Homilía de Monseñor Alejandro Díaz García, en la Fiesta de San Ignacio de Loyola
El pasado 31 de julio, conmemoramos la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, un momento que nos permitió recordar nuestra historia y agradecer por todo el itinerario apostólico de los jesuitas en el país. Durante el evento se celebró una eucaristía solemne presidida por Monseñor Alejandro Díaz García, obispo auxiliar de Bogotá, la inauguración del XXIV Simposio de EE “Conversión Ecológica“ y el acto cultural conmemorativo por el Centenario: Peregrinos 1604-2024. A continuación, compartimos la homilía de Monseñor, durante este evento especial: __________________________________________________________________________________________________________________ En la celebración de los cien años de la Provincia Jesuita de Colombia, esta eucaristía quiere ser un agradecimiento especial por el tesoro de gracia que Dios ha sabido acumular a partir de la vivencia y transmisión de la espiritualidad ignaciana a lo largo del tiempo. La Palabra de Dios que ha sido proclamada, de alguna manera nos recuerda e invita a perseverar en algunas prácticas espirituales, que hacen parte de la esencia del evangelio, que brotaron con particular enardecimiento de las entrañas de fuego de aquel peregrino del siglo XVI, nacido en Loyola, y que hoy siguen siendo replicadas con especial dedicación por quienes han consagrado su vida al Padre del Cielo y a la Iglesia, a través del carisma ignaciano. Espero, entonces, que estas perseverancias nos ayuden a examinar el propio corazón y sigan siendo el objeto de nuestra misión. La primera de ellas, que es también la fundamental, es perseverar en la práctica de la imitación y del seguimiento de Jesús. Sabemos cuánto conocimiento interior alcanzó Ignacio sobre los misterios de la vida de Nuestro Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y no existe otro fin en la vida del hombre que llegar a ser hijos en el Hijo. Esto explica la radicalidad y altísima exigencia en las condiciones que el mismo Jesús, según el evangelio de Lucas, propone a quienes lo siguen: posponer los amores más queridos, que son los radicados en los vínculos familiares, renunciar a todos los bienes y aprender a cargar la cruz. A esta ab-negación, libre y amorosa, el Apóstol Pablo, quien gusta hablar más de la imitatio que de la sequela de Cristo, añade que el imitador de Jesús, en un mundo plural, donde hay judíos y griegos, debe buscar siempre agradar a todos, renunciando a la ventaja personal para buscar mejor el bien común, el bien de todos. Esta actitud de despojo personal y a la vez de preocupación por la salvación de otros, propia del discípulo, puede ir en reversa no sólo a muchos sentires del tiempo presente, sino también a nuestra propia conciencia, adonde puede llegar la tentación de Jeremías: la tentación de “olvidarme del asunto”, de Dios, de la vocación a la que me llama, de la misión. Santos como Ignacio nos recuerdan la posibilidad real del seguimiento de Jesús y de vivir plenamente entregados al proyecto del Reino de Dios. Sigamos, pues a Jesús, imitemos a Nuestro Señor. La segunda perseverancia es en la práctica del discernimiento, en la que nuestro santo es maestro excelso. Desde el evangelio de hoy, el discernimiento es el antídoto que impide a una vida quedar a medias, es decir, sumida en la mediocridad, convertida en un elefante blanco, como la torre a medio construir, o todavía más, el antídoto que impide a una vida perder la batalla, sucumbir ante el enemigo, porque discernir significa tratar de descubrir la voluntad de Dios, en donde se esconde la verdadera plenitud y felicidad humana. Para ser eficaz, esta práctica debería copar toda nuestra vida, desde las elecciones relativas a las necesidades más básicas, como el “comer o el beber”, señalado por san Pablo, hasta los grandes proyectos, como el de edificar o conquistar, de los que habla el evangelio. Cualquiera sea el asunto, es necesario “sentarse” y ponerse a calcular o deliberar, para elegir lo que más conviene. Ignacio logró afinar este “ejercicio de inteligencia, de habilidad, de voluntad y de afectos” —como lo describe el papa Francisco— de manera que todos los hijos de Dios se pudieran beneficiar de él y aprendieran a encontrar los momentos favorables, lo que pertenece al buen espíritu, lo que en verdad nos perfecciona y acerca a Dios. Hoy damos gracias a Dios por todas la iniciativas que ha emprendido la familia jesuita en este ámbito espiritual por tantos años y le pedimos a todos sus miembros, en medio de este presente, donde los vientos de la confusión y la incertidumbre suelen arreciar, que no dejen de instruir a todo hombre de bien en los modos para reconocer y cumplir las voluntades de Dios. La tercera está inspirada en el salmo 33 y consiste en perseverar en la práctica del acompañamiento, que también la podríamos llamar la práctica del “acampamento”, porque la intención de Dios, según el salmista, es hacer camping, poner su carpa muy cerquita del entorno vital de las personas, pero sin anular su libertad, y estar ahí, disponible, de modo que ellas, si quieren, puedan encontrar un protector, alguien que las libere de sus ansias, que las salve de sus angustias, pero también un buen consejero que las escuche; alguien con quien puedan tener la certeza de que nada nos hará falta. Considero que ustedes, queridos hermanos jesuitas, han acumulado una gran experiencia en el arte de acompañar, y no lo digo sólo por el servicio específico de los Ejercicios Espirituales, sino por todas las experiencias de Dios que ustedes han propiciado en el corazón de los fieles, en medio de muchas comunidades, urbanas y rurales, gracias al modo de estar presentes en cada una de sus obras: siempre con cercanía y a la vez con discreción, con orden e inteligencia, con profundo respeto y paciencia, con caridad y humildad. Que toda persona en cuyo entorno Dios les permita acampar pueda sentir la compañía de Jesús y exclamar: “¡Qué bueno es el Señor!”. Querido cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús: que el mejor regalo de Dios para ustedes en
¿Qué es ser profeta?
La vocación es ante todo un don de Dios. No es algo que dependa completamente de nuestra libre decisión. Se mezclan la acción de la gracia y la respuesta de la persona. Sin embargo, la misión es la que el Señor quiere confiarle a quien es escogido. La tarea es aquella que el Señor le tiene preparada. De cada persona depende la respuesta y la manera de realizarla. Es el caso de Amós, en la primera lectura de este domingo, lo es también en el pasaje del Evangelio que se nos ofrece para nuestra consideración. El llamado del Señor se va repitiendo a lo largo de la historia, pues Él necesita de personas concretas, con características propias, con una historia particular vivida en un contexto específico. Cada uno de nosotros tiene un llamado especial para una tarea particular. Son la vocación y la misión. La una va unida a la otra. Se interrelacionan y se integran. Vocación sin misión es tan solo algo abstracto. Misión sin vocación es algo incomprensible, por decir lo menos. La vocación es para una misión. Es el caso del profeta Amós. Llega a responder “no soy profeta ni hijo de profeta. Soy pastor y cultivador de higos”. El Señor le dice “ve y profetiza a mi pueblo de Israel”. Llamado y enviado. En el Evangelio sucede algo semejante. El Señor llama a los doce y los envía de dos en dos. Son los mismos verbos “llamar y enviar en misión”. Hay unos signos que acompañan el envío y unas actitudes que garantizan el cumplimiento de la misión. Todo esto se expresa en señales que la gente percibe y por lo tanto confirma la misión de quienes han sido enviados. Hoy, cuando el mundo se ha tecnificado, cuando las distancias se han acortado, cuando el progreso es una de las características de nuestro tiempo, podemos preguntarnos si esos dos elementos, vocación y misión se dan también. La respuesta es clara: sí. Lo que sucede es que las cosas se dan de manera diferente. El llamado y el envío se dan dentro del contexto del momento actual para responder a necesidades concretas conforme a la situación que se vive. Podemos decir que ser profeta o apóstol, en pleno siglo XXI, es diferente a lo que podía ser en los tiempos de Amós el profeta o en la época de Jesús. Sin embargo, el mundo sigue teniendo necesidad de hombres y mujeres que asuman la tarea de ser profetas, de ser voz de los que no tienen voz; que asuman el desafío de ser apóstoles, enviados, en un mundo que no tiene oídos bien dispuestos para escuchar su mensaje. A pesar de todo, el mensaje debe ser anunciado, el pecado debe ser denunciado y la esperanza deber ser proclamada. Son hombres y mujeres que se la juegan toda, incluso la vida, para cumplir la misión que se les ha confiado al ser llamados y enviados. Me pregunto si somos conscientes, todos y cada uno de los bautizados de lo que significa la vocación a la que hemos sido llamados. Si estamos dispuestos a asumir la tarea, a realizar la misión, que se nos ha confiado. Es cierto que debemos tener en cuenta los cambios históricos, los contextos diferentes, en los cuales se deben realizar y vivir nuestros compromisos. De todas maneras, no podemos olvidar que ser cristiano no es solo ir a misa, orar personalmente o en familia, leer la palabra de Dios. Es algo más, es dar lo mejor de nosotros mismos para cumplir la misión que tenemos.
Dos importantes celebraciones en el Noviciado San Estanislao de Kostka
La semana pasada, en Medellín, la comunidad del Noviciado San Estanislao de Kostka celebró dos acontecimientos que son motivo de alegría para todo el Cuerpo Apostólico. El martes 2 de julio, el novicio de segundo año Dayán Ospino Larrotta emitió sus votos del bienio en una eucaristía presidida por el P. Provincial, y con la compañía de jesuitas, familia y amigos. Dayán continuará su formación en la ciudad de Bucaramanga, donde finalizará sus estudios de Historia. Al día siguiente, el miércoles 3 de julio, la comunidad recibió a seis jóvenes que previamente habían sido admitidos al noviciado por el P. Provincial. Llegados de Bogotá, Barranquilla, Floridablanca, Cali y Medellín, los pre-novicios de la Compañía de Jesús estarán viviendo, hasta el próximo 19 de julio, la experiencia de Primera Probación. La comunidad del Noviciado agradece las expresiones de felicitación y cercanía que ha recibo a razón de estas celebraciones, y continúa invitando a unirse con sus oraciones por las vocaciones y la formación de los nuestros. A continuación un sencillo testimonio de Dayán Ospino, SJ respecto a lo que ha significado esta ocasión de la emisión de los votos del bienio: De la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño. “En este tiempo le trataba Dios de la misma manera que trata un maestro de escuela a un niño, enseñándole” [Autobiografía de San Ignacio de Loyola #27]. «Esta experiencia (la emisión de los votos del bienio) fue para mí un momento muy consolador y lleno de la presencia de Dios, ya que, en esta ceremonia tan especial para nosotros, los jesuitas, vinieron a mi mente rostros concretos llenos de sonrisas, que son la misma sonrisa de Dios. Recordé a las valientes mujeres indígenas que me acompañaron en mi mes de misión en Dabeiba, a las enfermeras de Barranquilla que me enseñaron a tratar con cariño a los enfermos del Hogar San José, y a los jóvenes de las comunas populares del Valle de Aburrá que, con su energía, me llevaron a soñar, junto con otros, lo imposible. Hoy, días después de haber hecho esta promesa a Dios, me siento animado por Él y por mis compañeros de comunidad. Con su mano y su cercano acompañamiento, me llevan de la misma manera que un maestro de escuela lleva a un niño, enseñándole y ayudándole a descubrir la nueva etapa de la vida que enfrenta. En mi caso, es la etapa de escolar jesuita que día a día voy descubriendo, en circunstancias atípicas, pero con la plena seguridad de sentir a toda la Compañía caminando a mi lado y ayudándome a dejarme moldear por el Señor, así como lo hizo en estos dos maravillosos años de noviciado. Quiero agradecer de manera especial a mis hermanos jesuitas y compañeros (as) en la misión que, a pesar de la distancia, me acompañaron y continúan haciéndolo con sus oraciones y buenos deseos. Les pido que sigan orando por mí para que, con la gracia de Dios, pueda seguir respondiendo con generosidad a este llamado del Señor a ser un hombre para los demás en esta etapa de mi formación como escolar. A todos y todas, un abrazo cariñoso en el Señor Jesús».
Jornada de gratuidad y evaluación: reafirmando lazos comunicativos
El 18 y 19 de junio, el equipo de la Oficina Provincial de Comunicaciones se encontró en la finca San Claver en Santandercito, para revisar el proceso de planeación propuesto para este año y seguir fortaleciendo la colaboración con la Red Juvenil Ignaciana (RJI), la Misión Vocacional y el Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad (CIRE). El encuentro fue acompañado por el P. Antonio José Sarmiento Nova, SJ, socio del P. Provincial, y responsable del equipo de comunicaciones. Durante el primer día, el equipo de comunicaciones participó en una charla sobre discernimiento y planeación, orientada por Laura Perdigón, secretaria ejecutiva de planeación. Esta sesión permitió a los participantes reflexionar sobre las estrategias implementadas y alinear sus esfuerzos con la visión de la Provincia. También se llevaron a cabo dos talleres centrados en la sinergia del equipo que fomentaron la colaboración y la unión de ánimos de la oficina. La jornada cerró con un espacio dedicado a la gratitud reafirmando el compromiso de trabajar juntos, incrementar la escucha y la comunicación asertiva. El 19 de junio, a la jornada se unieron el Hno. Rafael Hernández, SJ, director de la Promoción Vocacional; el P. Nilson Castro, SJ, delegado vocacional a nivel nacional; y Natalia González, coordinadora de la Red Juvenil Ignaciana. Junto a ellos, se evaluaron los avances del proceso articulado durante el primer semestre de 2024, destacando los logros obtenidos gracias a la iniciativa de trabajo colaborativo promovida por el P. Provincial. Los avances en la integración de los esfuerzos, las dinámicas de trabajo, la claridad en la comunicación de la OPC y el seguimiento de la articulación fueron puntos clave de la evaluación. También se discutieron los desafíos asociados a los proyectos imprevistos y la necesidad de expandir el equipo de comunicaciones para la Misión Vocacional y la RJI, debido al aumento en el volumen de trabajo. Aunque en la planificación estratégica no se consideró el apoyo a las comunicaciones del CIRE, después de seis meses de trabajo en equipo se ha desarrollado una perspectiva de acompañamiento y se desarrolla en una propuesta comunicativa conjunta. El encuentro también facilitó la generación de ideas para promover la espiritualidad ignaciana. Estos momentos de reflexión y conexión son vitales para que cada integrante del equipo revise su vocación y renueve su dedicación a la labor comunicativa que está al servicio de la Provincia. Este encuentro resultó muy fructífero; permitió evaluar integralmente los procesos y las cargas de trabajo, y ofreció una oportunidad para expresar gratitud por los significativos progresos alcanzados en esta colaboración comunicativa que ha generado numerosos avances. De izquierda a derecha: María Alejandra Rojas Matabajoy – coordinadora de comunicaciones, Nilson Castro, SJ – delegado vocacional, Natalia González – coordinadora RJI; Karen Forero – profesional comunicaciones RJI Y MV, Valentina Souza – profesional Diseño, Imagen y Producto, Alix Niño – profesional Comunidades Digitales; Silvana Osma – comunicadora CIRE, Rafael Hernández, SJ – director de la Promoción Vocacional y Antonio José Sarmiento, SJ – socio y delegado de comunicaciones.
Tres jesuitas reciben los ministerios laicales de Lectorado y Acolitado
El viernes 17 de mayo, 3 jesuitas en formación (2 de la comunidad de formación San Francisco Javier y 1 del CIF) recibieron sus ministerios laicales de Lectorado y Acolitado. Fue una bella ocasión para encontrarnos los miembros de las 2 comunidades, junto con el Provincial y el asistente para la Formación. Favio David y Andrés Felipe comenzarán su etapa de magisterio ahora a mitad de año, y Juan Luis continuará sus estudios de teología en el CIF. A continuación el breve testimonio de cada uno: «Recibir el lectorado y el acolitado en medio de una celebración tan sentida y llena de gracia como la vivida el pasado viernes 17 de mayo en la Comunidad de Formación San Francisco Javier junto a nuestros compañeros del CIF es un signo visible de esta bella consagración compartida y en constante construcción. Poder proclamar su Palabra y participar plenamente en el servicio del altar es una confirmación en este camino de seguimiento, donde, a pesar de mi pecado y mis limitaciones, Jesús me dice: “tú sígueme”. Ante el silencio indolente frente a la injusticia, Jesús, el Amor hecho carne, nos sigue preguntando día tras día: “¿Me quieres?”. (Favio David Guerra-Acero, SJ. Provincia Colombiana) «Recibir los Ministerios Laicales, del lectorado y el acolitado junto con dos compañeros más, me hizo sentir muy agradecido con Dios y con la Compañía por este don que se me confía. Vivir dicha experiencia, en un tiempo en el que nos disponemos para la solemnidad de Pentecostés, me hace sentir abrazado y enviado. Las lecturas que la liturgia de estos días nos ha ofrecido, me han permitido experimentar la insistencia del Señor de ir a comunicar el amor que voy descubriendo». (Andrés Felipe Martínez, SJ. Provincia colombiana) «Recibir los ministerios laicales fue una experiencia para reafirmar y para celebrar mi consagración como jesuita en camino al sacerdocio. Fue una experiencia para reafirmar porque sentí que por estos ministerios el mismo Dios me alienta y me auxilia en mi deseo de seguirlo, y que mis compañeros jesuitas (los que conozco desde antes de mi ingreso y los que conocí hace unas pocas semanas) me acompañan en esto. Fue una experiencia para celebrar porque tanto los que están cerca aquí en Bogotá como los que están lejos (en Uruguay y Argentina) se alegran conmigo de este paso». (Juan Luis Panizza, SJ, de la Provincia de ARU)
“Mi vida de jesuita ha tenido y tiene mucho de ‘camino’”: entrevista al P. Juan Miguel Zaldua, SJ, con motivo de su paso por la rectoría del CIF
Artículo extraído de la edición marzo de Noticias de Provincia, la publicación mensual de Jesuitas Colombia ______________________________________________________________________________________________________________ Después de cinco años y medio de labor apostólica, el padre Juan Miguel Zaldua, SJ, se despide del Centro Interprovincial de Formación (CIF) – San Francisco Javier de Bogotá, una función que asumió desde el 27 de septiembre de 2018 por encargo del Padre General. Este oficio implicó la conducción, orientación y acompañamiento de la formación de los jesuitas estudiantes de teología de diversos países de Latinoamérica en cada una de sus dimensiones fundamentales. Desde el 01 de marzo de este año, el P. Marcelo Amaro de León, SJ de la Provincia de Argentina – Uruguay es el superior encargado de la formación en el teologado. El padre Juan Manuel “Potxi”, como lo llaman cariñosamente, nació en España, pero desde hace cincuenta y cinco años fue destinado a Venezuela. Conoció la Compañía gracias a su formación en el Colegio San Ignacio en Pamplona, España, y el testimonio de familiares que también optaron por la vida religiosa como jesuita: “mi vocación tuvo sin duda mediaciones familiares y educativas de las que se valió el Señor para que escuchara su llamado a la Compañía de Jesús. Si a esto le sumamos la vecindad de Pamplona con el castillo donde nació san Francisco Javier, ya tenemos el ingrediente “misionero” de mi vocación”, expresó. Su trayectoria en la Compañía lo ha llevado a desempeñarse en la pastoral universitaria, la pastoral vocacional y el plan de candidatos; como maestro de novicios, coordinador del Centro de Espiritualidad y director de la Casa de Ejercicios Quebrada de la Virgen (Los Teques), acompañante espiritual del filosofado y socio. Desde mediados de 2010 comenzaron sus destinos en la CPAL: secretario, en Río de Janeiro; delegado de formación, en Lima; instructor de Tercera Probación, en Cochabamba; y rector del CIF en Bogotá. “Como se puede ver, además de los rasgos vocacionales necesarios, ha sido importante tener siempre actualizado el pasaporte”. ¿Cómo se ha desarrollado su proceso formativo en la Compañía? Al terminar el bachillerato y a punto de cumplir diecisiete años, ingresé al noviciado en Loyola. Hice los Primeros Votos en Salamanca, donde estaba el juniorado que reunía a los jóvenes jesuitas de cuatro Provincias: León, Castilla, Loyola y Aragón. En ese momento, no sabía que desde allá comenzaría la experiencia “interprovincial” que marcaría mi vida. Aunque la Provincia de Loyola ya no enviaba novicios a Venezuela, mi tercera petición fue escuchada y el 17 de octubre de 1968 llegué a Caracas. Si me preguntan porqué Venezuela, no sabría responder. Quizá porque era uno de los países al que la Provincia de Loyola enviaba refuerzos, junto con el Congo y la misión india de Gujarat. Cuando estaba en Venezuela, para adaptarme mejor, me adelantaron la etapa de magisterio y me destinaron al Colegio Loyola de Puerto Ordaz fundado tres años antes. Ese año comenzaban en pleno todas las etapas: preescolar, primaria y secundaria (esta última era para muchachas y varones); y además era internado de varones. Estuve dos años con mucho trabajo y feliz de sentir que no me había equivocado. Después vinieron las dos etapas de estudios universitarios que hacemos los jesuitas: la licenciatura en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y el bachillerato en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En ambos lugares volví a experimentar la “interprovincialidad”, en Ecuador estudiaban jesuitas ecuatorianos, bolivianos, centroamericanos y venezolanos; y en Roma la variedad de nacionalidades que tenía el Colegio del Gesù era impresionante. Después de siete años seguidos de estar sentado en pupitres y rendir exámenes, no he vuelto a cursar estudios especiales. Mi formación ‘permanente’ después de la formación ‘inicial’ ha sido autodidacta, al ritmo y necesidades de los servicios que me ha pedido la Compañía. Aunque muchos no compartirán esto, para mí ha sido una gracia no haber tenido estudios especiales pues de ese modo la Compañía ha podido depositar en mí su confianza para muy diferentes tareas, destinos y lugares. Nunca agradeceré lo suficiente, de verdad. Terminada la Tercera Probación en 1980, comenzó mi vida apostólica y los sucesivos destinos. ¿Qué aspectos lo identificaron como rector del CIF? ¿Cómo considera que será recordado por las generaciones de jesuitas que pasaron por el centro de formación? Esta pregunta la tienen que responder los que han sido objeto de mi tarea como formador en la etapa de Teología… es decir, los que me han “padecido”. Han sido setenta jóvenes de todas las provincias latinoamericanas y algunos de Estados Unidos, África y Europa; más siete del equipo de formadores. Ojalá me recuerden por lo que la Compañía le pide a un formador de la etapa de Teología. Primero, por creer en la vocación del compañero y en la novedad que el Señor regala a la Compañía en cada vocación que suscita. En segundo lugar, por acompañar el descubrimiento y acogida de la invitación del Señor al ministerio ordenado, ofreciendo las indicaciones de los Ejercicios Espirituales, de las Constituciones, de las Congregaciones Generales y del magisterio de la Iglesia, y ejemplo del Papa Francisco, para así poder reconocer con alegría las manifestaciones del “cura” que queremos ser como jesuitas. También por formar sin “uniformar” ni promover un modelo único de jesuita. Finalmente por querer a cada uno de los compañeros y demostrarlo en la convivencia diaria y en la solicitud por su vida, su vocación, su familia, sus estudios, su trabajo pastoral… Espero que hayan sido más los aciertos que los errores debidos a mis limitaciones personales y mi deficiente proceder. ¿Cómo es la vida comunitaria en el centro de formación? Durante los once primeros años del CIF, debido al número de miembros, la comunidad estaba repartida en dos casas. Los cuatro últimos años vivimos en una sola casa lo que ha favorecido la convivencia interprovincial, internacional e intercultural, que es uno de los objetivos importantes de los CIF. Obviamente, una casa que acoge alrededor de veintiséis jesuitas cada año requiere de un proyecto comunitario, una organización interna
Un maestro es testimonio, ejemplo y compañía
Conoce el especial «Evocar nuestra historia», una serie de crónicas con motivo del centenario de la Compañía en el país. En esta oportunidad, hablamos con el P. Enrique Gutiérrez, SJ, y su experiencia en el apostolado educativo. ________________________________________________________________________________________________________________________ Artículo extraído de la edición Enero-Febrero de Noticias de Provincia, la publicación mensual de Jesuitas Colombia ________________________________________________________________________________________________________________________ Desde la creación del primer colegio de la Compañía en el país, el 27 de septiembre de 1604, la educación jesuita ha sido altamente valorada por ofrecer una formación profunda, práctica y de sentido. Es de admirar el poder transformador que ha logrado en la realidad histórica de Colombia, a través de sus centros de estudios, el ejercicio contínuo de discernimiento y los miles de egresados que día a día reinventan su contexto y se enfrentan al mundo con humanidad y justicia. A lo largo de la historia, la educación se ha ido renovando de acuerdo con las necesidades del entorno y los desafíos sociales, y allí han participado hombres y mujeres que han complementado, actualizado y enriquecido la pedagogía ignaciana en todos los rincones del territorio. Entre muchos de los rostros destacados en el área educativa, a lo largo de estos 100 años, se encuentra el P. Enrique Gutiérrez, SJ, quien con más de 54 años de servicio en el área educativa ha podido experimentar la “tradición viva” al servicio de la misión. Conversamos con él para conocer su inspiración, su mirada de la educación jesuita y cómo se ha transformado en estos 100 años de historia. Su vida estuvo ligada a la Compañía desde sus años escolares. Sus primeros referentes de compromiso, responsabilidad y entrega solidaría provienen de jesuitas y laicos que acompañaron sus años en el Colegio Mayor de San Bartolomé. Este recinto, el más antiguo de América, ubicado en la Plaza de Bolívar, le permitió empezar sus primeros pasos en el campo educativo enseñando a leer y escribir a colaboradores del colegio. Al entrar en la Compañía en noviembre de 1964, el padre Guty, como lo llaman cariñosamente, parecía tener claro su horizonte misional: estudiar Sagrada Escritura y dedicarse al trabajo intelectual; sin embargo, su trayectoria apostólica lo encaminó hacia el arte de enseñar. En 1969, realizó su magisterio en el Colegio San Ignacio de Medellín como profesor de Literatura y luego, en el Colegio San Bartolomé La Merced, como profesor de Literatura y de Comportamiento y Salud, una asignatura antecesora de la Ética. Desde ese momento, se dedicó a acompañar el camino, desarrollar líderes «conscientes, competentes, compasivos y comprometidos al servicio de la Iglesia y la sociedad»1, y acompañar en la fe a cientos de estudiantes en la creación de un futuro prometedor. Después de su Maestría en Educación en el Instituto de Educación de la Universidad de Londres, regresó como director académico del Colegio San Francisco Javier, y luego como rector de la institución alrededor de 7 años. También fue director académico del Colegio San José de Barranquilla durante 9 años; del Colegio San Bartolomé La Merced por 5 años, y del Colegio Mayor de San Bartolomé por un año. En la Asociación de Colegios Jesuitas de Colombia -Acodesi- se desempeñó como secretario ejecutivo durante año y medio, y como presidente alrededor de 8 años. Asimismo, fue profesor de Ciencias Religiosas en la Facultad de Ingeniería de la Javeriana. Actualmente, es asistente administrativo de la Fundación de Servicio Social Carlos González, en el Colegio Santa Luisa; profesor de Ética en el Colegio Mayor de San Bartolomé y Jefe de la Oficina de Control de Giros de la Pontificia Universidad Javeriana. Desde su gestión como educador, ha presenciado las transformaciones del modelo pedagógico jesuita y los hitos más representativos en este centenario, uno de los cuales fue el inicio de la coeducación. Este proceso inició en los años 70 por solicitud de las familias que expresaron su deseo de educar a sus hijas en los colegios de la Compañía de Jesús. “Las mamás más interesadas en la coeducación eran las que no tenían hijas, porque querían que sus hijos recibieran la formación e interactuaran con sus compañeras en el colegio”, comenta el padre como dato curioso. Aunque la primera institución en empezar este proyecto novedoso fue el Colegio San Luis Gonzaga de Manizales, en 1972; fue el Colegio San Francisco Javier de Pasto, que empezó la coeducación en 1974, el pionero de esta experiencia. Esta práctica pedagógica, distinta al modelo de colegios mixtos, se realizó de forma paulatina, empezando por el preescolar e implicó la identificación de las diferencias en las relaciones, la evaluación de los procesos educativos basados en roles de género, la adaptación de la planta física y la formación del cuerpo de profesores. En 1981, fue el turno del Colegio San Pedro Claver; en 1987, el Colegio San José de Barranquilla; en 1988, el Colegio San Juan Berchmans; en 1991, el Colegio San Ignacio de Medellín; en 1997, el Colegio San Bartolomé La Merced de Bogotá; y en 1998, el Colegio Mayor de San Bartolomé de Bogotá2. Estos cambios en los colegios facilitaron el trabajo cotidiano y le dieron una nueva impronta a la educación jesuítica; por ejemplo, ya no fue necesario buscar niñas de otros colegios para actividades como la danza o el teatro. “Viví la experiencia de la primera niña alcaldesa en el Colegio San Bartolomé la Merced (…) Los colegios se enriquecieron con la presencia de las niñas porque le dieron un un aire distinto”, expresa. «… aconseja a todos los nuevos educadores de la Compañía que amen lo que hacen y vivan su vocación con pasión». Una de las experiencias más significativas que se incluyeron en el modelo educativo jesuita surgió en 1988, por iniciativa del P. José Leonardo Rincón, SJ, quien propuso la creación del Curso-Taller Nacional de Formación Integral, un espacio de formación en liderazgo ignaciano, trabajo colaborativo, discernimiento y conocimiento personal. Está dividida en tres momentos: conocerse a sí mismo, conocer y interactuar con los otros y proyectarse a un compromiso. Por el momento, se han realizado 35 versiones
Oración por las Vocaciones
En el Día de la Vida Consagrada, les compartimos la oración por las vocaciones escrita por nuestro hermano jesuita P. Nilson Jair Castro, SJ. ______________________________________________________________________________________________________________________________ Señor, llama y envía obreros a tus campos. Hay mucha tierra aún por remover, hay mucho por plantar, hay mucho por cosechar, Nuestras técnicas no dan abasto, nuestras manos están llenas de experiencia y nuestros cuerpos de cansancio y, a veces, de escepticismo. Señor, Renueva nuestra esperanza; llámales: mírales a los ojos, seca sus lágrimas, pronuncia sus nombres, levántales con tu abrazo, hazles arder sus corazones, como lo has hecho con nosotros… ¡Tantas veces! Señor, Válete de tus preferidos: que los pobres les enseñen tu generosidad; que los excluidos les enseñen tu acogida; que quienes lloran les enseñen tu alegría; que los últimos les enseñen tu poder; que los culpables les enseñen tu perdón. Señor, envíales en misión, en medio de Lobos: en medio de el desprestigio global de los sistemas de autoridad; en medio de nuestras incoherencias institucionales; en medio de la ausencia de referentes; en medio de la barbarie acostumbrada; en medio de el hastío desesperanzado; en medio de sus propios límites. Señor, dales un corazón puro: que tengan el coraje de asumir su propia realidad, y no se oculten tras muecas ‘correctas’, pero falsas; que imaginen lo inimaginable, y no se limiten a reproducir formas ya conocidas y desgastadas. que se arriesguen siguiendo tu voz, y no quemen sus esfuerzos en defender sus cortos egos; que aprendan a abrazar lo que parece opuesto, y no se queden ahogados en sus propios discursos; que hagan del silencio su hogar, y no se justifiquen en activismos y monólogos solipsistas; que sea la soledad su escuela, y no le huyan a la dificultad asumiendo que les has abandonado. Señor, de entre todos ellos, que te dan sus sueños y esperanzas en medio de tanto frenesí, llama a algunos, a consagrar la totalidad de su ser sólo a ti: cada suspiro, cada pasión, cada talento, cada aburrimiento, cada deseo, cada ilusión, cada caída, cada gota de sangre y sudor, cada latido del corazón, cada dolor, y cada amor. Señor, Que seas tú quien les llame, porque los nuestros son esfuerzos vacíos. No queremos reemplazos útiles, para apaciguar nuestros miedos; ¡Queremos compañeros Enamorados! de ti, de tu Reino. Dispuestos a darte su vida entera y cada instante de ella en un servicio profundo y en compañía… ¡En La Compañía! Señor, Y a nosotros, danos el coraje de asumir con amor lo que no conocemos, de recibirles con generosidad, de compartirles nuestra experiencia, de acompañar tus sueños en ellos, de animarles en sus desiertos, de aprender de su ‘fragilidad’, de dejarnos congregar por su novedad. Señor, que juntos podamos ofrecernos a ti, dejarnos atravesar por tu pasión, llevar este peso de amor, reflejar la incandescencia de tu luz, anunciar tu novedad, ser testigos de tu bienaventurada felicidad, dar cauce a este caudal de Presencia que nos habita, hacer de este mundo una real Eucaristía. Señor, ¡Acá estamos! Con nuestra fragilidad e incoherencia, con nuestros sueños y deseos, ¡Nos consagramos a ti!
Misión Navidad 2023
Del 4 al 25 de diciembre de 2023, se realizó el Encuentro Vocacional Arrupe, un espacio de discernimiento en honor al emblemático Pedro Arrupe, SJ, destinado a jóvenes procedentes de diversas regiones del país. Al final del espacio se visitaron las comunidades, como parte del compartir y acompañamiento a la temporada navideña. ______________________________________________________________________________________________________________ Esta experiencia misional que tuvo como escenarios principales a la ciudad de Bogotá y la zona rural de los municipios de Ubalá y Soacha en Cundinamarca, permitió experimentar la presencia viva de Jesús en contacto directo con las comunidades. Fue una oportunidad para presenciar con nuestros propios ojos que Dios se manifiesta en múltiples rostros, nombres y personas. Gracias al trabajo con niños, niñas, jóvenes y las familias, las visitas a los hogares donde fuimos acogidos, el compartir de la palabra del Señor Jesús y la bendición de los hogares, así como la entrega de la comunión a los enfermos y la celebración diaria de las novenas de Navidad, todos los participantes se llevaron frutos cargados de consolación para dar sentido a sus vidas. Toda la experiencia Arrupe 2023 no solo brindó un espacio para el discernimiento vocacional, sino que también permitió vivir de cerca la misión de llevar el mensaje de amor y esperanza a las comunidades, fortaleciendo así el sentido de vida de todos los aspirantes a la Compañía de Jesús y los Jesuitas.
Encuentro de maestros de novicios de la CPAL
El 19 de octubre, los maestros de novicios de la CPAL tuvieron la valiosa oportunidad de compartir e intercambiar temas relacionados con los hermanos jesuitas. Estos temas de reflexión incluyeron la identidad del hermano jesuita, la formación, la promoción vocacional y los aportes de los hermanos en la actualidad. El evento concluyó con un enriquecedor conversatorio y reflexión que sirvió para continuar brindando apoyo a las nuevas vocaciones de los hermanos, en la etapa de formación en el noviciado.