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El buen pastor: un desafío

Conocer a las ovejas, dar la vida por ellas. Dos acciones que el texto evangélico de este domingo señala como distintivo de aquel que puede ser llamado el Buen Pastor. Es una verdadera vocación y es una misión para toda la vida. Hoy, cuando celebramos el domingo del Buen Pastor, jornada mundial de oraciones por las vocaciones sacerdotales y religiosas, adquiere una fuerza mayor. Todas las personas necesitamos guías y acompañantes en el camino de la vida. Guías que nos muestren el sendero por el cual debemos caminar, guías que nos muestren cuál es la meta que debemos alcanzar, guías que nos sirvan de ejemplo en ese recorrido y que nos sirvan de estímulo en el camino de cada uno. Al mismo tiempo, necesitamos acompañantes, personas que caminen junto a nosotros para ser nuestro apoyo, que nos den ánimo cuando sintamos que las fuerzas nos fallen, que conociendo a cada una de sus ovejas, puedan pronunciar la palabra oportuna, realizar el gesto adecuado, conforme a las circunstancias de la vida de cada uno. Eso es lo que identifica al Buen Pastor, a ese que nos describe el evangelio cuando nos habla de “el buen pastor da la vida por sus ovejas; conoce a sus ovejas”. Dar la vida en el sentido del evangelio es cuidar, amar, servir, buscar todo lo que sea posible para que las ovejas se mantengan unidas, estén sanas y sigan al buen pastor. Conocer las ovejas es llegar hasta el corazón de cada uno, reconocer sus fortalezas y debilidades, sus triunfos y fracasos y encontrar la manera de aconsejar y orientar para lograr lo mejor de cada uno. Es todo un programa de vida. Para todo lo anterior se necesita tener vocación, sentirse llamado, no se puede “ser asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa”. Afortunadamente, no es común encontrar ese tipo de asalariados. Encontramos, por el contrario, a esos sacerdotes que son verdaderos pastores, que gastan su vida en el servicio a la comunidad, que comparten con las ovejas que le¿ han sido confiadas sus alegrías y esperanzas, sus gozos y tristezas. Esos pastores son los que conocen sus ovejas y dan la vida por ellas. Por ellos estamos llamados a elevar nuestra oración. Al mismo tiempo, oramos por aquellos jóvenes que pueden sentir el llamado a ser pastores, ya sea en la vida sacerdotal o en la vida religiosa, para que respondan generosamente a ese llamado, para que descubran que es una posible opción de vida, para que reconozcan lo valioso de gastar la vida en el servicio y la entrega a los demás. Que esto forma parte del sentido de la vida, que es algo por lo cual vale la pena jugarse el todo por el todo. Ejemplos tenemos a lo largo de la historia, en los cuales se nos muestra a dónde puede llegar una vida vivida a la luz del seguimiento de Jesús, teniendo como camino y modelo a ese Buen Pastor que fue el mismo Jesús. Podríamos citar muchos nombres de ese tipo de pastores; sin embargo, lo dejamos al análisis de las personas que leen esta columna: ¿Qué es ser buen pastor?

¿Solos o acompañados?

El camino de la vida de cada uno de nosotros se parece a lo que nos cuenta el evangelio de este domingo en torno a lo que les sucede a los dos caminantes que van a la aldea de Emaús. Van desalentados y desilusionados, porque según ellos, las cosas no han resultado como les habían dicho, como lo habían pensado. Esperaban que las cosas se resolvieran de otra manera. Es lo que el peregrino que se hace encontradizo les explica. Debía padecer y morir para luego entrar en la gloria. Ellos se devuelven presurosos, no importa la hora de la noche, no importa el camino que se ha de recorrer, su vida ha cambiado porque el Señor se les ha manifestado y lo han reconocido en el partir del pan. Luego viene ese otro acontecimiento. El Señor se manifiesta a los discípulos reunidos, pero ellos creen ver un fantasma, se asustan. Él les ha dicho que la paz debe acompañarlos. Pero sus palabras no bastan. Les da una muestra más fehaciente de que sí es él. Les pide comida, come delante de ellos. Las evidencias no pueden ser más claras. A continuación les explica, como lo había hecho con los discípulos de Emaús, que todo eso había sido anunciado por Moisés y los profetas. Que eso debía suceder así: que el Mesías debía padecer y luego entrar en la gloria de la resurrección. No se queda ahí, les da una misión “ustedes son testigos de esto, desde Jerusalén y luego a todas las naciones”. Es la misión que se confía a quien abre su corazón para aceptar al Señor resucitado, a quien se deja invadir por la experiencia del encuentro con el Señor, con sus manifestaciones y con la fuerza que nace del Espíritu que reciben los que creen en Él. Vale la pena que nos preguntemos si en realidad somos testigos de la resurrección, si nos sentimos acompañados por el Señor o si, por el contrario, porque su luz no nos ha invadido y llenado, nos sentimos solos, apesadumbrados, temerosos, como los discípulos que creyeron haber visto un fantasma. La vida con Jesús, cuando sentimos su presencia y su fuerza, es distinta a la experiencia de sentirnos solos, sin Él, sin el Espíritu que nos impulsa a ser sus testigos. Ser testigos de la resurrección es reconocer que la vida no es la misma con Jesús o sin Él, que las cosas no tienen el mismo sentido y que podemos desalentarnos si confiamos solamente en nuestras fuerzas y no ponemos toda nuestra esperanza y toda nuestra confianza en Aquel que le da el verdadero sentido a este caminar. Necesitamos ser un poco como los discípulos de Emaús que abrieron su corazón a aquel caminante y descubrieron el sentido de su vida, lo reconocieron al partir el pan, o como los discípulos del relato de hoy, que lo reconocen cuando les pide algo de comer. Muchas veces el ritmo acelerado de la vida nos impide ver las cosas y las realidades de una manera distinta. Podemos permanecer solos o podemos estar acompañados. Somos nosotros quienes decidimos cómo queremos vivir la vida y qué hacer para vivirla plenamente. El mensaje de Jesús nos llega a lo más hondo del corazón “la paz esté con ustedes… soy yo, no teman”. Como diría Antoine de Saint.Éxupery “solo se ve bien con el corazón, lo esencial resulta invisible a los ojos”. Veamos con el corazón y descubriremos grandes cosas en la vida.

Ver para creer

Siempre me ha llamado la atención la escena que nos presenta el evangelio de este domingo. Tomás quiere evidencias palpables de la resurrección de Jesús. No cree en el testimonio de sus compañeros. Es una actitud muy común en el mundo de lo científico, de lo experimental, de las comprobaciones y seguridades. La búsqueda de todo aquello que nos permita comprobar y verificar lo tenemos como válido. Creo que es diferente en el campo de lo espiritual. No podemos pretender que las evidencias estén a la mano. Es algo muy distinto y que se desarrolla en el campo de la intimidad. Veamos. La experiencia de la resurrección no es algo de lo cual tengamos datos o crónica detallada. Todo lo que sabemos es por las manifestaciones del Señor resucitado a los discípulos, por el testimonio de quienes han cambiado su vida por la experiencia del resucitado. Los discípulos, antes débiles y temerosos, se transforman en personas valientes, dispuestas a arriesgarlo todo, aun la vida misma, por la causa de Jesús de Nazareth. Sin embargo, hoy hay muchos que se podrían llamar Tomás, personas que no confían en los demás, que asumen actitudes controladoras hacia las otras personas, hombres y mujeres exageradamente racionales, fríos y calculadores para quienes el único argumento válido es el de la evidencia comprobada y certificada. Necesitan meter los dedos en las llagas, la mano en el costado de ese Jesús que ha resucitado para creer. Me pregunto si eso será realmente fe. Me cuestiono sobre la actitud de quienes actúan como Tomás. No es que creamos las cosas de una manera ingenua. No se trata de seguir a cualquier vivo que se aproveche de la bondad de las personas, no se puede pensar en ser ingenuo para asumir ciertas actitudes. Ese no es el sentido de la fe. Pienso en la frase de Jesús “bienaventurados los que creen sin haber visto” y miro a mi alrededor. Somos personas que estamos haciendo actos de fe todos los días, varias veces en el día. Confiamos en la palabra de una persona que nos ofrece su amistad, confiamos en quienes realizan negocios con nosotros, confiamos en nuestros padres que nos llamaron a la vida. Todo esto nos habla de lo que podemos llamar fe humana, es decir, la actitud por la cual confiamos en las personas. ¿Por qué no creemos en un Dios que nos ha hablado por medio de su Hijo y nos ha mostrado el camino de la vida nueva? Si hemos vivido la celebración de la resurrección, si la invitación a la conversión hecha en la cuaresma cayó en tierra buena, estamos llamados a hacer vida nuestra fe en Cristo Jesús por medio de nuestras obras, que sean ellas las que hablen por nosotros. Esas obras son las que respaldan nuestra fe, la hacen testimonio creíble. Que la experiencia interior vivida se proyecte en las acciones de la vida cotidiana, en las relaciones interpersonales y sociales, en la casa y en el trabajo. No necesitamos ver para creer. Necesitamos actuar y vivir para que nuestra palabra sea creíble.

Avances y compromiso de la Provincia Colombiana en la formación en prevención de abusos sexuales

El pasado 21 de marzo concluyó satisfactoriamente el Seminario virtual “Actuaciones de éxito para la eliminación de abusos sexuales: una prioridad social”, ofrecido por el PCCP Curia general en colaboración con la organización Cristianismo y Justicia de Barcelona.  Once personas de la Provincia de Colombia (cuatro jesuitas y siete laicos de diferentes obras) participaron en este seminario online facilitado por la Coordinadora Asistente del PCCP de la Curia general, Sandra Racionero-Plaza PhD. Durante nueve horas entre febrero y marzo, el curso abordó temas relevantes basados en investigaciones científicas, incluyendo la desmitificación de creencias sobre abusos sexuales, ejemplos de actuaciones exitosas como el Club de Valientes Cero y las Tertulias Científicas Dialógicas, así como avances clave en la comprensión del consentimiento en relaciones afectivo-sexuales.   Los participantes expresaron su satisfacción comentando lo siguiente:    “Ciertamente, el Seminario ha aportado y contribuido en puntos nodales de lo que ha significado este proceso de afrontar y responder a la eliminación de abusos sexuales». P. Víctor Martínez, SJ   “Me ha parecido muy buena la formación, da muchas claridades sobre el tema con todo con ese respaldo científico que aporta la conferencista».   María Carolina Sánchez    “Esta formación me pareció muy interesante, enriquecedora y útil, el curso me aportó nuevos elementos que me permitieron ver el desarrollo continuo de la reflexión sobre estos asuntos». P. Moisés Peña, SJ   Con estas actividades, la oficina PCCP de Colombia avanza en su misión de sensibilizar y formar en la prevención de abusos sexuales a menores y adultos vulnerables, reafirmando su compromiso con la Cultura del Cuidado.

¡Aleluya, Aleluya!

Desde el comienzo de la vida de la Iglesia, el Domingo de Resurrección ha ocupado un lugar central en la liturgia y en la vida de los creyentes. Reunirse para celebrar dicho acontecimiento ha sido siempre ocasión de regocijo. De ahí el solemne canto del aleluya (exclamación de alabanza a Dios) que resuena en todos los templos del mundo en la noche de la vigilia pascual. Es reconocer que la resurrección de Cristo es motivo de alegría, porque es el acontecimiento central de nuestra fe. Creemos en un Dios hecho hombre en la persona de Jesús, que padeció y murió y que resucitó al tercer día. Por eso cantamos ¡aleluya! Experimentar a nivel de la liturgia la resurrección y el gozo que conlleva es comprometerse a hacerla vida en lo cotidiano, es reconocer que debe iluminar nuestro que hacer diario, traducirse en actitudes de amor y servicio, de solidaridad y fraternidad. De lo contrario, el haber participado en la semana santa puede perder su sentido si no llega a transformar nuestras actitudes cotidianas. Cristo resucita en el corazón de toda persona que quiere comprometerse a hacer todo lo que esté a su alcance para ser solidario, para comprender que el dolor ajeno exige de nosotros una respuesta existencial no solo de palabra. Es tomar la decisión de reconocer en el otro a un hermano o hermana que está en necesidad, es saber que el rostro de Cristo tiene muchas maneras de presentarse y que es en ese rostro y en esa persona donde estamos llamados a reconocerlo presente, actuante y sufriente. En Colombia, dada la situación por la cual estamos pasando, necesitamos de hombres y mujeres profundamente convencidos de su misión de ser anunciadores de esperanza, de esa que nace del hecho de querer hacer vida la resurrección de Jesús, de saber que estamos invitados no tanto a “maldecir las tinieblas” cuanto a “encender una luz” en nuestras propias vidas y en las de los demás. Así la resurrección no se queda en una celebración alejada de la realidad, sino que es algo transformador e iluminador. Todo depende de cada uno de nosotros. Hemos vivido momentos muy complicados, hemos perdido el sentido del respeto por el don de la vida, nos hemos acostumbrado a la muerte, a la violencia y a la corrupción. Estas cosas las hemos convertido en lo ordinario de la vida, cuando debía ser todo lo contrario. Por eso necesitamos ser profetas de esperanza, hombres y mujeres que creen en la posibilidad de un mejor país porque saben que esa tarea nos corresponde a todos y no solo a unos pocos. Que no podemos matar los sueños y las ilusiones de nuestros niños y jóvenes porque sería acabar en ellos toda posibilidad de creer en ese futuro que anhelamos construir, aunque sea difícil. En los países que tienen estaciones, la Pascua coincide con la primavera y por eso se la llama también “pascua florida”, porque la naturaleza misma con todo su esplendor se une a este acontecimiento. Para todos, ¡Felices Pascuas en el Señor resucitado!

Vivamos la semana mayor

Nuevamente estamos comenzando el recorrido de la semana más importante del año en el calendario de los creyentes. Es la llamada Semana Mayor o Semana Santa. Es un tiempo especial en el cual se nos invita a celebrar nuestra fe, a reflexionar sobre el acontecimiento central de la misma: la pasión, muerte y resurrección del Señor. Es una semana en la cual se interrumpen las actividades ordinarias para que tengamos tiempo para dedicarlo a lo espiritual. Sin embargo, esto contrasta con lo que hacen muchas personas: una semana dedicada a la diversión, a actividades de otro tipo. Centrarse en la Semana Mayor, o Santa, es tener la oportunidad de profundizar en los acontecimientos que se van sucediendo como en un torrente, porque se van dando muy seguido. Veamos y tratemos de encontrar el sentido de lo que se celebra cada uno de los días. El domingo, llamado de Ramos, nos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén cuando es aclamado por el pueblo, lo proclaman como el que ha de salvarlos. El contraste es grande, porque si lo comparamos con lo que va a suceder en los días siguientes, descubrimos que el pueblo cambia según las conveniencias y la manera como lo orientan sus líderes. Estarán en cuatro días pidiendo la crucifixión de Jesús. Damos un salto al Jueves Santo, comienzo del así llamado triduo pascual. Se celebra la institución de la Eucaristía y del sacerdocio junto con el mandamiento del amor fraterno con un ejemplo concreto de humildad y servicio: el lavatorio de los pies. Día grande para comprender lo que es la entrega y el sacrificio hechos vida. El Viernes Santo nos acercamos al drama del Dios hecho hombre, padece y muere en cruz. No se entienden muchas cosas, entre otras, que el inocente sea condenado a muerte, que sea humillado y maltratado, que se le coloque al mismo nivel de los ladrones, que sea tratado como malhechor sin haber cometido delito alguno. Y como dicen los autores sagrados “todo eso lo padeció por mí y por toda la humanidad”. Se pregunta uno por qué. La única respuesta es que lo hizo por la fuerza del amor que nos ha tenido. Dios muere para que el pecador viva. El Sábado Santo es de espera y soledad en la fe. Es el único día del año en el cual no hay celebración litúrgica alguna. La oración personal, la contemplación del Señor colocado en el sepulcro es el centro de lo que acontece. Todo estalla en gozo y alegría en la noche de este sábado cuando se celebra la Solemne Vigilia Pascual con sus cuatro partes: liturgia de la luz, de la palabra, del agua y eucarística. Renovación de nuestros compromisos bautismales y proclamación de lo que significa la resurrección del Señor, es la llamada “solemnidad de las solemnidades”, centro y razón de la fe y la vida cristiana. La resurrección le da sentido y razón a todo lo vivido en los días anteriores. Cristo no muere en la cruz para quedarse sepultado. Muere para resucitar, para mostrarnos el camino que debemos seguir y así llegar a la gloria del Padre. Invito a todos a vivir la Semana Mayor como un regalo de Dios para nuestra vida cristiana.

Comunicado: El Grupo de Género e Igualdad de la CPAL se reúne por primera vez

20 de marzo de 2024 ______________________________________________________________________________________________________________________________ Representantes de nueve provincias de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe (CPAL) nos reunimos presencialmente en Bogotá, Colombia, del 5 al 7 de marzo del año en curso, donde se llevó a cabo el primer encuentro presencial del Grupo de Género e Igualdad de la CPAL, el cual nos dio la oportunidad de reafirmar nuestros sueños y compromiso de seguir caminando en la reflexión, formación e incidencia sobre la igualdad de género en el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en América Latina y el Caribe. Los orígenes del grupo se remontan a mediados de 2019. Durante la reunión de delegados para el Sector de Justicia Social de la CPAL se analizó una iniciativa de la Provincia Centroamericana en la generación de un diagnóstico sobre las relaciones de género entre los miembros del cuerpo apostólico. A partir de ello, se convocó a un conjunto de mujeres y hombres (jesuitas y laicos) por Provincia para iniciar una reflexión profunda sobre el papel de las mujeres en la Compañía de Jesús. Ese mismo año, integrantes del grupo participaron en la conmemoración del 50 aniversario del Secretariado para la Justicia Social y Ecología en Roma y, junto con otras personas, instaron al Superior General de la Compañía de Jesús, P. Arturo Sosa Abascal, SJ, a iniciar un proceso de reflexión a instancias de la Curia General. Ello concluyó en la creación de la Comisión sobre la función y las responsabilidades de las mujeres en la Compañía de Jesús en marzo de 2021. Desde su conformación, el grupo se ha reunido permanentemente de manera virtual y, desde esa modalidad, definió las comisiones a través de las cuales actuaría; organizó eventos en fechas relevantes y colaboró activamente con la Comisión creada por el P. General. Sin embargo, a cinco años de su creación, se hacía necesaria una reunión en la que, a partir de los aprendizajes y el recorrido del grupo, se profundizara en su planeación estratégica. Así, durante los días de su reunión, el grupo analizó el contexto de desigualdad e injusticia de género que persiste en nuestra región. También se compartieron los avances que algunas Provincias han tenido en el impuso de iniciativas y/o la creación de instancias de reflexión en el tema. Finalmente, el grupo definió su misión, visión, objetivo general y estará trabajando en los objetivos y acciones para el futuro. La visión del grupo es ser una comunidad diversa y representativa del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús, comprometida con prácticas transformadoras para una cultura de justicia e igualdad de género. Asimismo, la misión es contribuir como comunidad de discernimiento a la construcción de relaciones de género más justas en el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús desde América Latina y el Caribe. Actualmente el Grupo de género e igualdad está integrado por diversas representantes del Apostolado Social, Educativo y Espiritual de las Provincias de ARU (Argentina y Uruguay), Brasil, Centroamérica, Colombia, Ecuador, el Caribe, México, Perú y Venezuela. Un punto central del encuentro fue el momento dedicado a hacer un recorrido del grupo desde sus inicios y donde se recordaron los valiosos aportes que personas comprometidas han hecho a lo largo de estos cinco años. Por ello, agradecemos a Carmen de los Ríos, Carmenza Muñoz, Mario Serrano (en su momento, delegado para el apostolado social de la CPAL), Carlos Miguel Silva, SJ, y a muchas otras personas que, de manera generosa, pusieron su energía y compartieron propuestas para que el grupo avanzara con iniciativas y acciones concretas a favor de la igualdad. No podemos dejar de agradecer a Roberto Jaramillo, SJ y a Rafael Garrido, SJ, quienes han apoyado decididamente la conformación y la continuidad del grupo, así como a Agnaldo Pereira de Oliveira Júnior, SJ, por su solidaridad, interés y acompañamiento en la consolidación del grupo. Asimismo, agradecemos la maravillosa hospitalidad de la Provincia de Colombia en el auspicio de este encuentro. Finalmente, reconocemos el apoyo incondicional brindado por los Provinciales de América Latina y El Caribe desde la creación el grupo, y hacemos una invitación respetuosa para asegurar que el mismo cuente con la participación de tres personas por Provincia. Una representación diversa garantizará una mirada más amplia e integral sobre los avances y los desafíos para garantizar que nuestra región esté libre de prejuicios, injusticias y discriminación por razón de género.

Morir para vivir

Suena paradójico el titular de mi columna de esta semana porque no estamos acostumbrados a movernos en contradicciones, en opuestos, en extremos. Sin embargo, la realidad de la vida está marcada por los contrastes. Las cosas no pueden ser ni blancas ni negras, no todo puede ser alegría o tristeza. Es una mezcla de sabores, es algo que podemos llamar agridulce. De la manera como asumamos estas situaciones opuestas, depende en gran parte, el sentido de nuestra vida. Podemos vivir en la ilusión, en la euforia exagerada, o en el desánimo o desaliento permanentes. Una vez más, todo depende de la actitud que asumamos. En la primera lectura tomada del profeta Jeremías, encontramos una primera contrastación, se da entre la manera como ha procedido el pueblo de Israel y la manera como Dios busca reconciliar consigo a su pueblo, llega a decir, por boca del profeta “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo… voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones… ellos rompieron mi alianza y yo tuve que hacer un escarmiento con ellos… todos me van a conocer, desde el más pequeño hasta el mayor de todos, cuando yo les perdone sus culpas y olvide para siempre sus pecados”. Más aún, en la segunda lectura tomada de la carta a los hebreos se afirma “a pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen”. Jesús vivió estas paradojas, debió morir para que tuviéramos la vida, padecer para liberarnos. Es la dinámica de la historia de la salvación, la manera como Dios hace posible la redención de la humanidad, el restablecimiento de la relación de amistad entre Dios y la humanidad. Allí estamos incluidos todos. El evangelio se hace vida al hablarles Jesús a sus discípulos con una comparación tomada de la vida del campo, de las tareas que todos ellos conocían, la manera como se debe sembrar el trigo en la tierra, debe pudrirse, morir, para que salga una nueva planta. Es lo que decíamos al comienzo de esta columna, hay que morir para vivir, para producir fruto, para dar una buena cosecha, de lo contrario, la esterilidad y la infecundidad harán su aparición. El ejemplo debió darles una lección muy clara a los discípulos para comprender el sentido de la pasión para alcanzar la gloria, el aparente fracaso era el paso necesario para llegar a la victoria. Vale la pena que nos preguntemos en cuál de las actitudes nos encontramos, si queremos morir para vivir, lo cual significa dejar a un lado nuestros caprichos, gustos personales, para comprender que en la medida en que asumamos las actitudes a las cuales nos invita Jesús podemos seguirlo de una manera real y verdadera. La obra de construcción del reino no se hace con nuestros criterios, a nuestra manera, se hace al estilo de Jesús. Por eso, el dar fruto depende de la manera como muramos a lo propio, a nuestra manera personal de hacer las cosas. Pienso en tantos hombres y mujeres que lo han dejado todo para entregarse al servicio de los demás, es decir, que han muerto simbólicamente para vivir en el amor y el servicio, colaborando en la felicidad de otros, ayudando a que puedan darle sentido a sus vidas. Ese es el verdadero sentido del morir para vivir. No todo es tan negativo como puede parecer.

Somos parte de los sueños de esperanza para América Latina

Con mucha gratitud recibimos y acogimos en la sede del Instituto Mayor Campesino – IMCA, en la ciudad de Guadalajara de Buga – Valle del Cauca – Colombia, a las más de 40 personas delegadas que se reunieron desde el 26 al 29 de febrero de 2024 para el desarrollo de la «Asamblea de la Red de Centros Sociales de la Conferencia de Provinciales de América Latina«. La apertura de este importante evento estuvo a cargo del P. Robert Rodríguez, SJ, director de la Fundación Centro Gumilla; el P. Hermann Rodríguez,  SJ, Provincial de Colombia y el P. Rafael Garrido, SJ, presidente de la CPAL. “Este es un espacio para encontrarnos y pensar unidos la manera de responder a las necesidades, a los problemas, a las angustias, a las tristezas y a las esperanzas de las personas que habitan en estos territorios de América Latina (…); así que tenemos la oportunidad de encontrar formas efectivas de acompañar a los más desprotegidos. También, se brinda la oportunidad de retroalimentarnos, de tal manera que los directores y las directoras de los centros sociales vuelvan a sus países enriquecidos con una mirada continental y con la posibilidad de responder de una manera más acertada a los problemas que viven nuestros países”, indicó el padre Hermann Rodríguez ,SJ. Para el IMCA fue muy valioso participar y recibir en nuestra sede a la delegación, pues se convirtió en una oportunidad valiosa para aproximarnos un poco más a las distintas realidades que se afrontan en América Latina, con sus matices y características que nos permiten comprender su contexto social, económico, político y ambiental. Esos insumos y esas experiencias de los demás centros sociales nos servirán para cualificar el acompañamiento que realizamos a los diferentes procesos sociales principalmente de territorios y comunidades rurales (campesinas, indígenas y afro). Los aportes dados desde el contexto latinoamericano y el énfasis que se realizó en conocer detalles del contexto colombiano son insumos que dan claridad sobre los retos que se afrontan en los territorios rurales que acompañamos, que son palpables en lo local y que tienen relación directa con lo nacional y lo continental. No obstante, a pesar de ciertas realidades adversas, existen caminos de esperanza y eso lo valoramos como una valiosa luz de esperanza que se concreta en el hecho de que el IMCA hace parte de la Red de Centros Sociales y de otras dinámicas de articulación como la Red COMPARTE, que nos permiten nutrirnos y a la vez aportar desde nuestro quehacer institucional. “Para el IMCA fue muy importante, además de ser el epicentro del encuentro, compartir parte de las acciones que se promueven y se concretan en este territorio del suroccidente de Colombia, donde con el apoyo de otros actores sociales e institucionales, se avanza en procesos de articulación social, incidencia, fortalecimiento de capacidades individuales y colectivas, fomento de la economía social y solidaria, promoción de la agroecología y fortalecimiento de la gestión comunitaria del agua; procesos que sin duda alguna aportan a la concreción de las Preferencias Apostólicas Universales, especialmente las relacionadas con el Caminar Junto a los Pobres y el Cuidado de la Casa Común”, expresó Erminsu Iván David Pabón, director del IMCA y coordinador de la Red COMPARTE. Con la participación en este importante evento ratificamos una vez más nuestro compromiso con las apuestas comunes. Valoramos enormemente la oportunidad de trabajar en red que nos permite enriquecernos de las demás experiencias, caminar juntos y hasta construir colectivamente para servir más y mejor a quienes acompañamos en la superación de las adversidades y en la concreción de sus sueños. Cada espacio compartido, cada experiencia socializada, cada palabra y cada conclusión han calado perfectamente a favor de las apuestas que el IMCA promueve y acompaña, al mismo tiempo que nutren nuestro nuevo plan institucional 2024 – 2027. En ese sentido, nos regocija y nos llena de esperanza el hecho inspirador de no vernos solos, sino actuando junto a otros centros sociales de la Compañía de Jesús y en pro de propósitos comunes que, si bien nos retan, también nos proyectan como constructores de paz, equidad, sostenibilidad, solidaridad y justicia social. Finalmente, expresamos nuestro agradecimiento a la Conferencia de Provinciales de América Latina – CPAL y especialmente a la Provincia de Colombia, por habernos seleccionado para ser la sede durante estos días de encuentro y aprendizaje. Gracias por la confianza que depositaron en nosotros. Esperamos haber estado a la altura, nutriendo sus expectativas y que además se hayan llevado un grato recuerdo de su paso por el IMCA.

¡Ya comenzó nuestro itinerario regional: el lugar de los niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado en Colombia!

Animados por  el Plan Apostólico de nuestra Provincia, para el año 2024, en la Región Bogotá – Soacha nos hemos planteado un itinerario centrado en desarrollar procesos de reconciliación y justicia. La opción fundamental por la reconciliación y la justicia, nos invita a soñar juntos con un país y un mundo capaz de establecer diálogos sociales, con centralidad en aquellos que más han sufrido los estragos del conflicto. En este recorrido, resulta esencial hacer camino junto a los jóvenes en la construcción de un presente y un futuro esperanzador. Con este horizonte inspirador, el día 12 de febrero de 2024, dimos el primer paso en nuestro itinerario regional, en el marco de la estrategia ReconoSiendo. Este encuentro tuvo lugar en el Colegio Santa Luisa, con algunos jóvenes de los colegios de la región: el Colegio Mayor de San Bartolomé, el Colegio San Bartolomé La Merced, el Colegio Santa Luisa, el Colegio San Ignacio de Fe y Alegría, y miembros de la Parroquia San Javier. De acuerdo con este proceso regional, la fecha de nuestro encuentro correspondió con el día internacional de las Manos Rojas. Por ello, dedicamos el espacio a reflexionar sobre el lugar de los niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado en Colombia. Nos pintamos la mano de rojo como símbolo de nuestro compromiso regional de desarrollar experiencias más profundas de reconciliación y de justicia en cada uno de nuestros entornos. Unamos nuestros ánimos en torno del itinerario que nos propusimos juntos como Región. De modo que nos sintamos cuerpo apostólico, amado y enviado a la misión.

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