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Misión Navidad 2023

Del 4 al 25 de diciembre de 2023, se realizó el Encuentro Vocacional Arrupe, un espacio de discernimiento en honor al emblemático Pedro Arrupe, SJ, destinado a jóvenes procedentes de diversas regiones del país. Al final del espacio se visitaron las comunidades, como parte del compartir y acompañamiento a la temporada navideña. ______________________________________________________________________________________________________________ Esta experiencia misional que tuvo como escenarios principales a la ciudad de Bogotá y la zona rural de los municipios de Ubalá y Soacha en Cundinamarca, permitió experimentar la presencia viva de Jesús en contacto directo con las comunidades. Fue una oportunidad para presenciar con nuestros propios ojos que Dios se manifiesta en múltiples rostros, nombres y personas. Gracias al trabajo con niños, niñas, jóvenes y las familias, las visitas a los hogares donde fuimos acogidos, el compartir de la palabra del Señor Jesús y la bendición de los hogares, así como la entrega de la comunión a los enfermos y la celebración diaria de las novenas de Navidad, todos los participantes se llevaron frutos cargados de consolación para dar sentido a sus vidas. Toda la experiencia Arrupe 2023 no solo brindó un espacio para el discernimiento vocacional, sino que también permitió vivir de cerca la misión de llevar el mensaje de amor y esperanza a las comunidades, fortaleciendo así el sentido de vida de todos los aspirantes a la Compañía de Jesús y los Jesuitas.

Llamado a la conversión

Jonás como personaje de la Sagrada Escritura es alguien que llama la atención. Su manera de llegar a Nínive es curiosa, por decir lo menos. La misión que le había confiado el Señor se convierte en algo que le causa dificultades, las cuales afectan a otras personas. Al fin, asume su misión y se dedica a anunciar la conversión. Los ninivitas lo escucharon, cambiaron su modo de proceder, hicieron lo que era agradable al Señor. Como consecuencia de este cambio no se produce la destrucción de Nínive. En el pasaje del evangelio de este domingo, encontramos la vocación de los primeros discípulos: eran pescadores, dos parejas de hermanos. Su vida cambia, deciden seguir a Jesús.  Antes de eso, ha anunciado “está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en el Evangelio”. Es un anuncio que invita al cambio, a la conversión. No lo hace con amenazas, como sí lo hizo Jonás. No obliga, no presiona. ¿Cómo ha de responder cada persona? Depende de lo que sienta en su interior ante la invitación que le formula el Señor. Hoy, cuando nos encontramos en situaciones tan complejas por todos los problemas que nos aquejan, esa misma invitación a la conversión sigue resonando en nuestro interior. Es una voz que nos está diciendo que no podemos seguir maltratando a nuestra niñez y juventud. ¿Cómo podemos quedarnos tan tranquilos ante tanta violencia, tanto maltrato, tanto abuso infantil? No podemos permanecer indiferentes ante los asesinatos de niños de corta edad. No podemos tolerar la violencia en formas tan aberrantes que causan estupor, horror y profundo dolor. ¿Qué podemos hacer para que la situación cambie, para que en el corazón de cada uno de los colombianos haya un espacio para la tolerancia, para el perdón y la reconciliación? Pienso que el llamado a la conversión que escuchamos de los labios de Jonás y del mismo Jesús debe llegar a nuestro corazón. De lo contrario, el futuro que nos espera está marcado por una espiral de violencia cada vez más fuerte y agresiva. No es sano que nos acostumbremos a todos estos hechos. Si a eso le añadimos otras situaciones, encontramos que la situación es compleja y exige actitudes claras, firmes y profundamente coherentes con lo que decimos que somos, para que realmente lo seamos. Es un esfuerzo permanente, necesario en todo momento, en la línea de los valores como actitudes de vida. Esa es la línea de la conversión a la cual hemos sido invitados y llamados. Construir un nuevo país es la tarea de todos, no solo de nuestros dirigentes. El compromiso con Colombia nos concierne a todos. No solo como ciudadanos, es también parte de nuestro compromiso cristiano. Así podemos solucionar un buen número de los problemas que nos aquejan. No seamos sordos, abramos el corazón.

¿Dónde estás buscando?

En la vida todos hemos vivido la experiencia de buscar algo que se nos ha perdido, extraviado o algo semejante. La angustia que nos acompaña es muy grande, la zozobra se apodera de nuestro interior, no hay paz ni tranquilidad. Preguntamos, averiguamos, nos ofuscamos. Resultado: casi siempre no es el esperado. ¿Por qué? Por una sencilla razón: buscamos en el lugar equivocado o de una manera poco apropiada. En otros momentos de la vida deseamos encontrarnos con alguna persona, queremos conocerla, ponemos todos los medios y no lo conseguimos. Pienso en esas personas que coleccionan autógrafos de celebridades. Deben realizar toda clase de piruetas, de maromas, para conseguir lo que desean y sueñan. También en estos casos puede darse el desencanto, pues la persona a quien deseamos conocer no colma nuestras expectativas, nos desilusiona. Este domingo nos ofrece una serie de elementos que nos ayudan a clarificar las cosas. En primer lugar, por medio de la primera lectura, encontramos lo que podemos llamar un proceso de discernimiento, donde una persona experimentada es clave para encontrar y hallar lo que estamos buscando, especialmente en el campo espiritual de nuestra relación con Dios. Elí ayuda a Samuel a discernir el origen de la voz que lo está llamando. Le enseña el camino de ese proceso y cómo debe comportarse cuando la vuelva a escuchar. Así, lo único que puede decir Samuel es “habla, Señor, que tu siervo te escucha”. El evangelio es la manera de responder de quien no quiere hacer cosa alguna que exprese inclinación hacia un lado o hacia otro. La pregunta de los discípulos de Juan El Bautista es clave “¿dónde vives?”. La respuesta es inteligente, es una invitación, apela a la buena conciencia de estos discípulos “vengan y lo verán”. No se expresan las cosas con largos discursos, no se dan respuestas rebuscadas, no se condiciona a las personas. Es una invitación a la libre decisión. El pasaje termina con el encuentro de Simón, hermano de Andrés, y la invitación de Jesús “tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)”. Estos discípulos estaban buscando el sentido de su vida, lo encontraron en la persona de Jesús, les hizo una invitación  y ellos respondieron “vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día”. Vale la pena que nos preguntemos ¿a quién estamos buscando y dónde lo estamos haciendo?, porque podemos resultar desenfocados o extraviados por no saber buscar y quedarnos en lo puramente externo, en lo secundario, en lo casi anecdótico, descuidando lo esencial. Encontrar la luz para el camino de la vida es un avance grande en el crecimiento de cada persona. Dejemos que el Espíritu nos ilumine, encendamos la luz interior y veremos todo lo que podemos lograr en madurez y fe.

Retorno a la ordinario de la vida

Las celebraciones de navidad, fin de año, comienzo del nuevo, carnavales y fiestas en algunas partes, han llegado a su final. Nos encontramos a punto de regresar a lo que llamamos el ritmo ordinario de la vida. Es ese tiempo en el cual los días y los meses van pasando sin celebraciones especiales, es el tiempo del trabajo cotidiano. Qué tal que todo el año viviéramos en celebraciones. No aguantaríamos. Nuestra manera de contar el tiempo y de celebrarlo necesita tiempos y momentos especiales. Veamos. Con respecto a la vida de cada persona hay acontecimientos que se celebran y marcan momentos importantes: nacimiento, bautismo, primera comunión, grado de bachiller, grado profesional, matrimonio, muerte. Cada uno de esos momentos tiene su propia manera de celebrarse. No se hace de la misma manera. En la vida de las comunidades, pueblos y sociedades sucede algo semejante. Celebramos el día nacional, el aniversario de la fundación de la ciudad, acontecimientos relevantes de su historia. En la comunidad de creyentes hay también esa manera de celebrar centrados en la persona de Jesús: su nacimiento, su pasión, su resurrección, su ascensión. Tiene su propio ritmo y su manera de celebrarse. Hemos estado en uno de sus esos tiempos, el de la navidad, celebración del nacimiento del Señor, coincidente con el fin de un año y comienzo del otro. En muchos lugares de la geografía colombiana estas celebraciones se unen con las fiestas propias de la región. Tal es el caso de las ferias de Cali, Manizales, los carnavales de Pasto. Todo esto, nos ayuda a comprender esa manera de vivir la dimensión temporal en nuestra vida. Necesitamos esos espacios de descanso, de esparcimiento, de sana diversión para recargar las baterías y continuar con el trabajo diario, con las responsabilidades asumidas, con lo que nos permite aportar a la colectividad en la cual vivimos, construir espacios de desarrollo, relaciones de intercambio y trabajar por un país cada día mejor. Todo eso forma parte de la dinámica de nuestra vida personal, social y comunitaria. Este ciclo se cierra con la solemnidad de la epifanía, más conocida como la fiesta de reyes, en la cual celebramos la manifestación de Dios en la persona del Niño de Belén a toda la humanidad, representada en esos personajes sabios venidos de lejos, quienes siguiendo el rastro de la estrella de Belén, encuentran al Mesías, al anunciado y esperado. Concluimos así este ciclo de siete semanas que hemos vivido y celebrado desde el comienzo del adviento hasta hoy. Después del tiempo de celebración y descanso volvemos a la vida ordinaria, a lo cotidiano. Asumamos nuestras tareas y responsabilidades con un espíritu optimista, siendo conscientes de lo que ese trabajo significa en la construcción de un nuevo país, al mismo tiempo en la construcción de una comunidad de creyentes cada vez más viva y comprometida. Si esto lo hacemos vida, podemos tener la seguridad de ser mejores personas y tener mejores familias, donde las relaciones interpersonales se basen en el respeto, el amor, la comprensión y la tolerancia. Volvamos sabiamente a lo ordinario.

Coincidencias es providencia

El título de mi columna no es de mi propiedad. Es una expresión que le oí hace varios años a un compañero jesuita a propósito de situaciones que en la vida llamamos coincidencia, porque se dan como por arte de magia, se juntan por razones que no se explica, pero que a la luz de la fe, desde la óptica de la acción de Dios en nuestra vida, podemos llamar providencia, porque descubrimos a un Dios que ama, que camina con nosotros, que nos cuida y protege. Veamos. 31 de diciembre. Final del año 2023 y comienzo del año 2024. Es la oportunidad que tenemos para hacer un balance del camino recorrido, los logros alcanzados, los sueños y planes hechos realidad. Al mismo tiempo, es la ocasión para analizar aspectos que estamos llamados a mejorar en nuestra vida, en nuestro trabajo, en la misión que cada uno de nosotros tiene. Los invito a asumir un compromiso, solo uno, para el año que viene, para que lo cumplamos. Que sea algo realizable. Pongamos este Nuevo Año en las manos del Señor. La segunda, la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia, el hogar de Jesús, María y José, el hogar de Nazaret. Se nos presenta una familia sencilla, sin grandes pretensiones, con una profunda convicción en su vida, para descubrir la voluntad de Dios sobre cada uno y ponerla por obra. Se vuelve así en modelo y ejemplo de toda familia, porque los valores fundamentales, reinan en aquel humilde hogar. La familia los vive desde su sencillez con un profundo sentido de testimonio, sin pretender ser más de lo que son, pero tampoco sin ser menos de lo que deben ser. Hay un padre, José, cabeza de familia, trabajador, honesto y “hombre justo y bueno”, como lo describe el mismo evangelio. Una madre, María, corazón del hogar, vínculo de unión y formadora de su hijo, siendo en verdad madre y maestra de aquel niño. Un hijo, Jesús, el Dios hecho hombre, un niño como cualquier otro, que ha de ser el salvador del mundo, que ha querido compartir en todo nuestra condición humana, menos el pecado y que vive su infancia y adolescencia como cualquiera de los niños y jóvenes de su época. Es la segunda coincidencia. ¿Dónde se juntan las dos? En que somos cada uno de nosotros los que las podemos unir e interpretar. La fiesta del fin de año nos invita a preguntarnos en qué medida hemos ayudado a cuidar a nuestros niños en estas épocas en que su vida puede estar amenazada de muy diversas maneras, entre ellas, la pólvora. Debemos reaccionar y decir un no rotundo a la pólvora,  pensando en todo lo que podemos y debemos hacer como miembros de familia, para tener mejores familias, más unidas, cimentadas en los valores fundamentales del amor y la comprensión. Al mismo tiempo, la época final del año nos permite hacer un balance de lo que ha sido el año que está a punto de terminar, reconociendo las fortalezas y falencias, lo mismo que trazando planes para el nuevo año 2024. Por eso, coincidencia es providencia.

Un Dios que se hace uno de nosotros

Se acerca la Navidad. Ya son cuatro domingos que nos han servido de preparación a ese gran acontecimiento. La figura central de este domingo es la sencilla mujer de Nazareth, a quien honramos con el título de la Santísima Virgen María. La encarnación del Dios hecho hombre es posible porque ella acogió la palabra de Dios, en la fe dispuso su corazón para hacer lo que Dios quería de ella. Se convierte así en modelo de creyente, de discípula, de seguidora del Señor. Que Dios se haga niño y nazca en el pesebre de Belén es la mejor forma de hacerse vulnerable, frágil y débil. Es experimentar lo humano en su propia naturaleza, es compartir los sufrimientos de muchas personas que, a lo largo de la historia de la humanidad, han sido excluidas, han sido marginadas, han tenido que vivir la dura experiencia del exilio y el desplazamiento forzado. Eso lo vivió Jesús en su propia familia, no ha sido ajeno a tantas vicisitudes que padecen nuestros hermanos. Por eso, podemos reconocer al Niño de Belén como el Dios con nosotros, el Emmanuel como lo llama el profeta Isaías. El Dios en quien creemos, el que se hace niño y nace en Belén, el que tiene una familia sencilla y humilde que vive en la aldea de Nazareth, es el Dios que se  nos revela en cada persona que sufre, en cada hombre y mujer que se siente solo y abandonado, en cada secuestrado que ha sido alejado de su familia y privado de su libertad contra su voluntad. Es el hombre que lleva varios años como desempleado, es la mujer cabeza de familia que le ha tocado ser padre y madre para sus hijos. Ese Dios se nos manifiesta también en los jóvenes desorientados que no encuentran cariño y afecto en su hogar y deben buscarlo fuera de casa porque para ellos no hay tiempo o el trabajo de sus padres es demasiado exigente y absorbente. Son tantas las maneras como Dios se puede hacer uno de nosotros que lo mencionado anteriormente debe servirnos de ejemplo y reflexión para aprender a leer, como lo hace María, lo que Dios nos va diciendo en los diferentes acontecimientos y situaciones de nuestra historia. Saber leer la propia vida desde la mirada de Dios es hacer lo que podemos llamar discernimiento, es preguntarnos sobre cómo y por qué  debemos actuar en la vida. El ejemplo más grande de esta experiencia es la mujer sencilla de Nazareth llamada María que supo encontrar cuál era su parte en la historia de salvación de la humanidad, en la redención de todo hombre y mujer que tiene un corazón bien dispuesto para acoger la venida de quien es su propio salvador. Más aún, el reconocer a Dios que se revela en nuestros hermanos y hermanas más desprotegidos y marginados, nos debe llevar al compromiso de amor y solidaridad necesarios para ser hermanos en el pleno sentido de la palabra. Ese compromiso nos lo muestra María Santísima quien, después del anuncio del ángel, sale presurosa a visitar y acompañar a su prima Isabel, quien en su vejez ha recibido el regalo de un hijo, el precursor del Salvador, Juan el Bautista. De ahí, el saludo de Isabel a María “¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme? Dichosa tú que has creído, porque lo que se te ha dicho, se cumplirá”. Por eso, Jesús es el Dios que se hace uno de nosotros, que comparte nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. Es lo que estamos próximos a celebrar. Alegrémonos.

“Planificación apostólica para la renovación y la transformación”

Fotografías por Oficina de Comunicaciones de la Curia General de la Compañía de Jesús _________________________________________________________________________________________________________________ Este fue el título de la reunión que tuvo lugar en Roma del 5 al 8 de diciembre, y que congregó en la Curia General, a cerca de 100 personas delegadas de casi todas las Provincias jesuitas del mundo. Las mañanas fueron dedicadas a espacios de conferencias. Las tardes a conversatorios y talleres en grupos más pequeños, con la intención de poder compartir experiencias provenientes de múltiples y variados contextos. Cada jornada se cerraba con la celebración de la eucaristía, momento privilegiado para agradecer en comunidad y decantar las mociones del día. ¿En qué sentido este encuentro resultó inspirador? Y ¿Qué resultados podemos esperar? En relación con la primera pregunta, fue muy iluminadora la intervención del Padre General[1] que, de manera clara y sencilla, señaló que todo proceso de planificación apostólica en la Compañía se debe percibir como una “oportunidad de renovación, superando la tentación de concebirla como exigencia administrativa impuesta desde arriba”. Un instrumento de cambio y de renovación de nuestra vida-misión. Esto, desde una perspectiva espiritual, una planificación que se define para la Compañía de Jesús hoy, como una experiencia espiritual de elección, en la que recordamos que no somos una empresa ni una ONG, sino “un cuerpo apostólico que planifica espiritualmente y no solo gerencialmente”, porque lo que nos mueve a ello es, ante todo, el querer ser “instrumentos de la acción de Dios en la historia al modo como inspiró el Espíritu Santo en las personas de Ignacio de Loyola y los primeros compañeros”. En relación con la segunda pregunta, el mismo Padre General nos traza una ruta, desde la perspectiva de las PAU, no sólo para la Provincia en su conjunto, sino también para nuestras Regiones y Obras: 1) Sentirnos llamados a dejar de trabajar sectorialmente y a privilegiar las convergencias en focos de interés comunes, que nos permitan aprovechar mejor los recursos de los que disponemos; 2) Sentirnos llamados al movimiento al que los verbos de cada una de las PAU nos invitan (mostrar, caminar, acompañar, colaborar en el cuidado); 3) Una conversión al Espíritu Santo, y sentirnos movidos a escucharlo en todo proceso de planificación apostólica; 4) Sentirnos invitados a convertirnos unos a otros, reconociendo que no somos solo humanos-hacedores, sino seres humanos; y 5) Una conversión a la propia planificación, con el llamado contundente del Padre General a no perder la esperanza y a no caer en el pesimismo derivado de números más pequeños que nos lleve a estrechar nuestra visión. En este sentido, y como conclusión, los resultados que podemos esperar, luego de esta reunión y como parte de los procesos de discernimiento y planificación apostólica en curso en nuestra Provincia y en nuestras obras, serán aquellos que estemos dispuestos a construir como cuerpo apostólico. [1] https://www.jesuits.global/sj_files/2023/12/2023-12-06_P-General_Planificacion-apostolica-un-camino-de-renovacion-y-esperanza.pdf

El testimonio de la verdad

Ante la pregunta ¿Quién eres tú? ¿Qué respuesta daría cada uno de nosotros? Creo que lo pensaríamos más de una vez, pues no es fácil responderla, dados los elementos que desde el ambiente en el cual nos desarrollamos y nos movemos nos están lanzando a responder de manera convencional, un poco artificial, con lo cual puede suceder que la pregunta no quede respondida. Juan el Bautista, figura central en el pasaje evangélico de este domingo, responde claramente “no soy el Mesías, no soy Elías, no soy uno de los profetas”. La última pregunta es clave ¿Qué dices de ti mismo? La respuesta es profundamente honesta “yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”. El testimonio sobre la verdad continúa al responder la pregunta sobre por qué bautizaba. Les dice “yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”. Es dar testimonio de la verdad, es ser fiel a lo que dice el evangelista un poco antes en este mismo texto “Juan Bautista no era la luz, sino testigo de la luz”. Con frecuencia buscamos desvíos, vericuetos para responder a las preguntas fundamentales, parece que nos diera miedo responder con la verdad simple y llana. Nos enredamos, porque pensamos que debemos responder con lo que a la gente le gusta escuchar, así creemos y pensamos. Dentro de todo esto, la verdad es la que debe brillar. Juan Bautista no se puso a inventar historias, cuentos, respuestas que no correspondían a la verdad. La dijo con una gran libertad interior, sin ponerse en complicaciones y cosas semejantes. Dar testimonio de la verdad es el mejor camino para ser honesto consigo mismo y con los demás, porque no tenemos que andar inventando cosa alguna, nos sentimos libres interiormente y podemos mirar a los demás sin temor. La verdad es, al mismo tiempo, expresión de humildad. Es manifestar lo que somos, ni más ni menos, tan solo lo que podemos alcanzar y lograr con nuestras fortalezas y debilidades. Esa honestidad produce un sentimiento profundo de alegría que nos invade y nos llena en todo nuestro ser. Al mismo tiempo, cuando somos honestos en la búsqueda de la verdad, cuando damos testimonio de la misma, en nuestro interior estamos preparados para acoger la Verdad, así con mayúscula,  el Dios hecho hombre que se hace niño para nacer en el pesebre de Belén. Así se convierte en la respuesta a todas nuestras preguntas, ilumina el sendero de nuestra vida. Ese es el testimonio que pueden dar personas como Juan Bautista, María de Nazareth quien es la Virgen Madre del Niño de Belén. Se reconoce como la humilde servidora del Señor, y así se convierte en modelo de creyente, disponible a la acción de Dios en su vida, por eso se convierte en la Madre de Dios hecho hombre. Dispongamos nuestro corazón en esta parte final de la preparación para celebrar la Navidad, el nacimiento del Dios hecho hombre.

Encuentro MEJ-2023

Con la participación de jóvenes de dos colegios de Perú y dos de Colombia, pertenecientes a la Congregación de Religiosas de Jesús María, del 3 al 9 de diciembre se realizó en Medellín el segundo encuentro del Movimiento Eucarístico Juvenil a nivel suramericano. En este encuentro, que inició en la fiesta de su santo patrono San Francisco Javier, se vivió el compartir fraterno y la formación propia del MEJ, al tiempo que se compartía con las familias de la vereda Granizal, Altos de Oriente, en las afueras de Medellín. Damos gracias a Dios por esta gran experiencia personal y comunitaria de la rama juvenil de la Red Mundial de Oración del Papa.

Última Asamblea del año de la Región Bogotá – Soacha: una región en salida que hace camino con Jesús siempre joven

El pasado sábado, 25 de noviembre de 2023, el Colegio San Bartolomé La Merced fue el escenario de la Asamblea de las obras y comunidades jesuitas de la Región Bogotá – Soacha. Este encuentro, enmarcado en el proceso de Regionalización de la Compañía de Jesús en Colombia, nos reunió como cuerpo apostólico plural, en el que participamos laicos, laicas y jesuitas, y en el que vivimos una vocación personal y comunitaria que nos llena de alegría. La Regionalización de la Compañía de Jesús en Colombia se ha consolidado como un llamado a colaborar con Dios en un horizonte común articulado desde la pluralidad. Junto a nuestro proceso regional, que sigue fortaleciéndose, a lo largo de este año 2023 hemos venido profundizando y apropiándonos juntos del Proyecto Apostólico de Provincia que, alineado con las Preferencias Apostólicas Universales y con el Proyecto Apostólico Común de la CPAL, nos une a la misión a nivel nacional y fortalece nuestra pertenencia latinoamericana y global. El proceso de Regionalización de la Compañía de Jesús en Colombia ha supuesto efectiva y afectivamente el encuentro necesario entre nosotros, entre las obras, entre los jesuitas, entre todos quienes somos colaboradores de la misión del Señor. Esta cultura del encuentro nos ha mostrado que solamente cuando nos conocemos podemos amarnos y, así, colaborar juntos en la misión que Dios le ha encomendado a la Compañía. La historia de la Región Bogotá – Soacha es el resultado de un proceso de permanente discernimiento apostólico en el Espíritu. Gracias a este largo camino recorrido, hemos descubierto que el común denominador de los esfuerzos apostólicos de nuestra región lo constituyen los jóvenes. Ellos y ellas se encuentran en el corazón de nuestra apuesta regional, no simplemente como destinatarios o receptores pasivos, sino como actores protagonistas de su propio guion vital. Nuestra última Asamblea Regional no ha sido, entonces, un evento aislado, sino un importante encuentro en este largo proceso de discernimiento y colaboración que vivimos como Región. Esta última Asamblea Regional del año fue un espacio propicio para celebrar los avances y logros palpables alcanzados lo largo de este 2023: el conocimiento, reconocimiento y colaboración entre las obras de la región, la articulación con la estrategia pedagógica para la lectura crítica del pasado reciente – ReconoSiendo y el trabajo que adelanta cada una de las cuatro mesas regionales: Cuerpo apostólico, Espiritualidad encarnada y apostólica, Misión de reconciliación y justicia y Ecología integral. Como Región Bogotá – Soacha nos encontramos en salida, haciendo camino con Jesús siempre joven.

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