más de 60 países en todo el mundo trabajando por diversas comunidades, algunas de ellas en guerra como es el caso de Sudán, Siria, Irak y la crisis humanitaria en Venezuela.[3] Desde que inició su labor en Colombia, el JRS se ha encargado de acompañar, servir y defender a las personas en situación de refugio, migración, desplazamiento, confinamiento, y a las comunidades receptoras[4]. Casi 30 años de camino ininterrumpido son una muestra del compromiso que mantiene la esperanza a pesar del dolor y una respuesta a las crisis que afectan al mundo.  De acuerdo con el P. Casas, durante el 2023 prestaron 35 mil servicios en el país, esto en promedio equivale a 95,8 por día y 205,8 por colaborador, si se tiene en cuenta que el JRS tiene alrededor de 170 colaboradores apostólicos distribuidos en sus oficinas territoriales en el Magdalena Medio, sur de Bolívar, Soacha, Ibagué, Nariño, Norte de Santander, Valle del Cauca, Eje Cafetero y Cartagena. Su trabajo se despliega a través de cinco áreas misionales en las que desarrollan programas de acompañamiento, construcción y fortalecimiento de redes comunitarias, así como capacidades de agenciamiento en las personas y procesos acompañados. En el área de protección prestan asesoría jurídica, atención psicosocial y apoyo para el acceso a derechos fundamentales desde una perspectiva dignificadora. En la integración comunitaria despliegan mecanismos y alianzas con entidades públicas y privadas para favorecer la empleabilidad y la visibilización de los emprendimientos personales y comunitarios; ejemplo de ello es la marca delAlma, una iniciativa institucional que destaca la contribución social y económica de personas que han experimentado movilidad humana forzada[5]. La educación es otra de las áreas en las que han generado importantes acciones hacia la construcción de un futuro esperanzador, entendiendo que la formación académica aporta al pleno desarrollo y la autosuficiencia de la población. Otra de las áreas es la incidencia que a través de acciones y procesos políticos, sociales y de opinión pública responden al llamado del Padre General Arturo Sosa, SJ; lo anterior, junto a distintos programas estratégicos, permiten “hacer una planificación estratégica en profundidad, reaccionar con agilidad ante la novedad de las situaciones y mejorar la capacidad de administrar responsablemente los recursos económicos y humanos”.[6] Gracias a esto, han podido influir directamente en sentencias y reglamentaciones en la Corte Constitucional, el Senado de la República y las Asambleas Departamentales. Por último, están las comunicaciones que permiten dar visibilidad a los procesos y fortalecer las capacidades de agenciamiento por medio de la comunicación para el cambio social. El 1 de julio de 2022, el liderazgo de la obra fue asumido por el P. Juan Enrique Casas Rudbeck, SJ, después de trabajar como académico del Centro Universitario Ignaciano en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) en Guadalajara, México. En esta misión que hoy desempeña reconoce un regalo que ha podido desempacar “de la mano de hombres y mujeres que caminan juntos y juntas donde los mueva el corazón”. “El jesuita no debe caminar solo, porque esa no es la misión. El liderazgo es construir juntos y reconocer que la verdadera sabiduría está en los equipos”, explica. Igualmente, esta labor es una confirmación de su Principio y Fundamento que ha implicado “redoblar la oración para saber hacia dónde caminar”. En el corazón del JRS Colombia están sus equipos, sus momentos cotidianos de profunda reflexión y discernimiento, así como su espíritu de unidad.  “Tenemos en nuestro horizonte dos cosas: la reconciliación, como el volver a estar juntos representado en el sol de justicia que brilla para todos y todas, y por otro lado, la hospitalidad como la luna en la noche, en el sentido de la sagrada familia que va buscando acogida”, afirma el P. Casas. En este marco, el trabajo lo desarrollan bajo varios enfoques, entre ellos el de género, retomando el decreto 14 de la Congregación General 34 sobre el rol de la mujer en la sociedad y la Iglesia; el enfoque diferencial que reconoce la diversidad étnica, cultural y social del cuerpo apostólico y de las comunidades acompañadas, la rendición de cuentas articulada con las personas que reciben los servicios humanitarios y, al interior de la obra, la identidad y la misión teniendo en cuenta la invitación de la Congregación General 36 a asumir el apostolado como un estilo

Visita del nuncio apostólico al Santuario de San Pedro Claver

Con motivo del lanzamiento de las celebraciones por los 500 años de presencia de la Iglesia en Cartagena, el Santuario de San Pedro Claver tuvo la alegría de recibir la visita del Sr. Nuncio M. Paolo Rudelli de nacionalidad italiana y el secretario de la Nunciatura, M. David Charters de nacionalidad inglesa, acompañados del arzobispo de Cartagena M. Francisco Javier Minera. Siendo la primera vez que el Sr. Nuncio visitaba la ciudad de Cartagena, nuestros visitantes tuvieron la posibilidad de visitar las reliquias de San Pedro Claver en el templo, el museo de arte religioso del Santuario y el claustro, incluido el piso donde actualmente vivimos los 8 jesuitas que tenemos la responsabilidad de resignificar la figura del Santo. Fue esta una bonita oportunidad para compartir con los obispos visitantes los retos que tenemos en esta misión de Cartagena y del Caribe y de renovar nuestro servicio a la Iglesia local a través de su pastor.

Campamento Misión Regional de Semana Santa de los colegios jesuitas de la Región Bogotá-Soacha

80 misioneros de los tres colegios jesuitas de la Región Bogotá – Soacha se unieron en un espíritu de servicio y fraternidad durante la pasada Semana Santa para acompañar el Campamento Misión Regional. Esta experiencia de Pastoral, que tuvo lugar del 24 al 31 de marzo en Pacho – Cundinamarca, marcó un hito significativo en el largo proceso de discernimiento y colaboración que vivimos como Región con miras a acompañar más y mejor a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador. El Campamento Misión es una manifestación tangible del compromiso pastoral y social de nuestra propuesta educativa que le permite a nuestros estudiantes compartir experiencias de vida con los habitantes de los sectores rurales y nutrir su fe a través del aprendizaje mutuo y la acción solidaria en coordinación con la Iglesia local. Este trabajo pastoral se desarrolla desde una profunda convicción de fe, enriquecida por la oración, la reflexión, el testimonio y la participación activa en el plan evangelizador de la Iglesia en esa región específica. La convivencia con las comunidades veredales es un aspecto central de esta experiencia. Los misioneros comparten la vida cotidiana, las costumbres y las preocupaciones de los campesinos, reconociendo en ellos el rostro de Dios y buscando un mayor compromiso cristiano a través del servicio y la solidaridad. Así mismo, los misioneros buscan aprender de la sabiduría y la vivencia cristiana de los campesinos, quienes, desde su realidad de vida, ofrecen valiosas lecciones sobre la fe y la sencillez del Evangelio. Agradecemos a todos los estudiantes, exalumnos, acompañantes de Pastoral y jesuitas que hicieron posible esta experiencia tan significativa. Su dedicación y compromiso son ejemplos inspiradores de lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos para construir Región. ¡Que el espíritu de la colaboración y el servicio sigan guiando nuestros pasos en el camino hacia un mundo más justo y humano!

Somos parte de los sueños de esperanza para América Latina

Con mucha gratitud recibimos y acogimos en la sede del Instituto Mayor Campesino – IMCA, en la ciudad de Guadalajara de Buga – Valle del Cauca – Colombia, a las más de 40 personas delegadas que se reunieron desde el 26 al 29 de febrero de 2024 para el desarrollo de la «Asamblea de la Red de Centros Sociales de la Conferencia de Provinciales de América Latina«. La apertura de este importante evento estuvo a cargo del P. Robert Rodríguez, SJ, director de la Fundación Centro Gumilla; el P. Hermann Rodríguez,  SJ, Provincial de Colombia y el P. Rafael Garrido, SJ, presidente de la CPAL. “Este es un espacio para encontrarnos y pensar unidos la manera de responder a las necesidades, a los problemas, a las angustias, a las tristezas y a las esperanzas de las personas que habitan en estos territorios de América Latina (…); así que tenemos la oportunidad de encontrar formas efectivas de acompañar a los más desprotegidos. También, se brinda la oportunidad de retroalimentarnos, de tal manera que los directores y las directoras de los centros sociales vuelvan a sus países enriquecidos con una mirada continental y con la posibilidad de responder de una manera más acertada a los problemas que viven nuestros países”, indicó el padre Hermann Rodríguez ,SJ. Para el IMCA fue muy valioso participar y recibir en nuestra sede a la delegación, pues se convirtió en una oportunidad valiosa para aproximarnos un poco más a las distintas realidades que se afrontan en América Latina, con sus matices y características que nos permiten comprender su contexto social, económico, político y ambiental. Esos insumos y esas experiencias de los demás centros sociales nos servirán para cualificar el acompañamiento que realizamos a los diferentes procesos sociales principalmente de territorios y comunidades rurales (campesinas, indígenas y afro). Los aportes dados desde el contexto latinoamericano y el énfasis que se realizó en conocer detalles del contexto colombiano son insumos que dan claridad sobre los retos que se afrontan en los territorios rurales que acompañamos, que son palpables en lo local y que tienen relación directa con lo nacional y lo continental. No obstante, a pesar de ciertas realidades adversas, existen caminos de esperanza y eso lo valoramos como una valiosa luz de esperanza que se concreta en el hecho de que el IMCA hace parte de la Red de Centros Sociales y de otras dinámicas de articulación como la Red COMPARTE, que nos permiten nutrirnos y a la vez aportar desde nuestro quehacer institucional. “Para el IMCA fue muy importante, además de ser el epicentro del encuentro, compartir parte de las acciones que se promueven y se concretan en este territorio del suroccidente de Colombia, donde con el apoyo de otros actores sociales e institucionales, se avanza en procesos de articulación social, incidencia, fortalecimiento de capacidades individuales y colectivas, fomento de la economía social y solidaria, promoción de la agroecología y fortalecimiento de la gestión comunitaria del agua; procesos que sin duda alguna aportan a la concreción de las Preferencias Apostólicas Universales, especialmente las relacionadas con el Caminar Junto a los Pobres y el Cuidado de la Casa Común”, expresó Erminsu Iván David Pabón, director del IMCA y coordinador de la Red COMPARTE. Con la participación en este importante evento ratificamos una vez más nuestro compromiso con las apuestas comunes. Valoramos enormemente la oportunidad de trabajar en red que nos permite enriquecernos de las demás experiencias, caminar juntos y hasta construir colectivamente para servir más y mejor a quienes acompañamos en la superación de las adversidades y en la concreción de sus sueños. Cada espacio compartido, cada experiencia socializada, cada palabra y cada conclusión han calado perfectamente a favor de las apuestas que el IMCA promueve y acompaña, al mismo tiempo que nutren nuestro nuevo plan institucional 2024 – 2027. En ese sentido, nos regocija y nos llena de esperanza el hecho inspirador de no vernos solos, sino actuando junto a otros centros sociales de la Compañía de Jesús y en pro de propósitos comunes que, si bien nos retan, también nos proyectan como constructores de paz, equidad, sostenibilidad, solidaridad y justicia social. Finalmente, expresamos nuestro agradecimiento a la Conferencia de Provinciales de América Latina – CPAL y especialmente a la Provincia de Colombia, por habernos seleccionado para ser la sede durante estos días de encuentro y aprendizaje. Gracias por la confianza que depositaron en nosotros. Esperamos haber estado a la altura, nutriendo sus expectativas y que además se hayan llevado un grato recuerdo de su paso por el IMCA.

¡Ya comenzó nuestro itinerario regional: el lugar de los niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado en Colombia!

Animados por  el Plan Apostólico de nuestra Provincia, para el año 2024, en la Región Bogotá – Soacha nos hemos planteado un itinerario centrado en desarrollar procesos de reconciliación y justicia. La opción fundamental por la reconciliación y la justicia, nos invita a soñar juntos con un país y un mundo capaz de establecer diálogos sociales, con centralidad en aquellos que más han sufrido los estragos del conflicto. En este recorrido, resulta esencial hacer camino junto a los jóvenes en la construcción de un presente y un futuro esperanzador. Con este horizonte inspirador, el día 12 de febrero de 2024, dimos el primer paso en nuestro itinerario regional, en el marco de la estrategia ReconoSiendo. Este encuentro tuvo lugar en el Colegio Santa Luisa, con algunos jóvenes de los colegios de la región: el Colegio Mayor de San Bartolomé, el Colegio San Bartolomé La Merced, el Colegio Santa Luisa, el Colegio San Ignacio de Fe y Alegría, y miembros de la Parroquia San Javier. De acuerdo con este proceso regional, la fecha de nuestro encuentro correspondió con el día internacional de las Manos Rojas. Por ello, dedicamos el espacio a reflexionar sobre el lugar de los niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado en Colombia. Nos pintamos la mano de rojo como símbolo de nuestro compromiso regional de desarrollar experiencias más profundas de reconciliación y de justicia en cada uno de nuestros entornos. Unamos nuestros ánimos en torno del itinerario que nos propusimos juntos como Región. De modo que nos sintamos cuerpo apostólico, amado y enviado a la misión.

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